domingo, 3 de septiembre de 2017

Quo vadis, homine?

Hace ya bastantes años que tengo la convicción de que estamos cerca de consagrar, como único modelo social, el triunfo de lo peor del ser humano. Tras un siglo entregado al humanismo occidental, el despertar del Siglo XXI avanza desbocado hacia el desastre como norma; hacia un capitalismo feroz sin demasiado futuro para la humanidad y muchas ventajas para el humano con poder. Las divisiones crecen, aumentan las brechas entre el primer y tercer mundo; el pleno empleo ya se ha abandonado como imposible mientras vuelve a triunfar un nuevo esclavismo  que ya no solo campea entre los países más pobre, no: ya ha empezado a colonizar Europa en forma de contratos imposibles y jóvenes con empleo que comparten su clasificación social entre “empleados” y “pobres” y que ven el futuro como algo que se les escapa mientras los años transcurren dedicados a no saben muy bien qué.

Se multiplican los focos de conflicto internacional y los populismo buscan salida en un autismo imposible que pretende volver a multiplicar fronteras, restricciones y protecciones que sólo conducen al desastre. Desde lo más grande, tratados climáticos, de libre comercio en el pacífico, Breixit y crisis de UE, a lo más pequeño cuya máxima expresión podemos encontrarlo en el absurdo catalán, la cosa no funciona, sin ambages.

La política mundial, toda, se desliza por la pendiente del absurdo y no encuentro ningún punto de anclaje sobre el que cimentar la esperanza. La última noticia, de hoy mismo, nos coloca frente a la realidad nuclear de Corea del Norte y la demencia del “preclaro líder”, un peligro que nos afecta a todos en la posible desesperación de un acorralado imbécil ensoberbecido de poder y de sueños de gloria al coste que sea.

De política no me apetece hablar, la verdad, pero sí me gustaría comentar algo sobre la realidad de un planeta que empieza a evolucionar y a cambiar orientado a un destino que no podemos conocer. La realidad es que la caja de pandora parece abierta y la Tierra cambiará dejando atrás esa enfermedad cutánea llamada hombre. No tengo la más mínima duda de que se ha puesto en marcha un cambio del que, con independencia de que sea debido o no a la acción human, no controlamos. Posiblemente se hayan conjuntado dos tendencias que, juntas, anuncian desaste: los cambios cíclicos del planeta y nuestra inestimable ayuda y colaboración. Lo cierto es que el proceso parece haberse iniciado con una velocidad que, hasta el momento, era desconocida en los ciclos geológicos. La Tierra ha pasado por casi todo, pero lo que ahora está sucediendo anuncia un camino bastante nuevo: vamos hacia el horno o hacia la nada; Venus o Marte, sin atmósfera o con una atmósfera dominada por gases de efecto invernadero cuya temperatura los quemará todo.
¿Pruebas? Para los curiosos, miles, pero voy a insertar algunas imágenes ilustrativas que se comentan por sí solas:

Explosión del metano alojado en el permafrost de Siberia 




Ciclo de liberación del metano CH4 





Lagos de deshielo del permafrost















El mensaje es simple, es directo, es indiscutible, pero parece que no es suficiente para que todos nos lo tomemos en serio. Mientras discutimos responsabilidades y causas -son galgos o podencos - la humanidad toda se enfrenta a un futuro que no acaba de asumir.

No, la botella no está medio llena: apuramos los restos soñando los días de abundancia y dejamos una herencia envenenada que nuestros descendientes no podrán cambiar. 
¿Donde va el hombre? Dudo mucho que no sea hacia el desastre. 


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