Como certificación del miedo:
el sistema de Blogger de Google no deja subir una imagen del cacharrito
Como las grandes revoluciones, la cosa nos llegó en forma de un suave y lejano rumor, un cuchicheo apenas audible hasta que se ha convertido en un
clamor, casi un grito de liberación que, por encima del humor, deja ver muchas
cosas y avanza grandes cambios en los usos y costumbres.
La sexualidad femenina ha sido, hasta hace muy poco, un
territorio regido por oscuros arcanos que han dejado ver sus secretos desde
hace muy poco tiempo y de forma muy tímida, poco a poco y manteniendo un cierto
pudor ajeno a los grandes titulares.
Primera en el desfile de las revolucionarias fue la píldora
anticonceptiva, que eliminaba una importante barrera: la posibilidad de
embarazo. Libre de esa amenaza, la mujer empieza a volar sola, se abre a una
sexualidad más naturalizada y espontánea ajena a la eterna amenaza del
embarazo.
La segunda gran abanderada de la revolución ha sido la
información; la comunicación masiva acerca de una sexualidad distinta a la
masculina que según se iba conociendo, mantenía diferencias sustanciales que el
hombre empezaba a conocer, manejar y, porqué no reconocerlo, a temer un poco:
ya no bastaba con penetrar, había que “cumplir” y la cosa se llenaba de
estadísticas, tiempos, acciones, gestos, liturgias y cosas muy complicadas que
las generaciones precedentes ni conocían ni manejaban.
La tercera bandera enarbolada ha sido la absoluta libertad de
las mujeres para actuar según sus deseos y su gusto: había llegado la independencia,
la toma de la iniciativa y la igualdad a la hora de proponer, buscar o elegir.
Y este año, prácticamente ha sido cosa de un año, ha llegado
el automatismo de la satisfacción sexual. Mucho más masculino que femenino, el
automatismo sexual -erección, manipulación y orgasmo – ha llegado al mundo de la
mujer y el asombro sacude a los dos sexos. Al femenino por la sencillez con la
que un apartito les sube hasta el cielo y al masculino porque, si no estás muy
tranquilo y con criterios muy estables, lo puedes llegar a asociar con la amenaza de la
inutilidad más absoluta.
Una mujer libre, independiente, que alcanza la satisfacción
sexual con naturalidad, regularidad y rapidez va a dar miedo a muchos, seguro.
Ya da miedo con su independencia, libertad y -podemos decirlo claramente – su demostrada
superioridad en todo lo que no es fuerza bruta, pero es que, ahora, con el
famoso “satisfayer”, la mujer se coloca en un plano de igualdad con la
sexualidad masculina que habrá que ver cómo evoluciona y cómo cambia usos y
costumbres.
Ya se decía de antiguo que lo de la jodienda no tiene
enmienda, pero es que la tecnología ha abierto puertas que descubren mundos
nuevos, inexplorados y muy satisfactorios. Por lo menos, podemos decir que, en
esto, solo en esto, les llevamos milenios de ventaja en cuanto a la experiencia.
Bienvenidas, chicas: el mundo de lo sencillo, fácil, rápido y seguro os dará agradables sorpresas.
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