De repente me he dado cuenta de que la realidad que vivo
necesita ser re-adjetivada de forma urgente. Ya no me sirve la lista que he
venido usando desde que empecé a hablar, a nombrar y a valorar mi universo
particular con los adjetivos que entonces, hace ya muchos años, se entendían
como normales y adecuados.
Hace ya tiempo que voy notando cierta inadecuación, una
cierta inexactitud entre los términos que uso y lo que el momento me demanda,
pero es que no se lo que el momento ha impuesto. Es más fácil saber lo que ya
no es adecuado que lo que realmente el momento impone como rigurosamente
exacto. Hay demasiada laxitud, demasiada novedad como para fijar criterios de
una manera universal y aceptada por todos.
Sabemos, por ejemplo, que ya no es correcto decirle a un
amigo que deje de “hacer mariconadas” sin duda, pero ¿qué adjetivo define ahora
eso que los mayores, como yo, entendemos perfectamente sin más explicación?
Misterio y reconozco que es posible que alguien lo tenga claro, pero no soy yo.
La realidad demanda una enorme lista actualizada según los
nuevos usos y costumbres y me parece que las nuevas generaciones no están por
la labor de incrementar la lista de las palabras usadas, más bien se colocan
alineados en la dirección contraria. Eso o lleva a una situación compleja en la
que lo viejo no sirve, pero no hay sustitución posible más allá de las
habituales coletillas que, sin significar nada, todo lo explican para aquellos
que carecen del lenguaje adecuado.
Esto que estoy explicando se ha puesto de manifiesto con la
última polémica surgida en torno a una canción, pero la polémica podría multiplicarse
diariamente ad infinitum según vayamos utilizando el antiguo lenguaje
coloquial: básicamente, la tendríamos liada con todos los colectivos que
agrupan distintas tendencias sexuales, con las agrupaciones de defensa de
colectivos con características físicas alejadas de la norma estadística de la
especie (note el atento lector que no digo ya homosexuales o disminuidos
físicos o psíquicos, cojos, enanos etc, faltaría más) Sólo una excepción posiblemente
ligada a su orgullo de casta por los éxitos obtenidos: los ciegos. Se llaman a
sí mismos ciegos, su organización mantiene la denominación de ciegos y aquí no
pasa nada, como debería ser normal en otros colectivos que sienten insulto en
el lenguaje más habitual y más antiguo que no anda pidiendo perdón por casi
nada.
¿Alguien, por favor, podría sugerir un adjetivo que nos
ilumine la mente mejor que ese “mariconeces” de la canción? Es posible hacerlo,
de acuerdo, pero hay que reconocer que la idea está clavada y está, además, en
el contexto adecuado bajo el formato adecuado, sin más.
Esta época parece juzgarlo todo desde el prisma del ahora y
del yo más inmediato y directo, de manera que, mucho me temo, vamos a
cuestionar las letras de Quevedo (políticamente muy incorrecto) y de cualquier
otro escritor, poeta o pensador que haya tenido la osadía de llamar a las cosas
por su nombre. Como decía mi amigo Clint, me parece que hemos creado una
sociedad “blandita”, timorata y demasiado pusilánime como para aceptar la realidad
sin edulcorantes o sobreprotecciones. Mala cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario