domingo, 4 de noviembre de 2018

Un billete al infinito



Leo -o mejor, disfruto – con la lectura del libro de un amigo, acontecimiento especialmente feliz que me permite comprobar que, efectivamente, la teoría de los multiversos es cierta y que, sin su existencia, hubiera sido imposible la constatación de tanta ignorancia por mi parte. El universo que describe el libro – Música y Electricidad; conexiones y cortocircuitos en la era virtual del acelerador de partículas, de Enrique Helguera de la Villa, Editorial Montesinos – ha transcurrido, casi por completo, de una forma paralela a mi existencia y este libro pone en evidencia todas mis carencias, infinitas, en lo que a música se refiere.
He disfrutado por muchos y por variados motivos, pero hay algo que me gustaría resaltar especialmente: la enorme carga afectiva, emocional y sensitiva de todos y cada uno de los artículos seleccionados. Kike – no Enrique ni Kilo en nuestro espacio – se acerca a los textos desde dos perspectivas distintas: su enorme conocimiento y cultura musical y, lo más importante, desde su propia experiencia personal; un mundo de sensaciones y vivencias que quedan muy lejos de mi propia capacidad (Mis 60 años de acrisolada ineficacia al respecto, lo demuestran sobradamente). En sus textos hay “abismo” ese abismo que reclamaba Paco de Lucía para su propia y egoísta experiencia.
Cada autor, cada tema es tratado y analizado desde la emoción, el cariño y el respeto por los artistas y su entorno social y cultural. Nos acerca con la misma sensibilidad al narcocorrido como a cualquier otro ritmo desconocido de África o a la experiencia de los festivales pirenaicos o pequeñas salas, verdaderos tabernáculos de iniciados en busca de la quintaesencia de la música, para alguno de sus mencionados, verdadera esencia de dios.
Me gusta que no hay, en contra de la mención al acelerador de partículas, destrucción alguna en la exposición: es como si un anatomista nos iluminara los cuerpos y sus misterios respetando la vida que en ellos habita. No hay dolor, no hay destrucción, sólo admiración y disfrute contagioso.
Podría decir que lo he leído con sana envidia, pero eso sería mentir: el poder disfrutar de tan rico universo como mi amigo disfruta me da una envidia repugnante, viscosa y verde, sin paliativos ni edulcorantes. En fin, cada cual debe ser consciente de sus limitaciones y disfrutar de lo que la suerte le otorga: en mi caso, un billete de primera clase para un recorrido turístico muy interesante por los intrigantes misterios de un universo ignoto.
Muchas gracias, Kike: enhorabuena por ser capaz de disfrutar tanto y contarlo tan bien. Un abrazo


1 comentario:

  1. En fin, Patas, que puedo hacer yo sino agradecer infinitamente tanto halago inmerecido, probablemente generado por la larguísima y profunda amistad que nos une. Lo que más me gusta es que te haya gustado y que disfrutes y te emociones con mis artículos como a mi me pasa cuando leo los tuyos, sobre esas otras materias que yo, muchas veces distraído por la música, no llego a percibir o entender con claridad. Un gran abrazo

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