domingo, 30 de junio de 2019

Luz



Todos, o casi todos los mesetarios, sentimos, cuando pensamos en los placeres del descanso, la necesidad de orientar la mirada al mediodía, allí donde el sol parece querer asentarse sobre la tierra eludiendo su vertiginosa altura sobre el horizonte. Allí, donde el mediodía se hace espacio, reina la luz y su calidez se desparrama sobre una tierra que abraza su calor y se engrandece con su abrazo y sus caricias.
Todos – o casi todos - cuando buscamos esa luz en la que fuimos poco más que sueños imposibles que acariciaban otros sueños enlazados de sal, agua y piel, encaminamos nuestros pasos hacia la suavidad del sur, la tierra que se hace amable cuando dejamos que nos acoja en sus misterios. Es el sur ese amigo que hay que conocer para terminar de dejarse seducir por esas manías que no comprendemos y que, según él, muy versado en las cosas de la vida antigua, la de siempre, son las que importan de verdad.
Busca el sur la reunión con esos mares que unieron sin dividir; esas rutas sobre el lejano horizonte que le trajeron acentos suaves y sabores fuertes por los que tantos saltaron de la tierra a la madera de los barcos, naves que les acogieron y en las que cantaron sones de carnaval y chirigota para volver con las suaves habaneras y otros sones que el sur hizo suyos hace años.
Para nosotros, propios y ajenos, es el sur una llamada que nos busca y nos acoge en sus inmensas playas y en la amabilidad de esos habitantes antiguos que, sin saberlo ellos, tanto han visto y tanto llevan en el alma, siempre antigua, siempre suave y siempre amistosa con el que llega buscando la luz de la que tanta necesidad había.
He tenido, casi ayer, un muy agradable reencuentro con esa luz sureña en un viaje iniciático que me ha dejado un poco contra las cuerdas. Por primera vez en mi vida he ido a un lugar analizando sus características como posible lugar de retiro, pero eso, en este sur gaditano, no cuadra: aquí se viene a vivir y a dejarse llevar por el aprendizaje de una forma distinta de vida, de alegría y de prioridades. Ante la desmesura de la luz, de los sabores, del mar extendido acompañando a la imposible dimensión de la playa de la Cortadura no hay retiro posible: hay inmersión, hay disfrute y hay participación en esa vida que llama a la vida y a la necesidad de orientarse hacia el disfrute de los sencillos placeres que vienen de la mano de una forma de concebir la existencia. Tan sencillo y tan difícil.
Cádiz y sus allegados ofrecen mucho, así que es cuestión de ir bebiendo poco a poco la luz que se hace vino en las bodegas de Sanlúcar pidiendo tiempo para ser degustado, en tragos medidos y tiempos largos, nada de atropellarse, que no es lugar para desmesuras. Cádiz y su lenguaje de amabilidad parecen dejarse mirar con timidez, como si la ciudad entera quisiera ser vista desde una enorme casapuerta y jugar con distintas caras para ir desnudándose despacio, sin atropellos, que esto es muy largo y lo que es hoy ya fue hace tres mil años.
Cádiz y la piedra de sus casas, única y cuajada de las antiguas vidas de los ostiones, nos dejan ver que siempre podemos buscar un poco más abajo, más profundo y con más intensidad, que podemos acompañar su larga historia sintiendo siempre más, más de verdad y más profundo. Pero no es sólo Cádiz: hay libros enteros esperando a ser leídos en San Fernando, en Jerez, en Sanlúcar y su historia de amor con el Guadalquivir, en…la vida que surge bajo una luz casi eterna que pone en movimiento vientos imposibles por los que dejarse llevar mar adentro.
Habrá que hacerlo…algún día.

jueves, 13 de junio de 2019

A vueltas con la semántica

La realidad se impone por encima del lenguaje, por mucho que lo retuerzan y lo quieran ocultar.
El dinosaurio -Vox - sigue en la habitación de C´s



Antes de nada, y recurriendo a las facilidades de internet, copio y pego:
Semántica lingüística, trata de la codificación y decodificación de los contenidos semánticos en las estructuras lingüísticas. Estudia la estructura de las formas léxicas, la estructura de las expresiones y su relación con sus referentes, así como los mecanismos mentales por los cuales los individuos atribuyen significados a las expresiones lingüísticas.
¿Y a santo de qué escribir sobre tan oscura ciencia? Básicamente, al hartazgo que sufre servidora tras años de asistir, como pasivo y cabreado espectador, al deterioro del lenguaje promovido por nuestros políticos. No hablo ya del absurdo de querer cambiar los valores numéricos -15 son más que 19 -sino del uso perverso de los térmicos, las oraciones y la destrucción del verdadero significado de cada palabra usada, bien de forma individual o inmersa en una frase.
No sólo nos enfrentamos al empobrecimiento en cuanto al número de palabras que usamos de forma cotidiana -que ya es grave por sí solo – sino que, además, nuestros políticos se entregan de hoz y coz al retorcimiento de los significados hasta vaciarlos, cambiarlos y acabar por hacernos asumir que los equivocados somos nosotros. Tenemos ejemplos por miles; ruedas de prensa que terminan con nuestros nervios en un estado de hipertensión extrema, gritos de indignación y cientos de cabreos monumentales dirigidos hacia la “caja tonta”. Ya he escrito varias veces sobre el tema, que yo, por lo menos, tengo el consuelo de poder expresar aquí lo que me parece y siento, pero es que, de verdad, ya está bien de maltratar al lenguaje.
De la misma manera que los Inuits pierden sus palaras relacionadas con el hielo, más de mil hace unos años, nosotros vamos perdiendo el verdadero significado de lo que nos dicen y lo cambiamos por aquello que el emisor del mensaje quiere que acabemos aceptando como significado real de un término que nada tiene que ver, en su origen, con la falacia que el susodicho quiere colocarnos.
Si tenéis dudas del proceso que comento, por favor, seguir estos días lo que Ciudadanos está diciendo sobre una realidad -sus pactos con Vox y PP – y analizar sus discursos con detenimiento. No hay por dónde coger la cosa, de verdad. Nuestra realidad cambia, el lenguaje se simplifica y tiende a imponer la actual lengua franca de la “oikumené” (la tierra habitada, más que Mediterráneo, ojo) de nuestros días: internet.  Ya no hay un mar que nos una y sobre el que desarrollar el comercio y las relaciones, hoy son internet y el inglés los que reinan sobre todas las cosas, así que cuidado: entre nuestros políticos y la estupidización lingüística, vamos a acabar tontos perdidos si es que nadie lo remedia antes.
Para los despistados:
Rae : pacto
Del lat. pactum.
1. m. Concierto o tratado entre dos o más partes que se comprometen a cumplir lo estipulado.
2. m. Cosa estatuida por un pacto.
Parece que la cosa es sencilla, ¿no? Pues ahora ir a la prensa a ver qué es lo que dicen los liantes de Ciudadanos.

martes, 11 de junio de 2019

La palabra


       


Escucho un podcast de historia mientras hago ejercicio (La Contrahistoria, de Fernando Diaz Villanueva) y me quedo con una parte del programa dedicado a los celtas. Un guerrero celta le cuenta a un romano, en un perfecto griego de la colonia de Masilia que, para ellos, el momento de máximo esplendor del ser humano era la vejez, el momento en el que la acción -normalmente la guerra – deja paso a la palabra como máxima expresión de la idea, del logos que nos hace humanos y nos permite avanzar y mejorar. Una idea interesante la de estos celtas que, en una sociedad guerrera y conflictiva, eran capaces de elevar a la palabra hasta su mejor posición dentro de la escala de valores.
La palabra es, desde hace años, una obsesión personal y trato, mediante un uso certero de los términos y expresiones, crear una exposición de mis ideas lo más clara y concisa posible, pero no había caído en ese terreno de la inacción como consagración de su valor y potencial. Curiosa historia que nos llega desde las brumas de una civilización idealizada y desconocida, a partes iguales, con una cosmología única y una estructura social compleja que no acabamos de profundizar pero que, en contra de toda lógica, nos enfrenta al valor del primigenio “logos” centro de todo pensamiento humano desde el inicio del trabajo intelectual y espiritual del hombre.
La palabra, la idea y el juego de la construcción de conceptos complejos nos hace humanos y nos permite diseñar no sólo las explicaciones racionales de los fenómenos físicos de nuestro mundo - el real entorno del logos como reflejo del pensamiento correcto y adecuado a los hechos demostrados - sino otras elaboraciones que, sin una base real, crean universos enteros cuya única realidad está en nuestros pensamientos. Basta que todos aceptemos una palabra, una idea para que, de forma automática, nuestro entorno, nuestra sociedad toda, acepte esa idea como parte de la realidad cotidiana en la que se desarrolla nuestra vida. Damos carta de naturaleza con más facilidad a la idea, a la palabra, al concepto, que a los fenómenos físicos cuyas leyes nos son explicadas y que contradicen la construcción original. Si los celtas colocaban a la palabra por encima de la acción, nosotros vamos más allá y la colocamos muy por encima de la realidad como sustento de imaginarios universos negando la esencia del significado de logos, pero abrazando la idea de lo social y lo común.
Somos máquinas al servicio del mandato de nuestros genes, sí, pero máquinas capaces de crear un pensamiento, basado en la palabra, que trasciende tanto el plano físico como el temporal: es nuestra palabra lo que nos hace eternos al plasmarse en nuestros escritos, en nuestros cuentos; en la eternidad del recuerdo compartido con miles a través de ese maravilloso invento que es la escritura y el libro.
Cuando el recuerdo de nuestras vidas se haya apagado en la memoria de los vivos y los muertos, serán las palabras que nosotros escribimos las que hablen de nosotros, de nuestras vidas, ambiciones y frustraciones; serán ellas las que digan cómo fuimos, cómo pensamos y tendrán la generosidad de ocultar aquello que hicimos sin deber o que, simplemente, nos hizo humanos al negar, en la práctica, las grandes aspiraciones que sí fuimos capaces de escribir. Buena cosa esa la generosidad de las letras sobre la escueta y pobre realidad de nuestras vidas.
Celebremos la palabra, la eternidad de la palabra compartida y elevada sobre las miserias de nuestra realidad cotidiana y celebremos que tenemos amigos que escriben – y han escrito – para que podamos recordar lo mejor de ellos mismos en una celebración constante de amistad y de recuerdos compartidos.
La verdad es que esos celtas no eran tan tontos, no.

domingo, 9 de junio de 2019

Juicios tengas y….



El refranero español, siempre basado en la experiencia colectiva y acumulando años de práctica, nos aconseja mantenernos fuera del ámbito judicial pues nada bueno nos puede traer esta pervertida convivencia con las togas. ¿Es posible que lo que se consideró dañino hace siglos lo siga siendo? Parece que sí y que esa afirmación de “juicios tengas y los ganes” es perfectamente válida y vigente en nuestros días.
España y sus diferentes gobiernos a lo largo de la historia, básicamente malos, corruptos, indolentes, ineficaces y volcados en el favor de los poderosos en contra de las clases populares, se ha dotado de unos órganos de justicia que parecen ignorar las reglas del sentido común, la profesionalidad, el rigor y cualquier idea cercana al “servicio” por el que se les paga y por el que disfrutan de una situación muy cómoda y protegida por todas las garantías constitucionales que imaginarse puedan.
Son infinitos los casos, de grandes titulares y de pequeña escala cuya repercusión en las vidas articulares merecerían titulares iguales, en los que el sentido común se aleja de autos y resoluciones y ya sé que la justicia tiene cauces distintos, pero no creo que sea bueno que la distancia entre lo legal y lo que se entiende por sensato se haga cada día más grandes, más extensa y complicada de salvar.
No voy a incidir ahora en las limitaciones de los códigos napoleónicos y su diferencia con la justicia anglosajona, que ya hemos hablado de so, pero si me gustaría incidir en la dolosa indolencia de nuestro poder judicial, trufado de elementos franquistas que habitaban el TOP, de familias eternamente presentes en los órganos decisivos y de su absoluta incapacidad y renuencia para integrarse en el juego democrático con total entrega. Jugaron y parecen jugar a la contra, dejando a un lado la lógica de cuantos precedentes hagan falta para abrazar, sensibleros y llorones, la añoranza del dictador y de una sociedad ida que se hace presente en unas sentencias inadaptadas, antiguas, rancias y escandalosas por el eco social que generan.
Algo debemos hacer y debemos hacerlo YA. El poder judicial ha demostrado que, en cuanto quiere, puede levantar a un juez de la Audiencia Nacional e inhabilitarlo por prevaricación, pero sólo sabemos de un caso y de su naturaleza incómoda y contraria a los usos y costumbres. Otros, cuya labor es indolente, tendenciosa, (el juez de El Escorial que emite el famoso auto del peligro laboral) y claramente contraria al derecho, son mantenidos, protegidos y elevados a la cumbre dejando, en el camino, el rancio olor de ese franquismo sociológico tan complicado de erradicar en nuestros días.
Necesitamos e un poder judicial moderno, reivindicativo, independiente y molesto con el poder en lugar de la caterva de paniaguados fascistas e indolentes que dominan sus órganos de gobierno. Sencillo, ¿no? Pues al toro, que es una mona.


miércoles, 5 de junio de 2019

Una familia, un tribunal y una fecha


Golpistas del 36 generando jurisprudencia

Hay situaciones en las que la indignación aconsejan un poco de calma, reflexión y frialdad. Ayer, martes 4 de Junio y gracias a la publicación del auto del Supremo por el que tan alta institución se ponía al Parlamento y al Gobierno por montera para impedir el traslado de los restos de Franco lo más lejos posible, fue uno de esos días de furia que claman por la calma.
Hoy, con la adrenalina más equilibrada y buscando un poco, me he leído el auto y escribo tratando de encontrar, sin éxito, alguna agarradera queme permita escribir algún párrafo aconsejando respeto por la justicia, el tercer poder que estos meses parece empeñado en naufragar y dar mucho que hablar y que jurar.
Lo primero que hay me llama la atención es la conversión de una familia, antaño considerada como la máxima expresión de lo recio de la raza, en un conjunto de amariconadas lloronas lejanas a la frialdad del patriarca que tan señalados servicios hizo al fascismo histórico y europeo. El tribunal, transido de emoción, empatía y conmiseración por la mala situación de la familia, se detiene a considerar positivamente una parte del recurso que, textualmente, dice: ““no se evitaría a los recurrentes el daño que a ellos, a sus allegados y al exhumado se les habría causado y tendrían que pasar por el amargo trago de ver cómo se procede a la exhumación de su ser querido. Afirma el escrito de interposición que no se puede exigir a una familia que soporte el desgarro que eso supone cuando, además, está guiado por el indisimulado deseo de humillar póstumamente la memoria de su pariente y se les impone el lugar del nuevo enterramiento. A ninguna familia, concluye el escrito de interposición, se le debe obligar a pasar por dos exhumaciones y tres entierros.” El hecho de que el finado objeto de discusión y arraigo en la venerable abadía de Cuelgamuros pudiera haber sido considerad como la “espada más limpia de occidente”, el preclaro vigía y firmador recurrente de penas de muerte, represalias y demás medidas que, esas sí, supusieron la destrucción, división y destrucción de familias enteras cuyo único pecado se basaba en pensar lo que no debían, nada aporta al alto tribunal a la hora de tomar decisión alguna. La Primera.

Por si alguien tuviera la intención de considerar que el tribunal no tiene sensibilidad social, imaginación o previsión, se aviene a tutelar la acción del gobierno no fuera a ser que, cegados por su entusiasmo, se metan en camisa de once varas y en previsión de tales desmanes y horribles consecuencias, tutela al gobierno y dice, sabiamente: “Razonando desde esa perspectiva, es cierto que, si no suspendemos la exhumación y esta se lleva a efecto, nada impediría que, de estimarse el recurso contencioso-administrativo se devolvieran los restos de don Francisco Franco Bahamonde al lugar en que se hallan desde noviembre de 1975. En este sentido, no habría una irreversibilidad material. Ocurre, sin embargo, que, en tal hipótesis, la situación que se produciría sería extraordinariamente perjudicial no sólo para los recurrentes sino también para el interés público por las singulares y únicas circunstancias que concurren en este caso.
Vale, es verdad que un auto como el que se esperaba debería atender solo a la posible irreversibilidad de la acción, pero nuestros amantísimos y preclaros jueces, van más allá y nos ayudan a evitar fantasmales daños al interés público, eso sí: no se detienen a especificar qué daños serían esos ni en cómo afectarían a nuestro interés público; nuestros jueces están a la última para que no digamos que les domina el inmovilismo y la caspa intelectual o moral.
Por si estas dos joyas de la jurisprudencia no fueran suficientes, el tribunal se lía la manta a la cabeza y avisa a navegantes: nada de juegos con la preponderancia democrática de las normas y las leyes; nada de validar las reglas democráticas generadas tras la llegada de la Constitución del 78 ni gaitas en vinagre: la jurisprudencia buena, la de verdad, la de toda la vida, nace de la legalidad que nos llegó por la gracia de Dios en una junta de generales golpistas que ensalzaron a un chusquero más tramposo que ellos mismos y que cambió su nombramiento de “jefe del gobierno del estado” por el publicado en el BOE bajo el la denominación de “jefe del estado”. Total, no hay ponerse pesado por una pequeña omisión de dos palabras. Veamos el texto literal, que no tiene desperdicio: “El hecho de que fuera Jefe del Estado desde el 1 de octubre de 1936 hasta su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975 atribuye a toda la controversia unos rasgos especiales que no se pueden ignorar y que permiten atribuir un perjuicio irreversible a la ejecución de la decisión del Consejo de Ministros de exhumar sus restos si ésta, después, fuere considerada contraria a Derecho.” Vamos, que Azaña era un pintamonas, la Democracia Española algo inexistente y el golpe de estado una entelequia que manejan algunos que no tienen ni puta idea de historia.

Nombramiento de Jefe de Gobierno del Estado Español. El bueno.
Lo de Jefe del Estado, una pequeña derivación sin importancia.


Confieso que la indignación da paso al hartazgo, que la Justicia de este país me parece un esperpento que navega entre el fascismo más rancio e impune y la desidia general de los que se saben intocables y al margen de las más mínimas exigencias de buen ejercicio y desempeño. Hoy, cuando las miradas de muchos que cuestionan la legalidad de una justicia que nada ha hecho por su “aggiornamento democrático” se dirigen al Tribunal Supremo, una de sus salas, muy importante, se nos descuelga con un auto en el que reconoce, valida y da carácter de certeza legal, el golpe de estado del 18 de Julio de 1936. ¿Estanos tontos? ¿Es que no se puede poner a circular a esta caterva de desarrapados intelectuales y morales que nos lo ponen todo en solfa y hacen peligrar la categoría moral de la justicia? ¿Es que nadie se da cuenta de la destructiva carga de profundidad que ha lanzado esta sala a la legitimidad, toda, del poder judicial?
Por favor, que alguien se ponga las pilas y nos libre de estos terroristas de toga que nos colocan, a todos, a los pies de los caballos y al borde del precipicio. Una verdadera pena.