sábado, 3 de noviembre de 2018

Es peligroso NO asomarse al exterior



Si hay veces que una imagen vale más que mil palabras, no es menos cierto que, de forma excepcional, nos encontramos imágenes que valen mucho más que mil discursos. La Casa Real nos acaba de regalar una de ellas y no puedo aguantarme las ganas de poner por escrito algunos de esos discursos por mucho que, como decía Quevedo, “Pues amarga la verdad…”
La Casa Real ha publicado la fotografía oficial del 80 cumpleaños de la Reina Emérita y de esa foto emanan, más que discursos, furibundas diatribas que hacen las delicias de los republicanos -trabajo regalado- y endulzan las horas de los recalcitrantes monárquicos del ABC ( Por favor, no dejar de leer esta noticia y luego limpiar el teclado del pegajoso almíbar que rezuma https://www.abc.es/estilo/gente/abci-dona-cristina-vuelve-casa-201811021844_noticia.html) A mí, que he mantenido una postura blanda y muy racional con la Casa Real y con la monarquía española, me ha colocado ante el límite de lo aceptable y me obliga a decir “basta”: ni una humillación más; ni una vergüenza más; ni un abuso más.
Sencillamente infumable

Si la Casa Real entiende que esa foto es la que normaliza la realidad de la institución y nos informa de lo que viene a partir de ahora, lo que yo contesto es que conmigo no cuenten más. Es cierto que las mejores y más avanzadas democracias europeas comparten el modelo de la monarquía constitucional, pero no es menos cierto que la profesionalidad e integridad moral de sus representantes se ha mostrado mucho más fiable que la demostrada por los nuestros.
¿Es posible que, de verdad, quieran que aceptemos como normal la reconciliación con la tal Cristina y sus chanchullos? ¿De verdad hay que olvidarse de todo lo que se ha sabido sobre Juan Carlos? ¿Es Felipe el que nos va a conducir a las doradas playas de la integridad moral y la regeneración institucional? ¿Es que con esa foto pretenden ofrecerse como la familia ejemplar, la familia “Telerín” de mi infancia?
La verdad, me siento insultado y ya no quiero transigir más: esa foto es un oprobio, una vergüenza, una provocación y la consagración de la ignominia para todos nosotros, sencillamente. Felipe ha consagrado una forma de hacer; un silencio aparatoso y cómplice de demasiadas cosas; se ha instalado en la introspección dando por buena esa imagen de “Hola” y papel “couché” por completo ajena a la realidad. De tanto mirar dentro del palacio de La Zarzuela y escuchar a sus propios turiferarios, se ha olvidado de que, en este caso y en contra de lo que recomendaban los antiguos trenes de la RENFE, lo peligroso es NO asomarse al exterior y buscar aires nuevos; aires de integridad moral, de regeneración institucional, modernidad en los usos y costumbres, adecuación a las demandas de aquellos que le rechazan y con los que, seguro, perdería el referéndum del que no quiere oír hablar. La monarquía española, con esa foto, como resumen y colofón de su parálisis, se acaba de suicidar y lo que queda por delante, de no cambiar mucho la corriente, es la completa desafección de la gran mayoría de los ciudadanos; de todos los que, aunque hoy no hayan caído en la cuenta de lo que anuncia esa imagen, irán viendo y oliendo las apestosas emanaciones de una familia en descomposición que va a contaminar la vida política española con sus miasmas.
Una vez más, los monarcas españoles le vuelven la espalda a la historia y trabajan de forma denodada para ganarse el odio y el rechazo de sus conciudadanos, que nunca más súbditos sumisos.


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