sábado, 30 de julio de 2016

Europa ante el Islam (2)


Su verdadero nombre: ESCLAVITUD


Sobre este punto admito el riesgo de caer en la tendencia general tan bien detectada por mi amigo Kike: es posible que se note que tengo más opiniones que criterios bien formados y coherentes, ya que la materia se presta a ello tanto por su complejidad –digna de expertos -   como por la información que se puede manejar desde fuentes periodísticas, siempre muy complicadas de validar. Dicho esto, parece claro que estamos viviendo una situación calamitosa que no parece tener ganas de solucionarse a corto plazo y tampoco, lamentablemente, en plazos más largos.

Cuando pensamos en los atentados cuyo origen se basa en el islam y además, pensamos en ellos como europeos, solemos olvidarnos de dos datos fundamentales que ya hemos comentado y a los que hay que definir exactamente en términos numéricos: el 87% de los atentados realizados desde el año 2.000 han tenido lugar en países de mayoría musulmana y segundo, de las 72.000 víctimas contabilizadas, 63.000 eran musulmanas. Estos datos se refieren a muertos directos, pero nada dicen de aquellos que lo han sido como producto de guerras más o menos formales o declaradas. Si sumamos ambos orígenes, nos vamos a cifras realmente espeluznantes que dan lugar a una inagotable fuente de emigrantes que, lógicamente y con todo derecho, buscan un lugar seguro en el que poder seguir dándole al vicio de estar vivo, muy extendido entre los humanos.

En cuanto al análisis de los destinos elegidos para conseguir esa preciada supervivencia hay un dato que llama poderosamente la atención: Europa es la novia de la fiesta, la más popular del baile, el destino soñado y lo es muy por encima de otros países y zonas de mayoría musulmana cuya afinidad, en teoría, les obligaría a abrir brazos y fronteras a estos hermanos caídos en desgracia. No tengo los datos exactos sobre el número de refugiados sirios que han encontrado refugio, trabajo y acogida en Arabia Saudita, Qatar, Emiratos etc. Si digo que muy pocos seguro que no me equivoco, algo que contrasta con los casi cuatro millones que viven, vegetan o malviven en países como Jordania, Turquía y otros, solidarios u obligados, cuyas costuras amenazan de explosión inminente.

¿Por qué ese rechazo? Por razones religiosas que condicionan la política: los países del golfo tienen otras creencias y esos refugiados, en su inmensa mayoría, no dejan de ser herejes cuyo mejor destino se orienta hacia la hoguera purificadora. Efectivamente, desde el centro del poder económico del petróleo, los salafistas saudíes controlan la ortodoxia del islam más retrógrado, puritano, violento y, lo que es peor, expansionista. Esta interpretación del islam, contraria a Chiies y Suníes, que de no ser por el petróleo no hubiera pasado de ser una pasajera locura de un cabestro llamado Saud que vivió en el siglo XVIII, es la que se ha colocado en el centro de todo como el sostén económico de cualquier pirado que levanta la bandera de Alá para hacer el salvaje donde pueda. Y en este punto, lo siento, no hay matices: la realidad social y política de los países y ciudadanos sometidos a estas dinastías feudales es medieval, inadmisible y carece de los más tibios visos de legitimidad, pero…la pasta manda. Ellos, los mismos sobre los que gravitan muchas certezas sobre la financiación de actividades puramente terroristas, se sientan en la ONU, hablan con desparpajo de derechos humanos, van a las universidades americanas y empapelan conciencias con petrodólares que ganan gracias a nosotros y al modo de vida que les gustaría destruir mientras nosotros seguimos con el lirio en la mano adormecidos y domesticados por el “sistema”.

Este es el corazón de la hidra, la energía que alimenta y da vida a sus muchos brazos – todos ellos efímeros, prescindibles e intercambiables –a través del dinero, de la financiación de sus actividades terroristas. Esos países constituyen el cuartel general del que emana todo, el resto son esbirros, pobres perros de la guerra, carne de cañón que se sacrifica para mayor gloria del profeta mientras los pensantes viven tranquilos manejando los hilos del mundo financiero que tan bien se lleva con los generales, propios y ajenos. Si nos fijamos bien en los perfiles de los últimos “lobos solitarios” (habría que darle dos vueltas a esa denominación) que han atentado en Europa, veremos que predomina el “rarito”; el medio colgado-inadaptado a su propio entorno que, de repente, explota en una deflagración de iluminación sacra y se cae del caballo camino del desastre. No hay nada detrás, sólo el vacío de unos mensajes manipulados y manipuladores que le hacen creer en su destino glorioso como mártir del profeta. Antiguo y muy peligroso, pues la actual disponibilidad de infraestructuras técnicas de comunicación y captación de estos “colgados” es enorme, barata y muy sencilla. Todo, como siempre, vuelve al dinero.

El dinero saudí del petróleo paga universidades, imanes, mezquitas y lo que haga falta para adormecer a Occidente mientras solivianta a las masas adoctrinadas en el odio y eso es más peligroso, mucho más, que pescar desplazados por internet. Los actuales talibanes afganos, esos que ocupan puestos clave en la administración del gobierno, ya no son incultos pastores adormecidos por las drogas que consumían de forma habitual, no: ahora son universitarios formados en Pakistán en centros educativos sostenidos y financiados por dinero saudí para difundir doctrina y trabajarse un mercado de 1.500 millones de musulmanes, algo muy interesante y rentable. Un vistazo al mapa de distribución geográfica de los países musulmanes nos puede dar idea la geografía física del fenómeno. Primero, hay contacto físico entre sus fronteras, los países se yuxtaponen y parece que necesitaran de ese contacto para construir una cinta, un cinturón de continuidad. Segundo, la península arábiga ocupa una posición central en toda esa inmensa mancha verde de la media luna.

Todos estos antecedentes, todos estos datos están muy bien, pero ¿Cómo abordamos el problema? ¿cómo lo arreglamos? Pues, desde mi modesto punto de vista, la cosa está muy complicada, la verdad, y lo está por muchos y variados motivos:

1º.- Occidente no está unido, no tenemos una postura común que cuente con el compromiso de todos para ejecutarla de manera coordinada y sin fisuras.

2º.- El dinero lo tapa todo, lo fragmenta, hace que se puedan comprar voluntades y enmascarar actitudes con los disfraces que hagan falta y cada cual sabe su precio, sus debilidades con respecto a los grandes capitales del petróleo.

3º.- Cada vez que occidente se pone las pilas y hace algo, la liamos parda: la última, la guerra de Irak, nos ha dejado una cagada global cuyas consecuencias pagaremos durante décadas.

4º.- No tenemos – ya se encargan ellos – una alternativa energética que nos permita solventar la dependencia del petróleo de estos países: no podemos prescindir de su crudo.

5º.- Hay mucho más dinero destinado a fomentar el desastre, el terrorismo y las diversas guerras organizadas, que el que se podría conseguir, en el mejor de los casos, con el objetivo de poner en marcha un plan global que solucionara los grandes problemas básicos: la pobreza de los países, el subdesarrollo social y tecnológico etc.

6º.- En el fondo, a todos nos va bien que se etiquete el problema como “religioso” pues de esa manera se puede evitar la toma de posturas y la puesta en marcha de acciones concretas que irían contra esa corriente que ampara y protege el necesario “respeto”; olvidándose de que, como hemos dicho, no todo lo que tiene que ver con la religión tiene, por definición, derecho o motivo para ser respetado.

La lista podría prolongarse “ad infinitum” pero ¿para qué? Esas seis razones, entre otras muchas, son suficientes para consolidar la inacción por un periodo de tiempo largo y suficiente sin que los muertos, que se van acumulando en todas partes, cuenten en lo más mínimo ni a nadie importen.

Personalmente no tengo ninguna esperanza sobre posibilidad de solución ninguna que no pase por una buena guerra de las gordas, - lo que estos cafres descerebrados desean y piden a gritos - si es que a tal salvajada se le puede llamar solución.

Occidente mantiene demasiados intereses contrapuestos como para poder pensar, aprobar e implementar alguna acción colectiva, uniforme y absolutamente unánime que permita aspirar a conseguir los resultados requeridos. ¿Podemos ejercer un absoluto bloqueo económico sobre ellos? No, ¿verdad?  Pues de ahí mi personal pesimismo en cuanto a evitar un buen follón bélico, algo que muchos desean fervientemente, nos sólo los talibanes, que también hay fabricantes de armas, concesiones sobre yacimientos etc. Tenemos muchos actores en contra: el lobby del petróleo y el armamentístico; el mundo financiero, que no puede prescindir de esas llegadas de capital y de los fondos de la zona… ¿seguimos? No creo que merezca la pena continuar batiendo ese fierro que ya está frío, la verdad.

Cualquiera puede imaginar que, eliminando las guerras africanas –muy rentables para Occidente, por cierto – y con un sustancial incremento del nivel de su población, la marea terrorista perdería fuerza, pero es que además de África está todo medio oriente –caos inmanejable, oiga VD. – y Pakistán con todos sus satélites y el peligro de contagio para algunas repúblicas ex-soviéticas, que la cosa puede llegar hasta Mongolia y es que no…no aprendemos, sencillamente.

Hoy es el Islam el que se toma como bandera para justificarlo todo –desde ambos lados – y bajo o contra ese titular, esa enseña, se actúa sin mirar más allá de lo inmediato y así nos va. Europa debe defenderse y tomar medidas para asegurarse de que los inmigrantes y refugiados recibidos tengan tanto la intención como la posibilidad de aceptar, al 100% y sin reservas, sin excepciones o matices, el juego y la estructura social de la zona que los acoge gracias a una evolución moral e intelectual a la que el islam no ha llegado y que, básicamente, rechaza de plano. Europa ha aceptado los beneficios de la larga marcha hacia el laicismo y en su plena implantación reside, a mi juicio, la única esperanza de arreglo: una Europa laica cuya población se manifieste como tal y que obligue a sus ciudadanos a manifestarse como iguales ante la ley, con todas las obligaciones y derechos propios de ciudadanos libres, tiene, a mi juicio, alguna posibilidad de conseguir grandes avances.

En primer lugar y como objetivo primordial, podría conseguir que las mujeres musulmanas dejaran de ser esclavas y estar sometidas a la exclusiva voluntad de los hombres. Nadie parece pensar con seriedad en lo que supone el islam para el 50% de su población; nos olvidamos de que la lucha contra la esclavitud fue el origen de la primera gran asociación de naciones en torno a un objetivo humanitario –y económico, si –común; asociación que luego derivó en la sociedad de naciones y posteriormente en la ONU, los queridos y simpáticos inoperantes que decía Mafalda.

¿Podría esa lucha contra la esclavitud –sin matices – ser la bandera que venciera las restricciones intelectuales originadas por el “buenismo” europeo y derivar en una justa lucha sin cuartel? Nadie lo ha manejado así (por lo menos, no con fuerza en los medios para que el mensaje cale de verdad) ni siquiera las muchas organizaciones femeninas y feministas que parecen instaladas en un silencio espeso y sorprendente rayano en el miedo o la aprobación de los usos y costumbres que esclavizan a sus semejantes del lado musulmán. ¿Cómo es posible que, hoy, la absoluta indefensión de la mujer musulmana no constituya el centro gravitacional para la actividad, sin cuartel o descanso, de las organizaciones políticas, los estados y los colectivos feministas? De verdad que no acabo de entenderlo ni puedo, tampoco, encontrar o justificar las desconocidas causas de esta pasmosa inactividad. Es cierto que, a veces y atendiendo a aspectos muy concretos, las campañas “contra” la ablación genital generan titulares y corrientes de opinión que han dado a los jueces leyes que les permiten proteger a las menores de esta salvajada y empapelar adecuadamente a aquellos progenitores defensores de tal burrada. Bien; eso está muy bien, pero nadie –ni partidos ni leyes – actúan a favor de la mujer que, encerrada bajo ese chador, burka o túnica, marcha detrás de ese hijo de puta en bermudas que recorre la ciudad como si tal cosa. ¿De verdad alguien piensa que ese ser humano no es objeto de discriminación, violencia doméstica y subordinación constituyendo una clase inferior en la sociedad que lo fomenta? ¿Es que no podemos conseguir que sea objeto de una especial protección como sujeto de derechos que ya consideramos universales y definitorios de nuestro modelo social? Una vez más, ese “buenismo” inoperante y paralizante se impone sobre cualquier lógica y detiene la evolución de las leyes hacia el laicismo protector que supondría, sin ningún género de dudas, la liberación y la esperanza de millones de mujeres. Y es que estamos hablando de millones de seres humanos que, solo en Europa, en pleno siglo XXI, no pueden disfrutar de los mismos derechos y obligaciones que los machos que las esclavizan y discriminan como seres de segunda clase e inferior categoría. Dar por buena esta situación nos debilita como sociedad, nos degrada como seres humanos y nos hace cómplices de la barbarie y el medievalismo; y esto, aunque suene duro es real como la vida misma. Y lo curioso es que se puede hacer como lo ha hecho Suiza, que prohíbe ese tipo de prácticas en la vestimenta bajo multa y posible expulsión por reincidencia. Y no ha pasado nada, sencillamente: nada en absoluto. Y Fue también Suiza la que no permitió la edificación de una mezquita y tampoco pasó nada, así que lo único que hace falta es ponerse a ello y legislar sin miedo.

Europa, sin dilación, debe poner en marcha una serie de medidas proteccionistas que cubran dos terrenos diferenciados: el estatal y el personal. En el primero, el estatal, podemos poner a la UE a trabajar, de verdad, en la creación de un marco legal paneuropeo que, por encima de la limitación numérica, defina, exactamente, las reglas de integración y pertenencia, como ciudadano, en todos los países de la Unión. Comparto y coincido con Sartori la necesaria separación que recomienda y distingue entre residente y ciudadano de pleno derecho. Europa, a veces, elimina demasiado fácilmente, pasos y estados intermedios y consagra y concede la ciudadanía sin esperar a comprobar que los comportamientos individuales cumplen con las normas de conducta exigibles y que aseguran, un poco mejor, la plena integración del migrante como ciudadano. Un ciudadano no debería ser objeto de futura integración; un ciudadano YA ESTÁ integrado, ya colabora y contribuye solidariamente, ya trabaja y vive conforme a las reglas y normas de la sociedad que lo acoge sin conflicto interior alguno, así de simple. La creación de este camino, la definición adecuada de estos pasos intermedios, podría facilitar, enormemente, la identificación de aquellos elementos difíciles a los que, en primera instancia, se podría ayudar o, si la cosa no funciona, expulsar sin remordimiento alguno tras haber puesto todo el potencial del estado a su favor y no haber tenido la justa correspondencia por parte del sujeto objeto de expulsión.

En el plano personal, Europa debería iniciar una acción definitiva y definida en favor de la mujer musulmana con carácter inmediato. Primero, por decencia y segundo, por interés, ya que el papel de la mujer, en todas las sociedades, es pieza clave en proceso educativo y socializador del individuo y eso hay que cuidarlo mucho. Hay que partir del principio, obvio y evidente, de que TODA mujer musulmana es, por el hecho de cumplir con la doble condición de mujer y de musulmana, una mujer maltratada a la que ayudar y proteger de manera inmediata y decidida.

Si todo esto se produce en un entorno verdaderamente laico en el que los estados se separen, de verdad y definitivamente, de las religiones, todo sería un poco más fácil. Y eso implica que la religión pase, definitivamente, al ámbito de lo privado y personal, momento en el que nos volveremos a encontrar con un eterno problema larvado con el que se va conviviendo, mejor o peor, en función del país considerado:  la educación.  ¿Qué hacemos con ella? Pues de momento, proceder con mucho cuidado y plantear un primer objetivo prioritario: la competencia pública completa sobre las materias no religiosas. Eso implica considerar a los profesores con un estatus de trabajador público –habría que ver si como funcionarios o como trabajadores con un nuevo estatus muy protegido por el estado en el ejercicio de sus deberes y obligaciones como docente – que depende, estrictamente, de los ministerios de educación. Los centros pagan los costes de estos trabajadores al estado – normalizados en los mínimos – y es éste el que vela por su preparación, adecuación, reciclaje constante y capacitación. Suena muy bestia y muy radical, pero sería la única manera de evitar que el dinero- muchísimo dinero – en manos de los más radicales financie, con ventaja, centros educativos segregacionistas y fanatizados.

La educación debe ser buena, pública y universal. Los centros privados son vigilados y tutelados compitiendo entre sí por la excelencia al primar – por su cuenta y ventura – a los mejores profesores desde los niveles de remuneración que establece el ministerio y siempre hacia la mejora, nunca a la baja como ahora se hace, respetando la neutralidad y los contenidos de los programas de cada asignatura. (Recordemos el lío del creacionismo y evitémoslo, por favor) Y como complemento e instrumento de integración, los escolares, todos, uniformados de manera igual, sin excepción, ellos y ellas, hasta la finalización de la escolarización OBLIGATORIA. Nada que ayude a separar o discriminar; ninguna prenda no reglada obligada en función de costumbre religiosa alguna; son alumnos, son niños y jóvenes antes de ser cristianos, judíos o musulmanes. Debemos considerarlos como lo que son: educandos en busca de sus propias posturas personales ante la vida; son libres en una sociedad libre que no les pone etiquetas. Reciben una educación que es para todos y lo incluye todo, con la única excepción de la formación religiosa que cada cual reciba a través de los canales reglados.

La defensa de los valores sociales europeos debe encomendarse a las futuras generaciones que se han formado con ellos; ellos serán los responsables de mantener esos valores y asentarlos a la vez que evolucionan y mejoran de forma armónica con el tejido social que los protege contra populismos, fascismos, intransigencias, fanatismos o nacionalismos excluyentes y xenófobos.

Formo parte de una generación cobarde y timorata que ha claudicado en todo; que se ha dejado expoliar todo y que ha permitido el enorme retroceso de los derechos civiles, laborales y sociales que ahora nos han impuesto y que tiene, en esta batalla social, la oportunidad de redimirse luchando en favor de ese último sueño que ahora se desvanece amenazado por todo: Europa.

No lo hacemos y no lo haremos por muchas razones, pero hay un motivo fundamental y siniestro: la pereza. Pereza intelectual, pereza a la hora de pensar y asumir posturas coherentes con la necesidad de cumplir objetivos básicos; pereza de informarse, debatir y trabajar contra esa corriente dominante del “pensamiento regalado”. Mucho mejor que piensen otros, que ellos me lo den todo en un formato sencillo, aunque me engañen, aunque me llenen la vida de mentiras y consigan que mis actos actúen en contra de mis propios intereses tal y como ha demostrado el último acto de estupidez colectiva: el famoso “breixit”.

Como se decía en los pueblos, “con estos bueyes hay que arar” y la yunta que tenemos hoy no da para mucho, la verdad. Poner en marcha algo parecido a lo que yo propongo, o cualquier otro programa mucho mejor pensado, que no es difícil, se me antoja imposible si tenemos que trabajar contra los eslóganes facilones de “moros fuera”, “islam asesino” o “Europa para los europeos”, que no encuentran resistencia intelectual y a los que, tampoco, se opone ninguna autoridad moral musulmana que colabore, de verdad, con los gobiernos europeos para cambiar la idea dominante. Y es que el silencio de los imanes europeos empieza a ser – o lo es hace ya meses – además de clamoroso, culpable. ¿Qué se dice en las mezquitas? ¿Qué mensaje nos dan a través de los medios de comunicación? ¿Qué doctrina se ofrece al musulmán europeo para que viva los cambios de costumbres de una forma armónica, natural y tranquila? ¿Qué ayuda recibe de esos imanes para integrarse sin sentir que le despojan de su naturaleza y sus creencias más íntimas y arraigadas a cambio de nada? ¿Qué se dice sobre el papel de la mujer en la actual estructura económica; qué sobre su libertad, independencia y autonomía como persona y no como propiedad privada del varón? Yo busco y no encuentro un esfuerzo por su parte para cambiar el mensaje: no los veo, no los escucho, no los oigo, no los leo; no me llega nada que demuestre su esfuerzo y su papel de guías espirituales de un colectivo con dudas y problemas sujeto a tensiones muy fuertes que no sabe cómo resolver. Sólo me llega silencio, un silencio que refuerza los mensajes que llegan con fuerza de los extremos enfrentados: muerte al infiel y moros fuera. Mal camino.

Sinceramente, estoy hasta las cejas de escuchar la cantinela esa de que “el islam es una religión de paz” que nos llega tras cada salvajada y que nos lanzan como si esa afirmación – proveniente en la mayoría de las veces de un cristiano, un católico estudioso con más frecuencia que de los propios musulmanes e imanes - fuera un bálsamo de Fierabrás que todo lo cura. Esa “religión de paz” se ha colocado en el centro de la destrucción, del asesinato y la barbarie y se ha colocado en esa posición gracias al esfuerzo de una minoría que ha secuestrado al colectivo sin que nadie, con peso suficiente y con verdadera autoridad moral –individual o colectiva – se oponga y solucione el secuestro. No ha sido Europa la que se ha levantado un día declarando y decretando su enemistad con el Islam, no. Han sido cuatro locos hijos de satanás lo que, fruto de una situación muy compleja manejada por pocos en contra de muchos, han decidido montar la mundial y llevarse por delante a todo hijo de vecino, tanto en Europa como en cualquier otro sitio donde sea posible hacer estallar una bomba. Y “el Islam” guarda silencio –cuando no apoya fervientemente – mientras las bombas matan y esos “lobos solitarios” encuentran, fácilmente, esa otra cara de “la religión de la paz” que odia y que se construye a sí misma desde la destrucción.

La solución está jodidilla, la verdad pues sabemos quién habla, con muerte, en nombre del Islam, pero no conocemos la verdad de los que viven con el silencio del miedo y de su propia cobardía y sin embargo, deben hablar, cada viernes, como la voz que guía a los creyentes. Son más, claro que son muchos más los pacíficos y los integrados que los violentos, asesinos o desarraigados; son más, pero callan, otorgan y no toman las riendas de su propia situación, la misma que amenaza con estigmatizarlos, señalarlos y convertirlos, ahora sí, en objeto de un odio cerval y defensivo. Parecen desconocer o negar que son ellos, los musulmanes, las primeras víctimas propiciatorias de estos fanáticos cuya única preparación teológica se encuentra próxima a la dinamita y al fusil de asalto.

Otra vez, esa debilidad estructural del Islam se revela devastadora para él mismo, pues carece de voz, de centro, de autoridad. Sunníes, Chiíes, Salafistas, místicos y demás corrientes hablan en nombre de Alá, reivindican la sharía como ley y se erigen como los verdaderos creyentes en contra del resto de herejes, sin que un Constantino pueda convocar un nuevo concilio de Nicea para poner orden en todo este despelote sangriento que nos salpica a todos y todo lo pone perdido de odio, de miedo y de venganza.

Los europeos debemos trabajar, pero los musulmanes sensatos, esos que tienen dos dedos de frente y que, como nosotros, no tienen más misión y más objetivo en la vida que trabajar, sacar adelante a sus familias y ser felices en la medida de lo posible, deben trabajar más; deben hacerse oír, deben dar paso al frente y apoyar las medidas que Europa adopte para protegerse – y protegerlos a ellos - de los locos y los violentos para mejorar la integración y convivencia. Hay que hacer muchas cosas mientras la realidad, la dura realidad, se abre camino a patadas y nos demuestra, día a día, la enorme capacidad del ser humano para buscar el mal y poner de manifiesto, como acaba de pasar en Turquía, que la teocracia amenaza y que, como allí, cualquier sociedad está a un paso del abismo, de la barbarie y de la dictadura del populista de turno.

Una vez que nos hemos dado el pertinente baño de orígenes, posibles causas y exposición de opiniones puramente personales, toca hacerse dos preguntas:

¿Qué podemos hacer?

¿Queremos hacerlo?


Para responder a la primera pregunta sólo puedo aportar lo que, a mi, como ciudadano, me gustaría que se hiciera y que pasa por:

1º.- Proteger, de forma prioritaria y urgente, a la mujer musulmana en Europa. Si hace falta, que es posible que haga falta, contra sí misma.

2º.- Potenciar el laicismo en todos los países hasta su máxima expresión.

3º.- Controlar y guiar el camino de la integración de los inmigrantes musulmanes.

4º.- Establecer “etapas” con diferentes niveles legales que vayan consolidando la integración: desde el permiso de residencia a la nacionalidad.

5º.- Controlar los mensajes y el papel de los imanes en las mezquitas de forma muy estricta. Potenciar su papel como posible elemento de ayuda al cambio individual.

6º.- Integrar a las mujeres en entornos laborales, participativos y formativos como elemento prioritario de atención y motor de cambio.

7º.- Eliminación de todas las barreras sociales y ayudas que consoliden las consecuencias derivadas del “muticulturalismo” y potenciar la pluralidad cultural desde la aceptación –comprobada – del modelo social europeo por parte de los musulmanes residentes.

(De refilón, podríamos echarle un ojo a las medidas, controles y programas de integración desarrollados en y por Israel, que a lo mejor hay algo que se pueda copiar)

Con respecto a la segunda pregunta, la respuesta es sencilla: No queremos hacer nada en serio, de forma colectiva y bajo la batuta de un parlamento europeo unido, así de fácil.

lunes, 25 de julio de 2016

EUROPA ANTE EL ISLAM


Hace tiempo que ando detrás de la idea de escribir algo sobre este tema que vaya más allá del exabrupto, la visceralidad o la simplicidad que demanda la brutal actualidad; algo que intente encontrar motivos y razones por los que esta religión -hoy - es prácticamente indisoluble en la sociedad europea contemporánea.

Sobre el tema se ha escrito bastante y recomiendo, especialmente, el acercamiento de Giovani Sartori, así que lo mejor y más estructurado ya está dicho, pero sigo sin encontrar algo que realmente posicione a la sociedad frente a una solución - o falta de ella - que podamos asumir de forma colectiva y uniforme. Voy a mantener el foco prioritario en Europa dado que es lo que vivo, en primer lugar y en segundo lugar, porque la información que manejo es más fiable y lo que está pasando en el plano internacional es demasiado complejo como para que me sienta cómodo al opinar o escribir con confianza sobre lo que escribo.

Como siempre que nos acercamos a algo, lo primero que necesitamos saber es la naturaleza, el origen de aquello que que intentamos conocer o analizar. En el caso del islam, nos encontramos con algunas características especiales que, al desarrollarse, crecer y expandirse en cumplimiento de su propia vocación, se van manifestando como grandes piezas constitutivas de una especificidad única, propia y por completo ajena a otras construcciones religiosas.

La primera, y desde mi punto de vista trascendental, diferencia es que el islam es una religión, pero NO SÓLO una religión: es una guía completa para la construcción de un modelo social destinado a solucionar problemas concretos de unas tribus determinadas en unas circunstancias bien definidas y en un momento dado. Así pues, tenemos estructurado un modelo social TEOCRÁTICO pensado para unas circunstancias muy particulares que triunfa de manera clara en su primer movimiento expansivo y que pervive, más o menos invariado, hasta nuestros días.¿Repasamos algunas de las circunstancias sociales en las que se crea el Islam? Primero, se origina en una zona con un tejido social disperso formado por tribus enfrentadas con creencias, básicamente animistas en su mayoría -el propio profeta creía en los demonios del desierto, los “dijins” - poco uniformes y particulares y cuyo modo de vida, además del pastoreo, se basaba en la realización de habituales expediciones guerreras, “razias” en busca de botines y riquezas de las tribus “no amigas”; clasificación laxa y muy conveniente a sus intereses. Esta dispersión y “alergia social” hacia una autoridad más amplia - de carácter supratribal -, hacia un centro de poder establecido  y reconocido por todos, hace de la costumbre y la tradición, siempre interpretada de forma muy local y particular, una fuente consuetudinaria de “derecho” que marca el origen y el desarrollo futuro del islam; manteniéndolo fuera de la gravitación de “un centro”, de una sola voz que hable en nombre de todos sus fieles. Esta especificidad se manifiesta, actualmente, como un enorme problema al tratar de entender el islam como algo único, pues no lo es: es una realidad múltiple y multiplicada que se escapa de cualquier normalización y de la que todos hablan  presentando realidades muy distintas en función de cada interlocutor. Tan islam es la llamada “religión de la paz” como el que invoca la yihad contra Occidente y esa capacidad polifacética hace que nos sea muy difícil crear un manual de actuaciones para abarcar su realidad de una forma práctica.

Además de esa dispersión interpretativa y costumbrista, el modo de vida tribal, la constante exposición al peligro de las razias e incursiones, determinan otra cuestión definitoria del islam: el papel de la mujer; siempre separado y siempre distinto a lo largo de los siglos. Muchas de las normas originales, aquellas que han dado lugar a posteriores ampliaciones por completo ajenas al origen y que hoy constituyen lo que conocemos por “sharía”,  nacen de la idea original de “protección” hacia las familias de los compañeros caídos en combate, familias que enfrentaban un futuro incierto antes de la consagración del islam como organizador social. Antes de Mahoma, la familia del caído podía tener distintos destinos, todos inciertos y ninguno bueno: desde la esclavitud a la desaparición pasando por avatares diversos y nunca demasiado buenos. Este esquema de supervivencia extrema lo encontramos en otros grupos sociales que, como las bacterias extremófilas, colonizan ecosistemas muy rigurosos y exigentes. ¿Un ejemplo famoso? La infancia de Temujin, más tarde conocido como Genghis Khan, verdadero ejemplo de cómo pasarlas realmente canutas y sobrevivir a duras penas.

Mahoma trata de proteger a viudas y a huérfanos permitiendo y obligando; permitiendo que el hombre -escaso- tenga más de una mujer (viuda la mayoría de las veces) y obligando a que el hermano del caído asuma la obligación de desposar a la viuda-cuñada y así, asumir la obligación de cuidar y alimentar a la familia de su hermano muerto. El que esa original idea de solidaridad y protección haya acabado como todos sabemos, nos da idea de hasta qué punto el ser humano es capaz de degradar cualquier idea y de cómo la disgregación interpretativa del islam puede, sin base alguna, generar costumbres cuyo origen nada tiene que ver con el Corán y que, sin embargo, han supuesto la esclavitud y la mutilación de la mujer basándose en la teórica norma sagrada de la Sharía, que para nada sustenta ablaciones de clítoris y otras delicadezas semejantes. La realidad es que, a día de hoy, podemos decir que la mitad de una población estimada en 1.500 millones de personas vive esclavizada y sometida a la ineludible voluntad y capricho de la otra mitad y eso, sin eufemismos, se llama esclavitud. ¿Cómo manejamos esa realidad? Ya tenemos la segunda gran clave que manejar como objetivo de este pequeño escrito.

Otra característica fundacional es la necesidad de llevar el expolio de las incursiones fuera de los habituales límites vecinales, algo obvio para cualquiera con dos dedos de frente. Será mejor robar más lejos que seguir robando y matándonos entre nosotros que, al fin y al cabo, somos conocidos y ya se sabe que el roce hace el cariño. Sobre este simple principio se erige y nace la terrible Yihad, movimiento expansivo que oculta su inicial propósito de búsqueda de más terreno de caza y expolio, tras la máscara de la conversión religiosa y la conversión de infieles a la verdad revelada. Ese principio, muy elevado y grandilocuente, se contradice con las prácticas de la primera gran expansión que no pretendían la conversión sino el pago de impuestos por parte de los invadidos, que no tenían la obligación de convertirse: la pasta manda, como siempre.

Ya hemos visto que el sujeto analizado se nos presenta como un ente complejo que estructura y determina TODA la vida de la sociedad que lo alberga, sin excepción ninguna. Cualquier hueco detectado en el mensaje original ha sido rellenado por otros preceptos constitutivos de la sharía con rango de dogma y por tanto, inalterables a lo largo del tiempo. Desde un punto de vista moderno, el islam se presenta como un modelo constitucional en el que el hombre no es objeto de derecho sino de obligaciones, hasta el punto de que no admite la dimisión, la fuga o el cambio de religión: el desafecto, el hereje, el apóstata debe morir y debe, además, servir de ejemplo al grupo que amenaza con su deserción. ¡Qué sería de nuestra fortaleza como grupo, como ejército invasor, si dejáramos que los desertores se fueran de rositas? Ningún ejército lo admite y no podemos olvidar que, en origen, todo musulmán es un soldado al servicio de la fuerza del grupo. ¿Qué posición mantiene este tradicional súbdito-soldado con respecto al moderno ciudadano constitucional sujeto de derechos y obligaciones y libérrimo en cuanto a sus decisiones de carácter íntimo y personal? Intentaremos acercarnos más tarde a este complicado punto del paisaje, que ya veremos que tiene miga.

Así las cosas y dicho lo que se ha ido diciendo, el dibujo que empieza a conformarse en el texto nos habla de una sociedad, de un colectivo humano, definido y estructurado en todos sus ámbitos de actuación, públicos y privados, que responde a un modelo cerrado diseñado por dios y compuesto por súbditos-soldados - de Dios no se puede ser colega, obviamente -  separados en función de su sexo y obligados a expandirse territorialmente con el fin de captar riquezas y reclutar nuevos súbditos-soldados. Al analizar un poco más en profundidad este esquema simplificado, pero muy real, veremos que alberga, en su propia naturaleza, un germen especialmente dañino y muy venenosos: la inmovilidad social; la imposibilidad de cambiar la estructura social en función del devenir de nuevos tiempos y nuevas realidades pues todo está regulado y estructurado por el inmutable mandato divino. No hay nada nuevo bajo el sol capaz de modificar el mandato. Esto es profundamente contrario a la naturaleza humana - por no sacar de paseo al famoso sentido común - tendente a vivir con, por, para y del cambio surgido de su enorme capacidad para cagarla convenientemente y evolucionar según la dirección que marca el menor de los desastres. Y es que ¿Si nada cambia, para qué el esfuerzo, la investigación, la creación, la inquietud?  Si el estudio y la investigación no tienen sentido nos encontramos con la consolidación de otra realidad social del islam: su enorme dificultad para adaptarse y evolucionar conforme las posibilidades de la era postindustrial y por supuesto, de manera coherente con la actual modernidad, cuya realidad rechaza de plano mientras encuentra utilidades perversas en la misma tecnología que condena de forma rotunda a la vez que se sirve de ella para sus fines propagandísticos de ámbito global. Efectivamente, si analizamos la realidad económica de los países dominados por el islam como religión de estado, podemos ver que, petrodólares aparte y sólo para las élites, la característica más común y más extendida viene determinada por la pobreza y por el subdesarrollo.

Una vez que Europa (Occidente) se libera de las limitaciones intelectuales impuestas por la religión y se deja llevar por su inteligencia colectiva en pos del desarrollo de las aplicaciones prácticas surgidas gracias a los grandes descubrimientos científicos, la brecha entre las sociedades libres y el islam teocrático se dispara y se amplía tanto en el plano económico como, de manera fundamental, en el plano de los avances sociales derivados de la concepción humanista del progreso al colocar las libertades individuales en el centro de cualquier perspectiva.
¿Y qué puede o debe hacer Europa con respecto a la realidad impuesta por la actual presencia -y futura, obviamente - de unos habitantes estructurados según esa teocracia imperante y esa auto percepción de súbditos soldados? De momento, analizar mucho, trabajar mucho y localizar los puntos claves que pueden ser determinantes tanto de los posibles conflictos como de las posibles, y anticipo complicadas, soluciones. De repente, de la noche a la mañana en términos históricos, Europa se ha convertido en el hogar de una enorme población de musulmanes cuyo modo de vida empieza a distorsionar el tejido social europeo y además, lo hace en un momento en el que el Islam está ocupando el centro de muchos y complicados problemas internacionales derivados de muchos factores cuyo origen es interno, en gran parte, y derivado de determinadas actuaciones occidentales que han venido estupendamente para justificar y crear movimientos cuya manifestación está siendo especialmente siniestra y sangrienta. 

Occidente ha cometido errores, si, pero no hay que olvidar que el germen de todos los conflictos que hoy vive el islam es interno; es constituyente primario de su propia naturaleza y nace con él y con su falta de integridad con respecto a la constitución y creación de un centro espiritual y moral del que emane todo con un mensaje unitario. Las tribus, hoy, llevan etiquetas distintas basadas en matices y creencias diversas que, desde cada punto de vista, constituyen herejías que hay que erradicar mediante la eliminación de los herejes. Chiies, sunitas, salafistas y otros muchos istas pelean para imponer, a sangre y fuego, tanto sus creencias como el cumplimiento de su mandato de expansión. En un ámbito más reducido y lejano en el tiempo, Europa vivió algo parecido con sus propias guerras de religión, pero hoy el ámbito y el campo de batalla se ha extendido, es global y nos afecta a todos si bien hay que tener en cuenta algunas cuestiones que suelen ser marginadas en las noticias. Las primeras víctimas de la violencia islamista y sus fundamentalistas descerebrados son musulmanes a los que ellos consideran herejes; por mucho que un muerto parisino, madrileño o europeo resuene en los medios de comunicación con muchos más decibelios que cientos de muertos en Sudán del Sur, Kenia o en otros muchos países que viven y sufren, de manera habitual, la presencia y el azote de Boko Haram, Isis o de cualquier otro grupo que se auto constituya en “martillo de herejes”. Cualquiera con un mínimo interés puede ver las estadísticas de muertos en los atentados y ataques perpetrados por estos grupos y se dará cuenta de que Europa es, claramente, un sufridor marginal de toda esta barbarie cruenta y aberrante, pero da la casualidad de que, marginales o no, somos los que sufrimos el daño y nos importa relativamente poco lo que le pase a un yemení o a un sudanés, sea del norte o del sur: lo que importa es lo que pasa en nuestra casa y lo que pasa no tiene buena pinta, no nos engañemos.

Vivimos una situación en la que es muy sencillo y muy fácil acabar cohabitando camas muy indeseables y reforzando, aunque sea de manera parcial, discursos populistas y neofascistas que me ponen los pelos de punta y que son capaces de fagocitarlo todo sin pararse a pensar, meditar  o diferenciar premisas con tal de conseguir el titular deseado, simple y pegadizo, siempre lo más alejado posible de la reflexión y el estudio. Alá es culpable; delenda est Alá etc. Una vez dicho esto y alcanzado el consenso entre ellos mismos, los neonazis europeos se ven legitimados, por la vía de los hechos y de las burradas cometidas por los terroristas, para quemar musulmanes con toda tranquilidad sin atender a nada más, que menudos son ellos para ponerse tontos por unos detallitos de nada, faltaba más. Dejemos la simpleza de los titulares fascistas y trabajemos un poco la neurona, que no viene mal.

Y es que, como casi siempre, el diablo se esconde en los muchos detalles que acaban constituyendo la realidad actual, no sólo del mundo islámico, sino la de un musulmán cualquiera cuya vida es única, particular y muy muy personal. La diferencia entre estos dos planos, entre estas dos perspectivas, la particular y la general, alberga universos extensos de la misma manera que acercarse a los marcos sociales que se pueden constituir, y se constituyen, como resultado de la aplicación de dos modelos de trabajo distintos, la pluralidad y el multiculturalismo, supone la contemplación de universos separados entre si por enormes distancias y diferencias. Mientras que la concepción pluralista de la sociedad integra, facilita la convivencia y enriquece a los que la disfrutan, la multiculturalidad enfrenta, divide y separa creando islotes incomunicados que perviven al margen del núcleo fundacional y funcional de la sociedad que los alberga. El primer modelo lo supedita todo a un marco de convivencia superior determinado por valores comunes aceptados universalmente y que constituyen y conforman la “sociedad de todos”; esa en la que todos son libres y pueden aportar diferencias y particularidades que a todos enriquecen y que complementan un universo más rico, más complejo y más gratificante para todos. El segundo nos estructura un panorama fragmentario en el que las comunidades se aíslan; se interiorizan y sólo mantienen y se identifican con una actividad común: extraer del tejido social todos los nutrientes posibles sin aportar nada a cambio.

Todas las naciones han tenido y tienen alguna representación de este tipo de colectivos enquistados cuyo modo de vida puede entenderse, a la vez, como interno y paralelo. Interno en tanto en cuanto se siente legitimado a la hora de reclamar ayudas y beneficios y “paralelo” a la hora de aportar y contribuir a la creación de la riqueza colectiva necesaria para generar las mismas ayudas que reclaman. Frente a esta actitud de duplicidad dolosa, el ciudadano europeo demanda, en términos generales que podemos entender de general aceptación, que estos colectivos acepten los valores comunes de solidaridad y compromiso y aporten en la misma medida que consumen; que generen riqueza como paso previo a la recepción de beneficios; que sean, en resumen, ciudadanos plenos tanto en derechos como en obligaciones.

Si tomo este titular como demanda “normalizada” de cualquier europeo con respecto a cualquier inmigrante musulmán creo que la mayoría estaría de acuerdo en aceptar que no es mal objetivo pero, siempre hay un pero ¿Qué supone esta demanda para un súbdito-soldado satisfecho de serlo y que no quiere cambiar su estatus por el de ciudadano de pleno derecho y sujeto de obligaciones? Un buen follón que hay que tratar de analizar y manejar con mucho cuidado, como veremos a continuación.

Ciudadano VS Súbdito: la fuente y el origen de un conflicto bastante complicado de arreglar. Lo primero que deberíamos saber es el porqué de la llegada de este súbdito-soldado al espacio habitado por ciudadanos de pleno derecho repletos de obligaciones. La primera causa, obvia y antigua, es la pobreza. La segunda, más moderna, es la huida masiva de los conflictos bélicos múltiples y variados que viven los países musulmanes, origen de la moderna diáspora. Antiguamente, en los años cincuenta y sesenta, el emigrante que llegaba movido por la pobreza y el deseo de mejora encontraba el bálsamo del bienestar en forma de bienes de consumo que hacían más llevadero el rechazo social, la discriminación y el aislamiento de la sociedad receptora. Siempre se ha dicho que las penas con pan se llevan mejor, pero ¿Qué pasa con los nacidos en un ambiente determinante de su naturaleza de súbditos-soldados pero inmersos en una sociedad de ciudadanos? Que se acaba de liar un follón de primer orden. Si bien los padres llegaron buscando comida y con ella se conformaron, los hijos, los nuevos nacidos, viven un enorme conflicto que enfrenta el modelo familiar y religioso que constituye sus raíces y su origen personal con un ambiente social cuyos valores son diametralmente opuestos. Resultado: conflicto. 

Y el conflicto se presenta como resultado de que la primera generación sólo buscaba lo que obtuvo en forma de resultados materiales, el último fruto de un sistema social del que no participó y que desconoce y que, como resultado de su propia carencia estructural y funcional,  permitió este acceso al fin último sin participar de los valores y sin aceptar e interiorizar, de forma plena, todo el modelo que los hace posibles. Y este fallo, enorme, es un fallo que tiene su origen más en el buenismo imperante en el modelo multicultural que en la exigencia comprometedora del pluralismo.

Nos olvidamos de que nuestros esquemas sociales básicos exigen que si quieres los beneficios últimos del modelo, debes aceptar los valores fundamentales de ese mismo modelo, no sólo la parte que te resulta conveniente a corto plazo. A corto, porque a largo plazo los hijos y los nietos de esos primeros llegados se verán condenados a buscar referencias en el mismo modelo que originó su desarraigo y la emigración de sus padres  y que vive en constante conflicto con las exigencias derivadas de la convivencia armónica con el modelo social europeo. Están condenados a reeditar, perpetuamente, el constante conflicto entre su propia experiencia personal como súbditos-soldados la lucha diaria contra el modelo de ciudadanía auto exigente y responsable. Y ya sabemos, desde que Erich Fröm tuvo la clarividencia de escribirlo, que la libertad da miedo y ese estado de súbdito sumiso llega a ser muy cómodo y gratificante. Llegados a este punto, parece que el meollo de la cuestión es contar con los instrumentos que detecten y corrijan: que detecten aquellos elementos que no son capaces de realizar el viaje interior requerido -posibles futuros lobos- y ponga en marcha los modelos de atención encaminados a facilitar el inicio del viaje de forma tranquila, armónica y ausente de traumas; el viaje que se origina contestando afirmativamente a esta pregunta: ¿Quiero ser ciudadano o quiero seguir manteniendo mi estatus de súbdito-soldado sin participar del modelo social europeo?

Aquellos que asuman y superen este reto, ese viaje interior y alcancen a ver la naturalidad con la que todo su mundo interior puede llegar a convivir con un marco social que lo acepta y que se hace más grande y más rico aceptándolo, serán, como otros millones en el pasado reciente, ciudadanos integrados y felices en la medida que los mismos europeos somos felices, que esa es otra cuestión. El problema, el enorme problema, lo encontramos en el segundo colectivo; en aquellos que no aceptan el viaje personal y se mantienen aferrados a su modo de vida dentro  de un entorno social que se revela hostil frente a las manifestaciones públicas de unas reglas contrarias a los valores sociales comunes y universalmente aceptadas por la población que los acoge. Y lo malo, lo terrible, es que hay acercamientos -los derivados del multiculturalismo - que no sólo no hacen nada por cambiar esta actitud sino que la protegen y potencian al considerarla positiva y respetable. Creo, sinceramente, que a estos multiculturalistas habría que pedirles que se proyecten en el tiempo para considerar las consecuencias sociales derivadas del mantenimiento -y lógico crecimiento - des estas islas teocráticas insertas en un tejido extraño conformado por ciudadanos secularizados cuyos valores son enemigos frontales de aquellos que quedarán preservados y activos en esas “reservas etológicas”, cada vez más grandes, más numerosas, más ajenas, más separadas entre si y más gravosas para las arcas públicas.

Por desgracia, me parece que la actual dinámica no sólo no va camino de arreglar la situación sino que, día a día, se va instalando una corriente “políticamente correcta” que impide detenerse y pensar, de forma tranquila, en todo el conjunto de posibilidades de actuación CONTRA los efectos nocivos de la inacción “buenista” que nos domina. El sistema occidental de libertades se ha instalado en el inconsciente colectivo y nos obliga a “respetar” todas y cada una de las manifestaciones religiosas, sean éstas las que sean, sin asumir que no, que no todo es digno de respeto y que no todo es tolerable aunque se mantenga en el ámbito de influencia de las creencias religiosas, cada vez más crecidas y más encampanadas ante la inacción social y administrativa. Y no, que tampoco piense el lector que el objeto de esta crítica es, en exclusiva, el islam, no: hablo de la actual dinámica que afecta a cualquier idiotez, maldad, mentira o prebenda antisocial que los espabilados, conocedores de esta debilidad estructural, etiquetan como creencia religiosa sabiendo que, al final, la cosa colará y se saldrán con la suya. Esto afecta a todas las religiones que hoy, aunque estemos en un ambiente “laico” en teoría, se dedican a defender y reivindicar absurdos y ventajas bajo la bandera de la libertad religiosa.

Voy a poner un sólo ejemplo de los cientos que se pueden elegir de los que, hoy en día, nos amargan la vida y amenazan con hacernos retroceder a los tiempos de los autos de fe. (Interesados en seguir esta deriva involucionista, pueden consultar http://es.richarddawkins.net ). El actual desarrollo científico se basa en unas premisas muy concretas universalmente demostradas como válidas y en el proceso y el uso del método que debe seguirse para considerarlas como tales. A nadie de la comunidad científica le molesta o le perturba la duda, la obligación de separar aquello que podemos considerar demostrado de aquello que está en vías de demostración; todos consideran la posibilidad de que conocimientos futuros les obliguen a cambiar sus postulados con una sonrisa en los labios, pues esa posibilidad es inherente a su actividad y a la necesidad de seguir el método científico como instrumento de avance del conocimiento.

El siguiente ejemplo pone de manifiesto, creo, el peligro de aceptar las consecuencias de esa corriente de absoluta tolerancia con cualquier creencia religiosa y el peligro de fractura social que eso supone. Hace pocas semanas se ha inaugurado el proyecto personal de un elemento muy conocido en los USA, Ken Ham ( por favor, no dejen de visitar su site https://answersingenesis.org/bios/ken-ham/ y ver el video sobre el arca de Noe ) basado en la recreación de un arca de Noe a tamaño natural siguiendo las indicaciones de la Biblia, única fuente de conocimiento aceptada por este simpático fundamentalista, tan peligroso como su reflejo especular en otras religiones. Estos simpáticos y americanísimos cristianos fundamentalistas han conseguido algo impensable que cuenta con el respaldo de los tribunales y que consiste en prohibir que los colegios enseñen la evolución sin oponer, en plano de igualdad y con la misma validez, los absurdos creacionistas basados en la Biblia. Algunos de los sabios preceptos de la teoría creacionista, además del diseño inteligente, nos dicen que la tierra se creó, junto con el resto del universo, hace no más de 6.000 años; nos asegura que los dinosaurios convivieron con los seres humanos -secuelas de los Picapiedra, imagino - y otras burradas semejantes. Es como si, a estas alturas, el Vaticano siguiera enseñando en sus escuelas que el modelo heliocéntrico de Copérnico y Galileo es falso de toda falsedad o que la tierra es plana y todos pensáramos que esa idiotez es respetable porque forma parte de sus creencias religiosas. La mentira no es respetable y llenar el sacrosanto espacio de la educación de mentiras -ojo, no son creencias, son mentiras demostradas, que nadie se olvide del matiz - no me parece respetable en absoluto, sin matices ni medias tintas: me parece despreciable y desde luego, decir que la tierra tiene 6.000 años en una escuela debería estar perseguido por la ley, sin matiz ninguno.

Demostrado que la idiotez no es patrimonio exclusivo de ninguna religión, vuelvo al tema que nos ocupa y a lo respetable y respetado. El islam ha permanecido estable a lo largo de los siglos sin verse alterado por las grandes revoluciones que cambiaron occidente de arriba abajo y que se basaron en el imperio de la ciencia ya liberada de las trabas impuestas por la religión; y es esta liberación la causa fundamental de la gran separación que se puede comprobar hoy en cuanto al desarrollo y evolución socioeconómica de ambos mundos, el occidental y el musulmán. Mientras la agricultura y el comercio lo igualaban casi todo la diferencia no era tanta e incluso algunas instituciones educativas de ambos lados competían en prestigio. A partir de la explosión de Kepler, Newton, Darwin y otros gigantes, esa brecha crece hasta convertirse en un abismo de vértigo.

El conocimiento, sumado al cambio de los usos y costumbres que se originan en la industrialización, configura un universo lejano y ajeno para aquellos que permanecen anclados en su condición de súbditos mientras los decadentes cristianos avanzan desde la oscuridad hacia los derechos universales del hombre, los estados constitucionales y las libertades inherentes a las sociedades que abrazan el laicismo y la libertad de expresión y pensamiento.  Creo que es momento de volverse a preguntar: ¿De verdad estos inmigrantes que siguen aceptando su condición de súbditos son conscientes de que recibir los beneficios de la sociedad europea, vivir en su seno de forma armónica y plena, EXIGE asumir e interiorizar sus valores renunciando a muchos de los usos y costumbres que emanan de su propia religión? Y en el caso de que sean conscientes de esta necesidad: ¿Quieren cambiar de verdad?

Si ambas preguntas tienen una respuesta negativa, Europa poco puede hacer salvo defenderse a ultranza y sin contemplaciones. Si ambas respuestas son positivas, los problemas se arreglarán sin mucha complejidad, seguro: Europa está deseando abrir sus puertas a aquellos dispuestos a dar el salto y cambiar lo necesario para convertirse en ciudadano y sujeto de obligaciones y derechos, sin abandonar las bases religiosas de cada cual. 

Descomponer estos valores de pluralidad y ciudadanía para que todo sume y nos haga más ricos podría generar una lista a la que contestar con sencillos monosílabos: sí o no, pero creo que la realidad se impone y ese cuestionario se podría convertir en el catalogo de las causas del problema que nos ocupa:

.- ¿Se mantiene la subordinación teocrática en todas las facetas de la vida del sujeto?

.- ¿Se mantienen distintos, separados y subordinados los papeles sociales y familiares del hombre y la mujer?

.- ¿Se permiten, sin problemas internos o externos, interpretaciones y derivas personales sobre cuestiones religiosas?

.- ¿Se valora muy positivamente la posibilidad de apoyar y votar distintas opciones políticas, sin excepción alguna basada en criterios religiosos?

.- ¿Se aceptan como positivas, necesarias y lógicas las obligaciones derivadas de la participación en la vida del país ?

.- ¿Se acepta la libertad de pensamiento como un avance de la humanidad, aunque eso suponga tener que convivir con familiares, colegas o vecinos que no practican mi religión?

Todos conocemos casos en los que estas sencillas preguntas se han contestado hace tiempo de forma adecuada, se ha vivido de forma coherente con esas posturas y ahora nos encontramos con un europeo normal y corriente que vive integrado y que practica su religión de forma habitual, tranquila y satisfactoria. El problema reside en aquellos que, habiendo contestado esta lista de forma inadecuada conforme a nuestros valores, siguen viviendo insertos en una sociedad que rechazan y de la que sólo valoran positivamente la posibilidad de obtener beneficios, bien sea por trabajo o por beneficencia y ayudas sociales. Siguen aceptando las últimas consecuencias ventajosas del sistema pero reniegan y rechazan la construcción ética y moral de una estructura social fundada en valores que ellos no consideran adecuados y que, como ideal, les gustaría cambiar y adecuar a sus creencias religiosas fundando una teocracia europea. Y ya tenemos ejemplos de ese tipo de aspiraciones, no es nada que vaya a producirse en el futuro: se está produciendo al mismo tiempo que Londres vota a un musulmán - plenamente integrado y europeo, se supone - como alcalde. Paradojas que nos ilustran muy adecuadamente la complejidad del problema. Si en estas circunstancias albergamos a estos individuos reluctantes según un modelo “multicultural” tendremos un corto periodo de silencio mientras los tumores, crecen, proliferan y consumen el tejido social hasta el final explosivo de una crisis de ocupación por medios más o menso violentos, justo en el momento en el que ya no sea posible destinar más dinero a sus programas.

Pero ojo, no podemos simplificar el problema hablando sólo de religión, pues la cosa es más compleja. Europa empieza a no necesitar mano de obra no cualificada, de esa tenemos abundancia  e incluso excedentes con los que no sabemos que hacer (España, sin ir más lejos, tiene un paro estructural fruto, en gran parte, del alto número de jóvenes que abandonaron los estudios deslumbrados por los sueldos del ladrillo de antes de la crisis). Nuestros valores nos obligan a recibir y acoger a los refugiados de las guerras; somos, hoy, fruto de esos mismos valores fundamentales entre los que incluimos acogida y refugio, pero debemos ser inteligentes y crear y levantar sistemas y procesos que nos permitan proteger y preservar ese mismo sistema y la estructura social que de él se deriva. No podemos permitirnos, nuevamente, el lujo de reproducir las debilidades democráticas que, por garantistas, permiten que sus peores hijos, fascistas y populistas, acaben devorando a la madre, no. Nos va la vida en el reto, sin más. Además, protegernos significa garantizar y proteger el futuro de los que hoy llegan a nuestra casa y las oportunidades de desarrollo de sus hijos y eso debe quedar claro para que nadie se llame a engaño y se ponga en marcha sabiendo que tiene que hacer deberes, que Europa acoge a cambio de aceptar ese viaje interior que facilita la integración y garantiza el futuro del sistema. Debemos mostrar un sistema social bien protegido, impuesto, si hace falta, usando las formas de coerción que admite el ordenamiento legal y administrativo; un sistema estable y estabilizado que nos ofrece un futuro más tranquilo y más prometedor para una población inmigrante libérrima en su intimidad pero escrupulosamente cumplidora de las normas comunes que nos han permitido llegar hasta aquí.

Creo, sinceramente que sólo un modelo parecido al descrito nos permitirá sumar y enriquecernos, pero si seguimos aceptando y protegiendo una presencia basada en el trabajo prioritariamente masculino sin avanzar en el camino de la evolución  personal y familiar hacia la normalización e integración como ciudadanos, acabaremos fomentando los problemas que queremos evitar y que ya se hacen presentes en nuestras ciudades.

Concretando esta primera parte del escrito - la siguiente está más centrada en cuestiones internacionales y en el papel de la mujer en el islam - adelanto conclusiones y respuestas concretas a preguntas y toma de posiciones que nos encontramos en los medios como base de discusiones interminables. No pretendo tener razón, pero tengo pleno derecho a proponer soluciones para un problema que nos afecta a todos y que no ha hecho nada más que empezar. 

Mi postura se basa en defender los valores fundamentales de nuestra sociedad que, reconociendo sus bases religiosas cristianas, ha conseguido una etiqueta de laicismo con la que todos, más o menos, nos sentimos a gusto y en la defensa, a ultranza, sin fisuras y como objeto de una discriminación positiva proteccionista, de la mujer en el colectivo musulmán. Así pues, veamos algunas medidas concretas basadas en esos dos objetivos de laicismo y feminismo militante:

1º.- Educación: laica, obligatoria hasta los 18 años (segundo ciclo o antiguo bachillerato, que ya tengo un lío importante) y en centros educativos públicos. En el segundo apartado hablaremos largo sobre la naturaleza de los centros educativos necesarios.

2º.- Religión: en ámbitos privados y sin señales externas consideradas discriminatorias o vejatorias para la dignidad de la mujer. Obviamente, esto elimina de las calles burkas, chadores etc.

3º.- Legalidad: nada por encima de la ley, sin excepción. Esto supone que los imanes deben ajustar sus discursos y eliminar, bajo pena de inmediata expulsión, toda referencia contraria a los valores sociales europeos, con especial vigilancia hacia el papel de la mujer en la religión musulmana.

4º.- Ayudas sociales: con carácter general y de aplicación a TODOS los colectivos pero con cambios orientados a fomentar la implicación del receptor y educar en los valores del trabajo y el esfuerzo; dejar claro que somos una sociedad que, en teoría, cambia esfuerzo por recompensa y que nada es gratis, que hay que colaborar y ser solidario. En este sentido, los calvinistas nos llevan ventaja y lo tienen más claro que las sociedades católicas que aceptan la limosna y la caridad con criterios semejantes, por cierto, a la sociedades musulmanas. Hay que instaurar el principio de “nada es gratis” como elemento educativo.

5º.- Protección de la mujer: absoluta. Se inicia por la obligatoriedad de usar uniforme para ambos sexos durante todo el periodo formativo. Esto elimina tentaciones de pañuelos, chadores etc y asegura que la mujer esté preparada para vivir su naturaleza sin tensiones o problemas. Creación de servicios telefónicos de protección de libertades en el ámbito privado del estilo de los teléfonos contra el mal trato: sin dejar rastro y con la seguridad de protección inmediata ante el mal trato familiar o imposiciones de carácter religioso como matrimonios, vestimenta, repatriación obligada etc

Son sólo 5 puntos, pero podrían suponer un cambio muy importante y creo, muy positivo pero…vuelvo al eterno pero: no creo que Europa esté en situación de intentar algo parecido; algo que requiere tanta uniformidad y voluntad coordinada; algo que supone marchar juntos contra un enemigo común que protege a y se crea en favor de los que hoy, muchos, consideran enemigos ya declarados y de otros que no lo son pero están en riesgo de serlo.

No, no creo que hagamos nada, pero sí creo que los problemas crecerán y que lo que hoy empieza a moverse de forma ocasional se va a convertir en habitual y cotidiano y eso se llama destrucción y muerte; amenaza constante y peligro constante al que debemos afrontar sin miedo y siendo conscientes de que no les debemos nada, que Europa ha hecho mucho y que hace mucho para acoger, ayudar y proteger y que, a cambio, sólo pide ser respetada en sus valores fundamentales para poder seguir ayudando, acogiendo y protegiendo.

No cero que sea pedir mucho teniendo en cuenta lo mucho que damos a cambio.


Amenazo con una segunda parte del ladrillo, aviso. 

domingo, 24 de julio de 2016

Año 60 AC: Lex Iulia Agraria: primer referéndum legal vinculante.


¿ De qué vamos a hablar en esta entrada? Pues vamos a hablar de la capacidad del pueblo para tomar decisiones sobre cuestiones complejas; vamos a hablar de la responsabilidad de gobernantes y de gobernados; vamos a hablar de la verdad y la mentira y vamos a cuestionarnos la famosa máxima que nos aseguraba que "vox populi, vox dei"; algo que, vista la reputación de Dios como vocero de sí mismo, ya nos da una idea bastante aproximada sobre las conclusiones finales.

La razón del título se basa en la búsqueda de un precedente histórico que nos pueda dar idea sobre la trascendencia de una importante decisión tomada, en vez de por los "profesionales" del Senado, por el pueblo romano. Es muy posible que existan otros precedentes más válidos, pero mi ignorancia da para lo que da y para el caso, me doy por satisfecho. ¿Que pasó ese año 60AD para darnos claves tan válidas? Pues pasó que Julio César ejercía el segundo año de su primer consulado, cúspide soñada por todo romano que emprendiera el llamado "cursus honorum" o carrera política, denominación más contemporánea y entendible. Curiosamente, su compañero de consulado, Marco Calpurnio Bíbulo, un plebeyo de antigua familia, se oponía a su colega patricio construyendo un imposible binomio en el que se representaban las dos tendencias dominantes del senado y de la sociedad romana: los "optimates", también llamados "bonis" u hombres buenos: reaccionarios inmovilistas y feroces enemigos de los "populares", encabezados por César, actuando más en representación de sí mismo que de partido alguno. 

Bloqueada su ley en el Senado, obstaculizados los debates por la terquedad -y capacidad física - de Catón el joven, facultado para discursear desde la mañana a la noche y así impedir votaciones imposibles una vez puesto el sol, César rompe moldes, dinamita las tradiciones y lleva su ley ante el pueblo para ser votada sin la aprobación del Senado. El pueblo, entusiasmado  con que le dejaran participar, vota favorablemente y además, se divierte llenando de mierda al cónsul junior que, dolido y rabioso, se retira a su casa el resto del año buscando excusas para hacer nulas todas las decisiones tomadas en el que se conocería, desde entonces, como el consulado de Julio y César; en contra de la regla que obligaba a nombrar el año como Consulado de César y Bíbulo. No contento con ese resultado y ya en completo enfrentamiento con el Senado, César recurrió a la asamblea ciudadana en otras ocasiones, dejando que el pueblo -absolutamente ignorante e inexperto - hiciera modificaciones a las leyes votadas y organizara bastantes líos en la "res pública", especialmente en lo referente a la enrevesada y compleja organización de las provincias.

Populares vs conservadores y oficialistas; inmovilistas vs renovadores; proletarios ( de "proletario", el que no posee más capital  o fortuna que su prole ) contra senadores; ignorantes contra expertos...¿nos suena de algo? Creo que nos suena y mucho y si pensamos en la relativa sencillez del mundo romano comparado con la complejidad de realidad actual, veremos que, si aquellos ya fallaron, es muy complicado que los profanos acertemos en la toma de decisiones que, hoy, son más complicadas y difíciles de lo que han sido nunca.

Marginalia: Los griegos, si no me equivoco, votaban de forma directa en asamblea, pero no votaban -si meto la pata, que alguien sea tan amable de decirlo, que lo agradeceré - sobre medidas tan complejas como las que una ley romana llegó a representar. Eso no  quiere decir que las medidas votadas no tuvieran enjundia y calado, pero las entiendo como diferentes. Acabo la digresión y vuelvo a la actualidad, que estos paseos son agradables y como este blog no quiere titulares, me los permito como un lujo personal.

Cuando César hizo lo que hizo, tuvo cuidado en suplementarlo con algo realmente novedoso que hoy nos parece casi básico: pagó de su propio peculio a los copistas para que colgaran su ley en foros y basílicas y mandó a varios de sus libertos al foro para que estuvieran a disposición de los ciudadanos y pudieran explicar dudas y trasfondos. ¿Os imagináis a los actuales diputados en un tenderete -mesa de borriquetas y toldillo instalado en plazas y aceras del Congreso - a disposición de todos para explicar, despacio y de forma sencilla, las razones y motivos de su postura ante una ley? Sería curioso analizar tanto las preguntas como las respuestas de aquellos que de la ley a explicar solo conocen la obligación de mirar el dedo del jefe del grupo para votar lo que está mandado.

En lugar de tan meritorio esfuerzo, las masas de hoy acuden a las votaciones, referendums incluidos, con una vaga idea de lo que está en juego y en muchos casos, con la cabeza llena de mentiras que acaban por inclinar la balanza a un lado y durante un largo periodo de la historia sin que la legalidad y la costumbre política nos de amparo ante el engaño. ¿Es lógico? Y que conste que no sólo hablo de España, pago al que no nos llegó esa necesaria revolución calvinista que tanto bien hizo a la causa de la verdad y la honradez y que tanto mal hizo en otras áreas de la sociedad humana, no: acabamos de ver lo que ha pasado en Uk y da miedo pensar lo que nos puede venir detrás, como si de la cola de un cometa que cruza Europa se tratara.

Las grandes enseñanzas de este último proceso son espeluznantes y podemos resumirlas de forma muy breve:

1º.- Los triunfadores no tardaron 24 horas en reconocer que las más importante premisas de su discurso eran completamente falsas y de imposible realización.

2º.- Una parte importante de los que acudieron a votar, no tenían ni la más remota idea de las consecuencias prácticas de su voto.

3º.- Una parte importante del electorado, ajeno a la asunción de su responsabilidad como ciudadano, se quedó en casita o no votó confiado en el resultado favorable de su opción basado en lo que "decían las encuestas": que otros me lo voten por mi, por favor, que a mi como que me da pereza.

4º.- La división social del Reino Unido es de "toma pan y moja,  con brechas de muy complicada sutura: Londres, Escocia y esa rareza histórica llamada Irlanda del Norte ya claman por "buscarse la vida" y dejar a la Union Jack hecha jirones y casi monocromática.

5º.- Estos procesos se convocan "sin red"; no hay salvavidas y como dijeron los  jefazos de Bruselas "no es no", pero...

vamos allá con el "pero":

a.- ¿Puede tal proceso ser vinculante cuando la decisión mayoritaria se ha basado en demostrados engaños, mentiras y falsedades? ¿No hay castigo para el fraude y la estafa? ¿Vamos a dejar que se consagre el éxito del estafador?

b.- Los ganadores, los que la han liado parda, han tardado días en salir por piernas y que lo que viene les pille a otros, pues saben que tras el no, lo que queda es otra edición del famoso "sangre, sudor y lágrimas". A esa figura se le llama embarque, cobardía y otras muchas denominaciones mucho más escatológicas.

c.- ¿No hay un tribunal ético, moral o de simple sentido común, que pueda dar marcha atrás invalidando los resultados y eliminando de la vida política a esos que han reconocido, sin vergüenza ninguna, que son tahures, mentirosos, fulleros e inmorales?

d.- ¿Puede un pueblo inerte, desinformado, medio lelo, indolente, irresponsable y perezoso tomar decisiones de tal trascendencia?  ¿ Aquello que nos enseñaban de que "todo para el pueblo pero sin el pueblo" del Despotismo Ilustrado debe ser considerado, hoy, una opción válida?

No tengo conclusión de validez universal para el caso, pero se me abren las carnes viendo que una sociedad con todas las posibilidades de información, formación, análisis y debate es capaz de volverle la espalda a sus inmensas posibilidades para instalarse en una esplendorosa estupidez voluntaria. Nunca ha sido más sencilla la progresión intelectual individual y cada vez el bagaje intelectual, personal y colectivo, es más pobre y vulnerable a la manipulación.

¿Que coño nos está pasando que vemos acercarse el desastre con cara de vacas imbecilizadas viendo pasar los trenes sin ser capaces de reacción alguna? 

Sinceramente, no entiendo nada, lo confieso.