sábado, 30 de marzo de 2019

El nombre vacío



Decían los romanos que ninguno de sus ejércitos podría lograr triunfos y victorias en África sin la participación de un Escipión, nombre casi totémico tras la larga lista de Escipiones gloriosos que, en contra de la superstición, lograron fama pero no siempre en la victoria: dos hermanos muertos en la campaña de Hispania y el mismo Cornelio Escipión, “El Africano”, tuvo que ver mucha sangre familiar en el río Tesino y en Cannas antes de pasarle la mano por la cara a los Cartagineses y a su archienemigo Anibal en Zama.
Hoy, Casado acude al totémico apellido de la democracia española, al perseguido, olvidado, recuperado y vuelto a enterrar Adolfo Suárez, e integra a su hijo como número dos de la lista de Madrid. Se busca la suerte en el apellido, pero se le olvida a Casado que este personaje es un perseguido de la historia; un gafe de tomo y lomo, como vulgarmente se dice y, además, un frívolo inconsecuente.
Político de tercera, torero de festival propio del circo de Manolita Chen o el Bombero Torero, arrastra la gloria paterna sin cuidado de mejores logros y sin cuidar de su destino más allá de un tupé esplendoroso, una figura enjuta y una estulticia clamorosa cuya grandeza amenaza con depararnos días de gloria que ya han empezado, al desvelarnos los rituales de muerte neonatal de los Neardentales con la seguridad y certeza propia de un testigo presencial. Con la misma rotundidad, naufraga por la legislación de los USA asegurando que en NY se realizan “abortos después de haber nacido el feto”. Este señor, verdadero chisgarbís de la política y la sociedad, es una ofensa para la sociedad española que no debería tener que asistir a estos espectáculos, pues no hay condena emitida contra ella merecedora de tanto castigo.
No sé qué grandes prestaciones y aportaciones podía esperar Casado; que nuevas teorías políticas que revolucionaran el gallinero, lo que sí sé es que el historial político del tal no hacía presagiar nada bueno y parece que la realidad así no lo confirma: ha hablado y me atrevería a asegurar que ha sido su última representación sin apuntador.
Como Cesar aceptando las imposiciones de la superstición al cargar a un Escipión degenerado, Casado se ha entregado a un apellido ilustre de nuestra historia cuyo presente es penoso. Una lástima.

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