sábado, 3 de marzo de 2018

Contra la ofensa de la religión





La teórica reproducción del Arca de Noé pagada, en parte, con dinero público en los USA.
Por cierto: ¿Todo eso que se ve detrás de Ken lo pudo construir un sola familia en algunos meses? 


Antes de seguir con estos deberes impuestos al hilo de la última entrada (Miguel Angel, tú lo has querido) me acojo al amparo de la RAE y de la segunda acepción de la palabra ofensa: 2. tr. Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable, de manera que solicito que el insospechado lector vaya teniendo en cuenta los marcos intelectuales en los que se moverá este escrito, pues vendrán más y a ellos y a sus jurisdicciones quiero circunscribir el discursito (Largo, aviso)
Es tradición general en todas las sociedades humanas el ir buscando explicaciones a los fenómenos naturales que nos rodean y sobre los que no tenemos, ni tuvimos, control alguno, pero que han condicionado desde siempre nuestra existencia. En esa búsqueda se ha ido recorriendo un camino que nos lleva desde la ficción (Rae: 1. f. Acción y efecto de fingir.2. f. Invención, cosa fingida.) hasta la construcción de un conocimiento cierto, siempre sujeto a la constante validación de las pruebas y los hechos. La primera etapa dejó construcciones muy sólidas que condicionaron – y condicionan – nuestras vidas de una forma absoluta, imponiendo la concepción de un universo basado en los fundamentos de varias ficciones triunfadoras, si entendemos por triunfo su general aceptación en grandes masas de población. No voy a entrar en las particularidades de cada una de esas ficciones, pero sí me gustaría empezar una pequeña descripción de los puntos más importantes de todas estas ficciones que sí, podemos empezar a nombrar con su habitual denominación: religiones.
Lo primero que podemos comprobar es que todas parten de la existencia de uno o de varios seres superiores al hombre llamados Dioses o Dios, según haya varios o uno solo de estos súper-seres omnipotentes y omnipresentes ante cuya mirada discurre la existencia del hombre.
Incidir en el curioso hecho de que nadie ha probado de manera fehaciente la existencia de estos entes, únicos o múltiples, es superfluo, pero se da una circunstancia que envenena la inocencia de esta realidad: negar la existencia de lo nunca probado se considera de mal gusto, ofensivo para los que asumen sus ficciones de forma absoluta y tratan de imponer lo que ellos llaman ”LA VERDAD” . No importa que los que mantienen tal creencia como verdad indemostrada basen toda su argumentación en pretendidas pruebas de la existencia divina, pruebas que no se sostienen ante la más mínima investigación ni puede validar ningún análisis sencillo, no: la historia y la costumbre les protegen y esa VERDAD nos es impuesta en nombre de múltiples argumentaciones que, a pesar del avance del conocimiento y la ciencia, se siguen considerando como válidos y adecuados por los acólitos.
En defensa de la existencia de ese (o esos) ser superior podemos encontrarnos dos tendencias: una suave, encabezada por aquellos que tratan de argumentar la satisfacción de una necesidad íntima, que nos hablan de una idea global, de un concepto más que de un nombre o un conocimiento estructurado y que satisface la humana aspiración de trascendencia. Este es un colectivo poco beligerante, muy laxo en sus creencias y muy abierto a compartir la existencia con cualquier otra creencia. No es el caso de la segunda corriente, formada por los fundamentalistas que defienden la imposición de su doctrina “urbi et orbe” reclamando varios privilegios:
Primero, no hay verdad fuera de mi verdad.
Segundo: los que no comparten mis creencias son dignos de las peores sanciones.
Tercero: es el ESTADO el que debe ayudarme para que nadie quede fuera de mi VERDAD e impedir que los “otros” compartan la posibilidad de dar a conocer sus propias construcciones. De alguna manera, todas las grandes religiones monoteístas comparten esta aspiración y albergan, en su seno, a miembros que defienden esta postura. Es en estos sectores en los que, hoy en día, se concentra el peligro y la numantina defensa de los privilegios adquiridos por los defensores de la ficción a lo largo de los siglos. Volveremos sobre ellos cuando hayamos analizado el segundo y el tercero de los grandes rasgos comunes a todas las religiones.
El segundo elemento sobre los que las religiones basan su estructura argumental es “el alma”. El hombre, en principio, no tiene ganas de morirse, así que se plantea la posibilidad de que haya algo al otro lado de la muerte. Necesidad de trascendencia y promesas de futuro a cambio de fidelidad a la ficción local se coordinan para crear un ente inmortal que trasciende a la vida terrenal y que se denomina alma; entidad depositaria de los méritos adquiridos “aquí” para avalar el disfrute “allí”; méritos que se adquieren cumpliendo las instrucciones y mandatos de los que gestionan, adecuadamente, la vida social del “aquí”, faltaría más.
El tercer rasgo común que me interesa -a mí, que ya sé que a nadie más – es el de pertenencia, el de formar parte de “los elegidos” que se enfrentan a la ignorancia de los “paganos”, de los “otros”; esos que nos amenazan y a los que hay que destruir pues conspiran contra nosotros. Realmente, contra lo que los otros conspiran es contra la posición hegemónica de los que gobiernan el grupo de los “elegidos”. La pertenencia no es gratuita, por supuesto: hay que esforzarse por merecer ser “elegido” por la divinidad y no quedar fuera del grupo. Es este ente divino el que dice quién sí y quien no, incluso asegura posesiones terrenales sin tener que esperar a estar muerto para disfrutar de las ventajas de tan restringido colectivo.
Así pues, tenemos una serie de religiones instaladas cómodamente en la estructura social gracias a la mayoritaria aceptación de la existencia de un ser divino -indemostrada- que conforman un grupo escogido ajeno a otros colectivos que no participan de esas mismas creencias y que, además, puede ser más o menos beligerante en defensa de sus creencias en la medida que se sienta atacado o minusvalorado por los que no comparten la aceptación de su ficción de una manera indubitable.
¿Y qué pasa cuando las posturas particulares rechazan la ficción como base de su postura ética y moral ante la vida? Pues que la tenemos liada y muy gorda, como vamos a ver.
Volviendo a nuestro diccionario, selecciono una acepción de la palabra “moral” que creo es adecuada al contexto:
5. f. Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.
Y la relacionamos con la definición de ética, que también es importante:
4. f. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida.
5. f. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores.
Por si alguien se molesta en buscar, ninguna de las posibles acepciones de ambas palabras tiene relación alguna con la religión, aclaro.
Centrando el tiro en lo que atañe a España, la posición de la religión hegemónica -única durante siglos – ha condicionado y condiciona, todavía, mucha parte de la vida pública, tanto en lo social como en los aspectos legales y administrativos de nuestra vida. La inercia es tan grande, está tan consolidada que la gran mayoría de la población concede a la religión un status que, desde mi punto de vista, es perverso y ajeno por completo a la verdadera naturaleza de la religión.
Primero, porque todas las religiones se basan en demostradas mentiras, así, sin matices ni paliativos que puedan derivarse de sus muchas acepciones pertinentes (no miremos lo de las uñas, por favor):
1. f. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente.
2. f. Cosa que no es verdad. 
3. f. Acción de mentir. 
4. f. coloq. Mancha pequeña de color blanco que suele aparecer en lasuñas.
5. f. desus. Errata o equivocación material en un texto manuscrito oimpreso.
6. interj. U. para negar con vehemencia lo dicho por otro.

¿Puede algo basado en la mentira gozar de públicos privilegios y del apoyo económico y social para seguir captando prosélitos que participen de la mentira fundacional? No solamente puede, es que sus privilegios crecen día a día y, como hace siglos, la legislación española protege a las religiones más consolidadas de cualquier escarnio o pública ridiculización.
Curiosamente, esto sólo rige para las religiones más consolidadas y asentadas, no a cualquier nueva ficción que reclame el estatus de religión “seria”. Hoy en día parece impensable intentar instaurar una religión “ex novo” cuyos principios fundacionales fueran remotamente parecidos a los que sirvieron de base al credo de los mormones, pero pasar ciertas rayas a la hora de poner de manifiesto todas las mentiras que constituyen su razón de ser, puede traernos problemas.
Además, todas son excluyentes y fomentan y promueven la división social en grupos enfrentados con grandes posibilidades de generar conflictos armados. (El que lo niegue, que, por favor, se dé una vueltecita por la historia)
Llegados a este punto, cabe preguntarse varias cosas que parecen haberse diluido en la dinámica de “normalidad” con la que afrontamos la realidad cotidiana. Recuerdo que hay -y ha habido a lo largo de la historia -muchas cosas, hábitos y costumbres que siendo “normales” en un momento, han devenido como bestialidades, salvajadas y horrores con el transcurrir de los años. Lo que fue y es, no tiene por qué seguir siendo en el futuro. Es, desde este punto de vista de normalidad evolutiva y adecuación de conceptos, desde el que voy a intentar construir mi propuesta de eliminación de la religión de cualquier ámbito de la vida pública como apología de la mentira.
Los valores normales y habituales en muchas sociedades avanzadas preconizan la verdad como base fundamental de los discursos y posturas tanto públicos como privados, rechazando el uso de la mentira con mayor o menor intensidad. No voy a entrar en el escurridizo terreno de analizar cual de las religiones es más menos buena o perversa, no: al establecer su base sobre mentiras y falacias, todas son rechazables en igual medida.
Es curioso que sean las propias religiones las que establezcan grados y niveles en cuanto a la necesidad de respeto por los principios fundacionales de sus estructuras según la vigencia y fortaleza de su realidad actual. En ese sentido, no hay lanzas que se alcen en defensa de los cultos egipcios, los mitos greco-romanos o los cultos mesoamericanos que tanta sangre derramaron. Esas religiones ya no merecen el coste de la defensa, pero las actuales -cuyos principios son igualmente falsos- merecen todo el respeto y la participación en la “res pública”. Y esto es lo que rechazo frontalmente: ninguna religión, al basarse en la mentira, debe ser incluida el universo de lo público.
Dicho esto, ¿Qué pasa con el merecido respeto de las creencias particulares? Pues que son respetables en la medida que se lo ganen, así de sencillo y así de complicado pues al negar esa máxima de “hay que respetar todas las creencias” abrimos la caja de los truenos al añadir la coletilla “siempre que sean respetables”.
Esto ya se hace, y además, se hace en muchas ocasiones, pues nadie con una construcción ética normal, acepta el matrimonio y posterior violación de niñas de 8 años (permitido por ciertas religiones); la poligamia de los mormones en los USA está siempre cuestionada y en las últimas semanas, han sido los nórdicos los que cuestionan la circuncisión de bebés bajo principios legales muy válidos. Todo cambia y en esa evolución no entenderíamos que, basados en fundamentos religiosos, un grupo de profesores se pusiera a enseñar que la tierra es plana.
Todos entendemos que los conocimientos actuales hacen que esa propuesta sea rechazada por mucha base religiosa que pueda tener, ¿no? Pues, por alucinante que nos pueda parecer, no es así y en los USA, desde hace años y en Europa recientemente, los ultraconservadores cristianos, creacionistas y semejantes, han conseguido que en las escuelas se mantenga la mentira como enseñanza reglada y a los alumnos se les engaña -repito, se les engaña a sabiendas – con la historia de que la tierra tiene 4.500 años y que el hombre convivió con los dinosaurios. Los ejemplos son infinitos y la mentira religiosa envenena colegios, “madrasas”, universidades y sociedades sin que podamos estar tranquilos al respecto. ¿El último ejemplo? El retroceso de Turquía y la vuelta al Corán como fuente única de conocimiento sobre la naturaleza. Impresionante.
Lo siento, pero es momento de ser mucho más beligerante y plantear movimientos serios que, desde los ámbitos legales, hagan que podamos replantear seriamente – y con método – que la carga de la prueba corresponda a los que deberían demostrar, de manera fehaciente y contrastada, que lo protegen y mantienen es cierto.
Una pincelada de definición legal al respecto:
El onus probandi ('carga de la prueba') es una expresión latina del principio jurídico que señala quién está obligado a probar un determinado hecho ante los tribunales. El fundamento del onus probandi radica en un viejo aforismo de derecho que expresa que «lo normal se entiende que está probado, lo anormal se prueba».
¿Hay algo más “anormal” que los principios fundacionales de toda construcción religiosa? Pues que, por favor, atendiendo a esa obligación legal, que aporten pruebas -no creencias -que validen sus postulados; algo que ninguna ha hecho ni hará jamás.
No, por mucho que se empeñen, las religiones no pueden probar ninguno de sus grandes dogmas y eso no me parece ni bueno ni malo, la verdad. Lo que me parece digno de todo rechazo es que, sobre esa base indemostrada, las religiones participen, influyan y modulen la vida pública, la justicia y la enseñanza; de forma especialmente grave en el caso de la enseñanza.
Me encantaría que surgiera un movimiento que colocara a las religiones en el disparadero de los ámbitos y procesos legales aprovechando cuantos principios de derecho puedan ser aplicados en defensa de la retira absoluta de la religión al ámbito de lo privado y personal, pero ojo, no confundamos este movimiento con demostraciones de mal gusto que a nada conducen. Soy ateo y defiendo un estado absolutamente laico que proteja a los ciudadanos de la mentira y de la presencia de “lo religioso” en lo público, pero jamás podré estar de acuerdo con esas manifestaciones y “procesiones laicas” de escabrosos títulos.
Entiendo que debemos establecer una lucha legal cuyos fundamentos deben ser laicos, basados en el derecho y en las leyes, nunca en la pelea “cuerpo a cuerpo” con ninguna religión. Un ejemplo extraordinario es el que intenta declarar inconstitucional la ley que autoriza la inmatriculación de bienes inmuebles a cargo de la iglesia católica. Por mucho que haya un “sentido común” que nos haga rechazarlo, hay que plantear la pelea en términos legales, no sociales o políticos.
Creo, sinceramente, que es momento de elevar lo legal por encima de lo religioso y definir mucho más seriamente los terrenos en los que se juega la partida. El ejemplo de la circuncisión es perfecto para definir esos criterios, al igual que el asunto de las vacunas o la protección de la vida de un menor ante las creencias paternas sobre tratamiento de enfermedades o transfusiones. No hagamos caso de los ruidos y avancemos, con todos os aspectos legales a nuestro favor, hacia la consecución de ese fin.
El camino es largo y lleno de dificultades, pero hay mucho por lo que luchar y montar algún circo mediático que haga de caja de resonancia. ¿Es imaginable un proceso legal contra la apología de la tortura que representa la cruz en entornos infantiles? ¿O lo que puede significar un cristo crucificado como fomento del sado-masoquismo o ataque a la sensibilidad personal de niños y menores de edad? Sinceramente, no lo sé, lo que sí sé es que, si de verdad se pudieran poner esas cuestiones en los tribunales basándose en sólidos principios legales y no en exabruptos, la diversión estaría garantizada. Me parece que es hora de luchar, legalmente, contra la ofensa que significa la religión

P.D. Para todos aquellos que estén interesados en curiosidades sobre los refritos que han dado lugar a diferentes cultos cuya originalidad es muy discutible, dejo este link, del que destaco la parte de la simbología astronómica.
https://reydekish.com/2016/02/17/jesus-horus-mitra-krishna-attis-y-dionisio/
En la red hay miles de este tipo de recopilaciones

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