viernes, 28 de diciembre de 2018

Dos cosas sobre la caza...y hay más

El intrépido cazador que ha conseguido reunir todos los odios: de cazadores y animalistas, a la vez.



Todos hemos oído, hasta el hartazgo, que los cazadores españoles son “los primero ecologistas” y tengo que decir que, cuando empiezas a analizar lo que eso significa, te das cuenta de que, o bien no entienden lo que la palabra significa, o bien la aplican con criterios sesgados y muy favorables a sus intereses. Si, como entiendo que el término debe usarse, “ecologista” es aquel que se interesa por el mantenimiento de un ecosistema sano, lo más completo en cuanto a la presencia de todas las especies que lo componen, equilibrado y autorregulado, debo decir que, según lo que he ido aprendiendo y comprobando en mi propia experiencia, la caza, en España, no cumple con ninguna de esas grandes características.
La caza, en España, se ha convertido en una actividad de ocio en su mayor parte que sustenta un cierto y pequeño negocio local, que significa algo más para las medianas compañías de suministro de municiones, material diverso y viajes especializados y que, fundamentalmente, tiende a la consolidación de grandes áreas destinadas al monocultivo de las especies que les gusta cazar y al exterminio de los depredadores que compiten por esas especies.
Para el cazador medio, el que yo he podido conocer, el ecosistema ideal es el que está a rebosar de perdices, conejos, liebres, codornices y otras suculentas especies y carente de rapaces, zorros, córvidos y cualquier otro malintencionado animal que quiera comerse a tan cuidados trofeos. En cuanto a la caza mayor, toda bien encerradita en sus respectivos cuarteles, siempre disponible en el coto o finca propia y a la que, si es preciso, alimentaremos con piensos para que no se muera de hambre a la espera de monterías, ganchos y aguardos. ¿Lobos? Siempre que se puedan cazar, por supuesto. De lo contrario, ni de lejos, que ya sabemos todos que el lobo bueno es el lobo muerto.
Pruebas hay muchas y una de las más claras es que, año tas año, se autoriza el exterminio de urracas y cornejas cuyo único pecado es comer huevos de perdiz o codorniz y que, hasta donde yo conozco, ni las unas ni las otras han encontrado aprovechamiento culinario alguno. Lo dicho, monocultivo, sí; ecología, ninguna. Por si alguien, todavía, mantiene dudas al respecto: La ecología es una rama de la biología que estudia las relaciones entre los seres vivos, su ambiente, la distribución, la abundancia, y cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y el medio ambiente en el que viven (hábitat), así como la influencia que cada uno de los seres vivos tiene sobre el medio ambiente.Vamos, que de todo lo que compone la tal, lo único que le interesa a nuestros amigos cazadores, en general, es dónde hay perdices (o lo que sea) y cómo matarlas mejor, calificativo que me da pie para estudiar ese “mejor” a la luz de lo que vemos últimamente.
Es posible que hayamos derivado a seres sensibles y angelicales separados -afortunadamente -de la violencia habitual en el mundo de presas y depredadores, pero la exhibición de ciervos y perros cayendo por cortados y barrancos, zorros maltratados (el angelito de la foto ha sido localizado por el Seprona en Huesca y el pobre zorro ya había sido maltratado por un cepo, pues en el video se ve que le falta una pata trasera, todo el horror completo, vamos), jabalíes despeñados o perseguidos con saña por un canal de riego para ser muertos a patadas o destripados por perros -otro día podemos hablar de los perros de caza en este país, que la cosa da para mucho- no es algo que ayude a difundir una imagen positiva sobre nadie. Más bien, y supongo que con ello seré injusto, nos habla de un colectivo que vive separado y ajeno a las preocupaciones y sensibilidades que van siendo mayoritarios en la sociedad. ¿Cómo, si no, explicar la reticencia de tal ecologista colectivo a la sustitución del plomo de la munición? Explico: en España se desperdigan varios cientos de toneladas de plomo cada año cuyo origen se haya en los cartuchos de caza. Es lo mismo que decir que cada cazador es un envenenador del medio ambiente: humedales, campos, sembrados etc se ven llenos e invadidos por los tóxicos perdigones de plomo que envenenan aves y convierten nuestros campos en algo peligroso. ¿Importa? ¿Se entiende? Para nada: se lucha para que no se prohíban estas municiones, ya que su cambio supondría tener que comprar armas nuevas.
¿Podemos llamar ecologista a alguien cuya única preocupación es el monocultivo casi industrial de especies (las granjas de perdices cuyo destino es la suelta previa a los ojeos) y que desprecia el medio ambiente llenándolo de plomo? Muy complicado, la verdad.


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