viernes, 6 de diciembre de 2019

Hijos de Todos



Que Vox está sacudiendo cimientos y conciencias es algo obvio, pero lo que para algunos no es tan obvio es que lo hace manejando los conceptos más peligrosos que imaginarse puedan. Vox simplifica, segmenta, disecciona y receta pócimas que, en su perversa simplicidad, parecen adecuarse a las necesidades más básicas de aquellos incapaces de manejar realidades complejas. La receta de Vox es terrible por su demostrada eficacia a lo largo de la historia, pero se olvida que la eficacia de esa estrategia sólo conduce a la guerra, al enfrentamiento, a la división y a la consagración del odio como motor de los cambios sociales.
Vox ha tenido un éxito desmesurado en las últimas elecciones y, crecido por sus ensoñaciones, se siente dueño del destino de algunos: de los más débiles y desfavorecidos por la suerte. Si quisiéramos diseñar una situación personal trágica, adversa, triste y definitoria de un oscuro futuro, posiblemente muchos de nosotros describiríamos punto por punto la vida de los menores no acompañados que son acogidos en tantos recintos europeos a la espera de…nada. Niños en tránsito hacia el anonimato que no son de nadie siendo de todos; sus vidas se deslizan paralelas a las nuestras, como lánguidos fantasmas que, cuando se hacen corpóreos y presentes, sólo pueden aspirar a molestarnos y a encender el odio de los votantes de vox marcados por el miedo.
Esos niños, adolescentes desnortados que a nadie aman y a nadie imitan, viven el horror de la no pertenencia: no tienen tribu, familia o cultura propia; no pueden ser nada que hayan aceptado, querido y sentido como propio y, sin embargo, creo firmemente que son nuestros, son de todos, que su tragedia nos salpica de silencio, olvido e ignorancia mientras dejamos que sean blanco de los odios de aquellos que, en su desgracia e indefensa invalidez, ven la fácil consagración de su poder.
El mensaje de Vox es repugnante en general, pero cuando convierte a estos niños y adolescentes en el blanco de sus ataques y mentiras, hace que se me revuelvan las tripas de indignación y luego, más calmado, pienso que es mejor que todos podamos ver la podredumbre de sus almas en su máxima expresión. Pienso que es mejor que aquellos que les aceptan vean, cada día, cada minuto de su abyecta aceptación, con qué y con quien trabajan y qué objetivos tienen esos a los que llaman “socios” y que quieren engañarnos negándose a aceptar la realidad de esa condición (Rae: persona asociada con otra u otras para algún fin.)
Hoy son esos anónimos -nos conviene que esos niños etéreos y ausentes no tengan nombre y se acerquen a la condición de cosa- seres que habitan los márgenes de nuestra vida, pero mañana podremos ser cualquiera de nosotros el blanco de sus odios: homosexuales, mujeres, adversarios políticos…y nadie podrá decir que no sabía lo que realmente significaba el discurso de este partido. El odio no tiene límite ni barrera moral alguna, el odio lo valida y lo justifica todo y todos debemos ser conscientes de que se ha iniciado su tiempo. Hoy son los MENAS, los hijos de todos, los que se han convertido en el centro de su odio. ¿Necesitamos algo más para darnos cuenta de su verdad? ¿Hay algo peor que ver a nuestros hijos en peligro? ¿Hasta dónde va a llegar la culpable complicidad de algunos? ¿Veremos impasibles la persecución de nuestros propios hijos mientras miramos hacia otro lado? Esperemos que no.

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