lunes, 29 de octubre de 2018

El vuelo del Cóndor


Si alguien no lo ha visto, imprescindible

Bolsonaro ha ganado las elecciones presidenciales en Brasil. La democracia tiene esas cosas y suele incubar, magnánima, los huevos de la serpiente. Los dictadores inteligentes se aprovechan de las garantías y de las libertades democráticas para acabar con ellas una a una mientras que los más bestias llegan montados en el tanque y acaban con todo a sangre y fuego, de una vez y sin contemplaciones. Como el gigantesco pollo del cuco que somete a su madre a un régimen tiránico e imposible, los dictadores “in péctore” se asientan en los cargos y van limando las libertades públicas con mayor o menor disimulo, pero el resultado siempre es el mismo: el desastre, la persecución y la muerte de muchos, de los que no se conforman.
Brasil ha sido el primer país de los organizaron la siniestra Operación Cóndor que retorna a la senda de la dictadura, la falta de libertades y la más abyecta visceralidad para gestionar la cosa pública, pero la sombra del Cóndor, como la del ciprés, es alargada y se proyecta lejos y hacia todas direcciones.
Desde la comodidad de nuestra seguridad -poca, incierta y siempre temerosa, pero mejor- es sencillo criticar y rasgarse las vestiduras, pero no podemos olvidar que la dinámica que hace crecer a estos seres vesánicos y descerebrados se genera en las carencias de aquellos que se entregaron a la corrupción, las malas prácticas y la desidia ante la gestión de la cosa pública. De la decepción nace la exigencia tiránica; de la incapacidad de las instituciones, la necesidad de actuar sin esperar a que el Estado se haga cargo, así que antes de llorar por la elección, deberíamos atender a tener la casa bien limpia, barrida y ventilada. Si la historia nos enseña algo es que la miseria acaba por encontrar una vía de escape para soñar, para ilusionarse con el fin de sus penas y la consagración de los mejores tiempos.
El fascismo vive, nace y se alimenta de la frustración y del miedo; no crece en un terreno bien roturado y sin malas hierbas, no: el fascismo es la mala hierba por excelencia, es la flor del abandono, la desidia y la corrupción. Dicho esto, dejo que el miedo -mi miedo -vuele libre anticipando desgracias y malos tempos que cabalgan a lomos estos nuevos señores del mal. Por ejemplo, este señor ya ha prometido manga ancha en la amazonia y de ese territorio depende el 20% del oxígeno que todos, he dicho todos los seres humanos sobre el planeta tierra, respiramos y necesitamos hasta nueva orden. Un ejemplo siniestro de la famosa globalización y que, en este caso, nos llena de incertidumbre, pero siendo gordo, no es lo más grave.
Lo más grave es la corriente favorable para este tipo de personajes y situaciones; lo peor es que no hay nada que nos proteja a todos de re-ediciones siniestras que, por mucho que parezca increíble, pueden reproducirse en cuanto nos relajemos un poco. El Cóndor vuela alto y en círculos, los círculos de una historia que amenaza con volver una vez que ya la hemos olvidado. Genial


sábado, 27 de octubre de 2018

Silencio clamoroso...y culpable


El movimiento feminista se olvida de sus hermanas esclavizadas bajo el Islam


Ya se que me voy a meter en un jardín lleno de ortigas y de zarzas muy enmarañadas, pero no quiero seguir callado ante el opresivo silencio y el abandono con el que los movimientos feministas se han olvidado de la causa de la mujer bajo el islam: me parece incomprensible y sencillamente vergonzoso. Creo que es muy fácil buscar los terrenos confortables que ofrece occidente para reivindicar igualdad, romper techos de cristal, hacer reuniones y comunicados mientras la que entiendo como gran causa feminista de hoy en día queda silenciada y olvidada bajo un silencio opresivo y repugnante.
Las mujeres se han olvidado de ellas mismas y la causa de su esclavitud bajo el islam jamás aparece entre los titulares de sus movilizaciones. Todo lo más, se cita como causa de discriminación cuando las leyes quieren prohibir ciertas vestimentas que, a mi juicio, son una exhibición de sometimiento y discriminación machista en forma de determinadas formas de vestir. Son los burkas y demás elementos extemporáneos los que cosifican a la mujer y le roban su propia identidad para convertirla en un ser asexuado e inferior; algo inanimado e inerte ante la falta de autocontrol de los incívicos machos del entorno. Ellas deben desaparecer y hacerse invisibles bajo la ropa porque si no, los hombres de su entorno las violarían al no poder reprimir sus impulsos, que ellos son muy machos, ya lo sabemos.
No, lo siento, pero no trago: lo que hay debajo del silencio femenino ante esta situación es un buenismo pacato y absurdo ante lo religioso; un occidentalizado y debido respeto” ante el hecho religioso” y nos olvidamos de que hay que respetar todo lo respetable, pero no lo que no merece ese elevado sentido ético de la convivencia. Lo que el islam está haciendo -hoy y ahora – con la mujer se llama esclavismo, discriminación y salvajismo, sin matices, sin contestación internacional, sin presión en contra por parte de las insolidarias mujeres que se olvidan de sus hermanas esclavas.
La foto que encabeza esta entrada pone de manifiesto este olvido. He seleccionado una web del movimiento feminista que, en teoría, lo engloba todo y me he ido al apartado laicismo y religión. Sólo una entrada que se posiciona en contra de la prohibición del burka. ¡¡¡¡Una de veinte!!!! Y para perpetuar la situación de la mujer con las excusas de siempre. No me vale, lo siento.
La última prueba del absurdo con el que se maneja todo esto nos lo acaban de servir en bandeja: por la salvaje muerte de un periodista a manos de régimen saudí, se ha montado la mundial. Por las continuas ejecuciones públicas de mujeres en ese mismo país, ni una voz se alza para romper este silencio que reina en el inmenso cementerio que habita la mitad de una inmensa población condenada desde su nacimiento.
ES hora de gritar y es hora de que sus hermanas se acuerden de las muchas que mueren por el simple hecho de ser ellas, las mujeres, las madres de la barbarie que acaba con ellas.
P.D. Por si alguien quiere seguir con el tema y tiene tiempo, paciencia y humor, aquí os dejo dos enlaces:

lunes, 15 de octubre de 2018

Adjetivar la realidad



De repente me he dado cuenta de que la realidad que vivo necesita ser re-adjetivada de forma urgente. Ya no me sirve la lista que he venido usando desde que empecé a hablar, a nombrar y a valorar mi universo particular con los adjetivos que entonces, hace ya muchos años, se entendían como normales y adecuados.
Hace ya tiempo que voy notando cierta inadecuación, una cierta inexactitud entre los términos que uso y lo que el momento me demanda, pero es que no se lo que el momento ha impuesto. Es más fácil saber lo que ya no es adecuado que lo que realmente el momento impone como rigurosamente exacto. Hay demasiada laxitud, demasiada novedad como para fijar criterios de una manera universal y aceptada por todos.
Sabemos, por ejemplo, que ya no es correcto decirle a un amigo que deje de “hacer mariconadas” sin duda, pero ¿qué adjetivo define ahora eso que los mayores, como yo, entendemos perfectamente sin más explicación? Misterio y reconozco que es posible que alguien lo tenga claro, pero no soy yo.
La realidad demanda una enorme lista actualizada según los nuevos usos y costumbres y me parece que las nuevas generaciones no están por la labor de incrementar la lista de las palabras usadas, más bien se colocan alineados en la dirección contraria. Eso o lleva a una situación compleja en la que lo viejo no sirve, pero no hay sustitución posible más allá de las habituales coletillas que, sin significar nada, todo lo explican para aquellos que carecen del lenguaje adecuado.
Esto que estoy explicando se ha puesto de manifiesto con la última polémica surgida en torno a una canción, pero la polémica podría multiplicarse diariamente ad infinitum según vayamos utilizando el antiguo lenguaje coloquial: básicamente, la tendríamos liada con todos los colectivos que agrupan distintas tendencias sexuales, con las agrupaciones de defensa de colectivos con características físicas alejadas de la norma estadística de la especie (note el atento lector que no digo ya homosexuales o disminuidos físicos o psíquicos, cojos, enanos etc, faltaría más) Sólo una excepción posiblemente ligada a su orgullo de casta por los éxitos obtenidos: los ciegos. Se llaman a sí mismos ciegos, su organización mantiene la denominación de ciegos y aquí no pasa nada, como debería ser normal en otros colectivos que sienten insulto en el lenguaje más habitual y más antiguo que no anda pidiendo perdón por casi nada.
¿Alguien, por favor, podría sugerir un adjetivo que nos ilumine la mente mejor que ese “mariconeces” de la canción? Es posible hacerlo, de acuerdo, pero hay que reconocer que la idea está clavada y está, además, en el contexto adecuado bajo el formato adecuado, sin más.
Esta época parece juzgarlo todo desde el prisma del ahora y del yo más inmediato y directo, de manera que, mucho me temo, vamos a cuestionar las letras de Quevedo (políticamente muy incorrecto) y de cualquier otro escritor, poeta o pensador que haya tenido la osadía de llamar a las cosas por su nombre. Como decía mi amigo Clint, me parece que hemos creado una sociedad “blandita”, timorata y demasiado pusilánime como para aceptar la realidad sin edulcorantes o sobreprotecciones. Mala cosa.

viernes, 12 de octubre de 2018

El rapto de los símbolos



Aunque los que me conocen saben perfectamente que no soy muy partidario de venerar símbolos y banderas más allá del puro plano de la estética (recuérdense los planos de banderas de Barry Lindon), reconozco que siento envidia por lo que nos enseñan otras naciones que han conseguido que haya ciertas cosas que son de todos.
La naturalidad con la que franceses, alemanes o norteamericanos -éstos últimos mucho más que todos los demás juntos – ven a su bandera o a sus instituciones como algo que les pertenece a todos me da envidia, una envidia sana y un poco pequeña, pues tampoco soy muy partidario de elevar el tono hasta cotas muy altas, que luego pasa lo que pasa, nos liamos con guerras y tampoco es plan
En España se produjo, desde la muerte de Franco, un rapto, un secuestro que convirtió en propiedad privada de pocos lo que debería haber sido de todos. Los unos -la derecha – por sobreprotección y los otros -la izquierda- porque en esos días era más favorable a la bandera republicana, consiguieron que muchos acabáramos identificando la bandera española con la violencia de los guerrilleros de Cristo Rey, las pegatinas pequeñas en los cierres de las correas de oro de los Rolex y su masiva presencia -más con pollo que sin bicho- en las celebraciones del 20 N. Cuando la izquierda quiso reaccionar ya era tarde: la bandera había sido secuestrada y encarcelada a un solo lado del espectro político y no ha sido hasta hace dos días que el PSOE y Pedro Sánchez han intentado serrar los barrotes de verja y decirle que hay un espacio, a la izquierda de la raya, en el que también puede estar cómoda.
El 12 de Octubre se ha quedado corto a la hora de conseguir ser de todos y la costumbre lo demuestra: cuando un presidente de izquierdas se deja ver por el desfile militar, le cae la del pulpo; es rechazado como ajeno; es un “ocupa” en la fiesta de los unos que no ha conseguido ser la de los todos: otro intento de construir un símbolo unitario que fracasa estrepitosamente. Muchos podemos reconocer, en privado y sin demasiados testigos que, si bien la fecha ha cambiado, la escenografía nos trae a la memoria aromas de “Desfile de la Victoria”.
No es España tierra propensa a los grandes movimientos colectivos unitarios, más bien nos domina un gen centrífugo, individualista y bastante ácrata, de manera que la búsqueda de algo que todos sintamos como propiedad colectiva indiscutible se presenta ardua y complicada, pero estaría bien que todos pudiéramos tener un símbolo que abrazar como representante de todos, algo pequeño, manejable, un poco íntimo y necesitado de cariño y protección colectiva, nada que nos exigiera muertes o sacrificios humanos; algo siempre positivo, sin historias de sangre derramada ni nada grandilocuente: pequeño, querido y común.
Y por favor, que nadie me venga con el fútbol….