Apoyo la huelga de hoy, 8 de Marzo, sin dudas ni fisuras. Apoyo la evolución
de la sociedad hacia una comprensión global de la situación de la mujer que le permita
la completa expresión de su potencial sin discriminación alguna. Deseo que la
sociedad, toda, entienda que dependemos, como especie, de lo que solo ellas
pueden hacer y que esa particularidad, lejos de ser un castigo como lo es hoy,
cuente con todo el apoyo de los estados y las instituciones para que la maternidad
sea protegida, apoyada y sustentada con todos los recursos posibles. Tengo muy
claro que el futuro debe construirse sobre nuevas bases y sobre nuevas
estructuras sociales que coloquen a la mujer en una nueva situación que vaya
mucho más allá de la igualdad hasta alcanzar la preeminencia.
Dicho esto, quiero lanzarme al cuello de las autoras de un
manifiesto de convocatoria absolutamente fallido, excluyente, falso y, lo que
es peor, timorato en cuanto a los objetivos globales olvidando, pro completo,
la situación de la mujer bajo la tiranía religiosa del islam y otras culturas.
La situación de la mujer, hoy, no es producto de una concepción económica -el
manifiesto carga contra el neoliberalismo- olvidando muchos otros factores y
concepciones igual de dañinos para la mujer. Ni la religión, todas, ni los
distintos regímenes políticos o modelos económicos han hecho nada para solucionar
la situación de olvido y dominación de la mujer. Colocar este necesario
movimiento bajo la etiqueta de una tendencia política es, a mi modo de ver, absurdo
y muy perjudicial.
Vivimos la hora del despertar y como en todos los inicios,
se plantean excesos y utopías -seamos realistas, pidamos lo imposible – que hacen
avanzar los movimientos sociales hasta ir centrando el tiro: no hay que
preocuparse por esas soflamas maximalistas, seguro. Lo importante no es mirar
la turbulencia de esas horas iniciales sino el cómo se sientan las bases de una
nueva era en la que se definan muy bien los nuevos usos y costumbres de una
convivencia nueva, justa, igualitaria en el respeto de las diferencias y en el
apoyo necesario para que la especie pueda seguir contaminando la piel de la
tierra. La maternidad, protegida como opción voluntaria y no impuesta por el determinismo
anatómico como obligación, es algo que nos compete a todos como especie y hoy,
lamentablemente, está castigada sin ambages.
Hoy, todos debemos apoyar la consolidación de este inicio y
apostar por nuevas formas de caminar juntos hacia un futuro más justo, más
integrado; un futuro en el que la mujer pueda olvidarse de las injusticias históricas
cometidas contra ellas y vivir sus vidas sin temor a ser los que cada una de
ellas quiera y pueda ser sin tener que afrontar barreras sociales antiguas,
nocivas e insolidarias.
El futuro es mujer y eso es lo mejor que puede decirse tras
analizar un pasado en el que el varón ha demostrado que no se nos puede dejar
solos.
¡Ánimo chicas, a por ello!
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