Carlos Lesmes: el juez pasmado
Pasmo. Rae: 1. m. Admiración y asombro extremados, que dejan
como en suspenso la razón y el discurso.
Carlos Lesmes, el jefazo de los jueces españoles, se muestra
pasmado y escribe un comunicado defendiendo la labor judicial tras las
manifestaciones populares rechazando la sentencia del “caso manada”,
manifestaciones que, por su tardía llegada, demuestran más la extremada
paciencia de los españoles que una desmedida repulsa hacia el autista,
paralizado y lejano estamento judicial.
La democracia española lleva evolucionando desde 1978 y con
ella las instituciones emanadas de la Constitución del mismo año pero, como en
todos los colectivos, no todos sus componentes lo han hecho al mismo ritmo y
algunos, como es el caso del poder judicial, se han visto descolgados del
pelotón y llegan “fuera de control”: ya no se les considera parte de los corredores
o participantes. ¿Causas? Muchas y variadas.
En primer lugar, entregaron, en la primera mano de la
partida, su independencia en un pasteleo indecente con el poder ejecutivo y
legislativo. Aceptaron ser tutelados y los nombramientos de sus principales
órganos de gobierno dependen del capricho y voluntad de los que no forman parte
de su colectivo, de manera que lo que hoy reivindica su máximo representante
-la independencia- es algo que nunca ha
formado parte de su estructura orgánica.
En segundo lugar, este colectivo se ha instalado en una
mansedumbre acomodaticia que le asegura la existencia en un universo paralelo muy
lejano al común de los mortales. Su lenguaje es lejano e incomprensible; sus
razonamientos abstrusos y eso les gusta; se sienten investidos de un poder casi
sacerdotal propio de los iniciados en la cábala y su poder es tan inalcanzable
como su propio lenguaje. Entregados al misterio y a la endogamia, se han
aislado del colectivo al que sirven – remarco la importancia del verbo – y ya
no queda nada que sea común a ambos colectivos, ni siquiera la semántica de los
términos utilizados por ambos. Los significados se diferencian para aumentar la
confusión y el estupor de los juzgados. ¿Es posible una comunicación entre dos
partes que usan significados distintos para términos iguales? El follón está
asegurado y el entendimiento es imposible.
Relacionado con el punto anterior, los juzgados mantienen un
ecosistema propio que los ciudadanos perciben como claramente hostil: eres
ajeno, no eres bien recibido y nosotros tenemos todo el poder sobre tu vida. Hasta
tal punto es hostil que, en plena época de la revolución de las comunicaciones
y de la gestión de información, se perpetúan las figuras antiguas de
procuradores, secretarios, legajos acumulando polvo, incomunicación entre sus
miembros y una ineficacia que clama al cielo, pero como sus órganos se deben al
poder, se muestran agradecidos, sumisos y acomodaticios a las órdenes del amo.
En tercer lugar, y a pesar de ser ese poder el que vive y
percibe las múltiples ineficacias de los códigos, leyes y normas, jamás, que yo
sepa, se adelanta y exige el cambio normativo a sus amos. Si atendemos al
último caso, me gustaría saber cuantas sentencias parecidas se han producido en
los últimos años, cuantas víctimas se han visto asediadas por preguntas que
demuestran el deseo del juez de acomodarse a la jurisprudencia dictada por
instancias superiores que separan la lógica de lo que es normal en los usos y
costumbres de una justicia instalada en el pasado más rancio.
Podría seguir, pero me gustaría destacar el hecho de la
total ausencia de este poder en los ritmos y costumbres de la sociedad, de la participación
en los medios de comunicación, en el desarrollo de programas formativos y
divulgativos que traten de formar a los ciudadanos y metan presión al
legislativo para que ellos puedan dictar sentencias acordes a la demanda social
reflejada en las leyes y en la constante actualización de los correspondientes
códigos de obligada aplicación.
Los jueces lo tienen complicado y ellos mismos hacen que su
trabajo sea más complicado por su exacerbado sentido de su propia importancia; se
han intoxicado de la heredada prosapia de su cargo y su función y se han
perdido: se han desconectado de la realidad y su corporativismo les impide
reivindicar, exigir, mejorar, evolucionar y alinearse con la sociedad que les
paga.
Carlos Lesmes se manifiesta pasmado y yo creo que su pasmo,
su parálisis y su ineficacia vienen determinadas por el cargo que ejerce y que
es resultado de años de inercia, ineficacia, pereza y servilismo. Las
manifestaciones que estos días atacan al poder judicial no son sino la mínima
parte del reproche que merece, me parece. Señorías, a ponerse las pilas y menos
sumisión a los amos, que cuando hace falta, ya ven que los dejan colgados de la
brocha.