Malo para todos: el periodismo sin ética.
Vivimos tiempos complejos y cuando la realidad se enreda es
bueno buscar ayudas simples, eficaces y muy contrastadas a lo largo de la
historia. Viene esto a cuento de los impresentables comentarios y críticas que
se han lanzado, desde la COPE, a la vicepresidenta del gobierno, demonizada por
sus características físicas en un esperpento de rancio machismo y especial mal
gusto, todo sea dicho.
La acción pública y política debe ser objeto de análisis y
crítica más o menos despiadada en función de lo que cada cual entienda como
adecuado, pero las características físicas del sujeto de la crítica deberían
quedar al margen de cualquier comentario. Es un mandamiento ético muy básico y
universalmente aceptado por cualquiera con dos dedos de frente. El que un
político sea alto, bajo, calvo, joven, viejo, hombre, mujer o cualquier otro de
los nuevos géneros con los que hoy convivimos de forma armónica y natural, no debería
ser objeto del más mínimo comentario, pero esa regla de buen gusto y mínima
ética política, parece que no es del gusto de algunos. En el caso que nos
ocupa, podemos acercarnos a la crítica desde muchos planos distintos: desde la
conveniencia del momento y el objeto de la reunión; lo adecuado o no del protocolo
vaticano, tanto en lo que afecta al vestuario como a los ritmos, modos y
maneras establecidos y que pueden ser adecuados o no a los tiempos que corren; los
contenidos oscuros de lo que allí se puso encima de la mesa como objeto de
negociación…miles de planos distintos sobre los que analizar, comentar y
criticar hasta el límite que cada cual considere, pero lo que jamás debería
haber sido comentado es la condición física de las tetas de la vicepresidenta:
nunca y bajo ningún concepto, sin margen alguno.
Este tipo de comportamientos, que suelen ser criticados cuando
los ejecutan los ajenos y consentido cuando son protagonizados por los “afines”
(si es que se puede ser afín a algo así) deberían ser unánimemente evitados,
censurados por los presentes y reprendidos por los responsables, pero no es el
caso: se prefiere la risa tonta y el chiste soez en lugar de la elaborada y
adecuada toma de postura ante los contenidos analizados. No solamente es
machismo rancio, retrógrado y casposos propio de nuestra oscura historia con el
sexo, no: es el consciente abandono de la responsabilidad social de los medios
de comunicación al servicio, bastardeado, de una opción política, sea ésta la
que sea en cada momento.
Cuando este tipo de comportamiento se producen y no son
objeto de una crítica unánime y cerrada por parte de todo el colectivo, nos perjudican
a todos sin excepción, pues percuten y degradan la calidad de la convivencia,
del análisis político y la calidad de nuestra prensa desde una libertad de
expresión que prefiere instalarse en la falta de ética y sustancia antes que
trabajar para mejorar la calidad de la acción política. ¿Qué enseñanza hay en
esos comentarios? ¿Qué mejora podemos implementar desde ese estercolero
intelectual? ¿La obligación de que todas las mujeres que se dedica a la
política se pongan implantes para parecer “barbies” siliconadas? ¿De verdad? Me
temo que es imposible extraer alguna ventaja de este tipo de actuaciones y sí,
en cambio, muchas consecuencias nefastas para la calidad de nuestra
convivencia.
Una vez más, la prensa de este país ha perdido la
oportunidad de cerrar filas y dar ejemplo de sensatez por encima de las tendencias
de cada medio. Como siempre, se ha optado por aceptar lo fácil, lo
escatológico, lo más rancio y visceralmente machista de la España más negra y
mas reaccionaria. Una lástima eso de olvidarse de la ética más elemental sin tener en cuenta que cada vez nos hace más falta volver a ella, sin duda.
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