sábado, 28 de abril de 2018

LOS JUECES PASMADOS


Carlos Lesmes: el juez pasmado


Pasmo. Rae: 1. m. Admiración y asombro extremados, que dejan como en suspenso la razón y el discurso.

Carlos Lesmes, el jefazo de los jueces españoles, se muestra pasmado y escribe un comunicado defendiendo la labor judicial tras las manifestaciones populares rechazando la sentencia del “caso manada”, manifestaciones que, por su tardía llegada, demuestran más la extremada paciencia de los españoles que una desmedida repulsa hacia el autista, paralizado y lejano estamento judicial.
La democracia española lleva evolucionando desde 1978 y con ella las instituciones emanadas de la Constitución del mismo año pero, como en todos los colectivos, no todos sus componentes lo han hecho al mismo ritmo y algunos, como es el caso del poder judicial, se han visto descolgados del pelotón y llegan “fuera de control”: ya no se les considera parte de los corredores o participantes. ¿Causas? Muchas y variadas.
En primer lugar, entregaron, en la primera mano de la partida, su independencia en un pasteleo indecente con el poder ejecutivo y legislativo. Aceptaron ser tutelados y los nombramientos de sus principales órganos de gobierno dependen del capricho y voluntad de los que no forman parte de su colectivo, de manera que lo que hoy reivindica su máximo representante -la independencia-  es algo que nunca ha formado parte de su estructura orgánica.
En segundo lugar, este colectivo se ha instalado en una mansedumbre acomodaticia que le asegura la existencia en un universo paralelo muy lejano al común de los mortales. Su lenguaje es lejano e incomprensible; sus razonamientos abstrusos y eso les gusta; se sienten investidos de un poder casi sacerdotal propio de los iniciados en la cábala y su poder es tan inalcanzable como su propio lenguaje. Entregados al misterio y a la endogamia, se han aislado del colectivo al que sirven – remarco la importancia del verbo – y ya no queda nada que sea común a ambos colectivos, ni siquiera la semántica de los términos utilizados por ambos. Los significados se diferencian para aumentar la confusión y el estupor de los juzgados. ¿Es posible una comunicación entre dos partes que usan significados distintos para términos iguales? El follón está asegurado y el entendimiento es imposible.
Relacionado con el punto anterior, los juzgados mantienen un ecosistema propio que los ciudadanos perciben como claramente hostil: eres ajeno, no eres bien recibido y nosotros tenemos todo el poder sobre tu vida. Hasta tal punto es hostil que, en plena época de la revolución de las comunicaciones y de la gestión de información, se perpetúan las figuras antiguas de procuradores, secretarios, legajos acumulando polvo, incomunicación entre sus miembros y una ineficacia que clama al cielo, pero como sus órganos se deben al poder, se muestran agradecidos, sumisos y acomodaticios a las órdenes del amo.
En tercer lugar, y a pesar de ser ese poder el que vive y percibe las múltiples ineficacias de los códigos, leyes y normas, jamás, que yo sepa, se adelanta y exige el cambio normativo a sus amos. Si atendemos al último caso, me gustaría saber cuantas sentencias parecidas se han producido en los últimos años, cuantas víctimas se han visto asediadas por preguntas que demuestran el deseo del juez de acomodarse a la jurisprudencia dictada por instancias superiores que separan la lógica de lo que es normal en los usos y costumbres de una justicia instalada en el pasado más rancio.
Podría seguir, pero me gustaría destacar el hecho de la total ausencia de este poder en los ritmos y costumbres de la sociedad, de la participación en los medios de comunicación, en el desarrollo de programas formativos y divulgativos que traten de formar a los ciudadanos y metan presión al legislativo para que ellos puedan dictar sentencias acordes a la demanda social reflejada en las leyes y en la constante actualización de los correspondientes códigos de obligada aplicación.
Los jueces lo tienen complicado y ellos mismos hacen que su trabajo sea más complicado por su exacerbado sentido de su propia importancia; se han intoxicado de la heredada prosapia de su cargo y su función y se han perdido: se han desconectado de la realidad y su corporativismo les impide reivindicar, exigir, mejorar, evolucionar y alinearse con la sociedad que les paga.
Carlos Lesmes se manifiesta pasmado y yo creo que su pasmo, su parálisis y su ineficacia vienen determinadas por el cargo que ejerce y que es resultado de años de inercia, ineficacia, pereza y servilismo. Las manifestaciones que estos días atacan al poder judicial no son sino la mínima parte del reproche que merece, me parece. Señorías, a ponerse las pilas y menos sumisión a los amos, que cuando hace falta, ya ven que los dejan colgados de la brocha.

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