Anda el patio revolucionado por la compra y venta de un
pisito de protección oficial que ha conseguido organizar a los muchos corifeos
que dirigen a los fieles vocalistas, siempre prestos a rasgarse las vestiduras
y mesarse los cabellos. Vaya por delante que no defiendo al protagonista de la
acción que tanta indignación ha generado, pero creo, sinceramente, que una vez
más España atiende al huevo olvidando el fuero y sigue sin atender a las raíces
y razones que han permitido una acción tan habitual como repetida en los
últimos años.
Curioso que tanto ruido mediático se contraste con el
silencio de plomo que rodea el escandalazo de la venta de las viviendas
municipales realizada por la administración municipal de Ana Botella, que va
camino de los tribunales para convertirse en un caso muy divertido con
ramificaciones familiares incluidas. Tampoco se ha dicho casi nada sobre los
posibles pufos de la empresa familiar de una nueva ministra ni de los
revolcones legales de otro ministro implicado en no sé qué mejunjes
inmobiliarios. De Cospedal mejor no iniciar comentario alguno, que necesita
mucho más tiempo, dedicación y extensión de lo que tengo en mente escribir hoy.
Sólo con su paso por Castilla la Mancha habría para escribir tomos enteros sin
tener en cuenta el magnífico y brillante momento chorra del “despido en
diferido” o los tratamientos informáticos a base de martillazos.
Verdaderamente, la chica da para mucho y mejor dejarlo ahí, que me quiero
centrar en la idiosincrasia patria y nuestra tendencia al enchufismo, al
amiguismo y al compadreo.
Heredamos, como buenos latinos, los vicios y maneras del clientelazgo
romano, aquél que obligaba al poderoso a favorecer al protegido a cambio de su obediencia
y su adscripción política y que acabó dando lugar a una figura puramente
autóctona que supimos exportar a nuestras colonias americanas: el caciquismo.
De aquellos polvos vienen estos lodos que todos, con mayor o menor alegría,
explotamos como podemos para favorecer nuestros intereses. Yo mismo me vi
favorecido por un “enchufe” para poder entrar como alumno en el instituto que
me correspondía, como casi todos los que allí formábamos para entrar en las
aulas.
El caso que nos ocupa parte de un vicio del que nadie ha
hablado suficientemente y que, de no evitarse, seguirá generando conductas
similares: ¿Por qué una promoción de viviendas de protección oficial destina el
15% de las mismas a ventas de “libre designación”? ¿Es que estamos tontos? ¿Es
que no está claro que todas y cada una de esas viviendas van a acabar en manos
de los mejor “enchufados”? ¿Nadie ha hecho la lista de los agraciados por el
resto de las viviendas así clasificadas en la misma promoción y las razones de
su suerte? Yo no la conozco, pero sería curioso conocer los nombres y sus
diversas relaciones con los promotores y sus bancos, con los constructores y demás
implicados directamente en la gestión de esa promoción. No, la cosa nace
podrida porque TODOS, promotores y administraciones bendicen, de partida, la asignación
a dedo reservada a “compromisos”. ¿Qué tipo de compromisos? La categoría es
amplia y va desde la devolución de favores, relaciones familiares y comerciales
o manejos políticos que pueden afectar a cualquiera, que ya hemos visto de
todo.
España es un país de corruptelas y me gustaría que los que tanto
ruido hacen y tanta indignación demuestran tuvieran el mismo criterio ético a
la hora de evaluar el origen de grandes fortunas que, hoy en manos de miembros
activos del PP, se generaron con el extraperlo franquista, corruptelas inmobiliarias,
emisoras de radio destinadas a ensalzar las bondades del régimen y un largo
etcétera de actividades absolutamente inmorales hoy olvidadas gracias al
bálsamo del tiempo y, fundamentalmente, del dinero, que ya nos advertía el
genial Quevedo sobre sus bondades:
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es don Dinero.
No me gusta la acción del lapidado, pero lo que si me
gustaría realmente es que el criterio ético del país se elevara de forma
sustancial para que, ejemplarizados por lo que pasa en otras democracias,
consiguiéramos separar lo legal de lo moral y que todos nuestros políticos
desfilaran al son de una misma partitura ética que les obligara a todos. Si eso
fuera posible otro gallo nos cantaría y los cuadros de la política nacional se
adelgazarían gracias al desfile vergonzante de “beneficiarios a título
lucrativo”, no juzgados por “defectos de forma cuyo fondo está podrido” y una
larga fila de embutidos ensortijados larga como la noche que envuelve nuestra
política.
Vale, su papá lo enchufó, pero creo que el objetivo que
debemos platearnos es el de trabajar todos para tratar de eliminar la posibilidad
de que todos los padres puedan hacer valer su posición para favorecer a los unos
en detrimento de los muchos. Simplemente, con algo tan pequeño, este país
cambiaría mucho y lo haría para bien. Y a los corifeos, decirles que dirijan a
sus fieles cantores a dar serenatas bajo todos los balcones y a todos dar el
mismo mensaje, que, si es bueno para unos, todavía es mejor para los otros y
también necesitan oír la música que les avergüence.
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