Que nadie se olvide de su verdadera naturaleza:
Esto era el franquismo
Brasil concede la extradición de Carlos García Juliá, uno de
los asesinos de los abogados laboralistas del despacho de la calle Atocha. Era
el 24 de enero de 1977 y España convivía con el miedo; un miedo que, hoy, es
imposible imaginar; un miedo que nuestros hijos no conocen y que les resulta imposible
comprender.
Cuando oímos que el franquismo no fue tan malo, que la llamada
dictadura no lo fue tanto, que en España se vivía bien, nunca lo oímos de
labios de aquellos que conocieron el miedo; de los que estuvieron encarcelados
por disentir; jamás, desde los terrenos de la libertad, se ha negado el miedo y
el carácter terrible de aquellos años.
Franco había muerto hacía ya dos años y España aspiraba al
futuro dejando atrás el lastre de cuatro décadas de dictadura -sin ambages, sin
paliativos, sin matices- pero el miedo continuaba omnipresente: había miedo al
retorno de aquellos que querían perpetuarse en el poder; había miedo a la represión,
al golpe de estado decimonónico; había miedo a una nueva muerte colectiva y los
amos del miedo se sentían fuertes, impunes…
De esa sensación de impunidad nació el crimen de Atocha,
perpetrado por unos enloquecidos cachorros que se creyeron que la ley no les
alcanzaría y que sus mayores -sus amos- premiarían su arrojo con las medallas
de un imposible honor. España se horrorizó y sobre la sangre de aquellos
muertos el PCE demostró su verdadera magnitud y la enorme responsabilidad con
la que se afrontaba el momento.
Los jóvenes no saben lo que se vivió en aquellos días y, por fortuna, sólo conocen lo que nosotros soñamos y los muertos no vieron: la
democracia, la libertad y la ausencia de aquel miedo africano que todavía
viviría algunos años más alimentado por los violentos del régimen: Sanchez Covisa, Blas Piñar...y que se
consumió en la hoguera del 23 F. Quedaban, entre enero del 77 y febrero del 81,
años inciertos que no tuvieron más remedio que convivir y encarar el miedo soñando con la libertad.
Hoy, muchos después, la democracia se reivindica y este
asesino volverá a España para habitar una cárcel cuya base no es el miedo, sólo
la justicia.
Así sea.
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