sábado, 31 de marzo de 2018

PASARSE DE FRENADA



Artículo 16 Constitución Española
    1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
    2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
    3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
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Final del formulario

Hoy, cuando el PP y todos los partidos no independentistas levantan la bandera de la Constitución, creo que sería conveniente que todos, especialmente el PP como partido en el gobierno, tuvieran mucho más cuidado con sus apariciones públicas en los entornos religiosos de la Semana Santa y preservaran el espacio público de determinadas ostentaciones que acaban por cuestionar el cumplimiento del artículo que encabeza esta entrada.
La Iglesia Católica, mediante el Concordato, ya goza de un papel -a mi juicio excesivamente favorable – muy importante en la sociedad española sin que haya que cargar la mano a la hora de demostrar filias personales que no corresponden al papel institucional de un gobierno que debería representarnos a todos.
Valoro como pocos el extraordinario camino del ejército español en la democracia y especialmente la extraordinaria mutación experimentada en la Legión, que ha pasado de ser un reducto infecto de fascismo a gozar de la consideración y el elogio de todas las instituciones internacionales que han contado con sus servicios, medalla de la ONU incluida. Dicho esto, me parece un exceso que cuatro o cinco miembros del gobierno en el poder acudan a la tribuna de autoridades para asistir -en representación de TODOS, favorables y contrarios – a la exaltación “tanatofílica” representada en un cristo que muchos de nosotros rechazamos por completo. Ese exceso de “testiculina legionaria” cantando las bondades de la muerte puede que ayude en el desempeño de sus complicadas tareas bélicas, pero como valor social de general aceptación deja, a mi juicio, mucho que desear. Si los miembros del gobierno disfrutan el espectáculo, que vayan a verlo entre el público, se paguen el viaje como todo hijo de vecino y nada que objetar. Pagados por todos y en la tribuna de autoridades, me generan un rechazo absoluto y, desde mi punto de vista, no cumplen, de ninguna manera, el espíritu del artículo citado. Si llevamos el caso a las múltiples procesiones del estado, el argumento sigue siendo válido, entiendo.
Me dice un amigo que echa de menos mis comentarios habituales en estas fechas, de manera que habrá que refrescar opiniones que acompañan la deriva de la actualidad sin que el fondo cambie en lo más mínimo. La iglesia española, retrógrada, anquilosada, elitista y sectaria, se ve favorecida en sus argumentaciones por estas manifestaciones que, no lo olvidemos, muy poco tienen que ver con el fervor religioso que ella nos vende y mucho con ambientes festivos y sociales en los que cada cual demuestra su estatus y jerarquía en función de la ocupación de lugares específicos, orden en el cortejo y un largo etcétera de criterios sociales que, personalmente, me producen urticaria.
Es cierto que hay un trasfondo de tradición personal -bastante pagana en el fondo- que mueve dinero, produce satisfacción personal y, sin tener nada que ver con el origen del culto, valida las aspiraciones eclesiásticas ejerciendo de “masas colaboracionistas” que ayudan a inflar cifras, confundir afinidades y generar confusión. España ha dejado de ser practicante y las encuestas así lo demuestran, pero cuando llegan estas fechas, las masas se ponen las mantillas y lucen el palmito para dejarse ver en los ambientes restringidos para demostrar que “al cielo vamos los de siempre”, por mucho que la iglesia no se pise el resto del año.
Las televisiones públicas gobernadas por el PP cantan loas y maravillas de ese “fervor popular” dejando mensajes envenenados que en nada se relacionan con lo que, de verdad, está pasando en las calles. No creo que esas masas festivas conozcan -entrevistas improvisadas a los asistentes así lo demuestran- ni en lo más mínimo la raíz y la esencia de la celebración, abriendo una enorme brecha entre lo que unos cuentan y lo que otros viven. Como ejemplo, me remito al comentario encendido de un sacerdote que, emocionado, hablaba de la exaltación de fe que se percibía en el público esperando el ansiado momento de la “parusía”.  Si les preguntáramos a todos los asistentes -perfectamente uniformados de galas y complementos adecuados a lo “correcto”- me juego la barba a que pocos sabrían de lo que habla ese señor y, desde luego, ninguno estaba allí esperando tan fausto acontecimiento: más bien, el momento de poder lucirse y tomar unas cervecitas en el lugar adecuado. Para todos vosotros:
Parusía
1.       f. Advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos.
¿Cabe mayor manipulación y alejamiento de la realidad? Creo que, como final y resumen de mi rechazo personal a tanta estomagante sobreexposición, es suficiente. Hoy, la Semana Santa es fiesta, vacación y acto social para casi todo el mundo y sólo el núcleo más fervoroso y extraordinariamente minoritario, dedica este tiempo a sus prácticas religiosas de una manera completa.
Barrios, eso te pasa por preguntar.


lunes, 26 de marzo de 2018

Cuando el colectivo colabora



Andan mis pasos perdidos entre los verdes y las aguas de Galicia mientras mis ojos descansan y el alma se llena de grandes paisajes que impresionan hasta las vísceras. Entre tanta agua, tanta calma y tanto susurro del aire entre las hojas que recuerdan a los rápidos regatos de montaña, hemos abierto una ventana  a la reflexión y a la cultura visitando el Castro de Viladonga y claro, cultura llama a reflexión y el espacio lanza su mensaje con una fortaleza absoluta: cuando nos ponemos las pilas, somos capaces.

El reducto celta, que en sus mejores momentos no pasaba de 350 almas, fue capaz de levantar una obra común en forma de formidables defensas, recintos de ganado, huertas y muchas más cosas.¿Qué significa eso? Hagamos números:
350 en total
Mujeres, niños y ancianos "no currantes" 175?
Clases nobles y pasivas: 20?
Los que esos días "están fatal de lo suyo": los de siempre
Funcionarios y Druidas: algunos
Doblando el lomo como "pringaos": no le calculo más de 75 o 100 pobres desgraciados que con tiempo, levantaron un recinto ejemplar.
Moraleja: una sociedad que, de verdad, quiere hacer algo, solo necesita colaborar y tener tiempo.
Ejemplos que nos da la historia y que intentamos olvidar siempre que podemos.

jueves, 8 de marzo de 2018

8 de Marzo: las horas y las eras



Apoyo la huelga de hoy, 8 de Marzo, sin dudas ni fisuras. Apoyo la evolución de la sociedad hacia una comprensión global de la situación de la mujer que le permita la completa expresión de su potencial sin discriminación alguna. Deseo que la sociedad, toda, entienda que dependemos, como especie, de lo que solo ellas pueden hacer y que esa particularidad, lejos de ser un castigo como lo es hoy, cuente con todo el apoyo de los estados y las instituciones para que la maternidad sea protegida, apoyada y sustentada con todos los recursos posibles. Tengo muy claro que el futuro debe construirse sobre nuevas bases y sobre nuevas estructuras sociales que coloquen a la mujer en una nueva situación que vaya mucho más allá de la igualdad hasta alcanzar la preeminencia.
Dicho esto, quiero lanzarme al cuello de las autoras de un manifiesto de convocatoria absolutamente fallido, excluyente, falso y, lo que es peor, timorato en cuanto a los objetivos globales olvidando, pro completo, la situación de la mujer bajo la tiranía religiosa del islam y otras culturas. La situación de la mujer, hoy, no es producto de una concepción económica -el manifiesto carga contra el neoliberalismo- olvidando muchos otros factores y concepciones igual de dañinos para la mujer. Ni la religión, todas, ni los distintos regímenes políticos o modelos económicos han hecho nada para solucionar la situación de olvido y dominación de la mujer. Colocar este necesario movimiento bajo la etiqueta de una tendencia política es, a mi modo de ver, absurdo y muy perjudicial.
Vivimos la hora del despertar y como en todos los inicios, se plantean excesos y utopías -seamos realistas, pidamos lo imposible – que hacen avanzar los movimientos sociales hasta ir centrando el tiro: no hay que preocuparse por esas soflamas maximalistas, seguro. Lo importante no es mirar la turbulencia de esas horas iniciales sino el cómo se sientan las bases de una nueva era en la que se definan muy bien los nuevos usos y costumbres de una convivencia nueva, justa, igualitaria en el respeto de las diferencias y en el apoyo necesario para que la especie pueda seguir contaminando la piel de la tierra. La maternidad, protegida como opción voluntaria y no impuesta por el determinismo anatómico como obligación, es algo que nos compete a todos como especie y hoy, lamentablemente, está castigada sin ambages.
Hoy, todos debemos apoyar la consolidación de este inicio y apostar por nuevas formas de caminar juntos hacia un futuro más justo, más integrado; un futuro en el que la mujer pueda olvidarse de las injusticias históricas cometidas contra ellas y vivir sus vidas sin temor a ser los que cada una de ellas quiera y pueda ser sin tener que afrontar barreras sociales antiguas, nocivas e insolidarias.
El futuro es mujer y eso es lo mejor que puede decirse tras analizar un pasado en el que el varón ha demostrado que no se nos puede dejar solos.
¡Ánimo chicas, a por ello!

sábado, 3 de marzo de 2018

El último encargo: ¿que pasa con la idea de nación?



Como parece que mis amigos se encargan de ponerme deberes, prometo que este es el último escrito “por encargo” que surge al hilo, junto al tema de la religión, de la entrada de los viejos rojos. Busco referencias más cualificadas que mi propio análisis para tratar de contestar a mi amigo Quique, que me nada un mensaje con el siguiente texto: “…la idea de España como nación que a los “nuevos rojos” parece que les escueza”. ¡Casi nada como trabajito para un fin de semana lluvioso! Como lo mejor que se puede hacer con el trabajo pendiente es matarlo, vamos a ello.
Como en muchas ocasiones, busco una base sobre la que elaborar la tontería y me encuentro con una inestimable ayuda en forma de un blog de filosofía que recomiendo: http://introduccionalafilosofia-etche.blogspot.com.es/2010/04/capitulo-12.html
Y de cuyo capítulo sobre las naciones, copio: “El imperio de Carlos V encarnaba una conciencia universal, para la cual debía primar la conciencia del todo y no los intereses de las partes. Esta universalidad se expresó no sólo en el proyecto de crear un imperio universal, sino también en la resolución de los problemas de cada particularidad desde la totalidad. …El imperio de Carlos V tuvo un obstáculo insalvable para su viabilidad histórica en las particularidades y diferencias que contenía: diferencias de intereses y de conciencia entre Alemania y España, entre los Países Bajos o Italia y América. El hecho fundamental de que este proyecto universal era el resultado de una conciencia restringida a pocos hombres, a una élite de intelectuales, representó un obstáculo importante para su realización y desarrollo. No era el proyecto de todos y cada uno de los pueblos que participaron en el seno del Imperio, sino el producto de una conciencia supranacional compartida por una minoría.”
Este capítulo coloca a España y a Carlos V como fracasado en su proyecto junto a la liga Hanseática de las ciudades del báltico en contraposición a los dos grandes triunfadores: Francia y Gran Bretaña, cuyas armas resume muy bien: “Para que la unidad nacional pudiera ser construida, fue necesario que el rey venciese a los señores feudales, que una conciencia más amplia, más general, se impusiese a las conciencias particulares, locales, de las familias feudales.” Es decir: una sola voluntad gobierna el proyecto con una dinámica general que pasa por encima de cualquier tensión centrífuga.
Creo que la aproximación nos resulta muy válida a la hora de acercarnos a la realidad de España, cuya identidad es producto de una dinámica muy distinta y muy marcada por esas tensiones centrífugas que marcan tanto sus inicios como su posterior evolución en épocas más modernas. Carlos V pasó gran parte de su vida en ruta, bien belicosa, bien “racaudatoria” ante las diferentes cortes constituidas en sus reinos. Mendicante impenitente, pasó la gorra por Castilla, Aragón, Galicia, Gante y por cualquier reunión o cónclave capaz de aportar recursos a su siempre vacío tesoro. En pos de una idea de universalidad cristiana del imperio, no fue capaz de aunar voluntades en torno a una sola y única organización política coherente con la influencia territorial de su corona. Faltas de una clara misión común, las partes del imperio se refuerzan en su voluntad de diferenciación y consolidan privilegios que, en el caso de España, forman parte de la realidad cotidiana o de los renacidos anhelos de reivindicación identitaria.
En esta dinámica, las partes que acaban conformando el reino de España se cohesionan sólo en busca de satisfacer sus propios intereses y nunca en la construcción de un estado moderno, eficaz, justo o solidario. ¿Hubiera cambiado esta dinámica el Archiduque de Austria derrotado por Felipe V? Nunca lo sabremos, pero lo cierto es que la llegada de los Borbones supone un trauma importante y acaba con derechos y privilegios forales que,  a partir de ese momento, se truecan por privilegios concedidos por voluntad del rey o sus validos; privilegios que tratan de calmar las tensiones centrífugas originadas en Cataluña, primero, y en el País Vasco y Galicia a partir de finales del XIX con el auge de los nacionalismos locales, que se levantan, con el apoyo de la Iglesia, contra los movimientos internacionalistas obreros.
Podemos profundizar en estas fuentes y en esta historia, pero hasta donde he podido leer e investigar, la separación entre el individuo (ciudadano, súbdito, contribuyente o como se le quiera llamar) y el Estado-Corona en España ha sido mucho más amplia en el caso de España que la existente en Francia o Gran Bretaña, como naciones más antiguas o en las formadas en la era moderna como Alemania o Italia.
Si nos centramos en los años de finales del XIX y principios del XX, veremos que es muy complicado “vender” la idea de gran nación a un españolito de base condenado a servir, siempre que no tuviera dinero para acudir a la vergonzosa figura de la llamada “sustitución o redención”, consistente en pagar aun propio para que recibiera un tiro en nuestro lugar mientras nosotros nos quedábamos tranquilos en casita, como casi condenada carne de cañón. Aconsejo echar un ojo a este PDF que es espeluznante:( file:///C:/Users/Juan%20Manuel/Downloads/Dialnet-LaSustitucion RedencionParaElServicioMilitarAMedia-4000722%20(1).pdf)
Si a esa flagrante injusticia añadimos el desastre de corrupción, mala gestión y caos organizativo que caracterizaba al ejército, a la administración toda y la absoluta incompetencia de los diferentes monarcas, gobiernos y modelos de estado por los que fuimos pasando, no es de extrañar la frase que se le atribuye a Cánovas del Castillo en conversación con Alonso Martínez: “Son españoles los que no pueden ser otra cosa”. Es decir, el Siglo XIX y los primeros años del XX han laminado la escueta identidad nacional española y consolidado lo que, luego, sería objeto de feroz enfrentamiento entre dos visiones del mundo radicalmente opuestas: la internacionalización de la idea humanista abanderada por el socialismo en busca de la patria universal del ser humano liberado de la tiranía del capital  (hay que joderse lo que se pierde al intentar llevar a la práctica una utopía y acabar en manos de los Stalin, Pol Poth, Mao, Fidel y compañía) y la reivindicación de la patria en manos de un ejército empeñado en dos imposibles: mantener las colonias de ultramar y en reivindicarse a sí mismo, y a sus ascensos, en la absurda guerra Marruecos que nació “putrefactada” de corrupción y desastres organizativos. (Imprescindible leer “La Forja de un Rebelde” de A. Barea como vivencia de primera mano).
La segunda mitad del Siglo XX en España se ve dominada por la consagración de esta segunda opción desarrollando un cántico triunfalista machacón, inventado, impuesto y convenientemente estructurado en los capítulos de la inevitable “Enciclopedia Álvarez”, verdadera incubadora de descreídos y desafectos a las bondades del régimen que se repetían “ad nauseam” en todas sus páginas.
Efectivamente, (y por ir aligerando el encarguito de marras) es muy posible que el nacionalismo español, tanto en sus afectos como en sus desafectos, sea muy distinto al que se observa en otros países y guarda particularidades que a un americano del norte, por ejemplo, le causan una enorme sorpresa.
Desde la izquierda, antigua y moderna, se es más proclive a las ideas internacionalistas y a Europa como moderna encarnación de los sueños supranacionales. Desde la derecha más radical, no se puede entender una nación española diversa, plural y unificadora. Desde ambos lados del espectro, hay rechazos cuya manifestación más representativa podemos encontrarla en la tranquilidad con la que un americano, del partido que sea, abraza a su presidente y a su bandera como la sacrosanta encarnación de la idea de unidad y las caras de ajo que pueden encontrarse en el parlamento español ante la aparición de un presidente de gobierno del “lado contrario”.
Trabajar en España hacia esa idea de normalización de la idea de nación como un todo acogedor en el que todos nos sintamos cómodos es una buena tarea de futuro que otros podrán desarrollar con la bendición del que esto escribe.
Mientras tanto, asumo mis condicionantes personales y reconozco que la idea de “la gloria nacional” me suena un poco a lata, pero trato de que la distancia con lo aprendido en otros momentos y en otras épocas me dejen ver, esa sí, la gloria personal de los que, con limpieza y al margen de cualquier otra consideración, se empeñaron y sacrificaron por hacer su tarea lo mejor posible; aunque su tarea fuera morir por los intereses de otros envueltos en grandilocuentes discursos.
Mientras tanto, lo de Europa como proyecto global, me satisface bastante más que la reivindicación de una España idealizada en sus glorias imperiales que nunca, desde mi punto de vista, supimos gestionar adecuadamente para que generara un estado justo, solidario y eficaz.
Ya te avisé de que era una navegación de aguas profundas, Quique.

Contra la ofensa de la religión





La teórica reproducción del Arca de Noé pagada, en parte, con dinero público en los USA.
Por cierto: ¿Todo eso que se ve detrás de Ken lo pudo construir un sola familia en algunos meses? 


Antes de seguir con estos deberes impuestos al hilo de la última entrada (Miguel Angel, tú lo has querido) me acojo al amparo de la RAE y de la segunda acepción de la palabra ofensa: 2. tr. Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable, de manera que solicito que el insospechado lector vaya teniendo en cuenta los marcos intelectuales en los que se moverá este escrito, pues vendrán más y a ellos y a sus jurisdicciones quiero circunscribir el discursito (Largo, aviso)
Es tradición general en todas las sociedades humanas el ir buscando explicaciones a los fenómenos naturales que nos rodean y sobre los que no tenemos, ni tuvimos, control alguno, pero que han condicionado desde siempre nuestra existencia. En esa búsqueda se ha ido recorriendo un camino que nos lleva desde la ficción (Rae: 1. f. Acción y efecto de fingir.2. f. Invención, cosa fingida.) hasta la construcción de un conocimiento cierto, siempre sujeto a la constante validación de las pruebas y los hechos. La primera etapa dejó construcciones muy sólidas que condicionaron – y condicionan – nuestras vidas de una forma absoluta, imponiendo la concepción de un universo basado en los fundamentos de varias ficciones triunfadoras, si entendemos por triunfo su general aceptación en grandes masas de población. No voy a entrar en las particularidades de cada una de esas ficciones, pero sí me gustaría empezar una pequeña descripción de los puntos más importantes de todas estas ficciones que sí, podemos empezar a nombrar con su habitual denominación: religiones.
Lo primero que podemos comprobar es que todas parten de la existencia de uno o de varios seres superiores al hombre llamados Dioses o Dios, según haya varios o uno solo de estos súper-seres omnipotentes y omnipresentes ante cuya mirada discurre la existencia del hombre.
Incidir en el curioso hecho de que nadie ha probado de manera fehaciente la existencia de estos entes, únicos o múltiples, es superfluo, pero se da una circunstancia que envenena la inocencia de esta realidad: negar la existencia de lo nunca probado se considera de mal gusto, ofensivo para los que asumen sus ficciones de forma absoluta y tratan de imponer lo que ellos llaman ”LA VERDAD” . No importa que los que mantienen tal creencia como verdad indemostrada basen toda su argumentación en pretendidas pruebas de la existencia divina, pruebas que no se sostienen ante la más mínima investigación ni puede validar ningún análisis sencillo, no: la historia y la costumbre les protegen y esa VERDAD nos es impuesta en nombre de múltiples argumentaciones que, a pesar del avance del conocimiento y la ciencia, se siguen considerando como válidos y adecuados por los acólitos.
En defensa de la existencia de ese (o esos) ser superior podemos encontrarnos dos tendencias: una suave, encabezada por aquellos que tratan de argumentar la satisfacción de una necesidad íntima, que nos hablan de una idea global, de un concepto más que de un nombre o un conocimiento estructurado y que satisface la humana aspiración de trascendencia. Este es un colectivo poco beligerante, muy laxo en sus creencias y muy abierto a compartir la existencia con cualquier otra creencia. No es el caso de la segunda corriente, formada por los fundamentalistas que defienden la imposición de su doctrina “urbi et orbe” reclamando varios privilegios:
Primero, no hay verdad fuera de mi verdad.
Segundo: los que no comparten mis creencias son dignos de las peores sanciones.
Tercero: es el ESTADO el que debe ayudarme para que nadie quede fuera de mi VERDAD e impedir que los “otros” compartan la posibilidad de dar a conocer sus propias construcciones. De alguna manera, todas las grandes religiones monoteístas comparten esta aspiración y albergan, en su seno, a miembros que defienden esta postura. Es en estos sectores en los que, hoy en día, se concentra el peligro y la numantina defensa de los privilegios adquiridos por los defensores de la ficción a lo largo de los siglos. Volveremos sobre ellos cuando hayamos analizado el segundo y el tercero de los grandes rasgos comunes a todas las religiones.
El segundo elemento sobre los que las religiones basan su estructura argumental es “el alma”. El hombre, en principio, no tiene ganas de morirse, así que se plantea la posibilidad de que haya algo al otro lado de la muerte. Necesidad de trascendencia y promesas de futuro a cambio de fidelidad a la ficción local se coordinan para crear un ente inmortal que trasciende a la vida terrenal y que se denomina alma; entidad depositaria de los méritos adquiridos “aquí” para avalar el disfrute “allí”; méritos que se adquieren cumpliendo las instrucciones y mandatos de los que gestionan, adecuadamente, la vida social del “aquí”, faltaría más.
El tercer rasgo común que me interesa -a mí, que ya sé que a nadie más – es el de pertenencia, el de formar parte de “los elegidos” que se enfrentan a la ignorancia de los “paganos”, de los “otros”; esos que nos amenazan y a los que hay que destruir pues conspiran contra nosotros. Realmente, contra lo que los otros conspiran es contra la posición hegemónica de los que gobiernan el grupo de los “elegidos”. La pertenencia no es gratuita, por supuesto: hay que esforzarse por merecer ser “elegido” por la divinidad y no quedar fuera del grupo. Es este ente divino el que dice quién sí y quien no, incluso asegura posesiones terrenales sin tener que esperar a estar muerto para disfrutar de las ventajas de tan restringido colectivo.
Así pues, tenemos una serie de religiones instaladas cómodamente en la estructura social gracias a la mayoritaria aceptación de la existencia de un ser divino -indemostrada- que conforman un grupo escogido ajeno a otros colectivos que no participan de esas mismas creencias y que, además, puede ser más o menos beligerante en defensa de sus creencias en la medida que se sienta atacado o minusvalorado por los que no comparten la aceptación de su ficción de una manera indubitable.
¿Y qué pasa cuando las posturas particulares rechazan la ficción como base de su postura ética y moral ante la vida? Pues que la tenemos liada y muy gorda, como vamos a ver.
Volviendo a nuestro diccionario, selecciono una acepción de la palabra “moral” que creo es adecuada al contexto:
5. f. Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.
Y la relacionamos con la definición de ética, que también es importante:
4. f. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida.
5. f. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.
Por si alguien se molesta en buscar, ninguna de las posibles acepciones de ambas palabras tiene relación alguna con la religión, aclaro.
Centrando el tiro en lo que atañe a España, la posición de la religión hegemónica -única durante siglos – ha condicionado y condiciona, todavía, mucha parte de la vida pública, tanto en lo social como en los aspectos legales y administrativos de nuestra vida. La inercia es tan grande, está tan consolidada que la gran mayoría de la población concede a la religión un status que, desde mi punto de vista, es perverso y ajeno por completo a la verdadera naturaleza de la religión.
Primero, porque todas las religiones se basan en demostradas mentiras, así, sin matices ni paliativos que puedan derivarse de sus muchas acepciones pertinentes (no miremos lo de las uñas, por favor):
1. f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.
2. f. Cosa que no es verdad. 
3. f. Acción de mentir. 
4. f. coloq. Mancha pequeña de color blanco que suele aparecer en lasuñas.
5. f. desus. Errata o equivocación material en un texto manuscrito oimpreso.
6. interj. U. para negar con vehemencia lo dicho por otro.

¿Puede algo basado en la mentira gozar de públicos privilegios y del apoyo económico y social para seguir captando prosélitos que participen de la mentira fundacional? No solamente puede, es que sus privilegios crecen día a día y, como hace siglos, la legislación española protege a las religiones más consolidadas de cualquier escarnio o pública ridiculización.
Curiosamente, esto sólo rige para las religiones más consolidadas y asentadas, no a cualquier nueva ficción que reclame el estatus de religión “seria”. Hoy en día parece impensable intentar instaurar una religión “ex novo” cuyos principios fundacionales fueran remotamente parecidos a los que sirvieron de base al credo de los mormones, pero pasar ciertas rayas a la hora de poner de manifiesto todas las mentiras que constituyen su razón de ser, puede traernos problemas.
Además, todas son excluyentes y fomentan y promueven la división social en grupos enfrentados con grandes posibilidades de generar conflictos armados. (El que lo niegue, que, por favor, se dé una vueltecita por la historia)
Llegados a este punto, cabe preguntarse varias cosas que parecen haberse diluido en la dinámica de “normalidad” con la que afrontamos la realidad cotidiana. Recuerdo que hay -y ha habido a lo largo de la historia -muchas cosas, hábitos y costumbres que siendo “normales” en un momento, han devenido como bestialidades, salvajadas y horrores con el transcurrir de los años. Lo que fue y es, no tiene por qué seguir siendo en el futuro. Es, desde este punto de vista de normalidad evolutiva y adecuación de conceptos, desde el que voy a intentar construir mi propuesta de eliminación de la religión de cualquier ámbito de la vida pública como apología de la mentira.
Los valores normales y habituales en muchas sociedades avanzadas preconizan la verdad como base fundamental de los discursos y posturas tanto públicos como privados, rechazando el uso de la mentira con mayor o menor intensidad. No voy a entrar en el escurridizo terreno de analizar cual de las religiones es más menos buena o perversa, no: al establecer su base sobre mentiras y falacias, todas son rechazables en igual medida.
Es curioso que sean las propias religiones las que establezcan grados y niveles en cuanto a la necesidad de respeto por los principios fundacionales de sus estructuras según la vigencia y fortaleza de su realidad actual. En ese sentido, no hay lanzas que se alcen en defensa de los cultos egipcios, los mitos greco-romanos o los cultos mesoamericanos que tanta sangre derramaron. Esas religiones ya no merecen el coste de la defensa, pero las actuales -cuyos principios son igualmente falsos- merecen todo el respeto y la participación en la “res pública”. Y esto es lo que rechazo frontalmente: ninguna religión, al basarse en la mentira, debe ser incluida el universo de lo público.
Dicho esto, ¿Qué pasa con el merecido respeto de las creencias particulares? Pues que son respetables en la medida que se lo ganen, así de sencillo y así de complicado pues al negar esa máxima de “hay que respetar todas las creencias” abrimos la caja de los truenos al añadir la coletilla “siempre que sean respetables”.
Esto ya se hace, y además, se hace en muchas ocasiones, pues nadie con una construcción ética normal, acepta el matrimonio y posterior violación de niñas de 8 años (permitido por ciertas religiones); la poligamia de los mormones en los USA está siempre cuestionada y en las últimas semanas, han sido los nórdicos los que cuestionan la circuncisión de bebés bajo principios legales muy válidos. Todo cambia y en esa evolución no entenderíamos que, basados en fundamentos religiosos, un grupo de profesores se pusiera a enseñar que la tierra es plana.
Todos entendemos que los conocimientos actuales hacen que esa propuesta sea rechazada por mucha base religiosa que pueda tener, ¿no? Pues, por alucinante que nos pueda parecer, no es así y en los USA, desde hace años y en Europa recientemente, los ultraconservadores cristianos, creacionistas y semejantes, han conseguido que en las escuelas se mantenga la mentira como enseñanza reglada y a los alumnos se les engaña -repito, se les engaña a sabiendas – con la historia de que la tierra tiene 4.500 años y que el hombre convivió con los dinosaurios. Los ejemplos son infinitos y la mentira religiosa envenena colegios, “madrasas”, universidades y sociedades sin que podamos estar tranquilos al respecto. ¿El último ejemplo? El retroceso de Turquía y la vuelta al Corán como fuente única de conocimiento sobre la naturaleza. Impresionante.
Lo siento, pero es momento de ser mucho más beligerante y plantear movimientos serios que, desde los ámbitos legales, hagan que podamos replantear seriamente – y con método – que la carga de la prueba corresponda a los que deberían demostrar, de manera fehaciente y contrastada, que lo protegen y mantienen es cierto.
Una pincelada de definición legal al respecto:
El onus probandi ('carga de la prueba') es una expresión latina del principio jurídico que señala quién está obligado a probar un determinado hecho ante los tribunales. El fundamento del onus probandi radica en un viejo aforismo de derecho que expresa que «lo normal se entiende que está probado, lo anormal se prueba».
¿Hay algo más “anormal” que los principios fundacionales de toda construcción religiosa? Pues que, por favor, atendiendo a esa obligación legal, que aporten pruebas -no creencias -que validen sus postulados; algo que ninguna ha hecho ni hará jamás.
No, por mucho que se empeñen, las religiones no pueden probar ninguno de sus grandes dogmas y eso no me parece ni bueno ni malo, la verdad. Lo que me parece digno de todo rechazo es que, sobre esa base indemostrada, las religiones participen, influyan y modulen la vida pública, la justicia y la enseñanza; de forma especialmente grave en el caso de la enseñanza.
Me encantaría que surgiera un movimiento que colocara a las religiones en el disparadero de los ámbitos y procesos legales aprovechando cuantos principios de derecho puedan ser aplicados en defensa de la retira absoluta de la religión al ámbito de lo privado y personal, pero ojo, no confundamos este movimiento con demostraciones de mal gusto que a nada conducen. Soy ateo y defiendo un estado absolutamente laico que proteja a los ciudadanos de la mentira y de la presencia de “lo religioso” en lo público, pero jamás podré estar de acuerdo con esas manifestaciones y “procesiones laicas” de escabrosos títulos.
Entiendo que debemos establecer una lucha legal cuyos fundamentos deben ser laicos, basados en el derecho y en las leyes, nunca en la pelea “cuerpo a cuerpo” con ninguna religión. Un ejemplo extraordinario es el que intenta declarar inconstitucional la ley que autoriza la inmatriculación de bienes inmuebles a cargo de la iglesia católica. Por mucho que haya un “sentido común” que nos haga rechazarlo, hay que plantear la pelea en términos legales, no sociales o políticos.
Creo, sinceramente, que es momento de elevar lo legal por encima de lo religioso y definir mucho más seriamente los terrenos en los que se juega la partida. El ejemplo de la circuncisión es perfecto para definir esos criterios, al igual que el asunto de las vacunas o la protección de la vida de un menor ante las creencias paternas sobre tratamiento de enfermedades o transfusiones. No hagamos caso de los ruidos y avancemos, con todos os aspectos legales a nuestro favor, hacia la consecución de ese fin.
El camino es largo y lleno de dificultades, pero hay mucho por lo que luchar y montar algún circo mediático que haga de caja de resonancia. ¿Es imaginable un proceso legal contra la apología de la tortura que representa la cruz en entornos infantiles? ¿O lo que puede significar un cristo crucificado como fomento del sado-masoquismo o ataque a la sensibilidad personal de niños y menores de edad? Sinceramente, no lo sé, lo que sí sé es que, si de verdad se pudieran poner esas cuestiones en los tribunales basándose en sólidos principios legales y no en exabruptos, la diversión estaría garantizada. Me parece que es hora de luchar, legalmente, contra la ofensa que significa la religión

P.D. Para todos aquellos que estén interesados en curiosidades sobre los refritos que han dado lugar a diferentes cultos cuya originalidad es muy discutible, dejo este link, del que destaco la parte de la simbología astronómica.
https://reydekish.com/2016/02/17/jesus-horus-mitra-krishna-attis-y-dionisio/
En la red hay miles de este tipo de recopilaciones