viernes, 20 de abril de 2018

La reivindicación del gotelé



ETA ha hecho un comunicado, pero ETA ha dejado de ser trascendente en la vida española hace varios años. Todo lo que ahora diga o haga puede contemplarse como un espacio para el estudio de la parapsicología, los fenómenos extraños o las apariciones paranormales. Como el protagonista de la serie “Manos a la obra” que reivindicaba la introducción del gotelé en España sin que nadie le hiciera caso, los mensajes de ETA, de lo que queda de ETA, suenan vacíos, antiguos y falsos, muy falsos.
Desde su tumba, los restos mortales de ETA lanzan aullidos fantasmales que están vacíos y tratan de resucitar una importancia social ya perdida. Ayer pedían perdón y mañana nos invitarán a la ceremonia de su entierro oficial, pero es igual: murieron contaminados por capuchas doradas de mantelería de restaurante chino; murieron cuando sus pretendidos gudaris erraban sin rumo por bosques y aldeas buscando comida y refugio; murieron cuando sus asesinas celebraban sus muertes en ceremonias orgiásticas de tigresas en celo reinando en las discotecas; murieron porque tenían que morir, porque somos más los que sabemos y estamos convencidos de que las armas nunca tienen razón, pero tras su muerte dejaron un rastro de espanto y dolor.
ETA ha pasado, pero la memoria y las consecuencias quedan en forma de un trabajo pendiente que afecta a toda la sociedad vasca, la misma que vivió los años de plomo en el cobarde silencio de la supervivencia y la miseria moral. La sociedad vasca precisa de muchos actos particulares de sincero reconocimiento, de muchos pequeños y grandes perdones al vecino, al amigo, al conocido, al familiar que quedó solo y abandonado frente al miedo y las pistolas. ETA ha muerto, pero la sociedad vasca debe curar sus laceraciones a base de mucha valentía particular, la necesaria para que cada cual se reconozca ante el espejo en toda su miseria moral.
Quedan años de trabajo, de aceptación, de dolor inmenso anidado en el alma que no encuentra salida, de víctimas que dejaron su existencia entre silencios y desprecios. Esa es la terrible herencia de ese muerto viviente que nunca pudo crear y que sólo trajo destrucción.
Lo que digan o hagan los muertos, no nos llega: sólo nos queda la vida para tratar de arreglar el desastre y la honradez para asumir las culpabilidades de cada cual. Lo demás es tan poco importante como la pretendida introducción del gotelé en España.

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