domingo, 7 de agosto de 2016

Machismo


Lo primero que habría que plantearse es la razón por la que una entrada sobre el machismo,  a estas alturas, tiene sentido o mantiene vigencia. Sólo esta pregunta abre muchas posibilidades de respuesta, pero desde mi punto de vista, personal e intransferible, el machismo ha vuelto como una silenciosa e insidiosa marea destructiva; una atracción hacia el pasado que hace que este tipo de comportamientos se mantengan y que, además, lo hagan no apoyados por ellos, que sería grave, no: una parte importante de la culpa del mantenimiento de estos comportamientos reside en las propias mujeres, algo que me parece penoso y deleznable.

Me acerco al tema motivado por dos acontecimientos más o menos recientes y condicionado por el largo histórico de padre de dos chicas a las que, siempre, hemos tratado de meterles en la cabeza que, por ser chicas, no deben renunciar a nada; que el sexo no es condicionante para ninguna actividad humana y que la única limitación es la voluntad o el deseo de hacer, o de no hacer, algo.

El primero de los hechos destacados hace referencia al tratamiento que, algunos medios -entre ellos y para su vergüenza, El Mundo - están haciendo sobre las participantes en los Juegos de Río 2016. No se habla de sus logros, de sus esfuerzos, de sus largos entrenamientos o de la dificultad que todavía encuentran en muchos países para paracticar deporte, no: sólo se trata de hablar de lo “buenorras” (sic) que están. Se hacen listas y clasificaciones; montajes editoriales buscando poses sexis de unas mujeres cuya aspiración en la vida nada tiene que ver con ejercer ese papel sino en demostrar su valía y su preparación en la máxima competición; terreno realmente competitivo y muy difícil de alcanzar. 

Por el contrario, nada se dice de ellos y sus ebúrneos cuerpos; nada sobre sus abdominales o sobre la “dulce mirada” de los decatletas o haltrófilos, que eso no vende. Estos medios de comunicación, en teoría modernos, avanzados y progresistas - lo cual es mucho decir - trabajan cada día para fomentar y mantener estos estereotipos que siguen firmemente anclados en nuestra sociedad a pesar del esfuerzo de varias generaciones que han trabajado para erradicarlos. Primera llamada de atención: o los medios trabajan para fomentar activamente el olvido de estos estereotipos de taller mecánico y cabina de camión de los 70, o seguiremos atados a comportamientos que en nada ayudan a la causa. Y ojo, que nada tengo contra la voluntaria exhibición de encantos, que cada cual es muy libre de lucir palmito cómo y dónde quiera, que hay que tener cuidado con eso. Por ejemplo, hace poco vi un reportaje bien tratado que, precisamente, pone de manifiesto un tratamiento igualitario sobre el tema del cuerpo y el deporte del que he sacado la foto que ilustra esta entrada (http://culturainquieta.com/es/foto/item/7577-deportistas-de-elite-posan-desnudos-y-tienen-un-aspecto-fabuloso.html)


Por cierto, y aunque mi amigo Tato me eche la bronca sobre mi indeseada intención de síntesis, el tema del cuerpo en el deporte y el inherente fascismo que acompaña al mensaje y a la práctica de cualquiera de sus muchas modalidades es interesante y  vale la pena echarle una ojeada al trabajo de Leni Riefenstahl. Esta fanática hitleriana  ya hizo una aproximación maravillosa en las olimpiadas de Berlín, siempre en en busca del ideal ario de un cuerpo superior, en ellos y en ellas, que menudo era Don Adolfo - el menos ario de los nazis - para esas cosas de la raza.  Acabado el sueño y la pesadilla, esta búsqueda de la estética corporal tuvo continuidad con el fantástico libro “Africa”, en el que parece buscar el ideal de ese cuerpo-raza superior en las lejanas fuentes de los Nuba y otras tribus cuyos ejemplares -serranos, por cierto - fotografió de manera magistral siendo bastante mayor. Y si alguien duda sobre el retroceso hacia el pacatismo, la ñoñería y la pudibundez, comprare la libertad con la que se trata en desnudo en una y otra época. Aunque parezca mentira, mucho más libre en los años 30 que ahora. Os dejo un par de links por si no conocéis esa obra (Si, era nazi y hitleriana, pero tenía un concepto de la imagen, de la estética etc muy muy bueno, que lo del nazismo no entorpece la maestría. (https://www.google.es/search?q=leni+riefenstahl+photography+berlin+1936&client=safari&rls=en&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwj9jbPz567OAhWCtxQKHfJVCvIQ_AUICCgB&biw=1083&bih=725  y https://www.google.es/search?q=leni+riefenstahl+photography+nubas&client=safari&rls=en&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjKktG76K7OAhXD6RQKHerNCI0Q_AUICCgB&biw=1083&bih=725 )













Sobre el espinoso y poco tratado asunto del nazismo en el deporte, el culto al esfuerzo, a la victoria, a la supremacía del propio grupo sobre el resto, hablaremos otro día, que se merece una buena reflexión.


El segundo aldabonazo, la segunda llamada de atención me la hizo llegar una noticia absurda relacionada con algo que nunca sigo y que debería convertirse en un punto de estudio para estas cosas: la tele basura. Resulta que, en un programa de primeras citas, la chica expone claramente su aspiración vital, centrada en “encontrar a un chico que la tenga "bien mantenida en una mansión, con su piscina, su jardín enorme, que tenga mayordomo, cocinero y asistenta”.  La que tal dice es una chica, Diana, estudiante y con la envidiable edad de 24 años; fiel y completo reflejo del entreguismo al estereotipo de sumisión, dependencia y falta de proyección vital de una mujer ante la vida. (http://www.periodistadigital.com/ocio-y-cultura/gente/2016/08/04/eres-de-podemos-pues-a-freir-punetas-porque-se-acabo-la-cita.shtml) No voy a ser yo, en este caso, el que exprese su opinión, así que le he cedido la palabra a Simone de Beauvoir: “…mientras las costumbres permitan a la mujer disfrutar como esposa y amante de los privilegios que corresponden a algunos hombres, el sueño de un éxito pasivo se mantendrá, frenando su propia realización”. Nada como acudir a los buenos para abrir el campo y darse cuenta del peligroso camino que, para la mujer y su lucha, supone la aceptación de este papel de pasividad, pues el camino es largo y las alternativas muchas, todas ellas basadas en la subjetividad de la valoración sobre las consecuencias de esta postura: desprecios, malos tratos, palizas, sexo indeseado…una vez puesto el precio -la vida regalada- la moneda objeto de transacción puede ser variado, así que son las propias mujeres las que deben abandonar ese comportamiento, desde mi punto de vista demasiado semejante a la prostitución, para reivindicarse como agentes soiales activos y definitorios. ¿Cómo redefinir, hoy, ese faminismo ya confuso y un poco gastado frente a tanta batalla y tanto ataque multilateral? La verdad es que es  complejo y además, creo que el primer mensaje lanzado basado en la aspiración de “igualdad” equivocó el tiro. (De las críticas de la iglesia a la demoniaca ideología de género, mejor no hablar, que no vale el desgaste intelectual de mandarlos al cuerno de forma educada, la verdad)

Cuando digo que la proclama de “igualdad” está equivocada, lo digo porque esa igualdad se ha tomado como bandera, como una vía de actuación que obligaba a la mujer a ser igual al hombre EN TODO y eso, desde mi punto de vista, ha conseguido resultados funestos para la mujer. ¿Motivo? Que se le ha dejado hacer lo mismo que el hombre, en perores circunstancias y condiciones laborales y además, ha mantenido la misma carga funcional que ya tenía. Mal negocio, me parece. Creo que es hora de reivindicar la DIFERENCIA, matizando muy bien que el hombre y la mujer, siendo diferentes, pueden abordar los mismos objetivos laborales y personales, respetando aquellas diferencias que, existiendo, no tienen por qué suponer la inmediata jerarquización entre los sexos.

Es, por un lado el trabajo (Vuelvo a Simone "Si la mujer ha franqueado en gran medida la distancia que le separaba del varón, ha sido gracias al trabajo; el trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad concreta". ) y por otro la definitiva aceptación de las diferencias como tales, sin valoración alguna, la que debe dar salida, hoy, a una nueva educación que elimine esas enormes barreras que la historia de un machismo feroz ha dejado instaladas en el indolente inconsciente colectivo, siempre muy remiso al cambio. Y es que el cambio da miedo y lo da porque la inseguridad del macho ante la libertad de la mujer es enorme: lo que algunos de mi generación -ya provecta - vivíamos como un sueño libertario ajeno a las obligaciones y al servilismo de tener una chica al lado “porque es lo adecuado”, para muchos de los hombres de hoy se ha convertido en una pesadilla acomplejada que acaba en una explosión de violencia, ¿Razón? Dejemeos que Simone nos lo cuente otra vez "Uno de los beneficios que la opresión ofrece a los opresores es que el más humilde de ellos se siente superior: un pobre blanco del sur de los Estados Unidos tiene el consuelo de decirse que no es un sucio negro. Los blancos más afortunados explotan hábilmente este orgullo. De la misma forma, el más mediocre de los varones se considera frente a las mujeres un semidiós”.

¿Que MI chica puede irse, elegir, comparar, jerarquizar mis habilidades como amante, la longitud y volumen de mi sexo …? ¿Estamos locos? Mi chica es mía y yo defino su realidad según mis criterios y además, esta idiotez cuenta con el apoyo y con la opinión favorable de, por increíble que parezca, las propias mujeres. Encuestas en la universoidad han puesto de manifiesto que ellas ven normal conductas controladoras como la revisión de mails y sms; definición de vestuario, selección de amigos “correctos” e “incorrectos”, conductas dependientes como salidas o permanencias en función de los deseos del chico y otras semejantes sin que esas conductas tengan su reflejo especular en las exigencias de “ellas” hacia “ellos”. Los esclavos bendicen la esclavitud y consagran los priveilegios del amo. El mundo al revés, pero real como la vida misma, por asombroso que nos aprezca a los mayores que apoyamos y fomentamos la liberación de la mujer de esas prácticas tan consagradas en España, país en el que ellas no podían, sin permiso del marido, sacarse el pasaporte, abrir una cuenta bancaria, salir del país sin permiso del marido…y aunque parezca mentira, eso no pasaba en el Siglo XIX, no, esa era la realidad de la mujer española hasta la Constitución de 1978. Tenemos mucho que recordar, no nos olvidemos.

Los actuales medios de comunicación parecen formentar el retroceso social mientras denuncian los actos de violencia machista sin acabar de entender que la escalera del machismo es larga, pero recta y con un incremento gradual, suave pero sostenido: de la concepción de la mujer como subordinada al mal trato y el asesinato, todo es un sólo camino recto, nítido y, por desgracia, aprendido y sostenido por modelos familiares, primero, y sociales, después. Y eso es algo que hay que trabajar desde la infancia en la familia, ese perdido núcleo educativo cada vez más laxo en sus exigencias y en el compromiso de los progenitores. Es la familia la que tiene que dar ejemplo de un tratamiento igualitario en cuanto a funciones y de diferencia en cuanto a las formas de conseguirlo, pues esa es la clave: podemos hacer lo mismo, pero de formas diferentes ya que no somos iguales.

Por desgracia, esto no es nuevo y constituye el núcleo de la lucha mantenida desde hace décadas en todos los lugares a los que han llegado estas lógicas aspiraciones. ¿Demostración? Pues me voy a asir a un antecedente que puede sorprender a muchos y que he vuelto a buscar en la biografía de un personaje histórico. Veamos lo que decía antes de conocer el nombre: 


Mirando a las mujeres dijo:
—Ganad la batalla de la educación y habréis hecho por nuestro país más de lo que hemos sido capaces de hacer nosotros.

Luego se dirigió al elemento masculino:
—Si las mujeres no entran, a partir de ahora, a formar parte de la vida social de la nación, nunca alcanzaremos nuestro pleno desarrollo. Permaneceremos irremediablemente atrasados, incapaces de tratar en igualdad de condiciones con las civilizaciones del Oeste.

Pues el que tal decía era nada menos que Kemal Ataturk poco después de su personal victoria por la liberación de Turquía y su reconocimiento como nación por las potencias ocupantes tras la primera guerra mundial. (Kinross, Lord. “Atatürk.) Y como buen turco sabía de la dificultad de luchar,  a la vez, contra la costrumbre y contra la religión, demostrando que el enemigo muestra, y ha mostrado, el mismo rostro en todo lugar y circunstancia: ayer y hoy en cuanto se afloja la presión y se detiene el avance, que nadie se engañe. El avance de la mujer en la sociedad es una acción a la que, como la física nos demuestra, se opone una fuerte reacción con muchos rostros: costumbre religión, política, sociedad, empresas y mucha inercia, inmensas cantidades de inercia y dejadez a la hora de luchar, de levantar las señales de alarma, de cortar de raíz cualquier semilla que albergue el demonio de la soberbia y el desprecio en su interior.

Personalmente, estoy convencido de dos cosas básicas: que la naturaleza es femenina y de que el futuro es mujer, pero somos todos los que debemos trabajar activamente y sin descanso para eliminar cualquier reminiscencia, cualquier desviación hacia ese machismo que se esconde en miles de pequeños detalles cotidianos que debemos buscar y eliminar del lenguaje, de las costumbres, de los hábitos y de todo el universo que constituye nuestra existencia como seres humanos, sin distinción de los sexos. Y no es un problema exclusivo de la mujer, ni mucho menos: en la potenciación de la mujer hasta su máximo nos va el futuro a todos. No alcanzaremos la meta si no conseguimos que todos nosotros, ambos sexos, den su máximo y lleven su vida al 100% de su potencialidad al servicio de una sociedad mejor. 


Pies eso, a ponerse las pilas y a separar las cosas cual corresponde, que los vestidos no dan idea de la valía de una política ni el culo de las atletas las les da opción a competir por las medallas, no seamos bestias.