domingo, 29 de diciembre de 2019

La sementera del tiempo




En los helados surcos marrones, hoy maquillados de escarcha,
yace el tiempo en la fría sementera desgarrada, oscura,
arañada de añoranza y helada con el invierno.
Espera el hombre acobardado de hielo, viento y borrasca.
Sueña el lejano verde de un renacer olvidado
y Saturno, dueño del tiempo, rige esperanzas y sueños
y los sueños se hacen vino, se hacen recuerdos perdidos
se hacen nada pues nada somos ante el miedo.
somos nada bajo el hielo; somos, ante todo, nada.
Bajo la oscurecida luna del invierno duerme el verde
y el hielo muerde la tierra hasta el desgarro y el daño
Teme el hombre y huye el sol; calla el campo y todo muere
pero el sueño permanece más allá de la esperanza.
Volverá el verde Mayo y el hielo se olvidará de nuevo
Volverá la vida y el miedo volará lejos con la borrasca  
y el hombre mirará atrás buscando alivio del miedo
buscará ayuda, buscará la razón del daño
y encontrará a un dios que le explique, un dios
humano y calmo que le hable del sol y los vientos,
que le hable del solsticio y del verano, del hielo y el fuego
del miedo y la calma, del largo tiempo en sementera.
Como el tiempo, nuestras vidas, viven y mueren;
Duermen o respiran sobre una tierra arañada,
herida por nuestro paso y preñada de mañana.

sábado, 14 de diciembre de 2019

El Dedo y la Luna




Greta tiene razón, la emergencia es absoluta, lo confirman todos los datos fiables y, lo que es peor: ya se acumulan muertos cuya vida ha terminado por culpa del cambio climático. El problema es que la figura de Greta, una niña de 16 años con un destino cruel si no me equivoco, es una figura muy caricaturizable; es un objetivo fácil para esos reaccionarios que, ridiculizando el dedo que señala la luna, consiguen que olvidemos la existencia de la luna para centrarnos en lo insignificante y débil del dedo de una niña.
La reacción económica tiene una posición dominante y un objetivo claro; sabe manipular medios, personalidades y distribuye generosamente las inmensas cantidades de dinero que tiene a su disposición para oscurecerlo todo. Es dinero que compra voluntades, que compra el prestigio personal que fija precio a su traición y confunde, lanza fuegos de artificio, inunda las redes de memes y de fotos de Greta con el ceño fruncido y quieren que nos olvidemos de la verdad: esto está “mu jodido”.
Greta, en su posición de vanguardia, hace lo que siempre se ha hecho: exagera, radicaliza, grita, conmueve, señala el fuego que otros quieren que no veamos y su aparición debe ser aplaudida y también debemos agradecer la asunción inconsciente del destino de juguete roto que le aguarda tras la marea de notoriedad y fama. Le llegará y deberá asumirlo de la mejor manera posible, pero nos habrá beneficiado a todos y su mensaje habrá contribuido a que se pongan en marcha millones de pequeños actos individuales que son posibles y que, seguro, serán eficaces para cambiar la dirección de algunas corrientes de consumo. ¿Cómo? Sumando millones de pequeñas gotas al río de los cambios.
Todos podemos cambiar nuestro cepillo de dientes de plástico por otro de bambú; dejar el coche en casa ese domingo que nos apetece salir y ponernos a andar; todos podemos ir a la compra con nuestras propias bolsas y recipientes para evitar el plástico; todos podemos dejar notas en los supermercados diciendo que no compramos nada que esté contenido en plásticos (aunque sea mentira); algunos comprarán un coche eléctrico cuando tengan que cambiar…y todos esos pequeños gestos acabarán por crear segmentos de mercado que serán económicamente interesantes, verdadero punto de inflexión para todo. Y de momento, no han entrado en juego los políticos.
Los políticos deben ser conscientes de que el momento es ahora, que ya es la hora de legislar con absoluta dureza y sin piedad, por mucho que sume la cuenta a pagar. Como se hizo con el tabaco -y acordaros todos de todo lo que se dijo en contra de una medida que todos dijeron que era imposible y sin embargo se realizó sin problema – las medidas deben llegar de manera inmediata e inclemente. Se terminó todo lo que sea economía circular; se acabó desechar plásticos de botellas y se acabó permanecer genuflexos antes su majestad el coche y su vicario el petróleo.
No hay tiempo, ya ha pasado el tiempo de la duda: ha llegado el momento de actuar y no dejarse confundir por los bien pagados negacionistas. Mientras ellos perpetúan su negocio, la cuenta la pagamos todos y eso debe acabarse: no dejéis que os confundan o distraigan y dar el primer paso del largo viaje que tenemos delante. Decidir hacer una cosa, una simple cosa y mantenerla. Sentiros importantes con esa pequeña aportación y cuando la hayáis asumido y pertenezca a vuestros hábitos, añadir otra más y luego otra y…sentiros parte de la corriente que, lo consiga o no, intenta arreglar las cosas.
Nadie os podrá quitar ese logro ni ese orgullo por el deber cumplido.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Hijos de Todos



Que Vox está sacudiendo cimientos y conciencias es algo obvio, pero lo que para algunos no es tan obvio es que lo hace manejando los conceptos más peligrosos que imaginarse puedan. Vox simplifica, segmenta, disecciona y receta pócimas que, en su perversa simplicidad, parecen adecuarse a las necesidades más básicas de aquellos incapaces de manejar realidades complejas. La receta de Vox es terrible por su demostrada eficacia a lo largo de la historia, pero se olvida que la eficacia de esa estrategia sólo conduce a la guerra, al enfrentamiento, a la división y a la consagración del odio como motor de los cambios sociales.
Vox ha tenido un éxito desmesurado en las últimas elecciones y, crecido por sus ensoñaciones, se siente dueño del destino de algunos: de los más débiles y desfavorecidos por la suerte. Si quisiéramos diseñar una situación personal trágica, adversa, triste y definitoria de un oscuro futuro, posiblemente muchos de nosotros describiríamos punto por punto la vida de los menores no acompañados que son acogidos en tantos recintos europeos a la espera de…nada. Niños en tránsito hacia el anonimato que no son de nadie siendo de todos; sus vidas se deslizan paralelas a las nuestras, como lánguidos fantasmas que, cuando se hacen corpóreos y presentes, sólo pueden aspirar a molestarnos y a encender el odio de los votantes de vox marcados por el miedo.
Esos niños, adolescentes desnortados que a nadie aman y a nadie imitan, viven el horror de la no pertenencia: no tienen tribu, familia o cultura propia; no pueden ser nada que hayan aceptado, querido y sentido como propio y, sin embargo, creo firmemente que son nuestros, son de todos, que su tragedia nos salpica de silencio, olvido e ignorancia mientras dejamos que sean blanco de los odios de aquellos que, en su desgracia e indefensa invalidez, ven la fácil consagración de su poder.
El mensaje de Vox es repugnante en general, pero cuando convierte a estos niños y adolescentes en el blanco de sus ataques y mentiras, hace que se me revuelvan las tripas de indignación y luego, más calmado, pienso que es mejor que todos podamos ver la podredumbre de sus almas en su máxima expresión. Pienso que es mejor que aquellos que les aceptan vean, cada día, cada minuto de su abyecta aceptación, con qué y con quien trabajan y qué objetivos tienen esos a los que llaman “socios” y que quieren engañarnos negándose a aceptar la realidad de esa condición (Rae: persona asociada con otra u otras para algún fin.)
Hoy son esos anónimos -nos conviene que esos niños etéreos y ausentes no tengan nombre y se acerquen a la condición de cosa- seres que habitan los márgenes de nuestra vida, pero mañana podremos ser cualquiera de nosotros el blanco de sus odios: homosexuales, mujeres, adversarios políticos…y nadie podrá decir que no sabía lo que realmente significaba el discurso de este partido. El odio no tiene límite ni barrera moral alguna, el odio lo valida y lo justifica todo y todos debemos ser conscientes de que se ha iniciado su tiempo. Hoy son los MENAS, los hijos de todos, los que se han convertido en el centro de su odio. ¿Necesitamos algo más para darnos cuenta de su verdad? ¿Hay algo peor que ver a nuestros hijos en peligro? ¿Hasta dónde va a llegar la culpable complicidad de algunos? ¿Veremos impasibles la persecución de nuestros propios hijos mientras miramos hacia otro lado? Esperemos que no.