sábado, 30 de marzo de 2019

ECONOMÍA CIRCULAR




Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.


No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.


Carnero y vaca fue principio y cabo,
y con rojos pimientos y ajos duros,
tan bien como el señor comió el esclavo (1)


Parece que Quevedo, eterno y constante en sus amonestaciones, siempre certeras y ajustadas a la realidad de una España a la que intentaba despertar de su degenerada molicie, nos avisaba de la necesidad de contener el derroche y el lujo; el gasto sin sentido y la exhibición vacía de aquello que nada a la vida del normal humano le aportaba. Hoy, cuando lo excesos, la codicia y el derroche han convertido el planeta en un putrefacto muladar, volvemos la vista atrás buscando, como nuevas, las costumbres que vieron crecer a muchos de nosotros.
Preguntar a los mayores si recuerdan el camino a las tiendas, bodegas y ultramarinos cargados de botellas vacías - ¿has traído el “casco”? – que eran convenientemente reemplazadas por otras llenas; botellas que eran usadas para llenarlas de vino, aceite o lo que hiciera falta. La ropa se arreglaba, se volteaba, se teñía y se reinventaba las veces que hiciera falta mientras que los zapatos aspiraban a la eternidad entregados a los cuidados del remendón de la zona.
Las cosas buenas eran las que duraban “una vida”; las que heredaban los hermanos que vivieron infancias y adolescencias dominados por el imposible deseo de “estrenar” algo, lo que fuera. Eso era lo normal, pasarse la vida sin saber lo que era un pantalón, jersey, vestido o ropa nueva de cualquier clase. La inexistente ropa de deporte era un lujo asiático suplantado por los pijamas viejos que todos lucimos con orgullo en los “capos de fuera” del Ramiro y lo curioso es que no pasaba nada, nadie acumulaba frustraciones o rencores hacia el mundo en general o sus padres en particular: la vida era eso y a nadie parecía importarle demasiado.
Hoy nos pide la sensatez que volvamos a esa economía que no derrochaba, que miraba el detalle y que usaba papel para hacer bolsas en las que poner las legumbres, que conformaba las pastillas de mantequilla a palazo limpio o que sometía a los salados bacalaos a la precisión del corte en la guillotina de mano hasta el máximo aprovechamiento de las últimas raspas. Nos piden que volvamos a un mundo imposible y pongo un ejemplo: La última vez que me acerqué aun zapatero a preguntar por el arreglo de una suela, el presupuesto era de más de dos veces el coste de los zapatos nuevos. Absurdo.
Nos han sometido a la obsolescencia programada de todo sin que la cárcel aloje a esos cabrones que nos engañan con la tinta de las impresoras, con las impresoras mismas, con la duración de los equipos informáticos y con….todo, no le demos vueltas: somos presos de una indefensión absoluta ante la voracidad de los modernos delincuentes impunes.
Ahora nos impulsan a aceptar las bondades de la llamada economía circular, la sensata, la de oda la vida, pero que la esperanza no os inunde los corazones: esa economía no será realidad hasta que los que de verdad mandan no puedan convertirla en el negocio que nos siga sacando la sangre.
El círculo parece eternizarse.

No he de callar por más que con el dedo, 
ya tocando la boca o ya la frente, 
silencio avises o amenaces miedo.


(1) De Francisco de Quevedo: EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS CASTELLANOS, ESCRITA A DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES, EN SU VALIMIENTO


El nombre vacío



Decían los romanos que ninguno de sus ejércitos podría lograr triunfos y victorias en África sin la participación de un Escipión, nombre casi totémico tras la larga lista de Escipiones gloriosos que, en contra de la superstición, lograron fama pero no siempre en la victoria: dos hermanos muertos en la campaña de Hispania y el mismo Cornelio Escipión, “El Africano”, tuvo que ver mucha sangre familiar en el río Tesino y en Cannas antes de pasarle la mano por la cara a los Cartagineses y a su archienemigo Anibal en Zama.
Hoy, Casado acude al totémico apellido de la democracia española, al perseguido, olvidado, recuperado y vuelto a enterrar Adolfo Suárez, e integra a su hijo como número dos de la lista de Madrid. Se busca la suerte en el apellido, pero se le olvida a Casado que este personaje es un perseguido de la historia; un gafe de tomo y lomo, como vulgarmente se dice y, además, un frívolo inconsecuente.
Político de tercera, torero de festival propio del circo de Manolita Chen o el Bombero Torero, arrastra la gloria paterna sin cuidado de mejores logros y sin cuidar de su destino más allá de un tupé esplendoroso, una figura enjuta y una estulticia clamorosa cuya grandeza amenaza con depararnos días de gloria que ya han empezado, al desvelarnos los rituales de muerte neonatal de los Neardentales con la seguridad y certeza propia de un testigo presencial. Con la misma rotundidad, naufraga por la legislación de los USA asegurando que en NY se realizan “abortos después de haber nacido el feto”. Este señor, verdadero chisgarbís de la política y la sociedad, es una ofensa para la sociedad española que no debería tener que asistir a estos espectáculos, pues no hay condena emitida contra ella merecedora de tanto castigo.
No sé qué grandes prestaciones y aportaciones podía esperar Casado; que nuevas teorías políticas que revolucionaran el gallinero, lo que sí sé es que el historial político del tal no hacía presagiar nada bueno y parece que la realidad así no lo confirma: ha hablado y me atrevería a asegurar que ha sido su última representación sin apuntador.
Como Cesar aceptando las imposiciones de la superstición al cargar a un Escipión degenerado, Casado se ha entregado a un apellido ilustre de nuestra historia cuyo presente es penoso. Una lástima.

domingo, 17 de marzo de 2019

Otro lenguaje es posible



Ángel Gabilondo hablaba ayer en un mitin del PSOE y hablaba tranquilo, comedido, didáctico, elevado sobre la tosca y grosera realidad de un panorama político dominado, hace meses, por lo desmesurado y falaz.
Gabilondo es una esperanza y espero que mi amigo ahonde en ese fértil terreno en el que se puede, y se debe, sembrar la palabra como motor del cambio social que necesita Madrid. Carmena ha estado rodeada de descerebrados dispuestos a liar la casa en cuanto la abuela se daba la vuelta y la Comunidad se ha dedicado al bandolerismo y al boicoteo sin tener piedad de nada, especialmente de los usuarios del Metro cada vez más castigados en los días de más contaminación y restricciones de tráfico.
No podemos seguir andando el camino de la mentira, el insulto y la desfachatez retrógrada de tres partidos que andan a codazos por sentarse en la misma silla y lanzar, desde ella, proclamas de otros tiempos y situaciones sociales que ya han sido superadas por la sociedad española, de forma reciente, y por la europea hace décadas.
Gabilondo, ayer, usó -me invadía la satisfacción – el diccionario de la RAE para acercarse a la realidad de sus oponentes y de la actualidad y creo -tengo la esperanza – que el ejemplo debería cundir para satisfacción de todos. No hablemos de lo que algunos entienden como significado de los términos que usan: acudamos a las fuentes para dejar desnudo al rey ante su corte. La cultura y la práctica políticas necesitan precisión, verdad y referencias comunes para que todos podamos saber lo que cada cual dice, entiende y sabe. A fin de cuentas, el idioma tiene esa ventaja y los que hablan el mismo lenguaje tienen el primer paso del entendimiento mucho más sencillo: pongamos a la palabra en el lugar que le corresponde y a la verdad por encima de todo, que no es mal sitio.

miércoles, 13 de marzo de 2019

Con estos bueyes hay que arar



Mi amigo Kike dice que hay que fomentar al máximo el caos patrio hasta alcanzar el desastre total y sobre ese erial intentar construir algo que merezca la pena, pero es que, a veces, la cosa no está tan clara. Para muestra, un botón que selecciono de la edición de hoy de El Español. Repasando las 5 noticias que aparecen en la captura, una, la de los espías es propia de Mortadelo y Filemón y la TIA en lugar de la CIA, tres nos llevan a los sótanos de la sexualidad más cutre y miserable, incluido el machismo de una corte de justicia que se permite calificar de “fea para ser violada” a una chica a la que no se concede el beneficio de la duda sólo porque alguien piensa que es fea. Para montar el pollo, vamos. La última -que espero ansioso poder leer cuando acabe esta nota – anticipa o bien el desastre de un redactor que no se ha enterado de nada (lo habitual), o la maravilla de una puerta abierta a las paradojas cuáticas que tanto me interesan y con las que tanto disfruto.
En resumen: esta es la foto de un país; el país que nos ha tocado vivir y que parece querer negar el enorme potencial de una sociedad que, ni mucho menos, es tan miserable como sus políticos parecen representar o sus medios de comunicación reflejan en sus titulares. Mientras la ciudadanía se esfuerza en sus cotidianos afanes; cuando la inmensa mayoría se deja los lomos horadamente en sus trabajos y afanes, parece que sus representantes se dedican a denigrar a la sociedad que representan y los medios de comunicación, garantes de muchos beneficios constitucionales, vuelven la cara y sólo atienden, serviles, a los intereses de los dueños de las acciones de sus empresas.
¿A qué carta nos quedamos? ¿Con el avance científico que promete grandes beneficios o con la profunda polémica de un pezón perdido en las ondas hertzianas de la TV? ¿Nos entregamos de hoz y coz a la tarea de denigrar a esos jueces que siguen inmersos en un machismo decimonónico y perdidos en sus enfermizas ensoñaciones de hembras insatisfechas que añoran y desean la violación a cargo de un hombre como dios manda que solo atiende a las guapas, faltaría más? ¿Nos adentramos en las complejidades de la política internacional de la mano de agentes que parecen pertenecer al grupo operativo de Roldán y sus juergas en calzoncillos?
Me temo que nuestro excelso prócer, D. Antonio Cánovas del Castillo tenía razón al definir nuestra esencia como “es español el que no puede ser otra cosa”. ¿Tenía razón? Visto lo visto en los últimos tiempos, me temo que, si no la tenía del todo, no estaba muy lejos de tenerla.





lunes, 11 de marzo de 2019

Una visita al purgatorio



Ignoro si las sesudas meditaciones del emérito papa “Panzinger” dejaron al catecismo huérfano de purgatorio como espacio físico y real, ese donde las almas pierden tiempo condenadas a no disfrutar de la visión beatífica de Dios, pero lo que si he podido comprobar es que el purgatorio, en su versión más mundana, cercana y terrenal, existe y se puede visitar en una localidad tan próxima a Madrid como Aluche.
Estuve por allí creo que, por primera vez en mi vida, el pasado martes día 5 gestionando una tarjeta de NIE para un holandés compañero de trabajo. Cita previa a través de internet y todo perfecto en cuanto al trámite en sí: nada que reprochar y la amabilidad de la funcionaria, ejemplar. También hay que tener en cuenta las barreras: cuenta de internet, nacionalidad holandesa… todo muy del primer nivel y políticamente correcto, muy alejado del resto de las ilusiones suspendidas en largas colas; de los miedos que hacían sudar las manos sujetando papeles humedecidos…papeles, la sacrosanta palabra mágica.
La comisaría de Aluche - integrada con el CIE y toda su tragedia - es el purgatorio donde se espera la gloria plasmada en los “papeles”: la gloria o la condenación encerradas en una palabra que se ha convertido y consolidado como la clave de lo que se puede ser, se es o nunca se será. Y las caras lo dicen todo: desde la seguridad de los orientales -supongo que chinos en su mayoría – transcurriendo tranquilos y serenos, como ajenos al barullo, mostrando la seguridad de que ellos verán a dios hasta la angustia reflejada en los oscuros ojos de los africanos, una angustia que anticipa la condena a las tinieblas de afuera donde los papeles no existen.
El CIE/Comisaría de Aluche es un universo paralelo regido por funcionarios a los que se les ve en la cara que tratan de aislarse para no quedar contagiados de la angustia, de la pena, de la frustración o elevados por la alegría que se levanta sobre tanta frustración. He visto trabajos duros, pero lo que estas personas deben afrontar cada día al llegar sus ajadas dependencias dentro de un edificio que, además de feo, aparece absurdo y separado por completo de su función, me parece de una dureza imposible. Yo no podría vivir en la orilla de ese caudal inmenso de angustia, de miedo, de injusticia y segregación, la verdad.
Aluche ha confirmado que la teoría de los multiversos, de los universos paralelos que nacen y se multiplican como resultado de la plasmación de diferentes posibilidades de la realidad, es cierta y esa comisaría nos lo demuestra. Daros una vueltecita y veréis cómo vuestras almas se encojen según te acercas a la puerta; sentiréis que nunca más veréis la realidad como antes la habíais visto y que la injusticia más clamorosa, que la discriminación más tajante y más certera no solo es posible, sino que existe un lugar donde alcanza su mayor poder.
Hay, a pocos kilómetros de la Plaza de España, un lugar que da miedo, que inunda el alma de tristeza y desde el que, aunque parezca mentira, algunos pueden alcanzarla gloria. Paradojas de nuestro loco mundo.

viernes, 8 de marzo de 2019

Yo voy



Hoy, día mundial de la mujer, hay convocadas manifestaciones en toda España y, por supuesto, yo voy a ir a la que me toca en Madrid. ¿Razones? Muchas y desde luego, no todas y cada una de las que figuran en el manifiesto, una declaración que, como casi todas, no refleja la totalidad del problema ni todos los posibles trabajos necesarios para alcanzar las soluciones, de manera que me quedo con el gran titular: no hay igualdad, todavía no hay igualdad y ese el problema principal.
La mujer sigue estando en desventaja y si hay que forzar algo la maquinaria legal para que, en un pequeño porcentaje de leyes y reglamentos, se produzca una discriminación positiva, estará bien hecho. Es el mejor camino que hemos encontrado para resolver las enormes diferencias de muchos colectivos cuya principal bandera podría ser la de los afroamericanos en USA. Las mujeres, en España y en el mundo, tienen un enorme déficit que hay que resolver y el primero de esos grandes inconvenientes es la inercia de muchas de ellas, ancladas en una concepción machista de la sociedad; acomodadas en su papel de reinonas y cosificadas por su propia idea del papel de la mujer respecto a …todo.
No creo, en contra de lo que dice Ciudadanos, que se haya superado la idea de derecha y de izquierda, es más: creo firmemente que nunca ha sido más necesaria una izquierda que abandere un movimiento intelectual bien estructurado y ajustado a los tiempos y realidades socioeconómicas, de manera que aconsejo a las mujeres que, como yo, miren el gran titular de hoy y se pregunten si hay que elevar la voz y dejar constancia de su presencia para elevar y hacer grande ese clamor que pide igualdad. Es muy sencillo: todos iguales, todos comprometidos y toda la sociedad trabajando para que ellas y ellos tengan los mismos derechos, obligaciones y trato social.
¡Animaros y nos vemos!

sábado, 2 de marzo de 2019

El símbolo de todos


Una España unida en torno a tan amado y universal símbolo es posible


Es posible, solo posible, que estemos llegando al momento en el que sea necesario redefinir los símbolos más habituales en busca de aquél que sea lo suficientemente grande y generoso como para acogernos a todos. La humanidad cambia y los tiempos corren mientras que los grandes símbolos parecen tener vocación de una imposible eternidad que les haga indiferentes e inmutables en su propia esencia intemporal. Vano intento: todo muta, se transforma y nos arrastra en la misma carrera regida por el tiempo y por el paso de las generaciones.
Pretenden, algunos, que nuestra emotividad y nuestra afectividad se vean exaltadas y ensalzadas por la mera contemplación de un símbolo, de cualquier símbolo al que le hayamos dado, desde hace demasiado tiempo, un carácter cuasi sagrado, más propio de los antiguos ceremoniales paganos en los que el “popa” descalabraba bueyes blancos en honor a Júpiter tronante bajo la atenta mirada de augures y sacerdotes. De la misma manera que el “lituus” del augur se ha transformado en el actual báculo episcopal, podríamos iniciar, todos juntos, el camino de búsqueda para dar con una simbología más moderna, colectiva y universalmente aceptada, sin renuncias ni imposiciones.
Para dar ejemplo, me voy a refugiar en lo más básico de nuestra condición animal para proponer un elemento que nos iguala a todos: el hambre, la panza, lo visceral, lo puramente animal; lo más terreno, básico y primigenio de nuestra naturaleza biológica de ente animado que necesita y consume energía. Mientras España se desgarra entre banderas con más o menos rayas y colores, propongo la proclamación de un símbolo aceptado por todos cuya única discusión se centrará en la inicua e inofensiva alternativa de que la tortilla lleve o no lleve cebolla. Sinceramente, creo que todos ganaríamos mucha tranquilidad y que nuestra vida pública recuperaría la necesaria tranquilidad y cordura que le permitiera alcanzar los adecuados niveles de excelencia en la gestión.
Gallegos de Betanzos podrían reclamar el honor de hacer el modelo adecuado para figurar en las banderas patrias, los andaluces podrían lucir su propia versión, más rolliza, mientras que cada bar de cada pueblo y comunidad pelearía por ofrecer la mejor versión de nuestro símbolo patrio a la sacrosanta hora de los pinchos y tapeos. Imaginemos, pues es posible, toda una España reunida, los domingos a las 13 00, en torno al disfrute, adoración y gloria de nuestro mejor símbolo: ¿Cabe mayor muestra de patriotismo?
Sería poner muy difícil la acusación de falta de patriotismo si esta acusación debiera basarse en la presencia o ausencia de pimientos fritos en la tapa del acusado; su entrega a la extranjerizante presencia de la mayonesa; la inasumible ausencia de pan o el rechazo por la presencia de una cebolla caramelizada, verdadera muestra de degeneración moral que podría acabar con la vida de nuestras más profundas raíces.
Ahí os lo dejo: un paraíso de calma es posible gracias a la adopción de la humilde tortilla de patatas con pimientos fritos como símbolo nacional; símbolo no excluyente que invita a compartir y a alimentar la amistad con todos, propios y ajenos en torno a su redonda y acogedora presencia. Casi nada.

In taberna quando summus



Carl Orff tuvo, en su Carmina Burana, la visión de una sociedad medieval algo degenerada, cáustica, irreverente y viciosa que se me hace presente ahora que, a raíz de las preguntas de un amigo, pienso en las sensaciones que me transmiten las imágenes y sonidos del juicio que aloja la Audiencia Nacional. No voy a entrar en el detalle de cada uno de los protagonistas pues, gracias al cielo, tengo la suficiente tarea como para no poder dedicar tiempo al evento, pero si he podido “sentir” lo que desde los cortes de la televisión me llega a las meninges.
Lo primero que vemos es un recinto destinado a la “mejor gloria y esplendor” de aquellos que se sientan en los elaborados emplazamientos destinados a cada actor: maderas labradas en las que habitan negras togas (Ya vemos en lo que ha acabado esa prenda de la que Virglio decía rerum dominos, gentemque togatam _dominadores del mundo, la gente que viste la toga, los romanos ) que dominan a los empequeñecidos reos del tribunal sentados en los simples y austeros bancos diseñados para el escarnio del delincuente. Y con ese espacio central, terminado en un mal rematado escalón cercano a una rejilla indisimulada, acaba toda posible solemnidad destinada a engrandecer la importancia y tarea de tan alto tribunal.
Una vez procesada la imagen, nos llega el sonido y con el sonido la decepción más profunda y la constatación del imperio de un lenguaje pobre, casi tabernario, de entonación incoherente y de cuya magnificencia nada queda; nada que no sea un autoritarismo cuartelario de fiscales cuya eficacia debería estar acreditada por su pertenencia al tribunal en cuestión y cuyo desempeño se haya cercano a la ofensa a nuestra inteligencia. No es la primera vez que eso me ocurre y cuando dirijo mi atención a la oratoria desplegada por el juez, vuelve la más absoluta decepción: frases interrumpidas, cortadas, sin fluidez, sin conceptos claros expuestos de forma nítida; todo acaba conformando un discurso pobre que niega lo que sala pretende: colocar a la justicia del pueblo por encima de las miserias particulares y mostrar el poder real de ese patrimonio común que constituye el universo de lo legal y el ámbito judicial.
Por último, nada hay que ponga de manifiesto que los que se sientan, en una gran mayoría, son representantes electos de la soberanía popular todavía inocentes -todo reo entra inocente a la sala del juicio- mientras no salgan condenados. Nada, ni en la forma ni el fondo, hay en las voces que ponga de manifiesto el respeto de la sala a los votantes de los encausados. Pueden, ellos, ser despreciados y despreciables, pero en ellos y en sus personas, reside la voluntad democrática de los que, en el libre ejercicio de sus derechos, les votaron y depositaron en ellos su confianza. Personalmente, agradecería esa solemnidad en el trato y en las maneras, en los títulos empleados, en la necesaria formalidad de los inicios de las intervenciones e interrogatorios: nada hay que recuerde o ponga de manifiesto esa idea que elevaría la función del tribunal y las garantías dadas al proceso y a los reos. Cuanto mayor sea la elevación del tratamiento, mayor será la vergüenza de aquellos que el juicio demuestre indignos de la misión encomendada por sus votantes.
Este juicio encierra mucho y su sentencia marcará el futuro de muchas cosas, de manera que me gustaría pedirles a todos los intervinientes que estén a la altura de la tarea impuesta sin abandonarse a desidia alguna, ni en el trabajo intelectual ni en el lenguaje elegido para llevar a cabo y a buen término sus respectivos cometidos. Dejemos los poemas tabernarios a los coros del Carmina Burana y hagamos, cada quien, en su cometido, un trabajo digno de una nación grande formada por ciudadanos libres que merecen el adecuado respeto y tratamiento.
En el trono de Fortuna
yo acostumbraba a sentarme noblemente
con prosperidad
y con flores coronado;
evidentemente mucho prosperé
feliz y afortunado,
ahora me he desplomado de la cima
privado de la gloria.