viernes, 26 de julio de 2019

Las ocasiones perdidas




Mi amigo Curro siempre mantiene que lo que hoy prima en empresas y negocios es mantener posturas relacionadas con, y ejecutar sólo, lo que, con certeza, sabemos que no es un error: las equivocaciones se pagan con sangre y sus consecuencias son imprevisibles. Hoy, tras el desastre del Parlamento y el naufragio de la investidura, todos -o casi todos- nos preguntamos por los errores de unos y de otros, pero yo creo que lo más importante, una vez más, es analizar lo que pudo ser y ya no será. No vale decir que septiembre traerá un nuevo curso y una nueva oportunidad: de ser y de llegar, será y llegará otra oportunidad fruto de una situación distinta y con actores que tendrán que afrontar realidades distintas. Lo que de verdad me importa, por lo menos a mí, es el análisis de las oportunidades perdidas y de paso, poner un poco en solfa a Pablo Iglesias, verdadero quintacolumnista cuya gestión, imagino, deben estar bendiciendo en Génova, CS y en Vox, partido que debe estar con serias lesiones en la espalda de tanto reír.
La izquierda, gracias al eficiente trabajo de Iglesias, ha perdido, una vez más, la oportunidad de gobernar este país. No niego la ayuda, inestimable, de los errores de Pedro Sánchez, pero en la pista central del circo parlamentario y con actuación muy destacada, Pablo Iglesias se ha venido arriba y con una concepción del Estado tan amplia como la circunferencia de su propio cinturón, nos ha hecho a todos los votantes de la izquierda una butifarra de un tamaño y unas consecuencias enormes e imprevisibles. Son muchos -mi amigo Eduardo entre otros- que me aseguran que septiembre lo arreglará todo y mucho me temo que ese mes sólo nos traerá la confirmación de que las urnas esperan a la vuelta de noviembre.
Pablo Iglesias ha demostrado, una vez más, que es de derechas, que contra el PSOE vive mejor y que la ambición que alberga tan preclaro líder es inmensa e inagotable: no le vale nada que no sea el mando supremo, la obediencia ciega y la autarquía más esplendorosa. Habla de solidaridad cuando él mismo solo sabe dirigir la mirada hacia su ombligo y sentirse desgraciado cuando el mundo entero, al unísono y entregado, no le alaba y le consagra como su líder vitalicio. Este señor está dejando su partido como un solar - en dura pelea con Rivera – tras sembrar el desencanto en muchos que votaron, con esperanza, esa promesa de cambio y renovación que ha llegado, tan sólo, para bendecir y consentir que el PP siga gobernando en muchos sitios donde Podemos ha tenido la llave del cambio y la regeneración. El análisis no da para mucho más, que ya está bien de hablar de entelequias cuando es la realidad de los hechos y de las acciones las que, ineludiblemente, colocan a cada quien en el sitio de cada cual: sencillo.
Iglesias debe afrontar el juicio que merecen, no sus encendidos discursos de cambio y regeneración, sino sus negaciones al respecto: ha roto, torpedeado, boicoteado y decepcionado a diestro y siniestro, por mucho que la sensatez aconsejara apoyar la gobernanza del PSOE y alejar la posibilidad de que la derecha, condicionada enormemente por el apoyo de Vox, pudiera soñar con gobernar.
En la última nota hablaba del juicio de la historia y de los personajes que ofrecen varias caras, mejores y peores, a lo largo de su biografía: el juicio de la historia de este político, me temo, será unánime y terrible: nunca nadie tuvo tanto a su alcance con menos aprovechamiento. Para cerrar, os recuerdo la sentencia que tuvo que ir el propio Aníbal de su más próximo general y amigo Maharbal: "Aníbal, sabes vencer, pero no sabes cómo aprovecharte de tus victorias". Esa incapacidad, tras la enorme victoria de Cannas, permitió que Roma siguiera respirado y se tomara la venganza de sembrar sal en los campos de Cartago.
Llegará la sal a los terrenos de Podemos y nosotros, seguramente, lo veremos. Lo que no sabemos es quién será el sembrador, si Errejón o Pedro Sánchez.

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