sábado, 21 de septiembre de 2019

¿Queremos? ¿Podemos? ¡Debemos!



Hora punta en el centro de Amsterdam

Hace bastante tiempo que tengo muy claro que el ser humano hace, básicamente, aquello que quiere hacer y es capaz de generar miles de argumentos para excusar aquello que no hace. Viene esto a cuento de la corriente que crece en torno a la necesaria puesta en marcha de acciones encaminadas a mejorar la salud del planeta y evitar su completa destrucción; actuación que licha contra toneladas de sesudos y bien pagados papeles que tratan de convencernos de que la realidad que tenemos delante es, con toda seguridad, un trampantojo.
El viernes 20 de Septiembre de 2019, miles de manifestaciones en todo el mundo tratan de convencernos de dos cosas muy sencillas: Queremos y Podemos. Se han terminado -o deberían terminarse – las excusas y a esas dos realidades debemos sumar un tercer mandato inexorable: Debemos. Contra aquellos que tomaron las calles se van a levantar enormes cantidades de argumentos, ataques y calumnias, pero la realidad tangible de toda esa mierda que amenaza con ahogarnos a todos se va a imponer de forma inminente, sin duda. Miremos donde miremos o analicemos los datos que analicemos, la realidad se impone a la mentira, a la manipulación, la excusa o la pereza. La vergonzosa realidad de la que somos culpables mata animales, destruye hábitats enteros, llena los mares de plásticos y fertilizantes que ahogan las aguas con inmensas y aberrantes cantidades de algas y cambia el clima. Sin duda, sin resquicios  sin posible vuelta atrás de no tomar, de forma inmediata, todas las medidas que sabemos necesarias son importar el coste: nada podrá arreglar la ruina de nuestra casa si esta colapsa y no podemos ser tacaños en el gasto que su reparación necesita.
Debemos, queremos y podemos cambiar muchas cosas, desde los hábitos de movilidad hasta estar seguros de conseguir un modelo limpio y sostenible; debemos, queremos y podemos detener la emisión de gases invernadero lo ates posible poniendo en marcha energías alternativas que YA están disponibles y son posibles y adecuadas; debemos, queremos y podemos eliminar, con plena autoridad moral y poder de coerción, cualquier obstáculo, país, organización o estructura de poder que se oponga a la tarea común más importante que nunca haya ocupado a la humanidad toda.
No queremos, no debemos aunque, por desgracia, podemos seguir ciegos, inertes e indiferentes ante el completo desastre que amenaza al planeta y, sin embargo, las clases políticas - todas y en todos los países – valoran más los negocios y beneficios de hoy que la desgracia y completa ruina de un futuro cada vez más negro y cada vez más inminente; esa que herederán nuestros hijos y nuestros nietos por mucho que “el poder” trate de engañarlos, pero ellos no se dejan: saben que serán ellos los que tengan que vivir en el horror que les dejamos y reclaman que asumamos nuestro deber de evitarlo sin dilación.
Y el caso, la verdadera desgracia, es que tenemos el dinero, la tecnología, el poder y la posibilidad de poner en marcha las soluciones necesarias, pero no queremos: argumentamos, ponemos encima de la mesa la enorme repercusión económica de acabar con la economía del petróleo; los interesados invierten millones y millones en pagar estudios y expertos negacionistas para que hagan ilusionismo y juegos de manos con la realidad, pero lo que es obvio acabará imponiéndose de forma inexorable y será tarde, muy tarde. Ellos, los “ellos” de siempre morirán ricos y yacerán sobre los restos de un planeta muerto que verá su muerte con indiferencia para seguir evolucionando hacia nuevas eras en las que no sabemos que pasará. Solo sabemos que el hombre no estará sobre su atormentada superficie.
No quiero acabar de una forma tan negativa, de manera que abro una pequeña ventana a la esperanza y os invito a todos a sentaros, en plena hora punta de la mañana o la tarde, en una terraza del centro de Amsterdam. Veréis que no hay atascos y apenas algunos coches se mueven por las grandes avenidas casi vacías mientras un río de silenciosas bicicletas se traslada con eficacia y normalidad llevando a todos, mayores y pequeños, a sus destinos de una forma limpia y segura. Hoy, con las posibilidades que ofrecen las bicicletas eléctricas, ya no hay cuestas y si volvéis a esa maravillosa ciudad en pleno invierno, veréis la misma fotografía, pero nevada, con sus canales helados y un viento gélido, feroz, y con las mismas gentes pedaleando saludables y tranquilos camino del trabajo, de casa o de una reunión de amigos. Ellos no ponen excusas, no argumentan: simplemente, lo hacen y hace más frío, llueve muchísimo más y el viento, os aseguro, es helador, pero ya lo han asumido.
Y les va bien. Mejor dicho: les va genial.


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