domingo, 24 de julio de 2016

Año 60 AC: Lex Iulia Agraria: primer referéndum legal vinculante.


¿ De qué vamos a hablar en esta entrada? Pues vamos a hablar de la capacidad del pueblo para tomar decisiones sobre cuestiones complejas; vamos a hablar de la responsabilidad de gobernantes y de gobernados; vamos a hablar de la verdad y la mentira y vamos a cuestionarnos la famosa máxima que nos aseguraba que "vox populi, vox dei"; algo que, vista la reputación de Dios como vocero de sí mismo, ya nos da una idea bastante aproximada sobre las conclusiones finales.

La razón del título se basa en la búsqueda de un precedente histórico que nos pueda dar idea sobre la trascendencia de una importante decisión tomada, en vez de por los "profesionales" del Senado, por el pueblo romano. Es muy posible que existan otros precedentes más válidos, pero mi ignorancia da para lo que da y para el caso, me doy por satisfecho. ¿Que pasó ese año 60AD para darnos claves tan válidas? Pues pasó que Julio César ejercía el segundo año de su primer consulado, cúspide soñada por todo romano que emprendiera el llamado "cursus honorum" o carrera política, denominación más contemporánea y entendible. Curiosamente, su compañero de consulado, Marco Calpurnio Bíbulo, un plebeyo de antigua familia, se oponía a su colega patricio construyendo un imposible binomio en el que se representaban las dos tendencias dominantes del senado y de la sociedad romana: los "optimates", también llamados "bonis" u hombres buenos: reaccionarios inmovilistas y feroces enemigos de los "populares", encabezados por César, actuando más en representación de sí mismo que de partido alguno. 

Bloqueada su ley en el Senado, obstaculizados los debates por la terquedad -y capacidad física - de Catón el joven, facultado para discursear desde la mañana a la noche y así impedir votaciones imposibles una vez puesto el sol, César rompe moldes, dinamita las tradiciones y lleva su ley ante el pueblo para ser votada sin la aprobación del Senado. El pueblo, entusiasmado  con que le dejaran participar, vota favorablemente y además, se divierte llenando de mierda al cónsul junior que, dolido y rabioso, se retira a su casa el resto del año buscando excusas para hacer nulas todas las decisiones tomadas en el que se conocería, desde entonces, como el consulado de Julio y César; en contra de la regla que obligaba a nombrar el año como Consulado de César y Bíbulo. No contento con ese resultado y ya en completo enfrentamiento con el Senado, César recurrió a la asamblea ciudadana en otras ocasiones, dejando que el pueblo -absolutamente ignorante e inexperto - hiciera modificaciones a las leyes votadas y organizara bastantes líos en la "res pública", especialmente en lo referente a la enrevesada y compleja organización de las provincias.

Populares vs conservadores y oficialistas; inmovilistas vs renovadores; proletarios ( de "proletario", el que no posee más capital  o fortuna que su prole ) contra senadores; ignorantes contra expertos...¿nos suena de algo? Creo que nos suena y mucho y si pensamos en la relativa sencillez del mundo romano comparado con la complejidad de realidad actual, veremos que, si aquellos ya fallaron, es muy complicado que los profanos acertemos en la toma de decisiones que, hoy, son más complicadas y difíciles de lo que han sido nunca.

Marginalia: Los griegos, si no me equivoco, votaban de forma directa en asamblea, pero no votaban -si meto la pata, que alguien sea tan amable de decirlo, que lo agradeceré - sobre medidas tan complejas como las que una ley romana llegó a representar. Eso no  quiere decir que las medidas votadas no tuvieran enjundia y calado, pero las entiendo como diferentes. Acabo la digresión y vuelvo a la actualidad, que estos paseos son agradables y como este blog no quiere titulares, me los permito como un lujo personal.

Cuando César hizo lo que hizo, tuvo cuidado en suplementarlo con algo realmente novedoso que hoy nos parece casi básico: pagó de su propio peculio a los copistas para que colgaran su ley en foros y basílicas y mandó a varios de sus libertos al foro para que estuvieran a disposición de los ciudadanos y pudieran explicar dudas y trasfondos. ¿Os imagináis a los actuales diputados en un tenderete -mesa de borriquetas y toldillo instalado en plazas y aceras del Congreso - a disposición de todos para explicar, despacio y de forma sencilla, las razones y motivos de su postura ante una ley? Sería curioso analizar tanto las preguntas como las respuestas de aquellos que de la ley a explicar solo conocen la obligación de mirar el dedo del jefe del grupo para votar lo que está mandado.

En lugar de tan meritorio esfuerzo, las masas de hoy acuden a las votaciones, referendums incluidos, con una vaga idea de lo que está en juego y en muchos casos, con la cabeza llena de mentiras que acaban por inclinar la balanza a un lado y durante un largo periodo de la historia sin que la legalidad y la costumbre política nos de amparo ante el engaño. ¿Es lógico? Y que conste que no sólo hablo de España, pago al que no nos llegó esa necesaria revolución calvinista que tanto bien hizo a la causa de la verdad y la honradez y que tanto mal hizo en otras áreas de la sociedad humana, no: acabamos de ver lo que ha pasado en Uk y da miedo pensar lo que nos puede venir detrás, como si de la cola de un cometa que cruza Europa se tratara.

Las grandes enseñanzas de este último proceso son espeluznantes y podemos resumirlas de forma muy breve:

1º.- Los triunfadores no tardaron 24 horas en reconocer que las más importante premisas de su discurso eran completamente falsas y de imposible realización.

2º.- Una parte importante de los que acudieron a votar, no tenían ni la más remota idea de las consecuencias prácticas de su voto.

3º.- Una parte importante del electorado, ajeno a la asunción de su responsabilidad como ciudadano, se quedó en casita o no votó confiado en el resultado favorable de su opción basado en lo que "decían las encuestas": que otros me lo voten por mi, por favor, que a mi como que me da pereza.

4º.- La división social del Reino Unido es de "toma pan y moja,  con brechas de muy complicada sutura: Londres, Escocia y esa rareza histórica llamada Irlanda del Norte ya claman por "buscarse la vida" y dejar a la Union Jack hecha jirones y casi monocromática.

5º.- Estos procesos se convocan "sin red"; no hay salvavidas y como dijeron los  jefazos de Bruselas "no es no", pero...

vamos allá con el "pero":

a.- ¿Puede tal proceso ser vinculante cuando la decisión mayoritaria se ha basado en demostrados engaños, mentiras y falsedades? ¿No hay castigo para el fraude y la estafa? ¿Vamos a dejar que se consagre el éxito del estafador?

b.- Los ganadores, los que la han liado parda, han tardado días en salir por piernas y que lo que viene les pille a otros, pues saben que tras el no, lo que queda es otra edición del famoso "sangre, sudor y lágrimas". A esa figura se le llama embarque, cobardía y otras muchas denominaciones mucho más escatológicas.

c.- ¿No hay un tribunal ético, moral o de simple sentido común, que pueda dar marcha atrás invalidando los resultados y eliminando de la vida política a esos que han reconocido, sin vergüenza ninguna, que son tahures, mentirosos, fulleros e inmorales?

d.- ¿Puede un pueblo inerte, desinformado, medio lelo, indolente, irresponsable y perezoso tomar decisiones de tal trascendencia?  ¿ Aquello que nos enseñaban de que "todo para el pueblo pero sin el pueblo" del Despotismo Ilustrado debe ser considerado, hoy, una opción válida?

No tengo conclusión de validez universal para el caso, pero se me abren las carnes viendo que una sociedad con todas las posibilidades de información, formación, análisis y debate es capaz de volverle la espalda a sus inmensas posibilidades para instalarse en una esplendorosa estupidez voluntaria. Nunca ha sido más sencilla la progresión intelectual individual y cada vez el bagaje intelectual, personal y colectivo, es más pobre y vulnerable a la manipulación.

¿Que coño nos está pasando que vemos acercarse el desastre con cara de vacas imbecilizadas viendo pasar los trenes sin ser capaces de reacción alguna? 

Sinceramente, no entiendo nada, lo confieso.

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