sábado, 14 de diciembre de 2019

El Dedo y la Luna




Greta tiene razón, la emergencia es absoluta, lo confirman todos los datos fiables y, lo que es peor: ya se acumulan muertos cuya vida ha terminado por culpa del cambio climático. El problema es que la figura de Greta, una niña de 16 años con un destino cruel si no me equivoco, es una figura muy caricaturizable; es un objetivo fácil para esos reaccionarios que, ridiculizando el dedo que señala la luna, consiguen que olvidemos la existencia de la luna para centrarnos en lo insignificante y débil del dedo de una niña.
La reacción económica tiene una posición dominante y un objetivo claro; sabe manipular medios, personalidades y distribuye generosamente las inmensas cantidades de dinero que tiene a su disposición para oscurecerlo todo. Es dinero que compra voluntades, que compra el prestigio personal que fija precio a su traición y confunde, lanza fuegos de artificio, inunda las redes de memes y de fotos de Greta con el ceño fruncido y quieren que nos olvidemos de la verdad: esto está “mu jodido”.
Greta, en su posición de vanguardia, hace lo que siempre se ha hecho: exagera, radicaliza, grita, conmueve, señala el fuego que otros quieren que no veamos y su aparición debe ser aplaudida y también debemos agradecer la asunción inconsciente del destino de juguete roto que le aguarda tras la marea de notoriedad y fama. Le llegará y deberá asumirlo de la mejor manera posible, pero nos habrá beneficiado a todos y su mensaje habrá contribuido a que se pongan en marcha millones de pequeños actos individuales que son posibles y que, seguro, serán eficaces para cambiar la dirección de algunas corrientes de consumo. ¿Cómo? Sumando millones de pequeñas gotas al río de los cambios.
Todos podemos cambiar nuestro cepillo de dientes de plástico por otro de bambú; dejar el coche en casa ese domingo que nos apetece salir y ponernos a andar; todos podemos ir a la compra con nuestras propias bolsas y recipientes para evitar el plástico; todos podemos dejar notas en los supermercados diciendo que no compramos nada que esté contenido en plásticos (aunque sea mentira); algunos comprarán un coche eléctrico cuando tengan que cambiar…y todos esos pequeños gestos acabarán por crear segmentos de mercado que serán económicamente interesantes, verdadero punto de inflexión para todo. Y de momento, no han entrado en juego los políticos.
Los políticos deben ser conscientes de que el momento es ahora, que ya es la hora de legislar con absoluta dureza y sin piedad, por mucho que sume la cuenta a pagar. Como se hizo con el tabaco -y acordaros todos de todo lo que se dijo en contra de una medida que todos dijeron que era imposible y sin embargo se realizó sin problema – las medidas deben llegar de manera inmediata e inclemente. Se terminó todo lo que sea economía circular; se acabó desechar plásticos de botellas y se acabó permanecer genuflexos antes su majestad el coche y su vicario el petróleo.
No hay tiempo, ya ha pasado el tiempo de la duda: ha llegado el momento de actuar y no dejarse confundir por los bien pagados negacionistas. Mientras ellos perpetúan su negocio, la cuenta la pagamos todos y eso debe acabarse: no dejéis que os confundan o distraigan y dar el primer paso del largo viaje que tenemos delante. Decidir hacer una cosa, una simple cosa y mantenerla. Sentiros importantes con esa pequeña aportación y cuando la hayáis asumido y pertenezca a vuestros hábitos, añadir otra más y luego otra y…sentiros parte de la corriente que, lo consiga o no, intenta arreglar las cosas.
Nadie os podrá quitar ese logro ni ese orgullo por el deber cumplido.

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