martes, 27 de febrero de 2018

VIEJOS ROJOS, NUEVOS FACHAS

La permanencia frete al cambio

Entre la panda de viejos amigos, un grupo ante el que no cabe esconder opiniones ni tratar de hacer malabarismos para que todo comentario sea “políticamente correcto”, se empieza a consolidar una corriente que tiende a colocarnos próximos a los que siempre hemos considerado como “fachas”. Esto es algo que, además de generar curiosidad, nos causa un cierto malestar intelectual que no acabamos de llevar con tranquilidad o con resignación, de manera que acabamos buscando alguna causa que explique tan errática deriva.
Seguro que no voy a ser yo el que encuentre esas causas, pero sí creo haber reflexionado lo suficiente como para llegar a entender que, ocupando el mismo lugar ideológico de siempre, es la referencia del entorno la que se ha movido y nos ha colocado allí donde no nos reconocemos. Intentaré explicar esta paradoja mediante algunos ejemplos concretos que demuestren la teoría de este “movimiento estático”.
1º.- Solidaridad y reparto de la riqueza.
Cualquier socialdemócrata de pro acepta y promueve un reparto de la riqueza que permita evolucionar y prosperar al individuo sin importar que su nacimiento se produzca en una clase social desfavorecida. Gracias a una educación igual, una salud universal y una justicia equitativa, el sistema ayuda al individuo que se esfuerza y le facilita apoyo económico para que prospere. Igual tratamiento se pretende para aquellos que, por circunstancias, pasan por un mal momento en el paro y cuentan con unos ingresos temporales que le devuelven parte de lo que él aportó, cuando pudo, a ese fondo de solidaridad y ayuda.
En resumidas cuentas, el sistema tiende a recompensar el esfuerzo individual y a establecer unas normas y unas reglas de reparto justas y proporcionales que todos – los rojeras -aceptamos como adecuadas. Una gran parte de la Europa de pos guerra entendió lo mismo de forma semejante y creamos el llamado “estado del bienestar” que tanto odio genera en los nuevos capitalistas reconvertidos.
Desde este punto de vista, con este esquema moral e intelectual, es normal que los viejos rojos rechacemos, con energía, esa corriente general de “que me lo den hecho” que tanto daño está haciendo y que justifica tanto titular fascistoide.
Rechazar la indolencia y la pasividad no es fascista, es ser coherente con principios muy socialdemócratas en desuso. El desplazamiento se ha producido fuera de nuestra construcción moral, no dentro de ella.
2º.- Los beneficios del sistema, para los que participaron en el sistema.
Este punto es muy delicado, pero también es una reclamación generalizada que se produce por el uso bastardo del sistema que ha dejado indefensos y fuera de sus ventajas y ayudas a sus creadores originales.
Desde la izquierda, es lógico intentar ampliar las oportunidades a los desfavorecidos, pero lo que ha pasado es que Europa se ha visto “ocupada” por una población a la que ha permitido recibir los beneficios del sistema sin exigirles el sostenimiento y la integración en ese sistema que tanto les favorece.
Gracias a este respetuoso “buenismo” social, los que durante su vida laboral han aportado una parte de la riqueza que hoy se reparte, se ven fuera de los beneficios en favor de segmentos de población que sólo se han nutrido del mismo sin aportar nada.
Esta situación hace que muchos reclamemos mucha más atención hacia la “normalidad” de una clase media trabajadora que se ve injustamente tratada frente a unas clases “pasivas” que jamás generaron riqueza y cuya existencia se basa en la explotación de los recursos que otros generaron. Es más: en muchos casos, es mejor ser el progenitor de tres criaturas sostenidas por el sistema que pensionista tras cuarenta años de cotizar lo que el sistema determinó como adecuado.
Nadie se ha movido, se ha movido el absurdo de una mala aplicación del fundamento original del sistema.
3º.- De la libertad individual y el ordenamiento legal
Este capítulo tiene mucho contenido, pero voy a tratar de seleccionar un ejemplo que, siendo extremo, puede darnos idea de lo que se está aplicando y entendiendo bien o mal.
Cualquiera con dos dedos de frente y medianamente integrado entiende y defiende la libertad individual y la protección del sistema hacia el ejercicio de la misma, incluyendo los derechos de libertad de expresión, manifestación etc.
Si eso se utiliza para montar desórdenes públicos como los que vemos en algunos partidos de fútbol, es lógico que todos, a una, pensemos que la lucha por las libertades no incluye tamaña manifestación de barbarie y seamos permisivos con cualquier medida de índole represiva o coercitiva que adopte la “autoridad”, siempre basándose en la ley.
En resumen, se apoya el crecimiento del ámbito de las libertades, pero no se entiende adecuado el forzar esos espacios hacia la destrucción de la convivencia y el predominio de lo que se haya fuera del ordenamiento legal y las normas sociales de un estado moderno y avanzado.
La corriente actual, tiende a restringir el espacio de libertad individual y circunscribir demasiado la libertad de creación y expresión, algo que no es, ni mucho menos, bueno; pero esa corriente se autojustifica en los excesos de aquellos que, como en el caso del fútbol, hacen un uso espurio del marco de convivencia.
Resumen: si lo que se rechaza es el mal gusto, la grosera expresión de la libertad gracias al insulto menos elaborado y/o inteligente, lo que ha cambiado es el punto de referencia por la aparición de paisajes nuevos, no la concepción social del observador.
4º.- Leyes, jueces y sentencias
Hace años que digo que en España no nos enseñan a pensar en “derecho”, que sólo se lanzan exabruptos y que los medios no hacen el esfuerzo de formarnos para analizar lo que los jueces sentencian.
Primero, los jueces, en España, no son libres, están atados a la estricta aplicación de las leyes vigentes, tanto en el proceso previo a la sentencia como en el dictado de la misma. Por mucho que al juez le pueda repugnar una ley, debe aplicarla y si la pena le parece escasa, tampoco puede hacer nada.
La actual ley mordaza está teniendo consecuencias que nadie desea, pero que son impepinables mientras dicha ley esté vigente.
Primero: cuidado con lo que dices, dónde lo dices y como lo dices, que la ley ha cambiado los marcos y lo que siempre fue un chiste de café, hoy puede ser un delito.
Segundo: si alguien denuncia, los jueces deben seguir el proceso hasta determinar si hay delito o no.
Mi opinión es que esa ley es una antigualla que nunca debió ver la luz y que hay que derogarla rápidamente, pero hay que tener en cuenta que lo que antes era mal gusto, hoy puede ser un delito.
5º.- Religión
Este tema me tiene bastante quemado y lo trataré extensamente otro día, pero aseguro que se ha cambiado el sentido de la prueba y que es hora de retomarla sensatez. No somos los no creyentes los que ofendemos; son las mentiras y las imposiciones de los creyentes las que nos ofenden y las que están ejerciendo una presión inquisitorial sobre muchos ámbitos de la sociedad.
Lo comentaremos largo y tendido que me echan la bronca.

La geología nos ayuda
Dando vueltas a la idea que subyace en esta nota, lo que veo como metáfora más ajustada a la posible infografía que represente lo que quiero expresar se encuentra en la tectónica de placas y los llamados puntos calientes. El desplazamiento se produce en la corteza que se encuentra sobre estos puntos, no en el punto caliente, que siempre está fijo. Lo que hoy vemos en las Galápago, Hawai y en Canarias, es el resultado de este proceso: las islas se van desplazando y se forman nuevas allí donde el magma expulsado por el punto caliente sigue saliendo a una superficie ahora vacía.
Para terminar, diré que sí, que según la perversión que inunda la moderna idea de la izquierda, blanda, acomodada, indolente, populista y no exigente con los compromisos personales y sociales imprescindibles para construir una sociedad solidaria basada en el justo dar y tomar, nos hemos hecho bastante fachas sin haber cambiado ni un milímetro nuestras posiciones morales.
Menos lloros y más trabajar desde el respeto, la convivencia y la normalidad de unas relaciones sociales y personales mucho más adaptadas a los marcos relacionales que todos necesitamos y que tanto nos ha costado construir.



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