sábado, 19 de enero de 2019

¿Hace falta? Sí, mucha falta.



Hace días que vengo dando vueltas a la idea de escribir una nota sobre la polémica que ha generado la postura de Vox acerca de la ley sobre violencia de género y el enfoque que se le podría dar sin caer en el exabrupto más espontáneo y poco racional. España parece conservar una especie de naturaleza oscura levemente cubierta por una ligera pátina de modernidad. Es esa España Una, Grande y Libre; esa España católica, apostólica y romana que se resiste a morir y que, con pertinaz constancia, se nos vuelve a poner delante para reivindicarse como el verdadero destino de este país, sin otra opción, sin capacidad de cambio o evolución.
España estuvo cuarenta años sometida a un franquismo que ha calado en lo más profundo de una sociología colectiva tendente a la imposición de máximos muy particulares que, al ser míos, únicos y verdaderos, deberían ser aceptados por todos sin discusión. Juan Español es maximalista, autoritario, vocacionalmente legislador compulsivo a su propio favor y beneficio; legalista hasta el absurdo con los demás y libérrimo en sus actuaciones particulares que, siempre, tienen justificación en su superioridad personal con respecto al común de los mortales. Desde el famoso “Vd. No sabe con quien está hablando” al “eso no es para el hijo de mi padre” el español tiende a posicionarse en el centro del universo escupiendo un absoluto desprecio hacia el colectivo, el débil y el ajeno. Es como si quisiéramos volver a bendecir las páginas del estupendo estudio de F. Díaz Plaja desarrollado en “El español y los 7 pecados capitales” de desgraciada y continuada vigencia.
Viene todo este preámbulo a cuento del intento, a mi juicio infame, de cuestionar la terrible realidad de la violencia de género en nuestro país y la acusación de desequilibrio legal a favor de la mujer contra el hombre, como si eso fuera negativo a la hora de intentar proteger a un colectivo no ya debilitado sino masacrado. El solo hecho de plantear la discusión me parece, sencillamente, miserable y lo que, es más: peligroso. Que algunos animales de bellota de alma oscura y putrefacta sientan que otros cabestros les dan la razón y apoyan el papel supremacista del hombre sobre la mujer, debe considerarse peligroso, deleznable y muy dañino. La prueba: 8 muertes en 18 días de enero en lo que se presenta como un año negro para la mujer.
La mujer española arrastra siglos de humillación -así, sin matices – y si ahora puede disfrutar de una pequeña discriminación positiva que proteja su integridad, no sólo me no me parece mal, es que me parece estupendo y nos debería motivar a todos para avanzar sin retroceder un milímetro y conseguir abandonar todo rastro de machismo personal y colectivo que todavía se conserva en lo cotidiano. Si analizo mi comportamiento diario, es sencillo encontrarme faltas a este respecto: mis actos negarán lo que mi intelecto declara, eso es seguro, pero apoyo y apoyaré más activamente que nunca, el avance colectivo hacia terrenos de igualdad y protección de la mujer que hoy se vislumbran muy lejanos todavía.
Hace años que estoy seguro de que el futuro es mujer o no es, pues acabaremos retornando a la verdad de la naturaleza más simple, aquella que nos demuestra que la naturaleza es femenina y que el macho es una simple derivación especializada de esa vocación vital de reproducción y génesis vital de la que tan solo participa la mujer, no el hombre. No tengo claro el momento en el que el macho se sintió superior a la mujer; no tengo claro cuando llegará el momento en el que se igualen los papeles y, desde esa situación de igualdad, se piense de verdad en dar el último paso parala protección, indubitable, del exclusivo papel que la mujer ocupa en la naturaleza de la especie. Ojo con derivar esta aspiración “fuera de cacho”: lo que estoy reivindicando es un papel privilegiado, protegido, valorado y libre ara que la mujer pueda elegir su realidad sabiendo que toda la sociedad va a poner todos los recursos posibles a su disposición para que pueda hacerlo; bien sea que decide ser madre como que no, que nadie se confunda.
El camino es largo y desde la reivindicación de igualdad deberemos llegar a la protección de la diferencia y lo haremos por una realidad muy simple: necesitamos a la mujer para que la especie -el mercado- se mantenga, así de fácil. La pasta nos hará ver la luz, sin duda.
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