miércoles, 14 de agosto de 2019

La política y los gestos


  
El presente siempre supera al pasado, aunque sea en lo peor


Siempre se han consentido, dentro de la acción política, gestos y guiños basados en la búsqueda del contento con los propios y la animadversión de los otros. Los hemos visto siempre y, de forma más o menos aceptada por todos, esos gestos se mantenían dentro de las declaraciones formales, las redacciones de las notas de prensa y las fotografías en entornos necesitados del espaldarazo del político de turno ante las adversidades. Eran gestos que no solían tener vocación de permanencia en el tiempo, pero ayudaban a pasar un mal rato, a tener una esperanza o a olvidarse definitivamente de que el poder se mojara.
No estoy siguiendo las dos sesiones de la investidura de la que será, con toda probabilidad, la peor y menos inteligente de las tres presidentas de la Comunidad de Madrid, pues afortunadamente, el trabajo me brinda la excusa perfecta para ahorrarme el sofocón de indignada y justificada ira. Sólo he visto un suelto de la Tv mostrando a la susodicha haciendo un gesto en su turno de réplica a Errejón y no podía dar crédito a lo visto. Hasta ahora, la política se circunscribía   al uso de la palabra como expresión de pensamiento, pero hoy esta señora nos ha ampliado las posibilidades entregándose al lenguaje no verbal de la peor clase y más pobre elaboración intelectual: la ejecución de un soberano corte de muñeca, que no de mangas; una peineta o como quiera llamarse a lo que nos ha dedicado -me vendría bien un Camilo Jose Cela para definir la acción con su nombre adecuado -, desde el atril de los oradores de la cámara, me ha dejado de piedra. Alguno se había escapado desde la bancada del PP o del PdCat, pero que yo recuerde, nadie, jamás, desde el atril central de una cámara, se había desenvuelto con tanto desparpajo.
Desde la irrupción de los Martínez Pujalte y compañía, la derecha nos ha enseñado mucho acerca de cómo deteriorar y reducir el nivel del debate político, pero -que yo sepa – ha sido esta señora la que, gracias a sus habilidades gestuales, lo ha terminado de hundir en el cieno de la grosería, la falta de argumentación y el desastre más absoluto.
Ella se queja del machismo que le acosa desde la información sobre sus turbios asuntos familiares -veremos cómo acaba el sainete – pero nada dice de su afición por arrastrar al fango de la chabacanería y la estulticia al discurso político, que ella es muy suya para sus cosas.
Nos espera una legislatura maravillosa en la CAM, pero podemos extraer una buena conclusión: nadie podrá decir que no sabía lo que pasa cuando se juntan los tres partidos de extrema derecha que tenemos por aquí. Pasa esto, ni más ni menos.


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