Taxistas de Madrid haciendo amigos
Anda Madrid patas arriba con el lío de los taxistas y los
llamados VTC, como también lo estuvo Barcelona y como otros muchos sectores de
actividad económica intentarán estar o estarán en el futuro: es el signo de los
tiempos, tan “interneteros” ellos. Hace tiempo que tengo ganas de posicionarme
sobre esta dinámica de estupefacción (Rae: Asombro o sorpresa exagerada que impide a
una persona hablar o reaccionar) colectiva que afecta, principalmente, a
aquellos que mas listos, avisados y dispuestos deberían estar a la hora de
afrontar la cambiante realidad tecnológica que tanta repercusión tiene en todos
los ámbitos de nuestras aperreadas vidas.
Para analizar lo actual, nada como echar la vista atrás
hasta encontrarnos con dos fechas muy importantes a la hora de comprender que
cuerno está pasando: La primera, el 9 de noviembre de 1989 y la segunda, el 30
de abril de 1993. Algo menos de cuatro años para relacionar la caída del muro
de Berlín con el inicio de la globalización propiciada por la WWW (que no
internet, que esa ya estaba antes). Sin enemigo a la vista, la corriente neoliberal
arrasa y la ola de nuevas posibilidades apoyadas por los avances tecnológicos
se ve impulsada y favorecida por modelos de negocio que pasan por encima, por
debajo y al lado de las estructuras administrativas nacionales y, al destruir todos
los flujos y corrientes, propician relaciones y transacciones de bienes y servicios
que nadie tenía en mente un par de décadas atrás. En este camino de poco más de
35 años, han caído puestos de trabajo, especialidades, sectores enteros de
actividad, modelos de gestión y la concepción general del mundo y sus medidas
ha cambiado como nunca lo había hecho antes en la historia de la humanidad.
Han quedado lejos los ritmos de los “trade winds”, del tren
e incluso del avión: el ritmo de hoy es el ahora y los cambios surgen de la
nada hoy para ser historia mañana. Aquél que quiera resistirse, morirá, antes o
después, pero morirá. Un rápido vistazo al ranking de las 10 empresas más
grandes del mundo nos da idea de la importancia del cambio sufrido en las
estructuras económicas mundiales, siempre a la espera de la inminente conmoción
que va a suponer la irrupción de otras empresas chinas que están a las puertas.
¿Y la política? Bien gracias, ni
está ni se la espera: nada en sus discursos, objetivos, planificaciones y
proyectos permite avanzar mucho más allá del espacio determinado por los quince
minutos y, en el caso de España, no hay un solo atisbo de nada que permita el
más leve destello de esperanza al respecto. Ni en el plano de la gestión
gubernamental ni en el de la política municipal próxima, inmediata y mucho más
cercana y certera, hay nada que nos hable de cómo serán nuestras vidas y
realidades en los próximos 20 o 30 años. No sabemos, todavía, la forma que
adoptarán, pero ya sabemos que muchas cosas nos van a llegar y que llegarán
para conmocionar profundamente nuestra vida. No va a haber trabajo para todos y
los trabajos que existan en el futuro serán muy diferentes. Las ciudades
acabarán repudiando la tiranía de los coches; la energía tendrá orígenes
distintos a los conocidos hoy basados en combustibles fósiles; es muy posible
que las nuevas generaciones apoyen economías circulares de reciclaje y reparación
hoy arrumbadas; la demografía seguirá condicionando muchas cosas y con
consecuencias enormes en los consumos de un agua potable cada vez más valiosa y
deseada; de unos cultivos que buscan nuevos suelos para crecer y no los encuentran
y en todo estaremos a expensas de un seguro cambio climático cuyas consecuencias
nos irán condicionando de forma absoluta. Unos cuantos gráficos pueden ayudar a
comprender que hay variables con las que, si o si, debemos trabajar y no lo
hacemos:
CO2, temperatura y población en
crecimiento exponencial:
Hectáreas destinadas a cultivo estancadas y hectáreas per
cápita en franca huida:
Y ahora, revisemos: ¿qué partidos nos hablan de todo esto y
nos ofrecen modelos y soluciones para gestionarlo de forma adecuada? Yo no lo
conozco y sólo los Equo y verdes occidentales hablan de la situación del medio
ambiente, pero no ofrecen modelos de gestión sólidos para estructurar modelos
sociales mínimamente viables.
No, no hay nada y nuestros políticos siguen instalados en la
inercia, el cortoplacismo y la constante búsqueda de titulares que les den la
efímera ventaja del ahora a cambio, eso sí, de hipotecar el mañana. Se sabía
que el sector del taxi y las plataformas de transporte público acabarían en una
colisión frontal y se ha preferido dejar que dos ciudades sufran las
consecuencias; se sabe que las grandes urbes no dan a basto con los coches y mientras
unos avanzan y proponen cambios y soluciones para diversos problemas, los otros
mienten y obstaculizan (Contra: http://www.nexotrans.com/noticia/92593/NEXOBUS/El-CMTC-expone-su-vision-negativa-de-las-consecuencias-de-Madrid-Central.html.
Realidad – y se nota que fastidia mucho- : https://www.merca2.es/madrid-central-medias-verdades-datos/)
la toma colectiva de decisiones que nos afectarán a todos y cuya falta
-clamorosa – nos deja desvalidos ante la llegada de los nuevos
modelos. (Si MAC: las decisiones impopulares se adoptan de forma temprana y se
mantienen en el tiempo. Pontevedra como ejemplo)
No voy a entrar en la discusión sobre las bondades de esos
nuevos modelos de la nueva economía o economía colaborativa -esclavistas y muy antiguos en su raíz, creo
yo – sino en su realidad y en la falta de previsión, como si nuestros políticos
creyeran que las estructuras administrativas de del SXX y del XIX, en algunos
casos, contuvieran la posibilidad de gestión de lo que el SXXI está preparando
y cuyo potencial -si queremos esforzarnos -podemos llegar a intuir.
Por último, me gustaría añadir un esquemita de producción
propia que define muy bien la magnitud y rapidez de lo que nos va a llegar (uno
se entretiene haciendo de augur a ratos perdidos)
¿Hace falta más explicación? Apenas hemos comenzado la gran
era de la transformación y ya acumulamos cadáveres por las cunetas, así que la
moraleja es sencilla: O nuestros políticos se ponen a trabajar, o lo llevamos
claro.
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