Una foto que nos abochorna a todos
Nuestro incontrolable rey emérito, ese que ha decidido
ponerse el mundo por montera y acabar de un papirotazo con el prestigio, ya
escaso y amenazado de ruina, de nuestra monarquía, se ha despachado este fin de
semana con dos fotografías cuya digestión me resulta imposible.
La primera, con resonancia internacional, se la ha hecho con
el famoso príncipe descuartizador en vivo mientras disfrutaban de las
carreritas de coches. Curioso que la primera foto que trata de retornar a este
monstruo al mundo de los seres humanos normales que no trituran a sus críticos
tenga a nuestro rey emérito como protagonista. ¿Se trata de un pago debido? ¿De
una lealtad mafiosa que agradece, de esta forma, las generosas comisiones
cobradas desde hace años? No suelo ser mal pensado, pero la cosa tiene toda la
pinta de recado mafioso: “querido Juan Carlos, te recuerdo que nos debes un
favor, ya sabes cómo funciona esto. Nada
que te cueste mucho, sólo una foto y un abrazo. No me cabe duda de que tú
entiendes lo importante que es que todo siga igual.” Por supuesto alteza,
contesta el interpelado en primer tiempo de saludo, presto ya el gabán para
iniciar el viaje. Faltaría más
Una normalización imposible
Pero es que esa foto, siendo muy importante, no es la única:
falta hablar de la infantita que se ha aparecido como testigo de la obediencia
debida. Debe ser por aquello de que ya tiene práctica es actuar como
espectadora de extraños movimientos, influencias y tráficos más o menos
subterráneos. Siempre es bueno tener una llegado en Suiza, por lo que pueda pasar.
Ya van dos intentos de normalizar la presencia en los actos reales de la tal
infanta y creo, me parece y estimo adecuado, que lo mejor sería un eterno
ostracismo en las frías aguas del lago Le Man. Menos dañino que lo que está por
venir, me temo
O la Casa Real se pone las pilas o mucho me temo que la cosa
explota el día menos pensado.
Esto no hay quien lo aguante, de verdad.