viernes, 28 de diciembre de 2018

Dos cosas sobre la caza...y hay más

El intrépido cazador que ha conseguido reunir todos los odios: de cazadores y animalistas, a la vez.



Todos hemos oído, hasta el hartazgo, que los cazadores españoles son “los primero ecologistas” y tengo que decir que, cuando empiezas a analizar lo que eso significa, te das cuenta de que, o bien no entienden lo que la palabra significa, o bien la aplican con criterios sesgados y muy favorables a sus intereses. Si, como entiendo que el término debe usarse, “ecologista” es aquel que se interesa por el mantenimiento de un ecosistema sano, lo más completo en cuanto a la presencia de todas las especies que lo componen, equilibrado y autorregulado, debo decir que, según lo que he ido aprendiendo y comprobando en mi propia experiencia, la caza, en España, no cumple con ninguna de esas grandes características.
La caza, en España, se ha convertido en una actividad de ocio en su mayor parte que sustenta un cierto y pequeño negocio local, que significa algo más para las medianas compañías de suministro de municiones, material diverso y viajes especializados y que, fundamentalmente, tiende a la consolidación de grandes áreas destinadas al monocultivo de las especies que les gusta cazar y al exterminio de los depredadores que compiten por esas especies.
Para el cazador medio, el que yo he podido conocer, el ecosistema ideal es el que está a rebosar de perdices, conejos, liebres, codornices y otras suculentas especies y carente de rapaces, zorros, córvidos y cualquier otro malintencionado animal que quiera comerse a tan cuidados trofeos. En cuanto a la caza mayor, toda bien encerradita en sus respectivos cuarteles, siempre disponible en el coto o finca propia y a la que, si es preciso, alimentaremos con piensos para que no se muera de hambre a la espera de monterías, ganchos y aguardos. ¿Lobos? Siempre que se puedan cazar, por supuesto. De lo contrario, ni de lejos, que ya sabemos todos que el lobo bueno es el lobo muerto.
Pruebas hay muchas y una de las más claras es que, año tas año, se autoriza el exterminio de urracas y cornejas cuyo único pecado es comer huevos de perdiz o codorniz y que, hasta donde yo conozco, ni las unas ni las otras han encontrado aprovechamiento culinario alguno. Lo dicho, monocultivo, sí; ecología, ninguna. Por si alguien, todavía, mantiene dudas al respecto: La ecología es una rama de la biología que estudia las relaciones entre los seres vivos, su ambiente, la distribución, la abundancia, y cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y el medio ambiente en el que viven (hábitat), así como la influencia que cada uno de los seres vivos tiene sobre el medio ambiente.Vamos, que de todo lo que compone la tal, lo único que le interesa a nuestros amigos cazadores, en general, es dónde hay perdices (o lo que sea) y cómo matarlas mejor, calificativo que me da pie para estudiar ese “mejor” a la luz de lo que vemos últimamente.
Es posible que hayamos derivado a seres sensibles y angelicales separados -afortunadamente -de la violencia habitual en el mundo de presas y depredadores, pero la exhibición de ciervos y perros cayendo por cortados y barrancos, zorros maltratados (el angelito de la foto ha sido localizado por el Seprona en Huesca y el pobre zorro ya había sido maltratado por un cepo, pues en el video se ve que le falta una pata trasera, todo el horror completo, vamos), jabalíes despeñados o perseguidos con saña por un canal de riego para ser muertos a patadas o destripados por perros -otro día podemos hablar de los perros de caza en este país, que la cosa da para mucho- no es algo que ayude a difundir una imagen positiva sobre nadie. Más bien, y supongo que con ello seré injusto, nos habla de un colectivo que vive separado y ajeno a las preocupaciones y sensibilidades que van siendo mayoritarios en la sociedad. ¿Cómo, si no, explicar la reticencia de tal ecologista colectivo a la sustitución del plomo de la munición? Explico: en España se desperdigan varios cientos de toneladas de plomo cada año cuyo origen se haya en los cartuchos de caza. Es lo mismo que decir que cada cazador es un envenenador del medio ambiente: humedales, campos, sembrados etc se ven llenos e invadidos por los tóxicos perdigones de plomo que envenenan aves y convierten nuestros campos en algo peligroso. ¿Importa? ¿Se entiende? Para nada: se lucha para que no se prohíban estas municiones, ya que su cambio supondría tener que comprar armas nuevas.
¿Podemos llamar ecologista a alguien cuya única preocupación es el monocultivo casi industrial de especies (las granjas de perdices cuyo destino es la suelta previa a los ojeos) y que desprecia el medio ambiente llenándolo de plomo? Muy complicado, la verdad.


miércoles, 26 de diciembre de 2018

Un viaje entre pañales

¿Puede caber esa alegría en un pañal de adultos?


Me cuenta un amigo que un conocido -radical en sus planteamientos vitales - le informa sobre un pacto, curioso y trascendental, establecido con su mujer: “esto llega hasta el primer pañal, ni un día más”. Me parece un límite muy significativo, un terreno en el que confluyen varios trayectos y muchos límites: la autosuficiencia, la dignidad personal, la dependencia, la humillación espiritual, el insulto cósmico...muchos, demasiadas rayas que no podemos pensar que rebasaremos algún día.
¿Cuánto dura una vida? ¿Cuándo abandonamos la dignidad humana para abrazar la pura supervivencia animal? ¿Cuándo nuestro cuerpo toma el poder para dominarnos con su miedo y su deseo de mantener la vida más allá de nuestra vida? Yo diría que casi es mejor no plantearse ese tipo de preguntas; esas que nos llevan a aceptar que, cuando llegue el momento, nuestras raíces reptilianas nos harán contemplar el mundo desde la aceptación de lo más básico y nos iremos abandonando hasta completar el viaje.
De forma dócil, suave y lánguida, nos dejaremos llevar abandonando tanto la resistencia como la racionalidad y el universo todo quedará reducido a ese último pañal que, como el primero, nos acogerá con cariño en busca del silencio.
Toda la vida queda reducida a ese viaje entre el primer y el último pañal: de la inocencia a la inconsciencia, del despertar de nuestra humanidad a la aceptación de la indignidad. Todo el universo puede reducirse a simples actos tan esenciales como la comodidad de ese pañal que envuelve nuestro despertar y nuestro último recuerdo de humanidad.


sábado, 22 de diciembre de 2018

Lo que viene y no queremos ver



Uno, que de natural tiende a partirse la cabeza pensando en cualquier cosa, anda preocupado con ciertas incoherencias con las que nos están machacando y que, además de darse de bofetadas con la historia, me temo que son absolutamente falsas y, lo que es peor, inútiles. Ya he dicho que no me gusta nada este empeño del Siglo XXI por reproducir los inicios del XX, esos que tanto daño hicieron y que tantos muertos acumularon en los anales y cronicones, de la época y de épocas posteriores.
Como el anterior, nos hemos iniciado en una época de crisis y de valores escurridizos que facilitan y abren el camino del retorno a las cavernas tribales del nacionalismo, especie de paraíso en el que se resolverán los problemas causados por esos malvados “otros”, compendio de todo lo malo que podamos imaginar. Si eso era perverso en su momento de reacción ante el internacionalismo obrero, parece que hoy, como respuesta a la globalización económica y tecnológica, la cosa puede ser peor, incluidas las posibles guerras “arregla-lo-todo”. Enfrascados en la ardua tarea de mirarnos al ombligo y echarle la culpa a alguien, veo que hay corrientes que se consolidan sin que haya demasiadas voces que avisen de la llegada del lobo.
Puede que nuestros políticos no estén haciendo sus propios deberes, pero os aseguro que hay muchos que están haciendo los suyos y los están haciendo muy bien; y, por supuesto, lo hacen sin contar con nosotros o nuestros intereses, que para eso están los suyos. Las empresas ya han visto la maravillosa posibilidad de volver a los sistemas relacionales del siglo XIX y han desarrollado ese maravilloso subterfugio de la economía colaborativa, eufemismo de la explotación laboral más pura y más dura que imaginarse pueda. Eso sí, nuestros sindicatos y nuestros políticos calladitos, que parece que puede ser el ensayo general con todo para cuando llegue el momento de la verdad: ese en el que no habrá posibilidad de mantener el actual modelo de trabajo y nos dirán que no podemos trabajar todos y todos los días, que es lo que va a pasar, sin duda ninguna.
Hay que asumir que muchos de los trabajos que hace el hombre no van a existir más en los próximos 20 años, así de sencillo. Hay que sumir que será imposible que, como hoy, se mantenga ocupado un elevado porcentaje de la población, por encima del 85-90%, en jornadas de 40 o 35 horas semanales: imposible. Y como las grandes empresas dueñas de la tecnología que lo hará posible lo saben, ya están desarrollando modelos de “búscate la vida y trabaja como un perro por una miseria” mientras las administraciones equivocan el tiro y tratan de protegerse mediante medidas antiguas como los aranceles aduaneros y otras maravillas del nacionalismo obtuso y del “américa/yo primero”.
En un mundo globalizado, dominado por el capitalismo feroz de China, EEU y Rusia - que más que feroz es corrupto e inmoral hasta las trancas – es imposible que un solo país, ni siquiera la UE, pueda parar la marea esclavista que se avecina y no hay un modelo económico, moderno y actualizado a las actuales circunstancias, que pueda colocar al individuo y a la sociedad tecnológica y macro-empresarial en una relación justa y adecuada. Por supuesto que el sistema -cualquier sistema – debe potenciar la capacidad del hombre de aspirar al máximo, pero no es menos cierto que eso nunca debería poder hacerse a costa del colectivo que lo aloja y que hace posible la consecución del logro al que se aspira.
Hoy el ciudadano, nosotros y los que nos siguen, estamos vendidos sin que nadie pueda asegurar que dentro de algunas décadas las administraciones públicas van a poder protegernos de esos lobos caníbales -homo homini lupus- que afilan sus colmillos y ponen a punto el orden jerárquico de la manada.
Frente al avance lineal de la historia, nos amenaza el rápido movimiento de un péndulo que quiere llevarnos a los oscuros siglos de la miseria y de los siervos de la gleba: ¿Formarán los trabajadores cautivos parte del patrimonio evaluado por los posibles compradores de una empresa? Lo veremos, sin duda.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

IO SATURNALIA



Vuelve la luz y nuestro ancestral miedo a perder la presencia del sol en nuestros cielos se olvida; se celebra el final de las labores del campo, la verdadera medida de nuestro esfuerzo anual, el momento de volver la vista atrás y celebrar la nueva victoria del sol - Deus Sol Invictus – sobre las fuerzas oscuras que traen el frío y la muerte.
Celebremos la luz, celebremos el orden que nos trae el tiempo sobre el caos, el buen hacer de Saturno y la intuición de los sabios habitantes del Lacio romano que vieron, en la ordenada relación del tiempo y el espacio, la verdadera esencia de la ordenada secuencia de las estaciones y la bendición de las cosechas. Por eso los romanos alteraban el orden en estos días recordando el caos anterior a la aparición del tiempo, ese agente que nos lleva por la vida en busca del final.
Io Saturnalia, antes y después; Io Saturnalia por los que fueron y por los que serán; Io Saturnalia por cada respiración de la vida y por cada semilla germinada; Io Saturnalia por la posibilidad de conocer, compartir y celebrar lo que cada cual haya anhelado, pues es el anhelo y no la consecución lo que nos pone en marcha y hace que el trabajo se convierta en recompensa.
Io Saturnalia por el nacimiento del nuevo ciclo, por los frutos que vendrán y por los verdes renovados en los árboles que hoy vemos desnudos y fríos. Io Saturnalia por el añorado sol atemperando los cuerpos y las casas; Io Saturnalia por los que pudieron disfrutar y que hoy añoramos; Io Saturnalia  por los deseos y proyectos, por las frustraciones y los amigos ausentes; Io Saturnalia por el tiempo de todos sin distinción de credos, por la verdad que esconde el camino de la tierra en su viaje circular.
¡¡IO SATURNALIA y ventura para todos!!



domingo, 9 de diciembre de 2018

TRANSICIONES

El espeluznante silencio de miles de personas que consagró al PC


Se cumplen 40 años de nuestra querida, discutida hoy y un poco abandonada Constitución y esos 40 años han permitido muchas cosas, especialmente -y me parece grave – mucho olvido. Hoy es fácil caer en la tentación de pensar que el ayer se corresponde con el hoy y que lo que hoy vivimos con normalidad lo fue entonces como lo es ahora, pero esa concepción resulta totalmente falsa y equivocada.
El nacimiento de la Constitución fue el fruto de muchos esfuerzos, de mucha generosidad y, vamos a decirlo claro, mucho miedo: aquella España estaba sometida a dos fuerzas antagónicas que se encontraban en su común objetivo de impedir el cambio y la consagración democrática de una sociedad dispuesta a muchas cosas por crecer hacia la normalidad y hacia la modernidad de una Europa soñada y distante.
Avanzamos entre las bombas y tiros en la nuca de unos y las bravuconadas de los cuartos de banderas de otros, los cánticos de los cachorros de Blas Piñar y los matones de Sánchez Covisa; avanzamos a pesar del horror de la calle Atocha y la espléndida demostración del poder del Partido Comunista gritado en el silencio de una manifestación histórica que conmocionó al poder y le abrió las puertas de la legalidad.
Pero, sobre todo, hubo tantas transiciones como sujetos, como ciudadanos que, desde su propio y pequeño mundo, veían la llegada de un cambio cuyo futuro nadie podía asegurar. Hoy son muchos los que dicen que aquello pasó sin mérito alguno, que el juicio de la historia ha renegado de sus valores y virtudes y que es hoy, sólo hoy, cuando un nuevo proceso debe abrirse en libertad y sin ataduras. No comparto, ni de lejos, ese juicio y me gustaría poder reunir y acumular en un pequeño libro, cuaderno o documento lo que fueron las muchas diferentes transiciones de mis amigos y conocidos, alguno de los cuales tuvo la oportunidad de vivir, desde dentro, los mecanismos y entresijos de aquel periodo de nuestra historia.
Puedo asegurar que los diferentes testimonios acabarían por crear y edificar un puzle desconocido para muchos de los que hoy tienen menos de 50 años muy interesante para aquellos, ya mayores, que no tuvieron la oportunidad de ver la realidad desde el mismo prisma que ahora alguien, desconocido y ajeno, le puede describir.
¿Alguien se anima? Sería bonito poder escribir el primer libro de historia contado por aquellos a los que la historia nunca tiene en cuenta.

martes, 4 de diciembre de 2018

Indolencia Dolosa


La conmoción que ha causado el resultado electoral de las elecciones en Andalucía debería hacernos reflexionar sobre la realidad política española de las dos últimas décadas, dominada por lo que podríamos denominar indolencia dolosa. Efectivamente, en la actitud y en el trabajo de los grandes partidos y en el desempeño de los políticos, ha habido dolo; por favorecer sus propios intereses, por corromper hasta las raíces toda la gestión pública, por dejar la imagen de las instituciones a la altura del betún, por trapichear como mercachifles con todo y con todos, con especial mención a la judicatura.
España ha sido, y es, un marasmo de corrupción y dejadez y eso tiene consecuencias cuya factura debemos empezar a pagar. ¿Hacemos un repaso punto por punto de los puntos más obvios?
La monarquía: poco menos que tan muerta como el famoso elefante que precipitó -cosas del karma -su agonía. Felipe parece asemejarse al Rey Pasmado mientras las corrientes de fondo de su propia familia tienden a querer “normalizar” todo aquello que a los ciudadanos normales nos pone el estómago de punta. Padre, hermana y cuñado -los conocidos, que podría haber muchas ramificaciones de la hidra- se entregaron a la rapiña sin ninguna traba ni barrera, de manera que la abdicación fue obligatoria y ahora, Felipe VI se ha instalado en una especie de Versalles anodino, silente e inoperante mientras las nuevas generaciones repudian su corona, su papel y, especialmente, su incapacidad para tomar las riendas de la regeneración general. La primera institución del estado, naufragada y separada de la realidad.
Judicatura. Este terreno parece abonado al sainete, a la rechifla y al escarnio. Todo, absolutamente todo lo que va trascendiendo a la ciudadanía y que tiene relación con los asuntos que a todos nos interesan, han puesto de manifiesto que ni la institución es confiable en cuanto a las formas y maneras de gestionarse, ni las sentencias emitidas en los casos que acaparan la atención y sensibilidad de la sociedad, ofrecen la necesaria seguridad que la ciudadanía requiere para confiar su destino al famoso tercer poder. Es probable que sea ésta la institución administrativa que peor se ha adaptado a los nuevos tiempos, bien se considere como tal a la democracia o a la irrupción de las nuevas tecnologías en la gestión global de empresas y administraciones. Los juzgados y tribunales son pozos de desidia, de aislamiento y de conspiraciones particulares lejanas al desempeño de su función. ¿Es extraño que el ciudadano no confíe en unos jueces que, instalados en su mundo, no se preocupan de que las layes evolucionen adecuadamente y exijan al legislativo una constante actualización de su principal instrumento de trabajo? Eso es algo que sólo ocurre en con la justicia y no podemos imaginar que otros estamentos acepten trabajar con una herramienta defectuosa que condiciona, al 100%, el resultado de su trabajo. Se nos aparecen como culpables de egoísmo, dejadez y si se me permite la expresión, de prevaricación moral, pues asumen dictar sentencias que conocen y asumen intelectualmente como injustas antes de protestar y hacer cambiar las leyes. Siendo legales, asumen que sus sentencias son inmorales. ¿Es respetable?
Parlamento. Entregado a una barriobajera y chulesca verborrea, los partidos han convertido el templo de la palabra en un lodazal de insultos, mediocridad y estulticia alejada de la grandeza intelectual y la generosidad imprescindible para alcanzar el bien común. Instalados los partidos en la consecución de ventajas inmediatas, no hay proyecto de bienestar colectivo que escape a la rapiña. Acomodados, mediocres, cicateros y ramplones, los diputados han renunciado a su misión pública para proteger su propio condumio acomodado y servil. Nada sale de sus comisiones, salones y mesas que podamos abrazar todos como un patrimonio común y solidario. Sus mullidas alfombras lo silencian y alejan todo dejando a los otros, los de fuera, como vagas sombras de un recuerdo que se hacen corpóreas cada cuatro años. En el interregno de la legislatura nadie se acuerda de esos espíritus lejanos con los que nadie cuenta. ¿El senado? Ni pierdo el tiempo comentándolo. Entiendo que se me perdonará la omisión por intrascendente.
Gobierno. Actual, pasado o futuro, parecen todos mantener una misma actitud que les impide conectar con la sensatez. No comento lo que ha sido la larga travesía por la estultez del gobierno de Rajoy -verdadero marasmo de egolatría glorificadora del vacío – pero si quiero dedicarle unas líneas a la violación de la liturgia que quiere -parece- perpetrar el actual gobierno de Pedro Sánchez. Sin cuestionar ni un ápice su legalidad, sí cuestiono su intención: la democracia exige gobernar con unos presupuestos aprobados por el Congreso. Nos quedan pocas reglas asumidas como inviolables, y no quiero perder esta también, la verdad. Es verdad universalmente asumida que se gobierna a través de los Presupuestos Generales del Estado, la verdad que reduce y resume la intención del gobierno para hacer una cosa u otra con el país: educación, sanidad, justicia etc quedan definidas por el dinero, sin que otras verbalizaciones puedan cambiar el signo de la verdad: la parte del tesoro que se les asigna para definir una dirección u otra. ¿También nos van a quitar esto? ¿Es que no hay nada sagrado, intocable, universalmente aceptado? Parece que esto, tampoco.

Partidos. Niegan su nombre y son monolíticos, inasequibles, inaccesibles e inmutables, siempre en busca de su mejor posición. Nada hay por encima de sus ingresos y de su lucha por el poder a cualquier costa. Aunque eso implique abandonar su propia ideología y no evolucionar conforme marca el signo de los tiempos. Anticuados y obsoletos permanecen mudos y ágrafos ante el futuro sin ofrecer nada que no sea un onanismo enfermo y autista que a nadie seduce ni nada crea, excepto los animalejos que medran en sus propias carroñas ideológicas. No crean, no proponen, no seducen, no enamoran, no ofrecen futuro esperanzador ni lucha alguna que no sea su propio destino en el poder, aunque la sociedad que gobiernen languidezca en busca de una salida y un mañana que ellos no tienen ni ofrecen. Hace años que quedaron atrás, décadas de mutismo y falta de creación que han acabado por dejar huérfanos de esperanza a los votantes y ahítos de nuevos espacios a los oportunistas que, sin ofrecer nada que no sea engaño, llenan las hambres viejas con mentiras nuevas.
Ciudadanos: hartos, engañados, decepcionados y llenos de razón en su insatisfacción, buscan donde sea un agarre a su esperanza. Si ese agarre está al rojo vivo o si lo que les ofrece como banderín de enganche es mentira, será una más que viene a aumentar el acúmulo de décadas de decepción. ¿Alguien les puede culpar? No lo creo, sinceramente: simplemente, buscan y se engañan creyendo que encuentran, pero se engañan ellos mismos y los mentirosos medran ante su necesidad.
Las elecciones de Andalucía han bautizado a un monstruo que viene a unirse a los muchos que ya pueblan Europa mientras la gran institución que debería haber cogido el relevo de la esperanza, La UE, enferma de inactivo gigantismo incapaz de agacharse para llegar al suelo donde sembrar una nueva ilusión colectiva que arrase la pequeñez de los localismos fascistas y enfermos de enanismo vital. Enorme y lenta, se deja morder los ijares por los perros del nacionalismo y los populismos neofascistas que amenazan, seriamente, con acabar con ella.
Vox es monstruoso, como muchos otros, pero no es más que un producto, un fruto y una consecuencia que se alimenta de la indolencia dolosa de los que deberían cuidar de la viña y, en lugar de eso, la han convertido en un pútrido albañal donde medran las sabandijas carroñeras como Vox. No podemos culparles ni a ellos, por ser más listos, ni a sus votantes por perder la esperanza: culpemos al un sistema que se ha entregado a su dolosa indolencia. Allí están los culpables, no busquemos fuera y pidamos, exijamos mejor, responsabilidades y acabamos con esas perversiones del sistema que hacen grandes a los que las usan en su favor: populistas y fascistas de nuevo cuño que viven de ellas y que, sin su existencia, no serían nada.



lunes, 3 de diciembre de 2018

Una patada a la puerta



Obviamente, las elecciones de ayer deben ser analizadas convenientemente por aquellos politólogos avezados que con tanta dignidad y buen hacer suelen marrar sus predicciones y acertar con los análisis realizados cuando las cosas ya han sucedido, pero a mi me gustaría comentar lo que podríamos denominar el gran titular que nos aporta el papel de VOX.
Las novedades pueden elegir la forma de entrar en nuestras vidas y VOX lo ha hecho pegando una patada a la puerta que ha roto goznes y marcos. Este “neo fascismo” europeo, populismo que picotea medidas de un lado y de otro, que no desaprovecha ninguna fuente de votos se ha consolidado en España en torno a varios titulares: inmigración, unidad nacional, corrupción y machismo, que ya está bien de que ellas vayan sueltas.
No es que Vox sea franquista, es que las ideologías se la soplan y es mejor decir lo que cada cual quiere oír para sumar desencantados a los cauces de esta derecha descreída y práctica. Me he tomado la molestia de consultar la realidad económica en dos municipios: Níjar, paraíso de los invernaderos donde los inmigrantes son bienvenidos al interior de esos hornos de plástico y molestan mucho cuando salen de sus claustros. La inmigración molesta, no hay duda, así que Vox se ha colocado con el 25,33% de voto. Curioso el otro caso del municipio de Benahavis, el municipio con el valor medio de inmuebles más alto de España (tp://www.finanzas.com/noticias/economia/20170828/economia-benahavis-malaga-moraleja-3678190.html) Mármol como industria, mucho dinero y 4549inmigrantes sobre un total de 7348 habitantes.
Si a esa presión añadimos el españolismo impulsado por los ataques de ciertos políticos independentistas catalanes, vamos sumando. Un amigo mío se pregunta si en Andalucía puede haber 400.000 fascistas de pura cepa. Puede que no, pero si puede haber un núcleo de habitantes muy dados a análisis simples, desmemoriados y que no saben lo que de verdad fue el franquismo, cortos de miras que sienten miedo ante el cambio social que implica la verdadera libertad de la mujer.
Vox es fruto de la época, de la falta de análisis, de la inercia y de la falta de esperanza y futuro de los partidos consolidados que ni saben, ni quieren mirar a exterior para entender que cuerno está pasando en esta sociedad huérfana de política y muy harta de la vida pública de este  de este país. Especialmente, y sobre todo, Vox se alimenta de las ineficiencias del sistema que nadie ha querido corregir. Ese es el punto más complicado de cambiar y que deja, siempre, abierta la puerta abierta al populismo.
 ¿Se ha hecho la política de inmigración que se necesitaba? ¿Los hemos acogido dejando claro lo que es fundamental -el cumplimiento de la ley, con todo lo que eso conlleva- y lo que es anecdótico? ¿Se ha equilibrado bien el estado de las autonomías? ¿La democracia ha sabido protegerse frente a los abusos de los corruptos? ¿Han sido ejemplares las instituciones y las personas que las representan? Demasiadas asignaturas suspensas como para que los populistas no puedan aprovechar el filón y llenar el espacio generado por la desilusión con demagogia barata. ¿No es lo mismo que pasó en Alemania y en Italia? ¿Es que toda la historia se ha olvidado y estamos condenados a repetirla?
Mucho me temo que sí y que el siglo XXI quiere parecerse, cada vez más, a su hermano mayor, el XX, ese que tan malos principios tuvo.

domingo, 2 de diciembre de 2018

E pur si muove o Eppur si muove



Parece ser que la famosa frase no acaba de generar acuerdo en cuanto a su correcta escritura, así que pongo las dos, por si acaso, aunque no se mueva la cosa.
Ayer , de la forma más inesperada posible, la realidad del cambio social que hemos vivido desde el famoso 30 de Abril de 1993 (los curiosos pueden escribir la fecha en Google, a ver que les sale) me saltó a la cara y lo hizo de la mano de una petición cuyo objetivo era, y es, perpetuar la sana costumbre de desearse lo mejor aprovechando el solsticio de invierno: al pedir "la dirección" a un grupo de amigos, directamente me mandaron su correo electrónico, no la dirección postal a la que enviar una tradicional carta.
Creo, sinceramente, que es una de las situaciones que mejor pueden resumir lo que han cambiado nuestras vidas, la sociedad y el mundo. El lenguaje se mueve, la realidad se mueve y los significados se van adaptando a lo que nosotros queremos que signifiquen, así de sencillo.
Yo ya tengo las direcciones de mis amigos, pero su realidad - la realidad toda -dejará de ser material para desvanecerse, cada vez más, en la confusa nebulosa de la red; allí donde nada es del todo verdad ni del todo mentira, el espacio donde se es, sencillamente, digital, que es lo mismo que ser nada pero vestido de modernidad.
Curioso mundo este

martes, 27 de noviembre de 2018

Lealtades debidas

Una foto que nos abochorna a todos


Nuestro incontrolable rey emérito, ese que ha decidido ponerse el mundo por montera y acabar de un papirotazo con el prestigio, ya escaso y amenazado de ruina, de nuestra monarquía, se ha despachado este fin de semana con dos fotografías cuya digestión me resulta imposible.
La primera, con resonancia internacional, se la ha hecho con el famoso príncipe descuartizador en vivo mientras disfrutaban de las carreritas de coches. Curioso que la primera foto que trata de retornar a este monstruo al mundo de los seres humanos normales que no trituran a sus críticos tenga a nuestro rey emérito como protagonista. ¿Se trata de un pago debido? ¿De una lealtad mafiosa que agradece, de esta forma, las generosas comisiones cobradas desde hace años? No suelo ser mal pensado, pero la cosa tiene toda la pinta de recado mafioso: “querido Juan Carlos, te recuerdo que nos debes un favor, ya sabes cómo funciona esto.  Nada que te cueste mucho, sólo una foto y un abrazo. No me cabe duda de que tú entiendes lo importante que es que todo siga igual.” Por supuesto alteza, contesta el interpelado en primer tiempo de saludo, presto ya el gabán para iniciar el viaje. Faltaría más
Una normalización imposible

Pero es que esa foto, siendo muy importante, no es la única: falta hablar de la infantita que se ha aparecido como testigo de la obediencia debida. Debe ser por aquello de que ya tiene práctica es actuar como espectadora de extraños movimientos, influencias y tráficos más o menos subterráneos. Siempre es bueno tener una llegado en Suiza, por lo que pueda pasar. Ya van dos intentos de normalizar la presencia en los actos reales de la tal infanta y creo, me parece y estimo adecuado, que lo mejor sería un eterno ostracismo en las frías aguas del lago Le Man. Menos dañino que lo que está por venir, me temo
O la Casa Real se pone las pilas o mucho me temo que la cosa explota el día menos pensado. 
Esto no hay quien lo aguante, de verdad.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Me caí de la bici camino de Damasco

En pleno centro y sin coches, una gozada.
Eso sí, la estética de esos acúmulos de bicis, es mejorable


Cada cual, en la medida de sus posibilidades, guarda en la memoria momentos de epifanía, de iluminación que hacen que nuestra vida cambie y busque direcciones distintas, caminos divergentes a la ruta seguida hasta ese momento. Son momentos que pueden llegar a ser famosos – Saulo de Tarso y su célebre caída del caballo camino de Damasco puede ser el más conocido – y que no siempre están asociados con el disfrute de grandes lujos o la llegada a entornos de alto nivel económico, no. Es más, lo habitual es que esos momentos estén ligados a cosas muy simples que, hasta ese momento, o no habían formado parte de nuestra experiencia o, si lo habían hecho, no habían sido tan plenos, tan maravillosos y tan reveladores de la verdad contenida.
Dicho esto, mi último momento de iluminación me ha llegado esta semana al poder recorrer la ciudad de Ámsterdam en una bicicleta pensada y diseñada para hacer el paseo realmente confortable. Súbitamente, la ciudad cambia, las distancias, conservando medidas humanas, se hacen mucho más accesibles mientras el tiempo parece ajustarse y acompañar esa medida humanizada, ni lenta ni excesivamente rápida. Los que me conocen saben que esta es una ciudad que me apasiona y en la que siempre suelo tener experiencias agradables, pero lo de esta semana ha sido una verdadera revelación.
Lo que al andar por sus calles parece caótico, de repente cobra sentido, orden y claridad: hay avenidas específicas, sus propios semáforos que regulan los pasos según prioridades que yo no conocía y el esfuerzo es el exacto para que haya un retorno de satisfacción puramente física ligada, según imagino, a la liberación de adrenalina que conlleva cualquier actividad deportiva, aunque sea tan moderada como esta.
La experiencia me ha confirmado que sí, que otra ciudad es posible y que puede haber centros urbanos limpios, silenciosos y agradables. Tomé una foto en la plaza de la estación central, localización que, en casi cualquier ciudad, es el epicentro del desastre de coches, humos, caos y confusión. Nada más lejos de la realidad: Ámsterdam nos enseña que es posible poner al ser humano en el centro y no a los coches; que la ciudad es para los seres humanos y que debemos hacer caso a Protágoras de Abdera y conservar al ser humano como la medida de todas las cosas, incluidos sus desplazamientos.
Ánimo y a por ello, Madrid, que el camino es largo pero posible.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cartas: el universo perdido



¿Cuánto tiempo hace que no escribes una carta? ¿Cuánto tiempo hace que no recibes carta de un amigo, de un familiar, de alguien querido pero lejano? ¿Cuántos años hace que no te enfrentas a aquel papel de carta, liviano, rugoso y ondulado que parecía querer levantar el vuelo anticipando el viaje en avión? ¿Cuánto tiempo hace que tu interior no se desangra en la ordenada escritura de la pluma y se asoma al exterior para ser compartido con alguien querido? ¿Cuánto tiempo hace que no te vuelcas, desnudo y desvalido, sobre el frío lienzo del papel para llenarlo de calor, de cariño, de admiración, de furia, de amistad o de reproches? ¿Cuánto tiempo hace que no sostienes una pluma con ganas de contarte cosas a ti mismo en presencia de aquel añorado ausente? Hemos perdido las cartas, hemos perdido una forma de relación íntima y personal que requería tiempo y sinceridad y nuestro tiempo se ha llenado de otras formas de interactuación más públicas, más sociales, más electrónicas y mucho, muchísimo más inmediatas. Ya no hay tiempo entre nuestro enunciado y su respuesta; nada hay ya de aquella espera, de la ilusión de abrir el buzón para ver si la ansiada carta había llegado por fin. Nada queda del horario del cartero salvo la llegada de los productos comprados y que nada tienen que ver con aquellos momentos de separación, de detención temporal que requería la lectura, respetuosa y litúrgica, de la deseada carta.
Eran, aquellas cartas, un ejercicio de meditada escritura; de lentitud expresiva que se iba colocando, armoniosa, en la adecuada sucesión de una narración meditada y trabajada: era una cuidadosa gestión de la oportunidad que no podía menospreciarse. La carta era el momento de la verdad, el espacio en que no cabía más que el reflejo de uno mismo, aunque la carta estuviera llena de mentiras. Nada como la mentira para manifestar y dejar ver la verdadera naturaleza del que miente.
No renuncio ni reniego de la escritura de este "blog" o al uso del ordenador, pero quiero volver a aquella dulce intimidad de la carta, de la pluma, de los sobres ribeteados de color que se colaban en los aviones como signo de modernidad y rapidez. Quiero que mi pluma -lo confieso: sigo escribiendo a mano y con pluma – vuelva a sonar sobre aquellos folios ondulados, blancos o amarillentos, para decirles a mis amigos que son gente estupenda a los que quiero y valoro, aunque haga años que hayamos decidido no decirlo jamás: antes muertos que tiernos y pringosos. Quiero volver a recrear aquel universo olvidado, aquel espacio perdido de las cartas donde

La idea va surgiendo lentamente,
luego muere en el arado de la pluma
y es el papel cementerio
del pensamiento acabado

quiero volver a crear ámbitos de comunicación espaciada y tranquila, pero me temo que no me quedan demasiados locos nostálgicos que se apunten a seguir los sueños y las ideas compartidas al ritmo que marcan las añoradas cartas. Una pena.

viernes, 16 de noviembre de 2018

La felicidad que jamás me enseñaron



A medida que me he ido haciendo mayor -por no decir viejo, que el término está en desuso y no goza de popularidad -he podido ir repasando la utilidad de las cosas que me enseñaron y que la vida me ha ido tatuando, bien de forma amable o, en la mayoría de los casos, de forma muy poco amable pero eficaz. En ambos casos, el balance va siendo distinto conforme los años me van cambiando la perspectiva y el punto de vista, pero puedo darme cuenta, hoy con una claridad absoluta, que nunca, nadie y bajo ninguna circunstancia, me enseñó algo que creo fundamental: nadie me enseñó a ser feliz; nadie puso la felicidad como un objetivo básico en mi vida, nadie priorizó su consecución como algo que yo debía exigirme como una obligación ineludible.
En mi formación me inculcaron la obligación, el deber de aspirar al máximo, de hacer de mi vida y con mi vida, un logro completo que supusiera un ejemplo para los demás; me enseñaron la disciplina en el ámbito del deporte, una disciplina que sobrepasaba cualquier punto imaginado fuera de ese ámbito; me exigieron ganar y hacer lo posible para conseguirlo pues era la meta de todo, la derrota era el desierto estéril de los flojos, de los que no se esforzaban al máximo.  Entre mi casa y el deporte me colocaron un blindaje y un programa mental sólido que me ha servido para encarar mi vida como una obligación constante, como una “carrera profesional” de cumplimiento, de búsqueda de lo mejor para mi entorno familiar por el que debía darlo todo y hacerlo con satisfacción, con la inmensa satisfacción -jamás aparecía la palabra felicidad- del deber cumplido.
Hoy, con 60 tacos a cuestas, he descubierto que el mejor consejo que he podido darles a mis hijas -y se lo he dado – es que no haya nadie más serio que ellas en el trabajo y que, fuera del trabajo, no haya nadie que se lo pase mejor y sea más feliz. A lo largo de mi vida he pensado que la felicidad era -una vez más – un esfuerzo mental, algo que dependía de que yo lo quisiera y me lo trabajara a fondo, pero hoy creo que la felicidad es algo distinto cuya esencia no he logrado interiorizar o asimilar. Sí, disfruto de muchas cosas y me satisfacen otras muchas como mi familia, mis amigos, mi trabajo-cuando sale bien- mis paseos con los perros por la naturaleza, todo eso me satisface, pero siempre me queda un paso más que no acabo de dar: lo que me imagino como la felicidad completa es un estado de absoluta satisfacción desde el que no hay un futuro, no hay una obligación para luego o para mañana; no hay un deber para contigo mismo o para con el que sea; ese estado, esa especie de nirvana en el que solo hay un presente feliz, no lo he conocido nunca: detrás del horizonte siempre se asoma el mástil del deber, de la obligación, del trabajo, la responsabilidad y el tiempo hurtado a esos sacros cometidos.
Ni mucho menos me considero un desgraciado, pero sí me gustaría que si alguien lee esto y le puede ayudar a mandarlo todo al cuerno y mirar a las nubes sin otro cometido que ser plenamente feliz contemplando sus formas y sus cambios, que se entregue a esa magnífica felicidad como si no hubiera un mañana, que no lo hay.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Un billete al infinito



Leo -o mejor, disfruto – con la lectura del libro de un amigo, acontecimiento especialmente feliz que me permite comprobar que, efectivamente, la teoría de los multiversos es cierta y que, sin su existencia, hubiera sido imposible la constatación de tanta ignorancia por mi parte. El universo que describe el libro – Música y Electricidad; conexiones y cortocircuitos en la era virtual del acelerador de partículas, de Enrique Helguera de la Villa, Editorial Montesinos – ha transcurrido, casi por completo, de una forma paralela a mi existencia y este libro pone en evidencia todas mis carencias, infinitas, en lo que a música se refiere.
He disfrutado por muchos y por variados motivos, pero hay algo que me gustaría resaltar especialmente: la enorme carga afectiva, emocional y sensitiva de todos y cada uno de los artículos seleccionados. Kike – no Enrique ni Kilo en nuestro espacio – se acerca a los textos desde dos perspectivas distintas: su enorme conocimiento y cultura musical y, lo más importante, desde su propia experiencia personal; un mundo de sensaciones y vivencias que quedan muy lejos de mi propia capacidad (Mis 60 años de acrisolada ineficacia al respecto, lo demuestran sobradamente). En sus textos hay “abismo” ese abismo que reclamaba Paco de Lucía para su propia y egoísta experiencia.
Cada autor, cada tema es tratado y analizado desde la emoción, el cariño y el respeto por los artistas y su entorno social y cultural. Nos acerca con la misma sensibilidad al narcocorrido como a cualquier otro ritmo desconocido de África o a la experiencia de los festivales pirenaicos o pequeñas salas, verdaderos tabernáculos de iniciados en busca de la quintaesencia de la música, para alguno de sus mencionados, verdadera esencia de dios.
Me gusta que no hay, en contra de la mención al acelerador de partículas, destrucción alguna en la exposición: es como si un anatomista nos iluminara los cuerpos y sus misterios respetando la vida que en ellos habita. No hay dolor, no hay destrucción, sólo admiración y disfrute contagioso.
Podría decir que lo he leído con sana envidia, pero eso sería mentir: el poder disfrutar de tan rico universo como mi amigo disfruta me da una envidia repugnante, viscosa y verde, sin paliativos ni edulcorantes. En fin, cada cual debe ser consciente de sus limitaciones y disfrutar de lo que la suerte le otorga: en mi caso, un billete de primera clase para un recorrido turístico muy interesante por los intrigantes misterios de un universo ignoto.
Muchas gracias, Kike: enhorabuena por ser capaz de disfrutar tanto y contarlo tan bien. Un abrazo


sábado, 3 de noviembre de 2018

Es peligroso NO asomarse al exterior



Si hay veces que una imagen vale más que mil palabras, no es menos cierto que, de forma excepcional, nos encontramos imágenes que valen mucho más que mil discursos. La Casa Real nos acaba de regalar una de ellas y no puedo aguantarme las ganas de poner por escrito algunos de esos discursos por mucho que, como decía Quevedo, “Pues amarga la verdad…”
La Casa Real ha publicado la fotografía oficial del 80 cumpleaños de la Reina Emérita y de esa foto emanan, más que discursos, furibundas diatribas que hacen las delicias de los republicanos -trabajo regalado- y endulzan las horas de los recalcitrantes monárquicos del ABC ( Por favor, no dejar de leer esta noticia y luego limpiar el teclado del pegajoso almíbar que rezuma https://www.abc.es/estilo/gente/abci-dona-cristina-vuelve-casa-201811021844_noticia.html) A mí, que he mantenido una postura blanda y muy racional con la Casa Real y con la monarquía española, me ha colocado ante el límite de lo aceptable y me obliga a decir “basta”: ni una humillación más; ni una vergüenza más; ni un abuso más.
Sencillamente infumable

Si la Casa Real entiende que esa foto es la que normaliza la realidad de la institución y nos informa de lo que viene a partir de ahora, lo que yo contesto es que conmigo no cuenten más. Es cierto que las mejores y más avanzadas democracias europeas comparten el modelo de la monarquía constitucional, pero no es menos cierto que la profesionalidad e integridad moral de sus representantes se ha mostrado mucho más fiable que la demostrada por los nuestros.
¿Es posible que, de verdad, quieran que aceptemos como normal la reconciliación con la tal Cristina y sus chanchullos? ¿De verdad hay que olvidarse de todo lo que se ha sabido sobre Juan Carlos? ¿Es Felipe el que nos va a conducir a las doradas playas de la integridad moral y la regeneración institucional? ¿Es que con esa foto pretenden ofrecerse como la familia ejemplar, la familia “Telerín” de mi infancia?
La verdad, me siento insultado y ya no quiero transigir más: esa foto es un oprobio, una vergüenza, una provocación y la consagración de la ignominia para todos nosotros, sencillamente. Felipe ha consagrado una forma de hacer; un silencio aparatoso y cómplice de demasiadas cosas; se ha instalado en la introspección dando por buena esa imagen de “Hola” y papel “couché” por completo ajena a la realidad. De tanto mirar dentro del palacio de La Zarzuela y escuchar a sus propios turiferarios, se ha olvidado de que, en este caso y en contra de lo que recomendaban los antiguos trenes de la RENFE, lo peligroso es NO asomarse al exterior y buscar aires nuevos; aires de integridad moral, de regeneración institucional, modernidad en los usos y costumbres, adecuación a las demandas de aquellos que le rechazan y con los que, seguro, perdería el referéndum del que no quiere oír hablar. La monarquía española, con esa foto, como resumen y colofón de su parálisis, se acaba de suicidar y lo que queda por delante, de no cambiar mucho la corriente, es la completa desafección de la gran mayoría de los ciudadanos; de todos los que, aunque hoy no hayan caído en la cuenta de lo que anuncia esa imagen, irán viendo y oliendo las apestosas emanaciones de una familia en descomposición que va a contaminar la vida política española con sus miasmas.
Una vez más, los monarcas españoles le vuelven la espalda a la historia y trabajan de forma denodada para ganarse el odio y el rechazo de sus conciudadanos, que nunca más súbditos sumisos.


jueves, 1 de noviembre de 2018

Fronteras éticas


Malo para todos: el periodismo sin ética.


Vivimos tiempos complejos y cuando la realidad se enreda es bueno buscar ayudas simples, eficaces y muy contrastadas a lo largo de la historia. Viene esto a cuento de los impresentables comentarios y críticas que se han lanzado, desde la COPE, a la vicepresidenta del gobierno, demonizada por sus características físicas en un esperpento de rancio machismo y especial mal gusto, todo sea dicho.
La acción pública y política debe ser objeto de análisis y crítica más o menos despiadada en función de lo que cada cual entienda como adecuado, pero las características físicas del sujeto de la crítica deberían quedar al margen de cualquier comentario. Es un mandamiento ético muy básico y universalmente aceptado por cualquiera con dos dedos de frente. El que un político sea alto, bajo, calvo, joven, viejo, hombre, mujer o cualquier otro de los nuevos géneros con los que hoy convivimos de forma armónica y natural, no debería ser objeto del más mínimo comentario, pero esa regla de buen gusto y mínima ética política, parece que no es del gusto de algunos. En el caso que nos ocupa, podemos acercarnos a la crítica desde muchos planos distintos: desde la conveniencia del momento y el objeto de la reunión; lo adecuado o no del protocolo vaticano, tanto en lo que afecta al vestuario como a los ritmos, modos y maneras establecidos y que pueden ser adecuados o no a los tiempos que corren; los contenidos oscuros de lo que allí se puso encima de la mesa como objeto de negociación…miles de planos distintos sobre los que analizar, comentar y criticar hasta el límite que cada cual considere, pero lo que jamás debería haber sido comentado es la condición física de las tetas de la vicepresidenta: nunca y bajo ningún concepto, sin margen alguno.
Este tipo de comportamientos, que suelen ser criticados cuando los ejecutan los ajenos y consentido cuando son protagonizados por los “afines” (si es que se puede ser afín a algo así) deberían ser unánimemente evitados, censurados por los presentes y reprendidos por los responsables, pero no es el caso: se prefiere la risa tonta y el chiste soez en lugar de la elaborada y adecuada toma de postura ante los contenidos analizados. No solamente es machismo rancio, retrógrado y casposos propio de nuestra oscura historia con el sexo, no: es el consciente abandono de la responsabilidad social de los medios de comunicación al servicio, bastardeado, de una opción política, sea ésta la que sea en cada momento.
Cuando este tipo de comportamiento se producen y no son objeto de una crítica unánime y cerrada por parte de todo el colectivo, nos perjudican a todos sin excepción, pues percuten y degradan la calidad de la convivencia, del análisis político y la calidad de nuestra prensa desde una libertad de expresión que prefiere instalarse en la falta de ética y sustancia antes que trabajar para mejorar la calidad de la acción política. ¿Qué enseñanza hay en esos comentarios? ¿Qué mejora podemos implementar desde ese estercolero intelectual? ¿La obligación de que todas las mujeres que se dedica a la política se pongan implantes para parecer “barbies” siliconadas? ¿De verdad? Me temo que es imposible extraer alguna ventaja de este tipo de actuaciones y sí, en cambio, muchas consecuencias nefastas para la calidad de nuestra convivencia.
Una vez más, la prensa de este país ha perdido la oportunidad de cerrar filas y dar ejemplo de sensatez por encima de las tendencias de cada medio. Como siempre, se ha optado por aceptar lo fácil, lo escatológico, lo más rancio y visceralmente machista de la España más negra y mas reaccionaria. Una lástima eso de olvidarse de la ética más elemental sin tener en cuenta que cada vez nos hace más falta volver a ella, sin duda.

lunes, 29 de octubre de 2018

El vuelo del Cóndor


Si alguien no lo ha visto, imprescindible

Bolsonaro ha ganado las elecciones presidenciales en Brasil. La democracia tiene esas cosas y suele incubar, magnánima, los huevos de la serpiente. Los dictadores inteligentes se aprovechan de las garantías y de las libertades democráticas para acabar con ellas una a una mientras que los más bestias llegan montados en el tanque y acaban con todo a sangre y fuego, de una vez y sin contemplaciones. Como el gigantesco pollo del cuco que somete a su madre a un régimen tiránico e imposible, los dictadores “in péctore” se asientan en los cargos y van limando las libertades públicas con mayor o menor disimulo, pero el resultado siempre es el mismo: el desastre, la persecución y la muerte de muchos, de los que no se conforman.
Brasil ha sido el primer país de los organizaron la siniestra Operación Cóndor que retorna a la senda de la dictadura, la falta de libertades y la más abyecta visceralidad para gestionar la cosa pública, pero la sombra del Cóndor, como la del ciprés, es alargada y se proyecta lejos y hacia todas direcciones.
Desde la comodidad de nuestra seguridad -poca, incierta y siempre temerosa, pero mejor- es sencillo criticar y rasgarse las vestiduras, pero no podemos olvidar que la dinámica que hace crecer a estos seres vesánicos y descerebrados se genera en las carencias de aquellos que se entregaron a la corrupción, las malas prácticas y la desidia ante la gestión de la cosa pública. De la decepción nace la exigencia tiránica; de la incapacidad de las instituciones, la necesidad de actuar sin esperar a que el Estado se haga cargo, así que antes de llorar por la elección, deberíamos atender a tener la casa bien limpia, barrida y ventilada. Si la historia nos enseña algo es que la miseria acaba por encontrar una vía de escape para soñar, para ilusionarse con el fin de sus penas y la consagración de los mejores tiempos.
El fascismo vive, nace y se alimenta de la frustración y del miedo; no crece en un terreno bien roturado y sin malas hierbas, no: el fascismo es la mala hierba por excelencia, es la flor del abandono, la desidia y la corrupción. Dicho esto, dejo que el miedo -mi miedo -vuele libre anticipando desgracias y malos tempos que cabalgan a lomos estos nuevos señores del mal. Por ejemplo, este señor ya ha prometido manga ancha en la amazonia y de ese territorio depende el 20% del oxígeno que todos, he dicho todos los seres humanos sobre el planeta tierra, respiramos y necesitamos hasta nueva orden. Un ejemplo siniestro de la famosa globalización y que, en este caso, nos llena de incertidumbre, pero siendo gordo, no es lo más grave.
Lo más grave es la corriente favorable para este tipo de personajes y situaciones; lo peor es que no hay nada que nos proteja a todos de re-ediciones siniestras que, por mucho que parezca increíble, pueden reproducirse en cuanto nos relajemos un poco. El Cóndor vuela alto y en círculos, los círculos de una historia que amenaza con volver una vez que ya la hemos olvidado. Genial


sábado, 27 de octubre de 2018

Silencio clamoroso...y culpable


El movimiento feminista se olvida de sus hermanas esclavizadas bajo el Islam


Ya se que me voy a meter en un jardín lleno de ortigas y de zarzas muy enmarañadas, pero no quiero seguir callado ante el opresivo silencio y el abandono con el que los movimientos feministas se han olvidado de la causa de la mujer bajo el islam: me parece incomprensible y sencillamente vergonzoso. Creo que es muy fácil buscar los terrenos confortables que ofrece occidente para reivindicar igualdad, romper techos de cristal, hacer reuniones y comunicados mientras la que entiendo como gran causa feminista de hoy en día queda silenciada y olvidada bajo un silencio opresivo y repugnante.
Las mujeres se han olvidado de ellas mismas y la causa de su esclavitud bajo el islam jamás aparece entre los titulares de sus movilizaciones. Todo lo más, se cita como causa de discriminación cuando las leyes quieren prohibir ciertas vestimentas que, a mi juicio, son una exhibición de sometimiento y discriminación machista en forma de determinadas formas de vestir. Son los burkas y demás elementos extemporáneos los que cosifican a la mujer y le roban su propia identidad para convertirla en un ser asexuado e inferior; algo inanimado e inerte ante la falta de autocontrol de los incívicos machos del entorno. Ellas deben desaparecer y hacerse invisibles bajo la ropa porque si no, los hombres de su entorno las violarían al no poder reprimir sus impulsos, que ellos son muy machos, ya lo sabemos.
No, lo siento, pero no trago: lo que hay debajo del silencio femenino ante esta situación es un buenismo pacato y absurdo ante lo religioso; un occidentalizado y debido respeto” ante el hecho religioso” y nos olvidamos de que hay que respetar todo lo respetable, pero no lo que no merece ese elevado sentido ético de la convivencia. Lo que el islam está haciendo -hoy y ahora – con la mujer se llama esclavismo, discriminación y salvajismo, sin matices, sin contestación internacional, sin presión en contra por parte de las insolidarias mujeres que se olvidan de sus hermanas esclavas.
La foto que encabeza esta entrada pone de manifiesto este olvido. He seleccionado una web del movimiento feminista que, en teoría, lo engloba todo y me he ido al apartado laicismo y religión. Sólo una entrada que se posiciona en contra de la prohibición del burka. ¡¡¡¡Una de veinte!!!! Y para perpetuar la situación de la mujer con las excusas de siempre. No me vale, lo siento.
La última prueba del absurdo con el que se maneja todo esto nos lo acaban de servir en bandeja: por la salvaje muerte de un periodista a manos de régimen saudí, se ha montado la mundial. Por las continuas ejecuciones públicas de mujeres en ese mismo país, ni una voz se alza para romper este silencio que reina en el inmenso cementerio que habita la mitad de una inmensa población condenada desde su nacimiento.
ES hora de gritar y es hora de que sus hermanas se acuerden de las muchas que mueren por el simple hecho de ser ellas, las mujeres, las madres de la barbarie que acaba con ellas.
P.D. Por si alguien quiere seguir con el tema y tiene tiempo, paciencia y humor, aquí os dejo dos enlaces:

lunes, 15 de octubre de 2018

Adjetivar la realidad



De repente me he dado cuenta de que la realidad que vivo necesita ser re-adjetivada de forma urgente. Ya no me sirve la lista que he venido usando desde que empecé a hablar, a nombrar y a valorar mi universo particular con los adjetivos que entonces, hace ya muchos años, se entendían como normales y adecuados.
Hace ya tiempo que voy notando cierta inadecuación, una cierta inexactitud entre los términos que uso y lo que el momento me demanda, pero es que no se lo que el momento ha impuesto. Es más fácil saber lo que ya no es adecuado que lo que realmente el momento impone como rigurosamente exacto. Hay demasiada laxitud, demasiada novedad como para fijar criterios de una manera universal y aceptada por todos.
Sabemos, por ejemplo, que ya no es correcto decirle a un amigo que deje de “hacer mariconadas” sin duda, pero ¿qué adjetivo define ahora eso que los mayores, como yo, entendemos perfectamente sin más explicación? Misterio y reconozco que es posible que alguien lo tenga claro, pero no soy yo.
La realidad demanda una enorme lista actualizada según los nuevos usos y costumbres y me parece que las nuevas generaciones no están por la labor de incrementar la lista de las palabras usadas, más bien se colocan alineados en la dirección contraria. Eso o lleva a una situación compleja en la que lo viejo no sirve, pero no hay sustitución posible más allá de las habituales coletillas que, sin significar nada, todo lo explican para aquellos que carecen del lenguaje adecuado.
Esto que estoy explicando se ha puesto de manifiesto con la última polémica surgida en torno a una canción, pero la polémica podría multiplicarse diariamente ad infinitum según vayamos utilizando el antiguo lenguaje coloquial: básicamente, la tendríamos liada con todos los colectivos que agrupan distintas tendencias sexuales, con las agrupaciones de defensa de colectivos con características físicas alejadas de la norma estadística de la especie (note el atento lector que no digo ya homosexuales o disminuidos físicos o psíquicos, cojos, enanos etc, faltaría más) Sólo una excepción posiblemente ligada a su orgullo de casta por los éxitos obtenidos: los ciegos. Se llaman a sí mismos ciegos, su organización mantiene la denominación de ciegos y aquí no pasa nada, como debería ser normal en otros colectivos que sienten insulto en el lenguaje más habitual y más antiguo que no anda pidiendo perdón por casi nada.
¿Alguien, por favor, podría sugerir un adjetivo que nos ilumine la mente mejor que ese “mariconeces” de la canción? Es posible hacerlo, de acuerdo, pero hay que reconocer que la idea está clavada y está, además, en el contexto adecuado bajo el formato adecuado, sin más.
Esta época parece juzgarlo todo desde el prisma del ahora y del yo más inmediato y directo, de manera que, mucho me temo, vamos a cuestionar las letras de Quevedo (políticamente muy incorrecto) y de cualquier otro escritor, poeta o pensador que haya tenido la osadía de llamar a las cosas por su nombre. Como decía mi amigo Clint, me parece que hemos creado una sociedad “blandita”, timorata y demasiado pusilánime como para aceptar la realidad sin edulcorantes o sobreprotecciones. Mala cosa.

viernes, 12 de octubre de 2018

El rapto de los símbolos



Aunque los que me conocen saben perfectamente que no soy muy partidario de venerar símbolos y banderas más allá del puro plano de la estética (recuérdense los planos de banderas de Barry Lindon), reconozco que siento envidia por lo que nos enseñan otras naciones que han conseguido que haya ciertas cosas que son de todos.
La naturalidad con la que franceses, alemanes o norteamericanos -éstos últimos mucho más que todos los demás juntos – ven a su bandera o a sus instituciones como algo que les pertenece a todos me da envidia, una envidia sana y un poco pequeña, pues tampoco soy muy partidario de elevar el tono hasta cotas muy altas, que luego pasa lo que pasa, nos liamos con guerras y tampoco es plan
En España se produjo, desde la muerte de Franco, un rapto, un secuestro que convirtió en propiedad privada de pocos lo que debería haber sido de todos. Los unos -la derecha – por sobreprotección y los otros -la izquierda- porque en esos días era más favorable a la bandera republicana, consiguieron que muchos acabáramos identificando la bandera española con la violencia de los guerrilleros de Cristo Rey, las pegatinas pequeñas en los cierres de las correas de oro de los Rolex y su masiva presencia -más con pollo que sin bicho- en las celebraciones del 20 N. Cuando la izquierda quiso reaccionar ya era tarde: la bandera había sido secuestrada y encarcelada a un solo lado del espectro político y no ha sido hasta hace dos días que el PSOE y Pedro Sánchez han intentado serrar los barrotes de verja y decirle que hay un espacio, a la izquierda de la raya, en el que también puede estar cómoda.
El 12 de Octubre se ha quedado corto a la hora de conseguir ser de todos y la costumbre lo demuestra: cuando un presidente de izquierdas se deja ver por el desfile militar, le cae la del pulpo; es rechazado como ajeno; es un “ocupa” en la fiesta de los unos que no ha conseguido ser la de los todos: otro intento de construir un símbolo unitario que fracasa estrepitosamente. Muchos podemos reconocer, en privado y sin demasiados testigos que, si bien la fecha ha cambiado, la escenografía nos trae a la memoria aromas de “Desfile de la Victoria”.
No es España tierra propensa a los grandes movimientos colectivos unitarios, más bien nos domina un gen centrífugo, individualista y bastante ácrata, de manera que la búsqueda de algo que todos sintamos como propiedad colectiva indiscutible se presenta ardua y complicada, pero estaría bien que todos pudiéramos tener un símbolo que abrazar como representante de todos, algo pequeño, manejable, un poco íntimo y necesitado de cariño y protección colectiva, nada que nos exigiera muertes o sacrificios humanos; algo siempre positivo, sin historias de sangre derramada ni nada grandilocuente: pequeño, querido y común.
Y por favor, que nadie me venga con el fútbol….

martes, 25 de septiembre de 2018

Todo puede ir peor




Esta vieja máxima parece inventada para adecuarse a los actuales momentos de nuestra dinámica política: todo parece empeorar de día en día y nada hay que nos permita el más leve atisbo de optimismo. Tengo que reconocer que la cosa empieza a cansarme; el desánimo impera y el refugio se presenta en forma de aislamiento voluntario. No me apetece saber, no quiero enterarme de nada, cualquier novedad sobresalta el animo y contribuye a la desesperanza.
En el lejano sexto de bachillerato se estudiaba literatura y recuerdo los titulares con los que se identificaba a la generación del 98: desesperanza, pesimismo, clima social deteriorado, añoranza de mejores tiempos…y me identifico con ese pesimismo que me lleva a mirar mi entorno con negro escepticismo. Los sueños se desvanecen y lo que parecía inmortal y casi eterno se transfigura en humo arrastrado en la corriente de mediocridad, corrupción, incompetencia y falta de altura moral.
No hay Europa que se salve, no hay proyecto interior que levante banderas nuevas a las que alistarse para afrontar el futuro con la lejana ilusión de una tarea pendiente, de una construcción que necesite de todos y del común de los esfuerzos.
Un amigo, tan escéptico como el resto, nos aseguraba, ayer que el camino hasta la realidad mejicana es largo y posible, meridianamente posible. Ese parece ser el único camino claro y el verdadero destino que nos espera tranquilo sabiendo que llegaremos, que todo se va encajando y que la escapatoria se va cerrando según pasan los días, los escándalos y la competencia de unos y otros por alcanzar el más completo d ellos absurdos, nos condena.
No lo dudéis: todo puede ir peor y la realidad se impone. La vamos a joder del todo, sin duda.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Bajo el imperio del odio



Que la política es un empeño complicado, más bien siniestro y sujeto a turbulencias era algo conocido y asumido, pero que la política deba entregarse a lo más bajo de la inmoralidad humana no es algo por lo que debiéramos transigir. Estos últimos días hemos visto, impotentes, el intento de linchamiento de un político que ha sido puesto en el punto de mira por unos medios de comunicación que han bastardeado su posición en el orden social y abusado de sus privilegios legales.
Entiendo y aplaudo el imprescindible papel de una prensa libre, independiente y rigurosa que, en este caso, ha demostrado su inexistencia y se ha entregado a sus propias carencias: la información veraz y rigurosa no ha existido, han llenado las portadas de mentiras -puras y duras mentiras de las que son plenamente conscientes – se ha creado una situación absurda cuyo fin último ha sido proteger al líder del PP, muy tocado y con un futuro complicado y se ha hecho utilizando las peores y más inmorales armas del ser humano.
Lo que hemos visto y vivido estos días debería hacernos pensar y posicionarnos con respecto a casi todo, especialmente con respecto a la situación que viven los medios de comunicación: arruinados, descapitalizados, con sus consejos de administración trufados de banqueros, representantes de empresas energéticas, petroleras y tecnológicas a la eterna espera de las inversiones institucionales más o menos legales que les permitan seguir boqueando en su larga agonía. La respetable ideología de un medio no debería ir más allá de la opinión expresada tras una información veraz, pero eso no existe y los últimos días han consagrado una forma de hacer y de escribir realmente deleznable y repugnante.
No importa quien se haya definido como objetivo, lo que hemos visto es peligroso para todos y ha enseñado una manera de hacer que, mañana, podría ser usada contra cualquiera, bien pertenezca a uno u otro lado de ese río que nos lleva por la política. Lo que se ha hecho estos días es repugnante, inmoral, asqueroso y vomitivo, pero la conclusión es que, con perdón, estamos jodidos: no vamos a poder pararlo ni evitar que se repita en el futuro, exactamente cuando ellos quieran volver a inventar una realidad inexistente en contra de cualquiera que no se humille ante su capacidad de mentir.
No se qué tal se lleva eso de trabajar y formar parte de esas redacciones si alguna vez se ha querido ser periodista de verdad, pero me imagino que muchos lo viven como lo vivía aquel que pedía a sus amigos que, por favor, le dijeran a su madre que era pianista en un burdel pero jamás que era periodista.