sábado, 25 de febrero de 2017

CARPE DIEM



El domingo pasado tuve una experiencia que no se muy bien cómo denominar o clasificar. La curiosidad y un encuentro casual me hizo conducir la moto hasta un lugar en el que, hace ya décadas, pasaron muchas cosas que conformaron una gran parte de mi futuro, hoy presente. Tras bajarme de la moto, aparcada fuera del recinto ayer abierto al tráfico de coches, dejé que los pies decidieran qué recorrido seguir en ese  espacio conocido que, como miles de otros muchos que caminaron conmigo, no admitía dudas o pérdidas.
El tiempo había cambiado muchas cosas; los hábitos y el miedo actual han terminado de levantar  estructuras e imposiciones propias de la época: vallas, cercados, barreras, controles…el miedo señorea el recinto de una manera completa: precauciones, temor, prevención propia de un parque zoológico de principios del Siglo XX; niños convertidos en víctimas de una situación social y familiar que condicionará sus vidas imponiendo una especie de esquizofrenia ambivalente entre víctima y verdugo; la dualidad propia de un moderno Jano bifronte que nos recuerda que los que protegemos pueden ser, a su vez, los peores y más sádicos verdugos de sus propios compañeros. ¿Qué ha pasado en una sociedad que demuestra tanto pavor ante aquellos que deben tomar el relevo de una civilización y de una forma de entender el mundo bajo las reglas de la mejor convivencia? Mejor no detenerse demasiado en ese análisis y dejar que la vista y el recuerdo se detengan en los espacios y no en lo que esos espacios nos cuentan de aquellos que los forman y habitan hoy en día. 
Aquellos campos en un estado intermedio entre la actualidad y el recuerdo.

Llegué a los “campos de fuera”, la explanada en la que se juntaba la enorme gusanada de adolescentes emulando las glorias de sus ídolos; héroes locales apenas conocidos fuera de los muros de aquél reducto dedicado a la extravagancia de un deporte por completo contrario a la escueta altura dominante de esa raza de la que tanto nos hablaban.

Abuso del recuerdo de Gerardo Diego, a quien dejo la mejor definición de esa antigua arena gimnástica dedicada al esfuerzo y al sudor de esos meses de Mayo que acababa dominando las pituitarias de las clases de la tarde:

Me he asomado al Instituto, 
a un patio cerrado de cristales.
No hay, sigue no habiendo
columnas rotas, flores,
árboles, frutos de jardín prohibido.
Hay sólo un arbolillo
en condena de asfalto,
unos rapaces -primavera y gesto-
y en el alto el cadalso
-el rollo iba a decir- del baloncesto,
tiesto
para la flor del salto.


Y allí seguían erguidas las canastas -por fin nuevas y de alturas adecuadas- aunque se echaba de menos la querida presencia del “mini”, desterrado de unos campos que transmiten nuevos hábitos más serios y menos masivos de los que imperaban cuando yo era un crío de 12 o 13 años. Estaba todo limpio, más cuidado, más desierto en un domingo en el que me faltaron y añoré las simultáneas celebraciones de partidos -casi misas dominicales de rígida liturgia- con los pitidos cruzados, balones invasores de un campo a otro y el pequeño y controlado caos de espectación, nervios y excitación previos a la culminación del trabajo semanal: el sacrosanto momento de la verdad, El Partido, así, con mayúsculas.  
La nevera tal y como yo la recuerdo

Y entré, por fin, en el primer sagrario,  en “La Nevera” para entregarme, indefenso y entregado, a un estado de estupor que ya no me abandonaría en lo que quedaba de visita: no quedaba nada a lo que yo pudiera agarrarme para colocar mi propio recuerdo en un espacio que había cambiado y que no me alojaba con la calidez que yo esperaba y añoraba; no me abrazaba como me abraza, todavía, la casa familiar cuando voy a pasar una noche aislada. Ya no había distancias que mis pies recordaran para dejarme ir sin pensar y sin atender a los espacios, no había distancias, no había elementos reconocibles, no había colores,..no había nada.

¿Cómo es posible que los espacios no guarden los recuerdos de cómo eran para que el visitante se reconozca en ellos? Ese espacio concreto, la famosa nevera, debería comportarse como una cámara del tiempo, un santuario que mostrara, a cada cual, el aspecto conservado al servicio de sus afanes, aspiraciones, ambiciones, vivencias, triunfos y fracasos, pero no: los espacios son inclementes y cambian levantando nuevos muros y nuevas construcciones sobre los cimientos de recuerdos olvidados que sólo viven en aquellos que todavía los pueden recordar. Fuera de esos recuerdos aislados, egoistas, imperfectos, subjetivos y únicos, no hay nada; no hay un archivo común al que acudir en busca de un momento determinado. Las sociedades tradicionalistas tratan de conferir a los espacios la herencia de pasadas generaciones, como si las paredes pudieran reproducir la grandeza de aquellos, pocos, que fueron grandes, pero el domingo pasado me di cuenta de que eso no es posible, que las instituciones, por mucho que quieran hundir sus raíces y nutrirse del pasado, sólo viven del presente; sólo luchan y pelean con aquello de lo que hoy disponen y los muertos que han sido, los héroes que habitan la gloria del pasado, ya no pelean junto a los que hoy forman sus filas y viven sus afanes.
¿Es posible que quede una cierta forma de hacer o de entender el mundo, una cultura? Solo si los que hacen y fabrican el presente se empeñan en hacer actual aquello que ya pertenece a su recuerdo y a su pasado; solo si el pasado se hace presente a través del afán del día, del minuto, del segundo. Si ese afán se olvida, el pasado se desvanece en la memoria de los muertos y se pierde, así de simple.

Y tras el deslumbramiento de ese primer encuentro con lo perdido, la llegada al Magariños terminó de ponerme frente a la absoluta revelación de lo efímero e intrascendente de nuestros sueños. En ese espacio pasaron muchas horas de mi vida y muchas personas dejaron lo mejor de sí mismas , pero hoy no queda nada de los espacios que recogieron y albergaron tantas cosas que ya sólo permanecen, de forma aisalda e intermitente, en cada una de las memorias que todavía son capaces de recordar.   

Algunos de los más grandes y algún ejemplo ya ido pero jamás olvidado

Fuí allí convocado por el comentario de una amiga que, a su vez, convocaba el recuerdo de alguien muy querido que ya no está y que forma parte de mi propio recuerdo. Una cadena de engramas que permanecerán mientras nuestras neuronas conserven la capacidad de recordar lo que allí pasó, pero ni un segundo más. Hoy son las chicas de ese nuevo Estudiantes las que veo más cercanas a un cándido espíritu de diversión y de deporte que conserva lo mejor de ese absurdo cotidiano que constituye el deporte: entregarse a un empeño efímero que nada aporta, sólo el entretenimiento, el juego y el disfrute que aporta algo tan tonto como tratar de hacer pasar una pelota por un aro colocado en alto en compañía de otros nueve idotas que se lo pasan tan bien como tu haciendo algo tan estúpido.
¡Pero… qué momentos! 
Sólo uno entró en la gloria de la historia, pero otros tres de estos adolescentes desarmados, estuvieron con los mejores en la ACB o "Primera" como se llamaba entonces


Son tan maravillosos que, espero, alguien les haya contado a esas chicas que hoy se esfuerzan en la mismas maderas que yo me esforcé, que no hay ninguna gloria por encima de lo que hoy hacen y a lo que no prestan atención: el esfuerzo de una carrera tras el balón, esa ducha que escurre por la cara agotada tras el esfuerzo de un entrenamiento; la gloria de un tiro que entra haciendo que la red se levante al pasar el balon…esa es la gloria de verdad, la más elevada, la más personal, la más egoísta y…la que de verdad permanece pues no depende de que nadie la confirme: es suya, única y exclusivamente suya y nadie se la podrá arrebatar jamás.

Las sensaciones y las vivencias son tan intensas que años más tarde, cuando las modernas teorías de negocios han intentado que compare la dinámica de un equipo con la dinamica de una oficina, siempre, siempre, he callado como un perro por no humillar a los ponentes al decirles que no hay punto posible en el que establecer comparación alguna. Lo que yo era capaz de vivir y experimentar en una sóla semana de convivencia con los que aparecen en la foto está a años luz de cualquier circunstancia vivida en los muchos años de experiencia laboral que he vivido después de jugar al baloncesto.

¿Y que quiero decir o transmitir con toda esta exposición deshilvanada? Pues algo que ya expresaron los antiguos y que nos habla de lo efímero del empeño humano, de la incertidumbre del mañana, del aprovechar cada segundo de nuestra vida para atesorar experiencias positivas que, mañana, serán el único universo permanente al que acudir en busca de un recuerdo. Y esto no es bueno ni es malo, positivo o negativo, esto es, simplemente ES, sin cualidades o valores añadidos para bien o para mal.

Nada pervive fuera de la memoria de los vivos; nada de lo escrito que no se haya leído conectando con el autor, nada de lo no vivido forma parte de memoria alguna, no hay alternativa. Nuestros recuerdos nos pertenecen y son únicos y eso es todo lo que acaba constituyendo el archivo de nuestras vidas. Si, por casualidad, los archivos se cruzan y crean momentos comunes, la pervivencia se mezcla, pero nada más: cuando los agentes que intervienen en ese archivo, en ese engrama, se van, todo el archivo se desvanece en la nada y nada puede revivirlo. Mientras vivimos, quedan cosas, muchas cosas: quedan amigos de verdad con los que siempre “es ayer” por encima de tiempos y de espacios; quedan vidas enteras que se entrelazan en afectos y lazos que permanecen y crecen día a día; queda amor, queda lealtad, queda una forma de ser y una forma de entender la realidad conforme a lo que hemos aprendido y que va aumentando el archivo, ese archivo compuesto de instantes que nos acompañará hasta el fin y que debemos cuidar y hacer crecer con lo mejor que podamos crear: no hay nada fuera de ese empeño diario, de ese “carpe diem” que hace que nuestra memoria atesore instantes dorados que permenecen incólumenes e intactos por mucho que los espacios y la realidad física que los contiene cambie, se deteriore o desaparezca. 

Así de simple.

In memoriam de los que tuve más cerca:

Jose Luis "Chupi-Vela" Sagi Vela: un grande entre los grandes seres humanos que han pasado por mi vida.
Jesús Codina

12 y 7 de la foto de arriba

Manolo Cabido al frente y controlándolo todo



sábado, 18 de febrero de 2017

Fantasmas y retornos

Lo que Trump no quiere
Este año, 2017, alguien celebrará el centenario de la revolución rusa y el inicio de un fracaso que contaminó la totalidad de la historia futura hasta el presente, momento en el que, de una u otra forma, seguimos pagando la factura de ese fracaso en muy distintas formas. Pero esta efeméride, siendo importante, muy importante, es sólo un hecho aislado, un detalle que da brillo y forma a un inicio de siglo que, con matices y diferencias, nos hace pensar que, a lo mejor, los cien años pasados no han hecho más que avanzar en un círculo que, hoy, nos devuelve a paisajes conocidos, a un idioma dominado por términos y esquemas mentales que nos resultan tristemente familiares y que generan, por lo menos a mí, miedo; muchísimo miedo.
¿Qué hace tan familiar aquél periodo y el inicio de este Siglo XXI? Posiblemente, en términos absolutos, objetivos, fríos y contrastables, nada, pero si atendemos a los matices, a las sugerencias, a los remotos parecidos, a las sensaciones puramente dérmicas, la cosa cambia sustancialmente. Hoy, como ayer, vivimos una crisis económica que es reflejo, motivo y destino, de profundos cambios en los sistemas relacionales entre la empresa y el obrero o trabajador. Hoy, como ayer, los movimientos nacionalistas y proteccionistas adquieren importancia y aspiran a un retorno de las “autarquías” productivas y consumistas que consigan darle la espalda a la promiscuidad comercial impulsada por los gobiernos en los últimos años del pasado siglo.
Hoy, como ayer, los teóricos de las razas se pelean por consagrar la supremacía genética de los unos sobre los otros como hicieron otros ilustres como Henry Ford, sus muchos amigos ignorados y otras insignes testas, algunas coronadas, inglesas herederos de las corrientes eugenésicas muy en boga entonces. Hoy, como ayer, la reacción religiosa reivindica su papel hegemónico como elemento organizador de la sociedad en contra de las evidencias de los avances científicos y lo hacen, cosa grave, desde el poder de un recién constituido gobierno en el país más importante del momento.
Hoy, como ayer, la transparencia aparentemente imposible de un pensamiento simple, directo, elemental, visceral, caótico y ajeno a la más elemental reflexión sobre la realidad, se impone como se impuso en aquella Alemania que no acababa de creer en la verdad de lo que decía aquél estrambótico personaje.
No, vivimos una época en la que la transparencia de la comunicación se ha convertido en el manto que oculta la realidad a base de desnudarla completamente: se dice así porque, simplemente, es así y así se llevará a cabo. Igual que la desnudez del emperador bajo su vestido mágico ocultaba, fundamentalmente, la estupidez de sus súbditos, la simpleza de los mensajes actuales parece ocultar otra realidad subyacente, pero no es así y su perversidad radica, precisamente, en eso, en su desnudez, en su literalidad y en la voluntad del emisor de actuar exactamente como anuncia que actuará.
Hace poco leía El Mundo de Ayer, de Stefan Zweig, maravilloso libro que, con la exquisitez propia de este autor, narra la enorme pérdida de libertad personal que supuso, para los ciudadanos de una Europa apenas soñada, la instauración de los estados y sus fronteras tal y como ahora los conocemos. Nos cuenta la enorme satisfacción de viajar desde Viena hasta la India sin tener que enseñar un papel o un simple pasaporte y la sensación -efímera y perdida- de sentirse ciudadano del mundo en un mundo abierto a la cultura y a la estética del arte y su exaltación como único entorno común a una población educada y ávida de experimentar la dulce conmoción de la novedad, de la creación llevada un paso más allá y de compartir, compartir con otros pueblos y otros idiomas esa enorme satisfacción del descubrimiento, del abandono de lo ya viejo y polvoriento propio del pasado. El Siglo XX nació tacaño, pequeño en sus aspiraciones nacionalistas y tremendamente inoperante en su empeño internacionalista para unir a los trabajadores bajo la bandera del acceso a los bienes materiales. El Siglo XX nos trajo el triunfo y la consagración de los peores vicios y tendencias del hombre: se arrastró de guerra en guerra y de desastre en desastre en una dinámica imparable oculta bajo el manto de una aparente modernidad victoriosa que nos cegaba con el destello de un plástico y una luz resplandeciente que ocultaba la verdad: nada se había perdonado, nada se había olvidado y la reacción seguía acumulando energía a la espera de poder dar el empujón definitivo que hiciera retroceder la historia.
Ese momento ha llegado y la reacción recupera posiciones bajo la dulzura de un lenguaje pervertido que ha conseguido disfrazar la verdad. La realidad de hoy, vieja, conocida, rencorosa, avara y destructiva se viste con los fastos de un lenguaje renovado que ha conseguido engañar a muchos, pero la verdad de sus actos muestra su verdadera naturaleza. Nada nuevo hay bajo el sol y desaparecido el enemigo, la tierra entera se presenta como el nuevo campo de conquista: nada hay fuera del poder y de la ambición del dinero y de la reacción, así que avancemos, conquistemos y dividamos para hacer del enemigo algo pequeño, algo débil al que poder dominar con el mínimo esfuerzo.
Pero so tiene un riesgo y el riesgo es el mismo que hizo de la década de los 40 un periodo maldito: todos quieren ganar y crecer, si bien hoy los terrenos se desdibujan y pierden definición a la hora de concretar. Antes se exigían territorios, hoy se aspira al control de los mercados sin tener que ocupar el terreno con tropas y ciudadanos, pero la guerra es la misma. China, Rusia, EEUU y Europa mueven fichas y peones; se firman y se denuncian tratados; se establecen alianzas y se vigilan los movimientos de cada cual en sus terrenos más próximos tal y como siempre se ha hecho.
Y en esa guerra, es muy importante que los contendientes sean grandes, así que, si podemos redefinir fronteras y hacer que algún grande se deshaga, mucho mejor. Y Europa y sus pequeños nacionalismos se entregan al juego facilitando los movimientos de los grandes mientras le dan la espalda al sueño de ser grande, justo, solidario y depositario de una cultura y una forma de entender el mundo consagrada a los principios que la hicieron grande y que tantas vidas costaron.
No, la cosa no funciona y los fantasmas de un pasado tenebroso nos lanzan mensajes, se hacen corpóreos y dirigen las grandes tendencias de nuestro mundo con la misma vocación de siempre: evitar la evolución del ser humano hacia la grandeza espiritual, condenarnos a ver perdurar lo peor de nuestras raíces animales y animistas; quieren que nos entreguemos a la conocida danza del fuego alimentando las llamas con nuestra propia sangre como siempre se ha hecho.
La comparación de los siglos nos deja un panorama oscuro y lejano al optimismo, lo siento. Si al analizar la realidad de esta sociedad tecnolescente decía que la búsqueda de modelos estables era algo fundamental a la hora de explicar el estupor de las nuevas generaciones, me temo que, al analizar las semejanzas de los dos últimos siglos, el modelo que se pone de manifiesto y el que se revela como más accesible, es el de la destrucción y el retroceso; el mismo que la humanidad tiende a abrazar en los grandes momentos de duda. Parece que lo que mejor se nos da es abrazar la destrucción y eso nos otorga una cierta sensación de seguridad: si tengo un enemigo, ya se lo que tengo que hacer y lo hago de forma inmediata. Se monta una buena guerra y eso lo aclara todo sin tener que pensar demasiado.
Hoy llamamos “populismo” a lo que siempre se ha llamado fascismo sabiendo, perfectamente, a qué nos referíamos; llamábamos mentira a lo que hoy quieren bautizar como “posverdad” y en ese largo languidecer y degenerar del lenguaje nos van introduciendo, anestesiados y conformes, toda esa basura intelectual que acaba por conquistar mentes y espíritus. Lo público debe morir, el beneficio de las grandes corporaciones debe ser el único objetivo y el ciudadano debe ser transformado en súbdito y cliente cautivo, que eso de la libertad individual y el posicionamiento crítico trae malas consecuencias.

No, quieren restringir el ser humano al ámbito de determinadas fronteras con el fin de poder clasificarlo y jerarquizar sus derechos y su capacidad de actuar con libertad, que hasta ahí podríamos llegar. No todos somos iguales, por si no ha quedado claro, que todavía hay clases. Cualquier sueño de verdadera globalización; cualquier intento de universalizar las libertades, cualquier corriente que aspire a consagrar al ser humano como habitante de un único mundo está condenada de antemano y es enemiga declarada de los de siempre, sin discusión. Nada nuevo bajo el sol.

domingo, 12 de febrero de 2017

Aquellos perros…todos los perros


En vista de que mi amigo Curro sigue empeñado en juzgar mi afición a los perros bajo prismas que en nada me favorecen y que, además de injustos, me colocan justo allí donde es imposible encontrarme dentro del mundo del perro, emprendo la ardua tarea de combatir décadas de  ataques despiadados respecto a mi persona y particular relación con los chuchos y la cinofilia oficial.
Mural asirio (junto con los siguientes) mostrando un moloso

De entrada, declaro solemnemente que me gustan los perros y me gustan por encima de su apariencia física, pues su valor fundamental es que son buenos compañeros, virtud que valoro por encima de sus encantos y posibles virtudes oficializadas mediante ilustres ancestros. Me llevo con ellos mejor o peor en función de su carácter y de su educación; de las virtudes de su socialización, esas que harán de ellos un buen amigo o un ser ajeno a mi mundo. Hay que señalar -y volveremos a ello – que ese último caso es atribuible, en el 99,9% de los casos,  a la estupidez de amos que consiguen contravenir la natural tendencia del perro hacia “el llevarse bien” con todos para hacer de un ser encantador un elemento insoportable, cada vez más abundante en nuestras calles y zonas de recreo.

Dicho esto, también he de decir que me aprovecho, con mucho gusto, del buen trabajo de los criadores que han sabido potenciar el buen ejercicio de las funciones específicas de alguna raza y conseguir ejemplares de buen carácter, equilibrados, funcionales, sanos y bellos, tremendamente bellos; cualidad que no tiene que suponer ningún desdoro para los mismos animales; últimamente receptores de grandes críticas por el mero hecho de “ser de raza”. Un aviso para los puristas que niegan la bondad de la especialización y la permanencia de las razas alegando que “el verdadero perro no tiene raza”: se equivocan de medio a medio. El verdadero perro tiene una raza muy estable y definida: el lobo. A partir del lobo, el perro ha sido “creado”, desde el principio hasta el final, por el hombre mediante un proceso de selección similar a muchas razas hoy consideradas domésticas. Para los despistados: un cerdo de verdad tiene forma de jabalí; una vaca tiene la verdadera naturaleza del Uro y así hasta mencionar todas y cada una de las especies, animales y vegetales, que hoy consideramos como “domésticas”.
El idiota actual: Seven

Una amiga heredera de mil razas con todas las virtudes de una gran perra

El hombre altera la naturaleza y elije; selecciona, sueña y traza el camino hacia la meta que tiene en su cabeza avanzando, cruce a cruce y camada a camada, hacia la meta elegida. Lo hicimos con vacas, caballos, asnos, cabras, ovejas, gallinas, conejos, palomas y….¿hay que seguir? Todas esas selecciones perseguían mejorar una función determinada que, en el caso del perro, podemos enumerar como guarda, defensa, pastoreo, caza y sólo si la cosa marchaba muy bien y había recursos, el lujo de una compañía afuncional que no aportaba trabajo ni ayuda en ninguna de las funciones mencionadas. Y con la función, nacieron las diversas razas llegadas de la mano de apasionados, locos y soñadores que persiguieron el sueño del perro perfecto para la función designada.
Moloso original, probablemente, parecido al famoso Peritas de Alejandro

Hasta qué punto esto es verdad lo pone de manifiesto el alto grado de coincidencia morfológica entre los diferentes grupos de razas agrupadas por su función y con origen en una zona geográfica concreta. El que tenga dudas, que examine los perros de pastor centroeuropeos: belgas, holandeses, suizos, alemanes, checos…o los grandes molosos de Cárpatos, Balcanes y Anatolia. El último de estos empecinados creadores fue Luis Dobermann, cuyo empeño personal llevó a sus seguidores a fijar una raza -la misma con la que ahora convivo – fruto de una selección llevada a cabo siguiendo las exigencias de un objetivo concreto: el perfecto perro de guarda y defensa. Esto ocurrió a finales del Siglo XIX, pero lo malo, lo perverso, es que con el advenimiento del Siglo XIX llegó la Cinofilia Oficial, así con todas sus letras y sus estándares…y con muchas cosas más.
Ojalá hubieran dejado esta pintura de Goya como único texto del estándar del mastín.


Adelantando el final diré que esta cinofilia oficial presenta, hoy, un balance claramente negativo y esto es así porque se ha perdido de vista el origen y el inicio de todo: la función original, la necesidad de contar con un “trabajador-esclavo” eficaz dotado con el carácter, la salud y el tipo adecuado. Si se pierde el equilibrio entre todos estos factores el desastre es seguro y nos lleva a lo que hoy nos presentan como canon de perfección y no es más que un pobre bicho deforme, muchas veces tullido, casi siempre enfermo y que no puede encontrar otra función en el mundo de los hombres excepto la de convertirse en una fuente de problemas, gastos y frustraciones.
Si he participado en ese mundo fue animado por mi deseo de colaborar y ayudar a mantener lo que yo creo que debe ser el perro, criterio que ha quedado marginado y que defiendo desde posiciones de francotirador firmando todo manifiesto que encuentro en la red pidiendo apoyo para el combate en favor de la vuelta a los orígenes; corrientes siempre contrarias a lo que les están haciendo a esos que un día fueron titanes y compañeros y que hemos convertido en enfermos lisiados que parecen avergonzar a sus ancestros.
Becerrillo y otros perros soldados en la campaña de México

Me gustan los perros, todos los perros y es el momento de poner de vuelta y media a ese moderno ejército de dueños de perros que parecen pagados por el enemigo, verdaderos quintacolumnistas que trabajan en favor de que el perro acabe erradicado de nuestros entornos de convivencia. ¿Qué nos ha pasado? ¿Desde cuándo dejamos que un perro ladre o muerda a un niño? ¿Desde cuándo hemos decidido que los cachorros no pueden jugar y divertirse juntos para aprender las reglas de una correcta socialización? ¿Desde cuándo se considera normal que un perro adulto ataque a un cachorro? Y, por último: ¿Para qué cuerno tenéis perros si os dan miedo, si no os gusta verlos jugar y divertirse y, sobre todo, no queréis ni sabéis educarlos y convertirlos en adecuados integrantes de la vida ciudadana? Sois los mejores detractores de las bondades de convivir con un perro; sois nocivos como las termitas en la estructura de una casa que ya es, en España, demasiado débil; habéis conseguido llenar casas, parques y paseos de enfermos mentales y sociópatas de cuatro patas con los que sólo vosotros podéis convivir porque compartís las mismas carencias educacionales y sociales que vuestros perros, empezando por la más absoluta mala educación. Reniego de vosotros como reniego del demonio; me niego a que por gustarme los perros me pongan en el mismo espacio mental que a vosotros pues en nada me parezco ni nada comparto.





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Una gran parte de los actuales dueños de perros y una buena parte de los actuales criadores han perdido el norte y eso, en el caso de los criadores, es muy grave, pues su actividad lo determina todo, incluso la futura salud y carácter de los futuros -y casi seguros – mestizos que tengan la desgracia de heredar taras genéticas de los ejemplares que hoy vemos en las exposiciones de belleza, cada vez más cercana a la caseta de los monstruos de las antiguas ferias. Son perros que padecen, o son portadores, de enfermedades -desde la cistonuria hasta estenosis aórticas - fallos estructurales - displasias de codos y caderas - por no haber de la búsqueda de características que los hacen afuncionales pues sus criadores han forzado hasta el absurdo características como peso, prognatismo, longitud o líneas dorsales que niegan la verdad de las más básica biomecánica.

Una exageración absurda y fuente de problemas, seguro

No, la cinofilia oficial no puede justificarse a sí misma mientras no ayude a buscar la salud por encima de una apariencia más o menos estética. ¿Hay solución? Sí, pero no se quiere cambiar nada y nada se hace para proteger a los que se acercan a la raza y acaban metiendo en casa un pobre ser enfermo que, en lugar de ser una fuente de satisfacciones, se convierte en una pesadilla de frustraciones, gastos veterinarios y desastres varios. Las sociedades caninas no deberían dar ningún título de belleza sin el adecuado y pertinente control sanitario: radiografías, controles sobre todo tipo de enfermedades conocidas en cada raza y todas las garantías que puedan manejarse para que ese ejemplar pueda reproducirse con las máximas garantías. 
Una cabeza afuncional que convierte a un perro en fuente de problemas respiratorios, oculares etc

Pero eso no se quiere hacer, no interesa, no es negocio y seguiremos viviendo las mismas afrentas que ahora vivimos y que consiguen destrozar el trabajo de los pocos que quieren ser serios y luchan en inferioridad de condiciones. ¿Alguien se plantea esperar a cruzar un perro hasta que no cumpla 6 años y demuestre que no manifiesta ninguna enfermedad hereditaria? ¿Algún criador está dispuesto a someterse a controles externos antes de obtener el título de Campeón? Ya hay una buena montada con los alemanes que se han puesto serios con el control de las displasias en el Doberman como para decirles a los criadores de razas como el carlino, el bulldog inglés o francés, mastines o los cada vez más tarados labradores y goldens que sin salud no hay título, que la tendremos liada.
Un pequeño cuadro que recoge PARTE de las actuales carencias más habituales nos puede ayudara terminar de poner los pelos de punta:

Lista de enfermedades caninas diagnosticadas en el Servicio de Genética

TIPO DE ENFERMEDADPatología GENRAZA
Enfermedades Oculares
Ceguera nocturna (CSNB)RPE65Pastor de Brie
Atrofia retinal progresiva (GR_PRA1)SLC4A3Golden Retriever
Atrofia retinal progresiva (PRA)C2orf71Corgi, Setter irlandés, Sloughi, Mastín, Pointer, Husky, Samoyedo
Catarata hereditariaHSF4Staffordshire Bull Terrier, Pastor australiano, Boston terrier
Luxación primaria de lentes (PLL)ADAMTS17Bullterrier, Jack Russel Terrier, Tibetan Terrier, Fox Terrier, German Hunting Terrier
Anomalía ocular del Collie (CEA)*NHEJ1Collie
Degeneración de conosCNGB3Alaskan Malamute, Siberian husky y miniature Australian shepherd.
Enfermedades nerviosas
Narcolepsia (NARC)HCRTR2Teckel,  Labrador, Doberman Pinscher
Lipofuscinosis neuronal ceroide (NCL)PPT1Teckel
Lipofuscinosis neuronal ceroide (NCL)CLN5Border Collie
Otras enfermedades 
Hiperuricosuria e hiperuricemia (HUU)SLC2A9Dálmata, Bulldog, Black Russian Terrier, Schnauzer Gigante, Large Munsterlander, South African Boerboel, Weimaraner
Trapped Neutrophil SyndromeTNSBorder Collie
Polineuropatía NDRG1Alaskan Malamute
Deficiencia de adhesión leucocitaria canina (CLAD)CD18Setter irlandés
Osteogénesis imperfecta (OI)SERPINH1Teckel
CistinuriaSLC3A1 Terranova
Sensibilidad a ivermectina (MDR1)ABCB1Collies, Pastor australiano, Viejo pastor inglés
FucosidosisFUCA1Springer spaniel inglés
Otros caracteres
Tolerancia  al calorMYH9Alaskan Malamute, Siberian Huskies, German Shorthaired Pointers, Borzois





Es absolutamente prioritario volver atrás, al origen y perseguir, por este orden, salud, carácter y tipo; recuperar perros de 14 y 15 años que lleguen a la vejez sin haberse pasado media vida en los veterinarios y recuperar el carácter, aunque eso implique restringir el posible mercado de una raza por falta de dueños que sepan tratar a un chucho al que hay que ganarse, educar y socializar en condiciones.
No los busquéis: ya no existen


Dogo de Burdeos: antes y después del desastre 
Y además de toda esta frustración, vivo en España, un desierto de tradición canina; un páramo en el que el perro no ha formado, ni forma, parte de la sociedad humana, esa que en otros países europeos les abre las puertas de hoteles, autobuses, bares y espacios públicos ofreciendo un paraíso que miro con envidia y con la leve esperanza de que, algún día, estos lares aprendan a convivir con los chuchos como debería ya ser normal en una sociedad europea.

Me gustan los perros, todos los perros, pero añoro aquellos perrazos que sólo puedo encontrar en antiguos álbumes de fotos y en reportajes sobre remotas zonas del mundo en las que nuestros compañeros de siempre siguen trabajando contra lobos, osos, nieves y hambres como si eso fuera lo más normal del mundo. Mi senda en el mundo del perro "oficial" no ha llegado a ninguna parte, sólo al desierto andén de la frustración, pero...me siguen emocionando algunos perros, algunos criadores que lo hacen bien y me siguen gustando los perros; todos los perros, aquellos perros...
Homenaje al salvador de más de 40 vidas: Barry, San Bernardo

Como siempre, escribir esto no habrá servido de nada excepto para quedarme tranquilo y poder decir, cuando surja el tema, "yo ya lo he escrito. El que quiera saber lo que pienso de verdad, que se lo lea", pequeña venganza que tampoco sirve de nada:-)