domingo, 24 de julio de 2016

COMPUTER SAYS NO


Para confirmar que el azar lo gestiona casi todo, ayer nos despedimos de Alvin Toffler a la vez que mantenía una conversación muy agradable sacando punta a la frase que encabeza esta entrada: La computadora dice NO.

Es verdad que el cambio es la manera en la que el futuro entra en nuestras vidas, pero si pensamos un poco en la frase de marras - con independencia de reírnos de los muchos gags que podemos encontrar  archivados en https://www.youtube.com/watch?v=0n_Ty_72Qds&list=RD0n_Ty_72Qds#t=2 como parte del programa Little Britain - veremos que empezamos a convivir con un futuro en el que el centro, el foco de toda actividad humana, se va desplazando desde el hombre hacia otros paradigmas a los que, todavía, no puedo bautizar adecuadamente. La historia nos demuestra la facilidad con la que el ser humano se acomoda a obedecer sin cuestionar lo adecuado o conveniente de la orden. Los juicios de Nuremberg consagraron esta máxima y posteriores investigaciones de la psicología social confirmaron que, efectivamente, el hombre es capaz de casi todo si recibe una orden adecuada, sea cual sea el entorno en el que recibe la orden. (Stanley Milgram, 1963, Universidad de Yale. Ficha en https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram para los curiosos) Dicho esto, muchos profesionales se van adaptando a relacionarse con la realidad a través de los programas que ejecutan las máquinas, adaptando sus propias conductas a normas y protocolos que estandarizan sus conductas hasta que acaban perdiendo su capacidad de decisión.

Convivo con algunos de estos nuevos profesionales en peligro, pero la comodidad es tanta, la tranquilidad tan placentera y el dulce deslizarse de las horas y tareas es tan agradable, autista y ausente de problemas, que es imposible hacerles ver el peligro de reducir su actividad humana al pequeño universo que deja ver la ventana de un programa informático en la pantalla de sus ordenadores.

El hombre, el ser humano, se retira del frente, abandona el centro y eso es tremendamente peligroso, pues si la actividad del hombre no se centra en el hombre, los beneficios de sus acciones acabarán, de forma segura, en manos de "entes" cuya humanidad no existe: alimentaremos al enemigo en detrimento de nuestros hijos y nietos. La tecnología empieza a evitarnos demasiados afanes y trabajos que deberían permanecer como actividad únicamente humana y sin embargo, el robo se nos presenta como si estuviéramos a punto de acceder a un maravilloso universo de indolencia en el que "todo nos será dado".

Como dice el título de este blog, soy un inadaptado que ha pasado de serlo de forma involuntaria a jugar a la contra de manera premeditada y estratégica, pues en el ámbito laboral me veo protegido por mi provecta ancianidad rodeada de "tecnolescentes" de poco más de 20 años; los mismos que se entregan sin luchar al dominio de esas máquinas capaces de "decir NO".

Puede que la casualidad de ayer viniera precedida de un aviso al que no veo que se haya dado demasiada importancia en la prensa y que me está haciendo cavilar desde que me enteré: la posible desaparición como ente independiente de la Facultad de Filosofía y letras de la UCM. Según el rector, no pasa nada, según mi modesta opinión, si eso se lleva a cabo, es que la esperanza está muerta. Si la Universidad pierde al hombre como centro, todo será inútil, el cambio se habrá consagrado y el ser humano habrá perdido la preeminencia en favor de las "corporaciones" como entes finales y finalistas; corporaciones que se elevan por encima de cualquier ética, de cualquier cortapisa moral o que trascienden fronteras como las plagas de langostas en busca de nuevas fuentes de riqueza a costa de cualquier coste para el huésped que los sufre.

Estas Universidades, ya liberadas del hombre, serán capaces de formar y poner en circulación miles de nuevos profesionales "adaptados" a la más suave de las obediencias; promociones enteras de replicantes enseñados a dejar las decisiones en manos de los circuitos que gobiernan sus vidas entregadas a la nada.

Hemos perdido la rebeldía, la capacidad de mandarlo todo al cuerno y de incendiar las calles como, muy sabiamente, hicieron nuestros abuelos defendiendo al hombre en tantos campos de batalla. No defiendo la violencia, pero nos hemos instalado en un silencio mortal y en una indolencia culpable que hay que sacudirse de encima o lo perderemos todo. 

La tercera ola nos está ahogando, no está anegando bajo una tecnología de enorme potencialidad creativa que, como todo, tiene un lado tenebroso: el olvido del hombre en todas sus facetas, incluso en la de trabajador-productor, posición que estamos entregando a un sinfín de ingenios mecánicos computerizados, programados y enormemente rentabilizados por los dueños de ese nuevo centro de gravitación universal ajeno al hombre y sus miserias.

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