Hace días que vengo dando vueltas a la idea de escribir una
nota sobre la polémica que ha generado la postura de Vox acerca de la ley sobre
violencia de género y el enfoque que se le podría dar sin caer en el exabrupto
más espontáneo y poco racional. España parece conservar una especie de
naturaleza oscura levemente cubierta por una ligera pátina de modernidad. Es
esa España Una, Grande y Libre; esa España católica, apostólica y romana que se
resiste a morir y que, con pertinaz constancia, se nos vuelve a poner delante
para reivindicarse como el verdadero destino de este país, sin otra opción, sin
capacidad de cambio o evolución.
España estuvo cuarenta años sometida a un franquismo que ha
calado en lo más profundo de una sociología colectiva tendente a la imposición
de máximos muy particulares que, al ser míos, únicos y verdaderos, deberían ser
aceptados por todos sin discusión. Juan Español es maximalista, autoritario,
vocacionalmente legislador compulsivo a su propio favor y beneficio; legalista
hasta el absurdo con los demás y libérrimo en sus actuaciones particulares que,
siempre, tienen justificación en su superioridad personal con respecto al común
de los mortales. Desde el famoso “Vd. No sabe con quien está hablando” al “eso
no es para el hijo de mi padre” el español tiende a posicionarse en el centro
del universo escupiendo un absoluto desprecio hacia el colectivo, el débil y el
ajeno. Es como si quisiéramos volver a bendecir las páginas del estupendo
estudio de F. Díaz Plaja desarrollado en “El español y los 7 pecados capitales”
de desgraciada y continuada vigencia.
Viene todo este preámbulo a cuento del intento, a mi juicio
infame, de cuestionar la terrible realidad de la violencia de género en nuestro
país y la acusación de desequilibrio legal a favor de la mujer contra el hombre,
como si eso fuera negativo a la hora de intentar proteger a un colectivo no ya
debilitado sino masacrado. El solo hecho de plantear la discusión me parece,
sencillamente, miserable y lo que, es más: peligroso. Que algunos animales de bellota
de alma oscura y putrefacta sientan que otros cabestros les dan la razón y
apoyan el papel supremacista del hombre sobre la mujer, debe considerarse
peligroso, deleznable y muy dañino. La prueba: 8 muertes en 18 días de enero en
lo que se presenta como un año negro para la mujer.
La mujer española arrastra siglos de humillación -así, sin
matices – y si ahora puede disfrutar de una pequeña discriminación positiva que
proteja su integridad, no sólo me no me parece mal, es que me parece estupendo
y nos debería motivar a todos para avanzar sin retroceder un milímetro y
conseguir abandonar todo rastro de machismo personal y colectivo que todavía se
conserva en lo cotidiano. Si analizo mi comportamiento diario, es sencillo
encontrarme faltas a este respecto: mis actos negarán lo que mi intelecto
declara, eso es seguro, pero apoyo y apoyaré más activamente que nunca, el
avance colectivo hacia terrenos de igualdad y protección de la mujer que hoy se
vislumbran muy lejanos todavía.
Hace años que estoy seguro de que el futuro es mujer o no
es, pues acabaremos retornando a la verdad de la naturaleza más simple, aquella
que nos demuestra que la naturaleza es femenina y que el macho es una simple
derivación especializada de esa vocación vital de reproducción y génesis vital de
la que tan solo participa la mujer, no el hombre. No tengo claro el momento en
el que el macho se sintió superior a la mujer; no tengo claro cuando llegará el
momento en el que se igualen los papeles y, desde esa situación de igualdad, se
piense de verdad en dar el último paso parala protección, indubitable, del
exclusivo papel que la mujer ocupa en la naturaleza de la especie. Ojo con
derivar esta aspiración “fuera de cacho”: lo que estoy reivindicando es un
papel privilegiado, protegido, valorado y libre ara que la mujer pueda elegir
su realidad sabiendo que toda la sociedad va a poner todos los recursos
posibles a su disposición para que pueda hacerlo; bien sea que decide ser madre
como que no, que nadie se confunda.
El camino es largo y desde la reivindicación de igualdad
deberemos llegar a la protección de la diferencia y lo haremos por una realidad
muy simple: necesitamos a la mujer para que la especie -el mercado- se
mantenga, así de fácil. La pasta nos hará ver la luz, sin duda.
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