Greta tiene razón, la emergencia es absoluta, lo confirman
todos los datos fiables y, lo que es peor: ya se acumulan muertos cuya vida ha
terminado por culpa del cambio climático. El problema es que la figura de
Greta, una niña de 16 años con un destino cruel si no me equivoco, es una
figura muy caricaturizable; es un objetivo fácil para esos reaccionarios que, ridiculizando
el dedo que señala la luna, consiguen que olvidemos la existencia de la luna para
centrarnos en lo insignificante y débil del dedo de una niña.
La reacción económica tiene una posición dominante y un
objetivo claro; sabe manipular medios, personalidades y distribuye generosamente
las inmensas cantidades de dinero que tiene a su disposición para oscurecerlo
todo. Es dinero que compra voluntades, que compra el prestigio personal que
fija precio a su traición y confunde, lanza fuegos de artificio, inunda las
redes de memes y de fotos de Greta con el ceño fruncido y quieren que nos
olvidemos de la verdad: esto está “mu jodido”.
Greta, en su posición de vanguardia, hace lo que siempre se
ha hecho: exagera, radicaliza, grita, conmueve, señala el fuego que otros
quieren que no veamos y su aparición debe ser aplaudida y también debemos
agradecer la asunción inconsciente del destino de juguete roto que le aguarda
tras la marea de notoriedad y fama. Le llegará y deberá asumirlo de la mejor
manera posible, pero nos habrá beneficiado a todos y su mensaje habrá
contribuido a que se pongan en marcha millones de pequeños actos individuales
que son posibles y que, seguro, serán eficaces para cambiar la dirección de
algunas corrientes de consumo. ¿Cómo? Sumando millones de pequeñas gotas al río
de los cambios.
Todos podemos cambiar nuestro cepillo de dientes de plástico
por otro de bambú; dejar el coche en casa ese domingo que nos apetece salir y
ponernos a andar; todos podemos ir a la compra con nuestras propias bolsas y
recipientes para evitar el plástico; todos podemos dejar notas en los
supermercados diciendo que no compramos nada que esté contenido en plásticos (aunque
sea mentira); algunos comprarán un coche eléctrico cuando tengan que cambiar…y
todos esos pequeños gestos acabarán por crear segmentos de mercado que serán
económicamente interesantes, verdadero punto de inflexión para todo. Y de
momento, no han entrado en juego los políticos.
Los políticos deben ser conscientes de que el momento es
ahora, que ya es la hora de legislar con absoluta dureza y sin piedad, por
mucho que sume la cuenta a pagar. Como se hizo con el tabaco -y acordaros todos
de todo lo que se dijo en contra de una medida que todos dijeron que era
imposible y sin embargo se realizó sin problema – las medidas deben llegar de
manera inmediata e inclemente. Se terminó todo lo que sea economía circular; se
acabó desechar plásticos de botellas y se acabó permanecer genuflexos antes su
majestad el coche y su vicario el petróleo.
No hay tiempo, ya ha pasado el tiempo de la duda: ha llegado
el momento de actuar y no dejarse confundir por los bien pagados negacionistas.
Mientras ellos perpetúan su negocio, la cuenta la pagamos todos y eso debe
acabarse: no dejéis que os confundan o distraigan y dar el primer paso del
largo viaje que tenemos delante. Decidir hacer una cosa, una simple cosa y
mantenerla. Sentiros importantes con esa pequeña aportación y cuando la hayáis
asumido y pertenezca a vuestros hábitos, añadir otra más y luego otra y…sentiros
parte de la corriente que, lo consiga o no, intenta arreglar las cosas.
Nadie os podrá quitar ese logro ni ese orgullo por el deber
cumplido.
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