Como siempre, va por delante la definición de RAE Dicho de una persona: Que actúa con falsedad o desvergüenza
descaradas.
Centrado
el tema, declaro que estamos viviendo un estado de
cinismo generalizado que provoca náuseas infinitas, estables y
consolidadas; tantas que se me hace complicado el simple hecho de ver las noticias
diarias o intentar analizar, desde la sensatez y objetividad, cualquier
declaración realizada por cualquiera.
El
derroche de cinismo en torno al problema de Cataluña o las últimas “performances”
llevadas a cabo pro los partidos ajenos al PSOE en torno al necesario
cumplimiento del mandato europeo y del Parlamento Español de desalojar a Franco
del espanto de Cuelgamuros, pone de manifiesto, una vez más, la inexistente
ética de la política española.
Hoy
por hoy, aspirar al mínimo grado de colaboración o entendimiento entre partidos
sobre cuestiones básicas que todos tenemos en la cabeza, se me aparece como una
entelequia absoluta.
Y
el caso es que no nos faltan enormes problemas a los que hacer frente, desde el
paro, la actividad económica enlentecida, tocada y coja; el siguiente paso de “desfranquizar”
a España siguiendo la amable sugerencia del Parlamento Europeo; recolocar a la
iglesia católica y a todas las religiones en el entorno privado fuera de lo
público; la cosa esa de las autonomías, que parece despeñarse por el barranco
del absurdo cada día con mayor velocidad…
Son
muchas las tareas que requieren de voluntades unidas y comunes; muchos temas
que no admiten divisiones o luchas intestinas y, sin embargo, el discurso
dominante es sencillamente miserable, rastrero y mentiroso.
España
lleva unas apocas décadas de democracia y parece ser que no hemos aprendió a
generar líderes que estén a la altura del diario desempeño de los gobernados,
esos que, cuando no hablan de política y por tanto no la cagan (cagamos),
trabajan seriamente y desempeñan sus cometidos con eficacia, sensatez y
calidad.
Vivimos
bajo la capa política de un cinismo atroz que lo gobierna todo y, de verdad: no
veo por dónde alumbra la esperanza de salida. Ojalá me equivoque.
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