Ser mayor, tener WatsUp y un grupo de amigos que quieren
polemizar sobre determinados temas, acaba siendo un suplicio para los que tenemos
los dedos como porras y la cabeza llena de madejas que se enredan y se lían
según tratas de sacar las hiladas limpias y puliditas. Ayer, cuando parece ser
que se cumplía el quincuagésimo aniversario del desgarro moral de la monarquía
española y Juan Carlos se dejaba nombrar “heredero a título de rey” del
dictador, nos liamos a mandar comentarios que, sobre la necesaria brevedad, pretendían
ser brillantes sin darnos cuanta de que, básicamente, no se puede hacer
historia si formas parte de la historia que quieres contar.
Nuestra generación ha vivido una parte de la historia de
España cuyo curso no podemos academizar pues no ha llegado el momento en el que
nosotros, todos, hayamos dejado nuestros restos para que otros los reúnan y con
ellos hagan la verdadera historia de nuestros días. Nos invade la realidad de
nuestras vidas, vivimos lo que vivimos y la realidad nos formó como nos dejamos
formar: somos sujetos del paso de los días y por tanto, el sueño de la
objetividad es imposible para nosotros. Otros llegarán que reunirán los trozos
que cada cual haya dejado para el futuro y construyan la visión general de lo
que, en realidad, constituyó nuestra vida y nuestro tiempo.
Hoy, muerto el moro, los lanzazos se suceden y son
sencillos, pero ese moro que hoy yace bajo la cruz del marfil que acabó con su
prestigio y nos terminó de condicionar, tuvo un destino histórico que, de una
forma u otra, cumplió y contribuyó, de forma decisiva, a que hoy vivamos como
lo hacemos. Luces y sombras que suelen formar parte de los perfiles de los que,
de verdad, han hecho historia.
La grandeza monocolor, única, estable, confiable y
monolítica suele ser una entelequia que buscan los turiferarios, nunca los historiadores,
más dados a entender la condición y la realidad del ser humano que debe
afrontar un destino grande, ese que le obliga a superar la realidad de su condición.
¿Qué personaje de la historia puede presentar una sola cara ejemplar? ¿Mandela?
Posiblemente si preguntamos a las que desde su condición femenina se acercaron
a su verdad, tendríamos una historia no tan ejemplar como todos -o casi todos
-damos por cierta sobre este personaje.
Ayer desfilaron nombres por las pantallas de nuestros
terminales: Juan Carlos I, Torcuato Fernández Miranda -por favor, leer el libro
que aparece en la fotografía – Carrillo, Blas Piñar, Sánchez Covisa y sus
perros de la guerra, Arzalluz, Girón y sus sueños montaraces, Tarancón, Suárez,
Gutierrez Mellado, Tarradellas, Camacho, los
abogados de Atocha y el clamor del silencio de su entierro llenando el
miedo colectivo con la disciplina comunista…los nombres con los que crecimos
formando nuestro criterio y nuestra vida política de la que no podemos separarnos
ni, en forma alguna, objetivar.
No se puede objetivar lo vivido bajo el miedo a ETA o a las
consecuencias de aquél momento de locura del 23 F; nada escrito con tinta puede
reproducir el suspiro de alivio ante aquella imagen de Juan Carlos vestido de
Capitán General negando el futuro de los golpistas….y nada podrá lavar la
infamia de los que cayeron de lo más alto para demostrarnos la realidad de
lo peor de la condición humana.
Todo, incluidos los que ejercemos de implacables jueces de
la historia, hemos hecho la historia que ahora, por mucho que queramos, no
podemos escribir: sólo podemos contar lo que vivimos aceptando lo limitado de nuestra
información y lo subjetivo de nuestros juicios.
Lo que da de sí un buen rato de espera por la grúa en el Bus
Vao bajo el sol de Julio.
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