Taxis de Madrid haciendo amigos
Madrid vive, con una enorme
satisfacción apenas interrumpida por breves momentos de caos, producto del incivismo
manifestante de los taxistas, una huelga que empieza a mostrar las grietas
conceptuales de unos modelos de ciudad normalmente admitidos y establecidos;
modelos que hemos interiorizado y grabado a fuego en nuestro diario
comportamiento. Y por esas grietas, por esos pequeños espacios de duda y
tranquilidad en la conducción; por esos escurridizos espacios, penetra la duda y
comenzamos a analizar la situación bajo la consolidación de la realidad, ahora
excepcional pero que se nos presenta con deseos de perpetuidad.
Una ciudad sin atascos, amable, una
ciudad en la que no sea obligatoria la contemplación de miles de coches
atascados o dando vueltas sin sentido o con el único sentido de aparcar o
cargar viajeros. ¿Qué pasaría si la ciudad se llenara de vehículos compartidos,
de toda clase de vehículos con ámbitos de implantación cada vez más extendidos,
coordinados y no contaminantes que sólo se movieran cuando fueran necesarios? ¿Qué
pasaría si los automóviles privados pudieran actuar como parte de la red de
transportes de un municipio o de una comunidad y cargar viajeros con su
correspondiente remuneración? ¿Qué pasaría si…?
A lo largo de la historia las
grandes crisis han aportado novedades y soluciones alternativas que lo
cotidiano oscurece, tapa y tiende a colocar en el terreno de lo imposible. Imposible…hasta
que todo cambia y la nueva situación convierte en perfecto a lo que, hasta
entonces, era estrambótico. La marea está cambiando y el coche, en general,
pierde espacio en las ciudades en favor de bicicletas, coches y “scooters”
eléctricos compartidos que ni contaminan ni circulan cuando no tienen un
destino concreto.
No se si el cambio que
necesitamos es ese u otro cualquiera, no sé si los taxistas son una especie a extinguir
o con futuro, pero sí se que necesitamos una reorientación completa de nuestro
concepto de ciudad; un espacio ciudadano que tiene que orientarse a la convivencia,
a un medio ambiente más limpio, con áreas peatonales cada vez más extensas que
permitan el traslado a pie, en bicicleta ….
Mientras llegan todas
esas soluciones y nuevos modelos, los taxistas de Madrid fracasan en sus aspiraciones
y hacen crecer la desafección de los madrileños hacia su gremio. No es lugar
para reproducir las invectivas, los tacos, insultos y comentarios que llenan
las oficinas, los bares y las casas, pero si se que los taxistas deberían haber
pensado mejor la forma de conseguir sus objetivos. Además de fracasar, le han
abierto la puerta al espantoso monstruo del futuro que les amenaza de muerte.
Por no pensar…
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