lunes, 15 de octubre de 2018

Adjetivar la realidad



De repente me he dado cuenta de que la realidad que vivo necesita ser re-adjetivada de forma urgente. Ya no me sirve la lista que he venido usando desde que empecé a hablar, a nombrar y a valorar mi universo particular con los adjetivos que entonces, hace ya muchos años, se entendían como normales y adecuados.
Hace ya tiempo que voy notando cierta inadecuación, una cierta inexactitud entre los términos que uso y lo que el momento me demanda, pero es que no se lo que el momento ha impuesto. Es más fácil saber lo que ya no es adecuado que lo que realmente el momento impone como rigurosamente exacto. Hay demasiada laxitud, demasiada novedad como para fijar criterios de una manera universal y aceptada por todos.
Sabemos, por ejemplo, que ya no es correcto decirle a un amigo que deje de “hacer mariconadas” sin duda, pero ¿qué adjetivo define ahora eso que los mayores, como yo, entendemos perfectamente sin más explicación? Misterio y reconozco que es posible que alguien lo tenga claro, pero no soy yo.
La realidad demanda una enorme lista actualizada según los nuevos usos y costumbres y me parece que las nuevas generaciones no están por la labor de incrementar la lista de las palabras usadas, más bien se colocan alineados en la dirección contraria. Eso o lleva a una situación compleja en la que lo viejo no sirve, pero no hay sustitución posible más allá de las habituales coletillas que, sin significar nada, todo lo explican para aquellos que carecen del lenguaje adecuado.
Esto que estoy explicando se ha puesto de manifiesto con la última polémica surgida en torno a una canción, pero la polémica podría multiplicarse diariamente ad infinitum según vayamos utilizando el antiguo lenguaje coloquial: básicamente, la tendríamos liada con todos los colectivos que agrupan distintas tendencias sexuales, con las agrupaciones de defensa de colectivos con características físicas alejadas de la norma estadística de la especie (note el atento lector que no digo ya homosexuales o disminuidos físicos o psíquicos, cojos, enanos etc, faltaría más) Sólo una excepción posiblemente ligada a su orgullo de casta por los éxitos obtenidos: los ciegos. Se llaman a sí mismos ciegos, su organización mantiene la denominación de ciegos y aquí no pasa nada, como debería ser normal en otros colectivos que sienten insulto en el lenguaje más habitual y más antiguo que no anda pidiendo perdón por casi nada.
¿Alguien, por favor, podría sugerir un adjetivo que nos ilumine la mente mejor que ese “mariconeces” de la canción? Es posible hacerlo, de acuerdo, pero hay que reconocer que la idea está clavada y está, además, en el contexto adecuado bajo el formato adecuado, sin más.
Esta época parece juzgarlo todo desde el prisma del ahora y del yo más inmediato y directo, de manera que, mucho me temo, vamos a cuestionar las letras de Quevedo (políticamente muy incorrecto) y de cualquier otro escritor, poeta o pensador que haya tenido la osadía de llamar a las cosas por su nombre. Como decía mi amigo Clint, me parece que hemos creado una sociedad “blandita”, timorata y demasiado pusilánime como para aceptar la realidad sin edulcorantes o sobreprotecciones. Mala cosa.

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