¿Se expondría hoy esta genialidad?
Vivimos el presente de una forma tiránica y parece que la
historia del mundo, toda, debe analizarse y vivirse con los ojos de la
actualidad: nada hay fuera de lo que hoy validamos, nada distinto, nada diverso
y todo uniformado.
Bajo esa tiranía queremos meterlo todo, la historia, los
usos sociales, la convivencia, el arte y la moral, sin darnos un solo respiro y
sin tener en cuenta nada que no sea lo que hoy se impone como políticamente
correcto. Nada más erróneo, retrógrado y poco sensato que abrazar esa postura
con la fe del converso y establecer los cánones según la pobreza intelectual y
social que nos arrastra en los últimos años.
No solo España vive una terrible corriente oscurantista que
inunda los tribunales de cuestiones impensables hace pocos años, no: es todo el
mundo el que, de una forma u otra parece ponerse de acuerdo para uniformizar
los criterios y llevarnos a no se que oscuros terrenos de los que escapamos
gracias a la inteligencia, la libertad y el buen gusto.
Religión, costumbres y arte parecen vivir un periodo
convulso bajo tres lápidas distintas en su origen e iguales en sus efectos. La
religión impone su tiranía y con distintos efectos, envara la sociedad y la formación
intelectual. No se pueden hacer bromas -el buen gusto como único criterio, por
favor- mientras que su mentira invade los colegios y contamina las
investigaciones científicas, los avances médicos y llena el mundo de
estupideces fundamentalistas que hablar de curaciones milagrosa, creaciones “exprés”
en 4.500 años y sueña con la época en la que, no ya La Vida de Brian sería
impensable: ni Jesucristo Super Star hubiera visto la luz.
Sólo ellos pueden sentirse ofendidos hurtándonos el derecho
al conocimiento y la educación en la verdad como causa de la mas legítima indignación.
¿Acaso o sería indignante que en nombre de no que creencia yo reivindicara que
en las escuelas se enseñara que la tierra es plana? Pues reivindico mi derecho
a sentirme ofendido por todas y cada una de las falsedades en las que se basan
TODAS las religiones. Me uno a la fiesta de la santa intransigencia de Unamuno.
Si hablamos de las costumbres, nos encontramos con ciertas
corrientes extremas que, de verdad, no sé cómo manejar correctamente. Mi
ventaja es que ya estoy fuera del ámbito de influencia de la corriente
dominante y la cosa no me afecta, pero imagino que el establecimiento de relaciones
personales en este momento se ha complicado bastante. ¿Debemos hacer constar nuestra
voluntad por escrito mediante una instancia normalizada para que invitar a
alguien a una cena no se considere acoso? ¿Volvemos al “a VI expone”, al “es
gracia que espera alcanzar del recto proceder de V.I”? Y doy por sentado y
concedo que cualquier acto de acoso desde cualquier posición de poder, laboral
o social, me parece delito y perseguible, ojo. Me refiero a la olvidada
normalidad de sentirse atraído por alguien y jugar el viejo juego de la
seducción. Un lío, vamos.
Y llegamos al arte y sus normalizadores; a la entronización
de los “Braghettone” que quieren cubrir el sexo de obras famosas y consagradas
porque hoy, mire Vd., la cosa parece muy fuerte; hoy nos asustamos y pedimos
que los creadores se ajusten a las normas de hoy, de ahora mismo: nada de sexo,
nada de ruptura, nada de cuestionar lo establecido y además, nada de separar al
artista de su obra: se juzga el todo y Woody Allen ya no estrenará nada más;
Gustav Klimt será proscrito por guarro y fetichista propulsor de lluvias
doradas que violentan la actual concepción de lo moralmente válido. Y así, “ad
nauseam”: ¿Cayo Julio César? Un genocida, sin más. Igual que Trajano, que no se
libra nadie. Adriano: un marica obsesivo y pederasta, un asco, vamos. ¿Es que
no sabían de los derechos humanos, de la libertad de los pueblos, de la mayoría
de edad y de tantas cosas sobre las que se basa nuestra sociedad? Pues no: de
todo eso no tenían ni idea y lo que es probable es que el que así los juzgue,
tampoco tenga muchas luces.
Recuperemos la corriente libertaria, estéticamente avanzada
y dejemos que cada cual se entienda consigo mismo y con su creación de manera
que nos permita crecer a todos, bien por aceptación y disfrute o bien por el
sencillo método de no hacer ni caso y aumentemos nuestra capacidad de
discernimiento sobre el hombre, su obra y los momentos, que nos irá mejor a todos.
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