Un cambio innegable
Ayer, en la charla virtual semanal, se abrió una discusión
muy interesante que acabó abruptamente por la llegada de los aplausos de las 8. La
cuestión es simple: Tina – siempre implicada en cuestiones sociales- nos
plantea la relación entre cambio climático y la aparición del Covid-19. Desde
mi punto de vista son dos cuestiones que, si pretendemos que los viejos objetivos
de lucha contra el cambio climático se mantengan en el próximo futuro, debemos
mantener muy separadas y con argumentaciones muy diferenciadas o el enemigo nos ganará la mano.
Por un lado, el hecho incuestionable de la evolución nos
enseña que el cambio en los seres vivos es constante y que el paso del tiempo
conlleva la aparición de mutaciones que dan lugar a nuevas formas de vida. Esto,
en el caso de los virus, es un proceso relativamente rápido y muy constante cuyo
ejemplo más conocido es el de la gripe común, que todos los años nos enseña una
cara distinta. En el caso del Covid-19, parece ser que la mutación clave es la
que ha permitido al virus pasar del murciélago a un animal que todavía no se ha
identificado y de ese estado intermedio al hombre. La llegada de este invitado
inesperado supone que nuestros organismos no conocen al enemigo y deben aprender
a combatirlo. En circunstancias naturales -sin intervención de la ciencia
moderna – un hecho similar puede suponer la desaparición de un porcentaje enorme
de la especie, quedando solo los individuos más capaces de adaptarse a esta
nueva condición medioambiental y, desde ese núcleo, recuperar los anteriores
niveles poblacionales. No sería la primera vez que nuestra especie queda a las puertas
de la extinción para recuperarse después. La actual población humana desciende,
parece ser que, en su totalidad, de una pequeña población africana cercana al
desierto del Kalahari. Eso nos dicen los genetistas sobre la base de lo que hoy
conocemos.
La actual situación se conoce como Zoonosis y está
favorecida por la llegada de los humanos a zonas nuevas con patógenos
desconocidos que encuentran en los humanos un territorio virgen y propicio para
su expansión. Nada nuevo.
Pandemias que si estarán relacionadas con el cambio
climático y que ya asoman la patita son las relacionadas con cepas de patógenos
-esporas y bacterias – que yacían prisioneras e inactivas en el permafrost y
cuyo deshielo sí está directamente relacionado con el cambio climático. Lo que pueda
salir de ese medioambiente antiguo y con el que el ser humano no ha tenido contacto
alguno. Que sepamos, ya ha habido un brote de ántrax en Siberia que pudo
controlarse y estamos a la espera de novedades desagradables y peligrosas. Por acción
del ser humano sobre las bacterias acosadas por los modernos antibióticos, ya
nos estamos enfrentando a cepas hiper resistentes de patógenos que nos van a
dar muchos y variados dolores de cabeza.
Eso en cuanto a los virus, sus mutaciones, el hecho
contrastado de la evolución y supervivencia de los sujetos mejor adaptados.
Vamos ahora con la nueva realidad y el abandono de los objetivos comunes para
parar el cambio climático.
La “nueva realidad” va a tener un objetivo prioritario a
cuya consecución se van a someter todos lo demás objetivos: la activación
económica y el riesgo, enorme, es que por la consecución de ese objetivo se perpetúen
los medios de producción que no respetan al medioambiente. Con la excusa de que
“hay que reactivar”, no podemos obviar el hecho de que la irresponsable acción
del hombre y la consecuente liberación de gases contaminantes de efecto
invernadero, el clima de la tierra está cambiando. Ya hemos pasado la fase de “posibilidad”
para entrar en la fase de “hechos contrastados” por mucho que determinadas
industrias sigan pagando millonadas por estudios que intentan demostrar lo
contrario. La nueva realidad debería acelerar la puesta en marcha de modelos
productivos alternativos y respetuosos con el medio ambiente y debería hacerlo
de forma ineludible y universal. Lo contrario nos llevaría a saltar de la
sartén al fuego.
Desde mi punto de vista, no creo que sea bueno mezclar estas
dos líneas argumentales, pues relacionarlas de mediante una implicación directa
de una en otra, sería contraproducente y además, permitiría a los defensores del
crecimiento a cualquier coste una acción de réplica difícil de paralizar.
Defender la necesidad de mantener espacios vírgenes ajenos
protegidos de la deforestación y la acción humana es, por sí mismo, un objetivo
ineludible. Si, además, esa colonización conlleva riesgos, será un argumento
más en favor de la protección.
Mantener los objetivos relacionados con la no emisión de
gases de efecto invernadero y la protección del clima del planeta para que la
temperatura no siga subiendo, se inunden litorales, o cambien los ecosistemas con
consecuencias espantosas para la población humana es algo imperativo “per se” y
cuya vigilancia, en el futuro inmediato, debe ser prioritaria.
Sinceramente, creo que
mantener esas obligaciones en líneas paralelas de argumentación y
actuación, es mucho más eficaz y razonable que intentar forzar relaciones y
abrir vías argumentales débiles que el enemigo -muy fuerte - puede aprovechar en
contra de los objetivos comunes.