lunes, 25 de julio de 2016

EUROPA ANTE EL ISLAM


Hace tiempo que ando detrás de la idea de escribir algo sobre este tema que vaya más allá del exabrupto, la visceralidad o la simplicidad que demanda la brutal actualidad; algo que intente encontrar motivos y razones por los que esta religión -hoy - es prácticamente indisoluble en la sociedad europea contemporánea.

Sobre el tema se ha escrito bastante y recomiendo, especialmente, el acercamiento de Giovani Sartori, así que lo mejor y más estructurado ya está dicho, pero sigo sin encontrar algo que realmente posicione a la sociedad frente a una solución - o falta de ella - que podamos asumir de forma colectiva y uniforme. Voy a mantener el foco prioritario en Europa dado que es lo que vivo, en primer lugar y en segundo lugar, porque la información que manejo es más fiable y lo que está pasando en el plano internacional es demasiado complejo como para que me sienta cómodo al opinar o escribir con confianza sobre lo que escribo.

Como siempre que nos acercamos a algo, lo primero que necesitamos saber es la naturaleza, el origen de aquello que que intentamos conocer o analizar. En el caso del islam, nos encontramos con algunas características especiales que, al desarrollarse, crecer y expandirse en cumplimiento de su propia vocación, se van manifestando como grandes piezas constitutivas de una especificidad única, propia y por completo ajena a otras construcciones religiosas.

La primera, y desde mi punto de vista trascendental, diferencia es que el islam es una religión, pero NO SÓLO una religión: es una guía completa para la construcción de un modelo social destinado a solucionar problemas concretos de unas tribus determinadas en unas circunstancias bien definidas y en un momento dado. Así pues, tenemos estructurado un modelo social TEOCRÁTICO pensado para unas circunstancias muy particulares que triunfa de manera clara en su primer movimiento expansivo y que pervive, más o menos invariado, hasta nuestros días.¿Repasamos algunas de las circunstancias sociales en las que se crea el Islam? Primero, se origina en una zona con un tejido social disperso formado por tribus enfrentadas con creencias, básicamente animistas en su mayoría -el propio profeta creía en los demonios del desierto, los “dijins” - poco uniformes y particulares y cuyo modo de vida, además del pastoreo, se basaba en la realización de habituales expediciones guerreras, “razias” en busca de botines y riquezas de las tribus “no amigas”; clasificación laxa y muy conveniente a sus intereses. Esta dispersión y “alergia social” hacia una autoridad más amplia - de carácter supratribal -, hacia un centro de poder establecido  y reconocido por todos, hace de la costumbre y la tradición, siempre interpretada de forma muy local y particular, una fuente consuetudinaria de “derecho” que marca el origen y el desarrollo futuro del islam; manteniéndolo fuera de la gravitación de “un centro”, de una sola voz que hable en nombre de todos sus fieles. Esta especificidad se manifiesta, actualmente, como un enorme problema al tratar de entender el islam como algo único, pues no lo es: es una realidad múltiple y multiplicada que se escapa de cualquier normalización y de la que todos hablan  presentando realidades muy distintas en función de cada interlocutor. Tan islam es la llamada “religión de la paz” como el que invoca la yihad contra Occidente y esa capacidad polifacética hace que nos sea muy difícil crear un manual de actuaciones para abarcar su realidad de una forma práctica.

Además de esa dispersión interpretativa y costumbrista, el modo de vida tribal, la constante exposición al peligro de las razias e incursiones, determinan otra cuestión definitoria del islam: el papel de la mujer; siempre separado y siempre distinto a lo largo de los siglos. Muchas de las normas originales, aquellas que han dado lugar a posteriores ampliaciones por completo ajenas al origen y que hoy constituyen lo que conocemos por “sharía”,  nacen de la idea original de “protección” hacia las familias de los compañeros caídos en combate, familias que enfrentaban un futuro incierto antes de la consagración del islam como organizador social. Antes de Mahoma, la familia del caído podía tener distintos destinos, todos inciertos y ninguno bueno: desde la esclavitud a la desaparición pasando por avatares diversos y nunca demasiado buenos. Este esquema de supervivencia extrema lo encontramos en otros grupos sociales que, como las bacterias extremófilas, colonizan ecosistemas muy rigurosos y exigentes. ¿Un ejemplo famoso? La infancia de Temujin, más tarde conocido como Genghis Khan, verdadero ejemplo de cómo pasarlas realmente canutas y sobrevivir a duras penas.

Mahoma trata de proteger a viudas y a huérfanos permitiendo y obligando; permitiendo que el hombre -escaso- tenga más de una mujer (viuda la mayoría de las veces) y obligando a que el hermano del caído asuma la obligación de desposar a la viuda-cuñada y así, asumir la obligación de cuidar y alimentar a la familia de su hermano muerto. El que esa original idea de solidaridad y protección haya acabado como todos sabemos, nos da idea de hasta qué punto el ser humano es capaz de degradar cualquier idea y de cómo la disgregación interpretativa del islam puede, sin base alguna, generar costumbres cuyo origen nada tiene que ver con el Corán y que, sin embargo, han supuesto la esclavitud y la mutilación de la mujer basándose en la teórica norma sagrada de la Sharía, que para nada sustenta ablaciones de clítoris y otras delicadezas semejantes. La realidad es que, a día de hoy, podemos decir que la mitad de una población estimada en 1.500 millones de personas vive esclavizada y sometida a la ineludible voluntad y capricho de la otra mitad y eso, sin eufemismos, se llama esclavitud. ¿Cómo manejamos esa realidad? Ya tenemos la segunda gran clave que manejar como objetivo de este pequeño escrito.

Otra característica fundacional es la necesidad de llevar el expolio de las incursiones fuera de los habituales límites vecinales, algo obvio para cualquiera con dos dedos de frente. Será mejor robar más lejos que seguir robando y matándonos entre nosotros que, al fin y al cabo, somos conocidos y ya se sabe que el roce hace el cariño. Sobre este simple principio se erige y nace la terrible Yihad, movimiento expansivo que oculta su inicial propósito de búsqueda de más terreno de caza y expolio, tras la máscara de la conversión religiosa y la conversión de infieles a la verdad revelada. Ese principio, muy elevado y grandilocuente, se contradice con las prácticas de la primera gran expansión que no pretendían la conversión sino el pago de impuestos por parte de los invadidos, que no tenían la obligación de convertirse: la pasta manda, como siempre.

Ya hemos visto que el sujeto analizado se nos presenta como un ente complejo que estructura y determina TODA la vida de la sociedad que lo alberga, sin excepción ninguna. Cualquier hueco detectado en el mensaje original ha sido rellenado por otros preceptos constitutivos de la sharía con rango de dogma y por tanto, inalterables a lo largo del tiempo. Desde un punto de vista moderno, el islam se presenta como un modelo constitucional en el que el hombre no es objeto de derecho sino de obligaciones, hasta el punto de que no admite la dimisión, la fuga o el cambio de religión: el desafecto, el hereje, el apóstata debe morir y debe, además, servir de ejemplo al grupo que amenaza con su deserción. ¡Qué sería de nuestra fortaleza como grupo, como ejército invasor, si dejáramos que los desertores se fueran de rositas? Ningún ejército lo admite y no podemos olvidar que, en origen, todo musulmán es un soldado al servicio de la fuerza del grupo. ¿Qué posición mantiene este tradicional súbdito-soldado con respecto al moderno ciudadano constitucional sujeto de derechos y obligaciones y libérrimo en cuanto a sus decisiones de carácter íntimo y personal? Intentaremos acercarnos más tarde a este complicado punto del paisaje, que ya veremos que tiene miga.

Así las cosas y dicho lo que se ha ido diciendo, el dibujo que empieza a conformarse en el texto nos habla de una sociedad, de un colectivo humano, definido y estructurado en todos sus ámbitos de actuación, públicos y privados, que responde a un modelo cerrado diseñado por dios y compuesto por súbditos-soldados - de Dios no se puede ser colega, obviamente -  separados en función de su sexo y obligados a expandirse territorialmente con el fin de captar riquezas y reclutar nuevos súbditos-soldados. Al analizar un poco más en profundidad este esquema simplificado, pero muy real, veremos que alberga, en su propia naturaleza, un germen especialmente dañino y muy venenosos: la inmovilidad social; la imposibilidad de cambiar la estructura social en función del devenir de nuevos tiempos y nuevas realidades pues todo está regulado y estructurado por el inmutable mandato divino. No hay nada nuevo bajo el sol capaz de modificar el mandato. Esto es profundamente contrario a la naturaleza humana - por no sacar de paseo al famoso sentido común - tendente a vivir con, por, para y del cambio surgido de su enorme capacidad para cagarla convenientemente y evolucionar según la dirección que marca el menor de los desastres. Y es que ¿Si nada cambia, para qué el esfuerzo, la investigación, la creación, la inquietud?  Si el estudio y la investigación no tienen sentido nos encontramos con la consolidación de otra realidad social del islam: su enorme dificultad para adaptarse y evolucionar conforme las posibilidades de la era postindustrial y por supuesto, de manera coherente con la actual modernidad, cuya realidad rechaza de plano mientras encuentra utilidades perversas en la misma tecnología que condena de forma rotunda a la vez que se sirve de ella para sus fines propagandísticos de ámbito global. Efectivamente, si analizamos la realidad económica de los países dominados por el islam como religión de estado, podemos ver que, petrodólares aparte y sólo para las élites, la característica más común y más extendida viene determinada por la pobreza y por el subdesarrollo.

Una vez que Europa (Occidente) se libera de las limitaciones intelectuales impuestas por la religión y se deja llevar por su inteligencia colectiva en pos del desarrollo de las aplicaciones prácticas surgidas gracias a los grandes descubrimientos científicos, la brecha entre las sociedades libres y el islam teocrático se dispara y se amplía tanto en el plano económico como, de manera fundamental, en el plano de los avances sociales derivados de la concepción humanista del progreso al colocar las libertades individuales en el centro de cualquier perspectiva.
¿Y qué puede o debe hacer Europa con respecto a la realidad impuesta por la actual presencia -y futura, obviamente - de unos habitantes estructurados según esa teocracia imperante y esa auto percepción de súbditos soldados? De momento, analizar mucho, trabajar mucho y localizar los puntos claves que pueden ser determinantes tanto de los posibles conflictos como de las posibles, y anticipo complicadas, soluciones. De repente, de la noche a la mañana en términos históricos, Europa se ha convertido en el hogar de una enorme población de musulmanes cuyo modo de vida empieza a distorsionar el tejido social europeo y además, lo hace en un momento en el que el Islam está ocupando el centro de muchos y complicados problemas internacionales derivados de muchos factores cuyo origen es interno, en gran parte, y derivado de determinadas actuaciones occidentales que han venido estupendamente para justificar y crear movimientos cuya manifestación está siendo especialmente siniestra y sangrienta. 

Occidente ha cometido errores, si, pero no hay que olvidar que el germen de todos los conflictos que hoy vive el islam es interno; es constituyente primario de su propia naturaleza y nace con él y con su falta de integridad con respecto a la constitución y creación de un centro espiritual y moral del que emane todo con un mensaje unitario. Las tribus, hoy, llevan etiquetas distintas basadas en matices y creencias diversas que, desde cada punto de vista, constituyen herejías que hay que erradicar mediante la eliminación de los herejes. Chiies, sunitas, salafistas y otros muchos istas pelean para imponer, a sangre y fuego, tanto sus creencias como el cumplimiento de su mandato de expansión. En un ámbito más reducido y lejano en el tiempo, Europa vivió algo parecido con sus propias guerras de religión, pero hoy el ámbito y el campo de batalla se ha extendido, es global y nos afecta a todos si bien hay que tener en cuenta algunas cuestiones que suelen ser marginadas en las noticias. Las primeras víctimas de la violencia islamista y sus fundamentalistas descerebrados son musulmanes a los que ellos consideran herejes; por mucho que un muerto parisino, madrileño o europeo resuene en los medios de comunicación con muchos más decibelios que cientos de muertos en Sudán del Sur, Kenia o en otros muchos países que viven y sufren, de manera habitual, la presencia y el azote de Boko Haram, Isis o de cualquier otro grupo que se auto constituya en “martillo de herejes”. Cualquiera con un mínimo interés puede ver las estadísticas de muertos en los atentados y ataques perpetrados por estos grupos y se dará cuenta de que Europa es, claramente, un sufridor marginal de toda esta barbarie cruenta y aberrante, pero da la casualidad de que, marginales o no, somos los que sufrimos el daño y nos importa relativamente poco lo que le pase a un yemení o a un sudanés, sea del norte o del sur: lo que importa es lo que pasa en nuestra casa y lo que pasa no tiene buena pinta, no nos engañemos.

Vivimos una situación en la que es muy sencillo y muy fácil acabar cohabitando camas muy indeseables y reforzando, aunque sea de manera parcial, discursos populistas y neofascistas que me ponen los pelos de punta y que son capaces de fagocitarlo todo sin pararse a pensar, meditar  o diferenciar premisas con tal de conseguir el titular deseado, simple y pegadizo, siempre lo más alejado posible de la reflexión y el estudio. Alá es culpable; delenda est Alá etc. Una vez dicho esto y alcanzado el consenso entre ellos mismos, los neonazis europeos se ven legitimados, por la vía de los hechos y de las burradas cometidas por los terroristas, para quemar musulmanes con toda tranquilidad sin atender a nada más, que menudos son ellos para ponerse tontos por unos detallitos de nada, faltaba más. Dejemos la simpleza de los titulares fascistas y trabajemos un poco la neurona, que no viene mal.

Y es que, como casi siempre, el diablo se esconde en los muchos detalles que acaban constituyendo la realidad actual, no sólo del mundo islámico, sino la de un musulmán cualquiera cuya vida es única, particular y muy muy personal. La diferencia entre estos dos planos, entre estas dos perspectivas, la particular y la general, alberga universos extensos de la misma manera que acercarse a los marcos sociales que se pueden constituir, y se constituyen, como resultado de la aplicación de dos modelos de trabajo distintos, la pluralidad y el multiculturalismo, supone la contemplación de universos separados entre si por enormes distancias y diferencias. Mientras que la concepción pluralista de la sociedad integra, facilita la convivencia y enriquece a los que la disfrutan, la multiculturalidad enfrenta, divide y separa creando islotes incomunicados que perviven al margen del núcleo fundacional y funcional de la sociedad que los alberga. El primer modelo lo supedita todo a un marco de convivencia superior determinado por valores comunes aceptados universalmente y que constituyen y conforman la “sociedad de todos”; esa en la que todos son libres y pueden aportar diferencias y particularidades que a todos enriquecen y que complementan un universo más rico, más complejo y más gratificante para todos. El segundo nos estructura un panorama fragmentario en el que las comunidades se aíslan; se interiorizan y sólo mantienen y se identifican con una actividad común: extraer del tejido social todos los nutrientes posibles sin aportar nada a cambio.

Todas las naciones han tenido y tienen alguna representación de este tipo de colectivos enquistados cuyo modo de vida puede entenderse, a la vez, como interno y paralelo. Interno en tanto en cuanto se siente legitimado a la hora de reclamar ayudas y beneficios y “paralelo” a la hora de aportar y contribuir a la creación de la riqueza colectiva necesaria para generar las mismas ayudas que reclaman. Frente a esta actitud de duplicidad dolosa, el ciudadano europeo demanda, en términos generales que podemos entender de general aceptación, que estos colectivos acepten los valores comunes de solidaridad y compromiso y aporten en la misma medida que consumen; que generen riqueza como paso previo a la recepción de beneficios; que sean, en resumen, ciudadanos plenos tanto en derechos como en obligaciones.

Si tomo este titular como demanda “normalizada” de cualquier europeo con respecto a cualquier inmigrante musulmán creo que la mayoría estaría de acuerdo en aceptar que no es mal objetivo pero, siempre hay un pero ¿Qué supone esta demanda para un súbdito-soldado satisfecho de serlo y que no quiere cambiar su estatus por el de ciudadano de pleno derecho y sujeto de obligaciones? Un buen follón que hay que tratar de analizar y manejar con mucho cuidado, como veremos a continuación.

Ciudadano VS Súbdito: la fuente y el origen de un conflicto bastante complicado de arreglar. Lo primero que deberíamos saber es el porqué de la llegada de este súbdito-soldado al espacio habitado por ciudadanos de pleno derecho repletos de obligaciones. La primera causa, obvia y antigua, es la pobreza. La segunda, más moderna, es la huida masiva de los conflictos bélicos múltiples y variados que viven los países musulmanes, origen de la moderna diáspora. Antiguamente, en los años cincuenta y sesenta, el emigrante que llegaba movido por la pobreza y el deseo de mejora encontraba el bálsamo del bienestar en forma de bienes de consumo que hacían más llevadero el rechazo social, la discriminación y el aislamiento de la sociedad receptora. Siempre se ha dicho que las penas con pan se llevan mejor, pero ¿Qué pasa con los nacidos en un ambiente determinante de su naturaleza de súbditos-soldados pero inmersos en una sociedad de ciudadanos? Que se acaba de liar un follón de primer orden. Si bien los padres llegaron buscando comida y con ella se conformaron, los hijos, los nuevos nacidos, viven un enorme conflicto que enfrenta el modelo familiar y religioso que constituye sus raíces y su origen personal con un ambiente social cuyos valores son diametralmente opuestos. Resultado: conflicto. 

Y el conflicto se presenta como resultado de que la primera generación sólo buscaba lo que obtuvo en forma de resultados materiales, el último fruto de un sistema social del que no participó y que desconoce y que, como resultado de su propia carencia estructural y funcional,  permitió este acceso al fin último sin participar de los valores y sin aceptar e interiorizar, de forma plena, todo el modelo que los hace posibles. Y este fallo, enorme, es un fallo que tiene su origen más en el buenismo imperante en el modelo multicultural que en la exigencia comprometedora del pluralismo.

Nos olvidamos de que nuestros esquemas sociales básicos exigen que si quieres los beneficios últimos del modelo, debes aceptar los valores fundamentales de ese mismo modelo, no sólo la parte que te resulta conveniente a corto plazo. A corto, porque a largo plazo los hijos y los nietos de esos primeros llegados se verán condenados a buscar referencias en el mismo modelo que originó su desarraigo y la emigración de sus padres  y que vive en constante conflicto con las exigencias derivadas de la convivencia armónica con el modelo social europeo. Están condenados a reeditar, perpetuamente, el constante conflicto entre su propia experiencia personal como súbditos-soldados la lucha diaria contra el modelo de ciudadanía auto exigente y responsable. Y ya sabemos, desde que Erich Fröm tuvo la clarividencia de escribirlo, que la libertad da miedo y ese estado de súbdito sumiso llega a ser muy cómodo y gratificante. Llegados a este punto, parece que el meollo de la cuestión es contar con los instrumentos que detecten y corrijan: que detecten aquellos elementos que no son capaces de realizar el viaje interior requerido -posibles futuros lobos- y ponga en marcha los modelos de atención encaminados a facilitar el inicio del viaje de forma tranquila, armónica y ausente de traumas; el viaje que se origina contestando afirmativamente a esta pregunta: ¿Quiero ser ciudadano o quiero seguir manteniendo mi estatus de súbdito-soldado sin participar del modelo social europeo?

Aquellos que asuman y superen este reto, ese viaje interior y alcancen a ver la naturalidad con la que todo su mundo interior puede llegar a convivir con un marco social que lo acepta y que se hace más grande y más rico aceptándolo, serán, como otros millones en el pasado reciente, ciudadanos integrados y felices en la medida que los mismos europeos somos felices, que esa es otra cuestión. El problema, el enorme problema, lo encontramos en el segundo colectivo; en aquellos que no aceptan el viaje personal y se mantienen aferrados a su modo de vida dentro  de un entorno social que se revela hostil frente a las manifestaciones públicas de unas reglas contrarias a los valores sociales comunes y universalmente aceptadas por la población que los acoge. Y lo malo, lo terrible, es que hay acercamientos -los derivados del multiculturalismo - que no sólo no hacen nada por cambiar esta actitud sino que la protegen y potencian al considerarla positiva y respetable. Creo, sinceramente, que a estos multiculturalistas habría que pedirles que se proyecten en el tiempo para considerar las consecuencias sociales derivadas del mantenimiento -y lógico crecimiento - des estas islas teocráticas insertas en un tejido extraño conformado por ciudadanos secularizados cuyos valores son enemigos frontales de aquellos que quedarán preservados y activos en esas “reservas etológicas”, cada vez más grandes, más numerosas, más ajenas, más separadas entre si y más gravosas para las arcas públicas.

Por desgracia, me parece que la actual dinámica no sólo no va camino de arreglar la situación sino que, día a día, se va instalando una corriente “políticamente correcta” que impide detenerse y pensar, de forma tranquila, en todo el conjunto de posibilidades de actuación CONTRA los efectos nocivos de la inacción “buenista” que nos domina. El sistema occidental de libertades se ha instalado en el inconsciente colectivo y nos obliga a “respetar” todas y cada una de las manifestaciones religiosas, sean éstas las que sean, sin asumir que no, que no todo es digno de respeto y que no todo es tolerable aunque se mantenga en el ámbito de influencia de las creencias religiosas, cada vez más crecidas y más encampanadas ante la inacción social y administrativa. Y no, que tampoco piense el lector que el objeto de esta crítica es, en exclusiva, el islam, no: hablo de la actual dinámica que afecta a cualquier idiotez, maldad, mentira o prebenda antisocial que los espabilados, conocedores de esta debilidad estructural, etiquetan como creencia religiosa sabiendo que, al final, la cosa colará y se saldrán con la suya. Esto afecta a todas las religiones que hoy, aunque estemos en un ambiente “laico” en teoría, se dedican a defender y reivindicar absurdos y ventajas bajo la bandera de la libertad religiosa.

Voy a poner un sólo ejemplo de los cientos que se pueden elegir de los que, hoy en día, nos amargan la vida y amenazan con hacernos retroceder a los tiempos de los autos de fe. (Interesados en seguir esta deriva involucionista, pueden consultar http://es.richarddawkins.net ). El actual desarrollo científico se basa en unas premisas muy concretas universalmente demostradas como válidas y en el proceso y el uso del método que debe seguirse para considerarlas como tales. A nadie de la comunidad científica le molesta o le perturba la duda, la obligación de separar aquello que podemos considerar demostrado de aquello que está en vías de demostración; todos consideran la posibilidad de que conocimientos futuros les obliguen a cambiar sus postulados con una sonrisa en los labios, pues esa posibilidad es inherente a su actividad y a la necesidad de seguir el método científico como instrumento de avance del conocimiento.

El siguiente ejemplo pone de manifiesto, creo, el peligro de aceptar las consecuencias de esa corriente de absoluta tolerancia con cualquier creencia religiosa y el peligro de fractura social que eso supone. Hace pocas semanas se ha inaugurado el proyecto personal de un elemento muy conocido en los USA, Ken Ham ( por favor, no dejen de visitar su site https://answersingenesis.org/bios/ken-ham/ y ver el video sobre el arca de Noe ) basado en la recreación de un arca de Noe a tamaño natural siguiendo las indicaciones de la Biblia, única fuente de conocimiento aceptada por este simpático fundamentalista, tan peligroso como su reflejo especular en otras religiones. Estos simpáticos y americanísimos cristianos fundamentalistas han conseguido algo impensable que cuenta con el respaldo de los tribunales y que consiste en prohibir que los colegios enseñen la evolución sin oponer, en plano de igualdad y con la misma validez, los absurdos creacionistas basados en la Biblia. Algunos de los sabios preceptos de la teoría creacionista, además del diseño inteligente, nos dicen que la tierra se creó, junto con el resto del universo, hace no más de 6.000 años; nos asegura que los dinosaurios convivieron con los seres humanos -secuelas de los Picapiedra, imagino - y otras burradas semejantes. Es como si, a estas alturas, el Vaticano siguiera enseñando en sus escuelas que el modelo heliocéntrico de Copérnico y Galileo es falso de toda falsedad o que la tierra es plana y todos pensáramos que esa idiotez es respetable porque forma parte de sus creencias religiosas. La mentira no es respetable y llenar el sacrosanto espacio de la educación de mentiras -ojo, no son creencias, son mentiras demostradas, que nadie se olvide del matiz - no me parece respetable en absoluto, sin matices ni medias tintas: me parece despreciable y desde luego, decir que la tierra tiene 6.000 años en una escuela debería estar perseguido por la ley, sin matiz ninguno.

Demostrado que la idiotez no es patrimonio exclusivo de ninguna religión, vuelvo al tema que nos ocupa y a lo respetable y respetado. El islam ha permanecido estable a lo largo de los siglos sin verse alterado por las grandes revoluciones que cambiaron occidente de arriba abajo y que se basaron en el imperio de la ciencia ya liberada de las trabas impuestas por la religión; y es esta liberación la causa fundamental de la gran separación que se puede comprobar hoy en cuanto al desarrollo y evolución socioeconómica de ambos mundos, el occidental y el musulmán. Mientras la agricultura y el comercio lo igualaban casi todo la diferencia no era tanta e incluso algunas instituciones educativas de ambos lados competían en prestigio. A partir de la explosión de Kepler, Newton, Darwin y otros gigantes, esa brecha crece hasta convertirse en un abismo de vértigo.

El conocimiento, sumado al cambio de los usos y costumbres que se originan en la industrialización, configura un universo lejano y ajeno para aquellos que permanecen anclados en su condición de súbditos mientras los decadentes cristianos avanzan desde la oscuridad hacia los derechos universales del hombre, los estados constitucionales y las libertades inherentes a las sociedades que abrazan el laicismo y la libertad de expresión y pensamiento.  Creo que es momento de volverse a preguntar: ¿De verdad estos inmigrantes que siguen aceptando su condición de súbditos son conscientes de que recibir los beneficios de la sociedad europea, vivir en su seno de forma armónica y plena, EXIGE asumir e interiorizar sus valores renunciando a muchos de los usos y costumbres que emanan de su propia religión? Y en el caso de que sean conscientes de esta necesidad: ¿Quieren cambiar de verdad?

Si ambas preguntas tienen una respuesta negativa, Europa poco puede hacer salvo defenderse a ultranza y sin contemplaciones. Si ambas respuestas son positivas, los problemas se arreglarán sin mucha complejidad, seguro: Europa está deseando abrir sus puertas a aquellos dispuestos a dar el salto y cambiar lo necesario para convertirse en ciudadano y sujeto de obligaciones y derechos, sin abandonar las bases religiosas de cada cual. 

Descomponer estos valores de pluralidad y ciudadanía para que todo sume y nos haga más ricos podría generar una lista a la que contestar con sencillos monosílabos: sí o no, pero creo que la realidad se impone y ese cuestionario se podría convertir en el catalogo de las causas del problema que nos ocupa:

.- ¿Se mantiene la subordinación teocrática en todas las facetas de la vida del sujeto?

.- ¿Se mantienen distintos, separados y subordinados los papeles sociales y familiares del hombre y la mujer?

.- ¿Se permiten, sin problemas internos o externos, interpretaciones y derivas personales sobre cuestiones religiosas?

.- ¿Se valora muy positivamente la posibilidad de apoyar y votar distintas opciones políticas, sin excepción alguna basada en criterios religiosos?

.- ¿Se aceptan como positivas, necesarias y lógicas las obligaciones derivadas de la participación en la vida del país ?

.- ¿Se acepta la libertad de pensamiento como un avance de la humanidad, aunque eso suponga tener que convivir con familiares, colegas o vecinos que no practican mi religión?

Todos conocemos casos en los que estas sencillas preguntas se han contestado hace tiempo de forma adecuada, se ha vivido de forma coherente con esas posturas y ahora nos encontramos con un europeo normal y corriente que vive integrado y que practica su religión de forma habitual, tranquila y satisfactoria. El problema reside en aquellos que, habiendo contestado esta lista de forma inadecuada conforme a nuestros valores, siguen viviendo insertos en una sociedad que rechazan y de la que sólo valoran positivamente la posibilidad de obtener beneficios, bien sea por trabajo o por beneficencia y ayudas sociales. Siguen aceptando las últimas consecuencias ventajosas del sistema pero reniegan y rechazan la construcción ética y moral de una estructura social fundada en valores que ellos no consideran adecuados y que, como ideal, les gustaría cambiar y adecuar a sus creencias religiosas fundando una teocracia europea. Y ya tenemos ejemplos de ese tipo de aspiraciones, no es nada que vaya a producirse en el futuro: se está produciendo al mismo tiempo que Londres vota a un musulmán - plenamente integrado y europeo, se supone - como alcalde. Paradojas que nos ilustran muy adecuadamente la complejidad del problema. Si en estas circunstancias albergamos a estos individuos reluctantes según un modelo “multicultural” tendremos un corto periodo de silencio mientras los tumores, crecen, proliferan y consumen el tejido social hasta el final explosivo de una crisis de ocupación por medios más o menso violentos, justo en el momento en el que ya no sea posible destinar más dinero a sus programas.

Pero ojo, no podemos simplificar el problema hablando sólo de religión, pues la cosa es más compleja. Europa empieza a no necesitar mano de obra no cualificada, de esa tenemos abundancia  e incluso excedentes con los que no sabemos que hacer (España, sin ir más lejos, tiene un paro estructural fruto, en gran parte, del alto número de jóvenes que abandonaron los estudios deslumbrados por los sueldos del ladrillo de antes de la crisis). Nuestros valores nos obligan a recibir y acoger a los refugiados de las guerras; somos, hoy, fruto de esos mismos valores fundamentales entre los que incluimos acogida y refugio, pero debemos ser inteligentes y crear y levantar sistemas y procesos que nos permitan proteger y preservar ese mismo sistema y la estructura social que de él se deriva. No podemos permitirnos, nuevamente, el lujo de reproducir las debilidades democráticas que, por garantistas, permiten que sus peores hijos, fascistas y populistas, acaben devorando a la madre, no. Nos va la vida en el reto, sin más. Además, protegernos significa garantizar y proteger el futuro de los que hoy llegan a nuestra casa y las oportunidades de desarrollo de sus hijos y eso debe quedar claro para que nadie se llame a engaño y se ponga en marcha sabiendo que tiene que hacer deberes, que Europa acoge a cambio de aceptar ese viaje interior que facilita la integración y garantiza el futuro del sistema. Debemos mostrar un sistema social bien protegido, impuesto, si hace falta, usando las formas de coerción que admite el ordenamiento legal y administrativo; un sistema estable y estabilizado que nos ofrece un futuro más tranquilo y más prometedor para una población inmigrante libérrima en su intimidad pero escrupulosamente cumplidora de las normas comunes que nos han permitido llegar hasta aquí.

Creo, sinceramente que sólo un modelo parecido al descrito nos permitirá sumar y enriquecernos, pero si seguimos aceptando y protegiendo una presencia basada en el trabajo prioritariamente masculino sin avanzar en el camino de la evolución  personal y familiar hacia la normalización e integración como ciudadanos, acabaremos fomentando los problemas que queremos evitar y que ya se hacen presentes en nuestras ciudades.

Concretando esta primera parte del escrito - la siguiente está más centrada en cuestiones internacionales y en el papel de la mujer en el islam - adelanto conclusiones y respuestas concretas a preguntas y toma de posiciones que nos encontramos en los medios como base de discusiones interminables. No pretendo tener razón, pero tengo pleno derecho a proponer soluciones para un problema que nos afecta a todos y que no ha hecho nada más que empezar. 

Mi postura se basa en defender los valores fundamentales de nuestra sociedad que, reconociendo sus bases religiosas cristianas, ha conseguido una etiqueta de laicismo con la que todos, más o menos, nos sentimos a gusto y en la defensa, a ultranza, sin fisuras y como objeto de una discriminación positiva proteccionista, de la mujer en el colectivo musulmán. Así pues, veamos algunas medidas concretas basadas en esos dos objetivos de laicismo y feminismo militante:

1º.- Educación: laica, obligatoria hasta los 18 años (segundo ciclo o antiguo bachillerato, que ya tengo un lío importante) y en centros educativos públicos. En el segundo apartado hablaremos largo sobre la naturaleza de los centros educativos necesarios.

2º.- Religión: en ámbitos privados y sin señales externas consideradas discriminatorias o vejatorias para la dignidad de la mujer. Obviamente, esto elimina de las calles burkas, chadores etc.

3º.- Legalidad: nada por encima de la ley, sin excepción. Esto supone que los imanes deben ajustar sus discursos y eliminar, bajo pena de inmediata expulsión, toda referencia contraria a los valores sociales europeos, con especial vigilancia hacia el papel de la mujer en la religión musulmana.

4º.- Ayudas sociales: con carácter general y de aplicación a TODOS los colectivos pero con cambios orientados a fomentar la implicación del receptor y educar en los valores del trabajo y el esfuerzo; dejar claro que somos una sociedad que, en teoría, cambia esfuerzo por recompensa y que nada es gratis, que hay que colaborar y ser solidario. En este sentido, los calvinistas nos llevan ventaja y lo tienen más claro que las sociedades católicas que aceptan la limosna y la caridad con criterios semejantes, por cierto, a la sociedades musulmanas. Hay que instaurar el principio de “nada es gratis” como elemento educativo.

5º.- Protección de la mujer: absoluta. Se inicia por la obligatoriedad de usar uniforme para ambos sexos durante todo el periodo formativo. Esto elimina tentaciones de pañuelos, chadores etc y asegura que la mujer esté preparada para vivir su naturaleza sin tensiones o problemas. Creación de servicios telefónicos de protección de libertades en el ámbito privado del estilo de los teléfonos contra el mal trato: sin dejar rastro y con la seguridad de protección inmediata ante el mal trato familiar o imposiciones de carácter religioso como matrimonios, vestimenta, repatriación obligada etc

Son sólo 5 puntos, pero podrían suponer un cambio muy importante y creo, muy positivo pero…vuelvo al eterno pero: no creo que Europa esté en situación de intentar algo parecido; algo que requiere tanta uniformidad y voluntad coordinada; algo que supone marchar juntos contra un enemigo común que protege a y se crea en favor de los que hoy, muchos, consideran enemigos ya declarados y de otros que no lo son pero están en riesgo de serlo.

No, no creo que hagamos nada, pero sí creo que los problemas crecerán y que lo que hoy empieza a moverse de forma ocasional se va a convertir en habitual y cotidiano y eso se llama destrucción y muerte; amenaza constante y peligro constante al que debemos afrontar sin miedo y siendo conscientes de que no les debemos nada, que Europa ha hecho mucho y que hace mucho para acoger, ayudar y proteger y que, a cambio, sólo pide ser respetada en sus valores fundamentales para poder seguir ayudando, acogiendo y protegiendo.

No cero que sea pedir mucho teniendo en cuenta lo mucho que damos a cambio.


Amenazo con una segunda parte del ladrillo, aviso. 

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